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Instituto del Libro y la Lectura, INLEC del Perú

y Capulí, Vallejo y su Tierra

20 de noviembre 
Día de la Declaración Universal de los Derechos del Niño.
Derechos del niño respecto a su maestro
Danilo Sánchez Lihón
www.danilosanchezlihon.blogspot.com 

Artículo 
1

El niño
tiene derecho a no ingresar
ni permanecer 
en un salón de clases si este
no está 
debidamente pintado, relucido
y decorado
con extraordinaria hermosura:
las paredes
luciendo láminas que recreen
diversos
pasajes del arte y las ciencias;
que cuelguen
de los techos móviles, y figuren
en las ventanas
arlequines, alegorías, quimeras
en la actitud
de lanzarse al espacio sideral.
Cada aula
ha de ser una torre, un velamen,
un submarino,
un aerolito y una nave espacial.


Artículo 
2

Tiene
derecho a pedirle a su maestro
que le brillen
los ojos, que su mirada se ilumine
de entusiasmo,
que sonría incluso frente al duda
y las adversidades;
que estire los brazos hacia lo alto
y haga
vivas a la vida, que moje sus pies
en la lluvia,
nade en el río, se hunda en el mar.
Declame
frente a sus discípulos, y en todo
sea un héroe,
que salte y al saltar toque arriba,
muy arriba, y 
con sus manos desgrane algunas
estrellas.


Artículo 
3

Tiene
derecho a elegir a su profesor
de acuerdo
a un currículo vitae mínimo: que
allí conste
que, al igual que él, desaprobó
en matemáticas
y gramática, que fue expulsado
de clases por
escribir poemas y cartas furtivas
a su compañera
de ojos almendrados, que falló
un penal
en un partido decisivo, se aficionó
a un libro
prohibido y a partir de allí cambió
su vida.


Artículo 
4

Tiene
derecho a empinarse, subir hasta
su pecho, 
recostar su oído para oír extasiado
escuchando 
el pálpito de su corazón. A tomarle
el pulso,
medir con un reloj el flujo, el ritmo
y compás
de la sangre de su maestro porque
igual a
cómo le impone ideas en su mente
tiene que 
saber y aceptar que ha de oírle y 
sentirle
cómo late, por dónde se encamina 
cuándo
llora y se alegra el corazón de
quien es
su querido y venerado profesor.


Artículo 
5

Tiene
derecho a pedirle que ría, hable
y evoque
su tierra natal; que puede pasar 
la hora
hablando de padres, hermanos 
y abuelos;
contar sus amores de adolescente
y, si quiere,
suspirar. Que así como lo conoce 
despierto
pueda verlo dormido, auscultarle
los sueños,
palparle los rasgos del semblante,
ver si 
dormido sigue siendo un hombre 
bueno,
si en su frente no han muerto aún,
y siguen
vivas sus ilusiones, sus utopías 
y las ganas
ineludibles de cambiar el mundo 
para siempre.


Artículo 
6

Tiene
derecho a que su profesor
posea
un repertorio vasto e inagotable 
de cuentos:
de humor, de horror y prodigio.
Y narre
bellas e inacabables historias 
de amor. 
Que funja de eximio narrador 
de cuentos.
Y nunca jamás se deje atrapar 
por la vieja 
rutina, esa hechicera que suele
deambular 
arrastrando su luenga túnica 
de espanto 
horror y miseria por las aulas.


Artículo 
7

Tiene
derecho a que su profesor
se quede
mirando largo tiempo la vida
que discurre
pletórica por la calle, al pie y
al otro lado
de la ventana. Y cada vez
que se
atreva a decir que el mundo 
de ayer era 
mejor que el de este instante 
se quede allí
de veras sancionado, muerto
de frío,
penado. O bien de espaldas 
mirando 
fijo y congelado a la pared 
inerte.


Artículo 
8

Tiene
derecho a que su profesor
se pelee
con quien sea, porque cree
en él.
Sí, en su alumno. Y refrenda
que llegará 
alto muy alto, así como lejos 
muy lejos,
mereciendo todos los veintes 
del universo, 
sólo que mejor ahora disimular
a fin
que la vida vaya mostrando
poco
a poco sus gratas y afables
sorpresas.


Artículo 
9

Tiene
derecho a que el Calendario
Cívico
rinda culto al espantapájaros,
al libro
y al viento. Que celebre el día
de la mirada, 
la cometa y el fulgente arco iris.
También
haya día del abrazo, del trompo
y la bicicleta,
de las olas del mar, de la lluvia
y las montañas.
que el maestro sea malabarista,
titiritero,
cómico ambulante, prestidigitador
y hasta
payaso a fin de matar las tardes
de tedio.


Artículo 
10

Tiene
derecho a que su profesor
sepa imitar
el canto de las aves; que diga:
“Vamos
al bosque a conocer los animales.
Y no
vamos a conocer los animales
del bosque”.
Que enseñe de aves, de orugas
y peces,
de prados verdecidos y cataratas
resonantes,
pero delante de esos prodigios.
Que sepa
tocar charango, volar cometas,
fabricar y 
saborear irreprimible manjares 
y helados.


Artículo 
11

El niño
tiene derecho a abrazarse
a su profesor,
si se le viene en gana: dormir
en su casa,
con la colaboración de la esposa
e hijos,
que han de cursarle una invitación.
Esto a fin
de saber cómo vive y quererlo
más aún;
que él lo cargue en sus hombros
y aquel 
se duerma en sus brazos.


Artículo 
12

Tiene
derecho total a que el maestro
no diga
que el trabajo de su compañero
es mejor
que el propio. Que el antipático
del salón,
que no juega, habla ni hace bulla,
y que solo 
estudia, es el único que en esta
vida
tiene asegurado y fácil el porvenir
y los otros no.
Tampoco que nadie juega mejor
la pelota
que el vivo del salón. ¡No ofender
por favor!
Todos tienen derecho a jugar y
a meter goles.


Artículo 
13

Tiene
derecho a que no se sancione
a ningún niño
por hacer caricaturas al profesor,
ni menos
por imitaciones y nada por hacerle
remedos
ni mucho menos por ponerle motes
o apodos.
Al contrario, hágase un concurso
y se premiará
la mejor caricatura, el mejor remedo
y el mejor
sobrenombre que se haya puesto.
Todo ello
será en un festival de participación
múltiple,
plural, solidario, alegre y creativo.


Artículo 
14

Tiene
derecho a que si quiere
jugar
con el profesor éste deponga
todo y 
atienda ese hondo y edificante
deseo.
A pedir que el profesor junto
al niño
se den uno o más volantines,
se paren
de cabeza, se miren a los ojos
y rompan
a reír a grandes carcajadas.


Artículo 
15

El niño
tiene derecho a que el profesor
más
que respuestas a las preguntas
aprecie
dilemas sin refutaciones posibles.
Que el profesor
confíe en descubrir junto al niño
la solución
a los enigma espinosos de la vida.
Que
el profesor cancele un examen
si el niño
manifiesta que está escuchando
el trino
del gorrión en el tejado, el rumor
de una fuente
o el lento y maravilloso abrirse 
de una flor.


Artículo 
16

Si
el profesor persiste en tomar
el examen
el niño tiene derecho a idear
e ilusionarse
que al profesor ha de caerle
una teja 
en plena cabeza e irá a parar
al hospital.
Que al comer ha de atorarse.
Pisar
la cáscara de un plátano, irse
de bruces,
resbalar, caer, pegarse y ahí
romperse
la columna vertebral. Recibir
un portazo
en la cara, saltándosele
los dientes.


Artículo 
17

Tiene
derecho a que su profesor
sea
su cómplice. A confiar en él.
A ser
el cofre que guarde sus alas
y secretos. 
Que, si se da el caso, sea él
quien
ande mil leguas a fin de portar
la carta que
soluciona un arduo problema
y que el niño 
solo ha confiado en él para
resolverlo.


Artículo 
18


Tiene
derecho que del vocabulario
del profesor
queden eliminadas palabras 
como:
obligatorio, es norma, código
de conducta, 
castigo, institución educativa,
examen.
En cambio, sean habituales
en su boca:
campiña, arco iris, naranjas, 
manantial,
espiga, mar, azúcar. ¡Amor!
El niño
tiene derecho a que no se
demore
un solo minuto en sonar
la campana
para regresar a casa.


Artículo 
19


Tiene
derecho a que su profesor 
jure,
¡y que se vaya al infierno si 
en esto
perjura! que hay la absoluta,
la férrea
e inconmovible esperanza 
que todo 
saldrá bien, muy pero muy
muy bien.
Que cumpliremos con hacer
el país 
digno y glorioso que el destino
nos tiene
asignado forjar y construir
aquí
y ahora de manera definitiva.
Y que esa
es nuestra más alta y sublime
misión.


Artículo 
20

(Escribe tú amable y gentil lector,
o lectora,
el Artículo 20 de esta apremiante
Declaración)

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