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Instituto del Libro y la Lectura, INLEC del Perú

y Capulí, Vallejo y su Tierra

Enero 
Son obras del pueblo
De cómo llegó a mi pueblo el primer automóvil

Danilo Sánchez Lihón
www.danilosanchezlihon.blogspot.com 

1. Si la comunidad lo decide

José María Arguedas, alma y dolor del Perú profundo, símbolo de lo más prístino y transido de nuestro pueblo, ser que encarna lo mejor y más doloroso que somos y tenemos, nació un 18 de enero de 1911 en Huanipaca, lugar cercano a Andahuaylas en el departamento de Apurímac, fecha que ha de ser motivo siempre para dedicar reflexiones a cada línea que dejó escritas.

En varias ocasiones relató acerca de la fuerza y el poder de las comunidades andinas, de cómo en cierta ocasión los hombres llevaron cargado un camión de uno a otro sitio de las serranías. 

En una conferencia que desarrolló en febrero de 1968 en Casa de las Américas de Cuba, relata cómo los campesinos de los ayllus de San Juan de Lucanas, construyeron a pulso y sin asesoramiento técnico ni paga, la carretera que va de Puquio a Nazca trabajando diez mil indios las veinticuatro horas del día.

Uno de los cuatro alcaldes de las comunidades, le dijo en quechua a la autoridad de Puquio, al momento de entregar la obra:

“Aquí está el camino, ya hemos construido la carretera. Si la comunidad lo decide podrá hacer un socavón por debajo de las montañas, de aquí hasta el mar”. 

2. Se van a mojar sus alitas

¿Fantasea Arguedas? ¿Es irreal lo que cuenta? Hay una historia similar relacionada a mi pueblo, Santiago de Chuco, que a continuación paso a contarla en homenaje a José María Arguedas.

Y también por otra razón y motivo, cual es que en esta época de enero, febrero y marzo, las lluvias intensas sobre la cordillera de los andes hacen que se atasquen los vehículos en los caminos.

¡Hay que bajar y empujar! Ahora más entusiasmo están poniendo las mujeres en hacerlo. ¿Qué es eso? ¿Qué pasa?

En una oportunidad la góndola en donde iba, así lo llamábamos entonces, entró a la cuneta, patinó y ya no pudo salir. Bajamos a empujar en plena lluvia y barro. Y las mujeres dijeron:

– Vamos a bajar nosotras para que no les haga mucho peso.

Ellas no dijeron "para empujar", porque en esos tiempos eso hubiera sido inconcebible. 

– No, no, no, –protestó ya puesto de pie don Lorenzo Risco que venía en la góndola–. Ustedes palomitas ni se muevan. ¡Qué vamos a consentir que se mojen sus alitas! Quédense ahí no más. O si no: ¿para qué estamos los hombres? 

Y sacamos volando la góndola al camino. 

3. Allí iba un hombre sonriente

Pero, he aquí la historia prometida:

Todavía no existía la carretera de Shorey a Santiago de Chuco cuando “El Taita” Diestra decidió llegar a esta villa con su vehículo, atravesando jalcas, lomas y quebradas. 

Esta proeza la hizo cuando él tenía 28 años ante el asombro de pastores y labriegos de las punas que se restregaban los ojos para asegurarse que no eran visiones las que divisaban en el horizonte en donde se tambaleaba un aparato color negro que no habían visto nunca.

Era un objeto rodante del cual al principio se corrían al verlo por las cumbres y luego por los bajíos, dejando a su paso apachurradas las pajas bravas, el ichu de los pajonales, las pencas espinosas y los shulgomos silvestres de las cercas.

Pero luego, al ver que allí adentro iba un hombre sonriente se envalentonaban en acercarse, en palparlo y luego sujetarlo cuando era inminente su volcadura por la inclinación que hacen las faldas de los cerros y las pendientes de los ríos.

4. Un mediodía llegó hasta la plaza

Se cuenta que era tanto el entusiasmo de la gente del campo al ver una aparición semejante que corría una caravana incansable detrás del vehículo.

Cuando por alguna razón se atascaba, lo empujaban con tal fuerza que lo sacaban volando incluso del atajo que hacían las inmensas piedras que a veces se interponían para no dejarlo llegar a su destino.

Pero hondonaba hubo en la cual tuvieron que uncir el carro aventurero a las parejas de bueyes que estaban arando en el campo.

Y esto debido a que resultaba hundido en alguna profunda cañada. 

Y aún así la yunta resbalaba en el barro, por el esfuerzo que hacía, porque el vehículo era pesado, como un blindado de fierro. Y no de lata o de cualquier otra cosa, como son ahora los autos.

Lo cierto es que un mediodía llegó hasta la Plaza de Armas de Santiago de Chuco un automóvil Ford, de color negro reluciente, de llantas grandes y altas, y de guardafangos macizos que conmocionó a mi pueblo. 

5. Inspirado por el amor

Toda la gente estuvo viendo alelada el artefacto, tocándolo los más atrevidos para sentir si temblaba, si tenía vida o cualquier otra clase de pulsaciones.

Y paseándose alrededor del perímetro de la plaza los que gustaban de no perderse nada del acontecimiento y milagro que ofrece esta vida breve y pasajera, pagando para el caso una cómoda suma de dinero. 

El protagonista de toda esta fiesta y baraúnda era Arcadio Diestra Miñano, apodado desde entonces “El Taita”. Él era de Chiclín pero de padres santiaguinos y trabajaba en un taller de mantenimiento de vehículos de una compañía alemana. 

Aquella ocurrencia temeraria de llegar con un vehículo motorizado, cuando aún no había carretera, la hizo al parecer inspirado por el amor de la señorita, quien después sería su esposa y madre de sus hijos, una santiaguina neta llamada Magna Flores Ulloa.

6. La gente lo requería 

Cuando se le pregunta sobre todo esto él explica con rubor, y escondiéndose en un subterfugio, que el motivo de su aventura era despertar el interés de los chucos por construir una carretera.

Y un poco más en confidencia declara que fue por amor a los burritos y a los caballos, para que no se cansaran tanto por los caminos, muchos de los cuales incluso se morían por la exigencia y el apuro a que lo sometían sus dueños, deseosos de llegar lo más pronto a Shorey, donde se podía tomar un camión hacia Trujillo.

– Entonces, ¿fue por los burritos?

– Sí pue. De verlos padecer y sufrir tanto por los caminos.

– ¿Así que fue por los burritos no? –interviene doña Magna–. ¿Y cómo a mí me dijistes otras cosas, ah? 

– Fue por los burritos.

7. Las lluvias repentinas

– ¿Y entonces, por qué te quedaste a vivir en mi pueblo?

– Eso sí fue por ti. –Retruca el Taita.

Sea cual sea el motivo la hazaña la alcanzó a realizar el año 1925. Claro que el vehículo ya no pudo volver y se quedó a morar para siempre en Santiago de Chuco.

La gente lo requería pagando una cuota para pasearse por la ciudad, a fin de sentir la sensación que daba el sonido, la altura y la velocidad que adquiría el transporte.

Pero, sobre todo, por dar tumbos por las calles empedradas y atravesadas de acequias y altos montículos y, a veces, de charcos de agua que las lluvias repentinas dejaban en las calles.

8. Ante tal razón práctica

El alcalde, don Adolfo García había insistido años antes de esa fecha en constrir la carretera, tanto que él mismo la inició el año 1924, pero pasando lógicamente por su fundo de Chaguín. 

En cambio, el ingeniero Fermín Málaga Santolaya quería que ésta pase por las alturas de Pata de Gallo, Barro Negro y Coipín, porque por allí planificaban explorar unas minas. 

Después de la aventura de “El taita” el argumento que daba Fermín Málaga para que la carretera pase por esos lugares era contundente: 

– Si por ahí ha venido el primer vehículo, y ha llegado sano y salvo, sin que se le rompa ni un vidrio, entonces por ahí debe trazarse y hacerse la carretera. Así de sencillo. –Decía.

Ante tal razón práctica no hubo argumento que valiera, teniendo que resignarse Don Adolfo García a que no pasase más la carretera por su fundo, que era grande y hermoso.

Es así cómo no tuvo forma de evitar que la carretera pase por los terrenos de su contendor en este proyecto importante para la conexión con la capital del departamento.

9. Nadie pudo rebatir esta argumentación

Es más, cuando Adolfo García quiso seguir contratando a los ingenieros de su preferencia que ya trabajaban para su proyecto, la opinión que prevaleció también fue la de Fermín Málaga Santolaya quien sentenció al respecto:

– ¿Para qué ingenieros? ¡Que diga por donde trajo su auto Ford “el Taita” Diestra y se acabó el cuento! 

– Pero, ¿y el trazo de ingenieros?

– ¡Qué trazo ni qué trazo! Por allí deben de estar las huellas todavía; y, si no están, ¿qué campesino o pastor, que se le pregunte, no va a saber decir por dónde vio y ayudó a que pasara el auto?

Así era de práctico este señor que hizo tal fortuna explotando las minas de Santiago de Chuco y que llegó a ser el rico más rico del Perú.

Nadie pudo rebatir la posición de Fermín Málaga. Lo único que hicieron fue ponerse a trabajar.

10. Mes de abril del año 1930

La carretera demoró 3 años en abrirse, de 1927 a 1929, y se concluyó gracias a la Ley Vial dada por Augusto B. Leguía. 

Ahora bien, quien dirigió la obra fue el ingeniero Octavio Ganoza, quien fuera seleccionado y elegido nada menos que por “El Taita” Arcadio Diestra de quien era muy amigo. 

Lo cierto es que en el mes de abril del año 1930 se inauguró la carretera de Shorey a Santiago de Chuco y, casi de inmediato, se iniciaron las obras de la carretera a Cachicadán.

Para esto hasta los alumnos mas pequeños de las escuelas salían a botar piedras, mientras que los más grandes manejaban picos, lampas y barretas junto a sus profesores. 

Para entonces, Arcadio Diestra compró un camioncito con él que llevaba mercadería a Santiago de Chuco, en donde se casó con la inspiradora de toda su osadía, la buenamoza Magna Flores Ulloa con quien engendró numerosa y muy emprendedora familia.

Epílogo

El Dr. Walter Vásquez Vejarano, ex presidente de la Corte Suprema de la República –¡Miren pues lo que forma y produce mi tierra!– puede atestiguar estos hechos, porque finalmente el automóvil cuando cumplió su ciclo de vida y ya sin poder rodar ni un trecho, fue alojado en el patio de su casa.

Y, aunque ya quieto y estacionado bajo el cielo azul y las nubes blancas que bogan por el cielo, lo ha manejado de niño de arriba abajo por carreteras imaginarias.

Entonces, lo primero que hacía al despertar cuando tenía nueve o diez años, y ya sentado en el asiento del chofer frente al timón, era encenderlo con los ruidos de su boca imitando incluso los torpedos de un tubo de escape malogrado. 

Miraba por el espejo retrovisor y emprendía la marcha por curvas peligrosas y sorteando profundos abismos. Sino, ¿dónde creen que él ha aprendido a sortear los grandes escollos para después situarse en la primera magistratura del Poder Judicial del Perú?

Sin duda en ese automóvil. Manejando ese vehículo deslumbrante por los caminos, no por ilusos menos indomables y abismales, pero eso sí siempre hermosos y conmovedores, de nuestros pueblos entrañables.

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Danilo Sánchez Lihón

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