Instituto del Libro y la Lectura del Perú, INLEC 

Cuento de Navidad 

Canto de amor y esperanza 

En memoria de Eduardo de la Cruz Yataco
Baluarte de la literatura infantil
Fallecido el 19 de diciembre del 2007 


Y se querían mucho 
Danilo Sánchez Lihón

1. Cerca de la fuente de agua


Los pajarillos retozaban felices aquella mañana espléndida de diciembre entre las ramas de los árboles.


Alfredo avanzó bajo la sombra húmeda de manzanos y limoneros de su huerta, provisto de una escopeta que le habían obsequiado como regalo de Navidad.


Un pájaro hermoso y lozano trinaba en lo alto de una rama. Era hermoso verlo entonar feliz su canto en la mañana bajo el azul del cielo de nácar.


Alfredo se ubicó cerca, apuntó despacio y disparó.


Las municiones de la escopeta atravesaron sin piedad el plumaje verde azulino de la avecilla. Y su cuerpo cayó pesadamente a tierra, cerca a la fuente de agua.

 

 

2. Golpeando sus alas


Cuatro pajarillos se abalanzaron desde el nido, sobrecogidos no solo por la detonación sino al ver al papá, momentos antes sano y vigoroso, que aleteaba ya sin fuerzas.


Intentaba sostenerse a un tronco para luego caer, dando tumbos entre las ramas y las hojas.


Ahora se desangraba sobre las piedras en el brocal del pozo.


Piaban desesperados arrimándose contra su cuerpo y abriéndole el pico desfalleciente.


Querían introducirle sus fuerzas en el roto corazón del padre amado.


La sangre teñía el pecho y las alas de los pajarillos que se abrazaban a él.

 

 

3. Había sido siempre bueno


La agonía era lenta.


Con una mirada de ternura y bondad infinita él los fue picoteando uno a uno y murió entre los piídos aterrorizados de sus hijos.


Saltaban de dolor, angustia y desesperación, golpeando enloquecidos sus alas en los muros y en el suelo.


Hasta un momento en que los cuatro pajaritos lo alzaron juntando sus cuerpos y aleteando, al principio con dificultad, pero luego con inmenso ímpetu, se remontaron por el aire azul hasta desaparecer de los ojos de la Tierra.


Alfredo había contemplado todo esto conmovido porque meses antes había perdido a su padre y hubiera querido tener –como había visto ahora– alas y hermanos para alzarlo y remontarse con él hacia el infinito e inconmensurable cielo azul.


Para los pequeñuelos un alivio a su terrible dolor era que su padre, que había sido siempre bueno, ingresara a morar en el paraíso.

 

 

4. Siquiera uno


Y hasta allí llegaron.


Pero apóstol San Pedro, portero del reino celestial, al verlos llegar les cerró el paso diciéndoles:


– Aquí no entran pajarillos.


Los pequeñuelos piaron expresando cuán infinitamente bueno había sido su padre y que él merecía el cielo.


María, la madre de Jesús, al ver tanta devoción en las avecillas para con su progenitor, suplicó al portero del edén:


– Siquiera que haya uno en el paraíso, –le dijo.


Ante el pedido de la Virgen, San Pedro no tuvo más remedio que recurrir a nuestro Salvador para consultarle el caso.

 

 

5. ¡Y lo hizo!


Jesús al verlos temerosos los llamó. Acariciando al pájaro muerto, les dijo a los hijitos:


– ¿Lo querían mucho?


Ellos asintieron con la cabeza, bañados los ojos en lágrimas. Y balbucearon:


– Lo queremos con toda nuestra alma. Y merece el paraíso, porque fue bueno.


– Entonces vivirá mucho tiempo con ustedes y serán felices.


Les dijo, mientras acariciaba a la avecilla.


Y poco a poco ésta iba recobrando la vida, cerrando las heridas que le había dejado el disparo de la escopeta.


Así, pronto lo tuvo de pie en la palma de sus manos y levemente lo impulsó para que levantara el vuelo.


¡Y lo hizo!

 

 

6. Y volvieron a la Tierra


– ¿Cómo podemos recompensarte, Jesús? –le preguntaron.


– Vuelvan a vivir en la misma casa –les dijo.


Antes de despedirse largo rato estuvieron revoloteando en los extramuros del cielo, agradeciéndole de alguna manera con su presencia y sus alegres gestos al Señor.


Y volvieron a la tierra, felices.


Pero, el lugar en donde vivían antes se había convertido en un páramo ruinoso, desolado y triste.


Allí solo reinaba el abandono, el deterioro y la muerte.


Ninguna avecilla había querido vivir en los árboles de ese lugar peligroso, donde poco a poco las plantas se fueron agostando, convirtiéndose en un lugar mustio, abandonado y sin trinos.

 

 

7. ¿Cuál es el secreto?


Pero allí se posaron, recordando que Jesús les había pedido que así lo hicieran.


Alfredo, al verlos, se sorprendió de que hubiera recobrado la vida aquel pajarillo, alcanzado por los disparos de su escopeta.


Se admiró de reconocer después de lo sucedido a una familia feliz de avecillas.


Abrió los brazos y se acercó enternecido.


Los observó cómo actuaban: confiados, seguros y alegres.


Reconoció en el aura que los rodeaba que pertenecían ya a otro mudo.


– Papá debe estar allí de donde ustedes han regresado –dijo para sí mismo.


Y agregó:


– ¿Cuál es el secreto? ¡Yo lo he visto! ¡Es amar!, como ustedes han demostrado que aman.

 

 

8. Y con ellos la vida


Y volvió a pisotear el lugar en donde enterró la escopeta aquel día desgraciado.


Ahora todo le parecía, de repente, nuevo y distinto.


– Pareciera que mi padre los hubiera enviado. –Se dijo Alfredo a sí mismo.


Los demás pajarillos al ver que los que habían vuelto construían afanosos y diligentes otra vez allí sus nidos, comprendieron la grandeza del perdón.


Y también retornaron, y con ellos la vida, que nunca más dejó de entonar en ese lugar, su canto de amor y de esperanza.

Danilo Sánchez Lihón

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