Instituto del Libro y la Lectura, INLEC del Perú

y Capulí, Vallejo y su Tierra

Acto de incorporación Lic. Danilo Sánchez Lihón
Academia Peruana de Literatura Infantil y Juvenil
Casa Museo del tradicionalista Ricardo Palma
Suárez 189. Miraflores

Viernes 11 de setiembre
2009, 7. PM.

- Discurso de Incorporación
“¿Qué es la literatura infantil?
Lic. Danilo Sánchez Lihón

Discurso de Recepción
Danilo Sánchez Lihón, 
vida y obra
Dr. Roberto Rosario Vidal Presidente Honorario de la 
Asociación Peruana de Literatura Infantil y Juvenil, APLIJ del Perú

Ingreso libre. Agradecemos su gentil asistencia

Creación de textos literarios para niños y jóvenes 
Escribir para niños
Danilo Sánchez Lihón
www.danilosanchezlihon.blogspot.com 

“Se escribe para niños igual
que para adultos, sólo que hay
que escribir mucho mejor”.
Máximo Golki

1. Construcción y desconstrucción de un mundo cultural

 

Es construcción pero es también desconstrucción de un mundo cultural la creación de textos literarios para niños y jóvenes.


Cuando asumimos la función de creadores de literatura infantil y juvenil quisimos dar cumplimiento en realidad a esos dos procesos que se cumplen en ambos sentidos, y que son:


Construir un mundo nuevo y desconstruir, en el sentido de transformar, subvertir e innovar el mundo viejo hecho de estafa e impostura. Y de tanta literatura nefasta.


Porque, en primer lugar, creando textos para niños se construye un mundo cultural propio, nuevo, original, configurándolo con mejores atributos y, a veces, totalmente opuesto o inverso al existente, haciendo dicha construcción o desconstrucción de manera plena, gozosa y contundente.


Y, esto último es así, puesto que se orienta directamente a la mente, a la conciencia y al alma de la gente.

2. Al escribir para niños
no se puede mentir


Pero también se desconstruye, que es como decir se desmonta, se rehace y se devela un mundo mal hecho para erigir otro mejor, como es convertir la literatura de la adultez, que se arroga la representatividad de lo que es la literatura, por otra más natural, directa y ligada a la vida como es o puede ser la literatura infantil.


¿Por qué se escribe tan poca literatura infantil en el mundo de hoy? ¿Incluso en relación a la otra literatura adulta, o como queramos llamarla? Es porque al escribir para niños no se puede mentir ni se puede hacer desde posturas artificiales ni ególatras ni se puede transar con el solapamiento, el oscurantismo y la vanidad. El niño tiene a flor de piel la vida, la imaginación y ama la felicidad; desde allí a la impostura, a la adulteración y a la infamia hay mucho trecho.


Por eso, no se escribe mucho para los niños y jóvenes porque el arte dirigido a ellos nos desafía, nos prueba, nos exige a ser legítimos y sinceros. Y esto no lo resistimos cuando tenemos el alma culposa, dañada e infesta. Entonces huimos despavoridos de ese lugar, o lo desechamos con actitudes de autosuficiencia, siempre dosificando bien un tufillo de desprecio. Porque generalmente el escritor de sociedades atrofiadas o decadentes se nutren de lo enfermizo, de lo escatológico y morboso.

 

 

3. En relación al mundo
y de cara a Dios

 

Ahora bien, cuando se habla de la responsabilidad del escritor para con su sociedad, no solo se trata de la responsabilidad de escribir para paliar los males particulares que nos atenazan, el menos grave la soledad.


No es sólo para representar un mundo con honestidad, ni tan sólo para iluminar el camino y conducir a la sociedad hacia mejores estadios o destinos. No se limita dicha responsabilidad del escritor sólo al compromiso que tiene con su presente y su circunstancia ni únicamente se coteja con su verdad personal por muy legítima que ella sea.


Hay una responsabilidad del escritor con el hombre total, el hombre íntegro y cabal. ¿Y por dónde habría que empezar para representarlo plenamente si no es con el niño? Pero, además, si quisiéramos encontrar un arquetipo o ideal de hombre ¿adónde tendríamos que recurrir si no es al niño? Es el mejor ejemplo de ese hombre total e ideal.


Y, ¿no sería hermoso luchar por una sociedad que rescate para todos nosotros los dones de lo que es ser niños? Y, entre todos, en relación al mundo y de cara a Dios, como nos enseñó Jesús, luchar por lo que nos dijo, cual es: que quien no se le pareciese no entraría en el reino de los cielos.

 

 

4. Palabras que no podremos
prescindir de ellas jamás

 

De allí que cuando nos dirigimos a ellos no es que nos agachemos o inclinemos en un acto condescendiente, piadoso o de encomiable generosidad; sino que, al contrario, nos empinamos. Nos elevamos mejorándonos nosotros mismos porque el niño es un ser muy íntegro y sutil, prístino y genial, y representarlo cabalmente puede ser el más grande desafío para un creador literario en el mundo actual.


Es innegable que tenemos en América Latina obras literarias acabadas y profundas, complejas y luminosas, que son dignas de compararse con los mayores portentos de la inteligencia y de la sensibilidad humana de todos los tiempos. Pero no hemos arreglado todavía lo simple, básico y primigenio, hecho que es indispensable acometer para que esas obras no floten en un ambiente enrarecido, y tengan los lectores sagaces que deben tener.


Hacer lo contrario es como si pretendiésemos hablar un lenguaje sofisticado sin haber pronunciado la primera palabra que balbucea y, luego, redondea un niño, que quizá sea el vocablo: “mamá” o “papá”, ambas voces tan grandiosas como palabras y como significados que no podremos prescindir de ellas jamás.

 

 

5. Gitanos y hechiceros
en este oficio

 

Porque son las primeras palabras que pronunció el padre las que pronunciará el hijo, y desde ese momento son palabras claves; son piedras angulares de toda producción cultural.


Palabras que, a fin de encontrarlas nuevamente, es necesario desconstruir el mundo que las ha ocultado hasta el punto de hacerlas desaparecer.


En tal sentido, es imposible prescindir de una básica, nutrida y generalizada literatura infantil, y si no la tenemos es una responsabilidad edificarla en nuestro pueblo.


Por eso, poetas y músicos, narradores y dramaturgos, ilustradores y editores tenemos la obligación moral de concretar obras, primero, para los niños.


Porque no podemos seguir consintiendo el hecho inmoral que ellos canten o reciten, narren o representen, se recreen o se pongan tristes con textos o libros que no son suyos ni nuestros. Es como si comieran el pan de otra mesa que no es el pan de la mesa de la casa de sus padres.


Ahora bien, quisiéramos dar un modesto aporte acerca de cómo encarar el problema de escribir para niños, tratando de ser útiles, conscientes de que para decir algo a este respecto hemos de simplificar e inmovilizar la vida. Y con frecuencia tirando las cartas para adivinar la suerte entre quienes son gitanos y hechiceros en este oficio.

 

 

6. Algo en quien creer
y alguien a quien amar

 

Un hecho que debemos tener en cuenta desde el inicio es el carácter dialéctico, antagónico y hasta disímil que asume el acto de escribir; a tal punto que a veces nos hará parecer como parcializados, simplistas y, hasta, equivocados porque son múltiples, variados y frecuentemente, opuestos los puntos de partida, como cabe y corresponde a un acto creador por excelencia como es la escritura literaria.


La escritura es espejo adonde debemos ir cada vez que queramos mirarnos recónditamente, cada vez que queramos que algo nazca, se inaugure o se funde; cada vez que queramos, incluso, entrar en el corazón de las demás personas y hasta en el interior de las casas.


Sentémonos a escribir no sólo cuando tengamos una idea, sino cuando queramos y cuando sintamos que ellas nos hacen mucha falta, cuando es importante encontrarlas y tener una noción de algo o de todo; una compañía, algo en quien creer y alguien a quien amar.

 

 

7. Variar, buscar
 lo distinto y disímil

 

La escritura obra un prodigio, cual es que ella misma genera creación, que no sólo es un instrumento para canalizar o trasmitir la creación que borbotea en nuestro pecho, sino que la misma escritura nos guía, nos conduce, nos eleva a la creación que inunda nuestro corazón.


Ella busca la luz, el aire, el encantamiento; es una nave o ave de cuyas alas hay que asirnos fuertemente, sin cálculo ni plan ni propósitos previos.


A veces, a su libre albedrío, como un espejo que jugase a reflejarnos de mil formas. Jugará a deformando el rostro, desfigurando nuestros rasgos, poniéndonos una nariz de otro.


Presentándonos a veces el retrato de personajes que no somos, que son los que conozco a diario y que mis amigos saludan por la calle.


Que somos algo o tenemos algo completamente distinto, casi desconocido para mí aunque lo reconozca que estaba allí adentro habitándome hace mucho tiempo.


No temerle tampoco a eso. Hace mucha falta en nuestras vidas variar, buscar lo distinto y disímil. Vivimos atrapados únicamente creyendo que todo lo debemos gobernar con la razón y eso nos hace objetos, cosas, piezas de un sistema.

 

 

8. El espejo de la página en blanco
para que se refleje otro espejo

 

Abramos las alas y dejemos que la fantasía nos lleve libremente por mundos nuevos o desconocidos, ora amables, ora caprichosos; ora mágicos, ora cruelmente reales. No caeremos, no nos desbarrancaremos, confiemos que somos naves maravillosas –porque en verdad eso somos– y estando sentados frente a la ventana de nuestra casa y mirando con los ojos perdidos el alero de las casas de nuestra vecindad, lancémonos como desde un trampolín a recorrer espacios distantes e infinitos.


Frecuentar entonces –para escribir con más asiduidad y constancia– más a menudo el espejo de la página en blanco para que se refleje otro espejo: el del texto escrito.


Allí recuperemos la vida más auténticamente nuestra; o ésta que la padecemos a diario, filtrémosla al punto de hacerla esencial, vibrante y plena.


El texto escrito es la fuente de agua quieta en donde podemos configurar nuestro rostro verdadero, recortado contra el cielo azul que nos ilumina y nos cobija y que podemos hacer y deshacer, si lo queremos, con un golpe leve o con líneas curvas en la superficie del papel.


Si no estamos conformes o de acuerdo con es imagen pasar a configurar otra, a tal punto de irla delineando pausadamente hasta estar plenamente satisfechos con lo que somos y con las vidas que queramos compartir en esta circunstancia maravillosa del vivir.

 

 

9. Éste es
el lado diáfano

 

Imaginar, dar rienda suelta a la ilusión, a la fantasía.


Ni tenerle miedo ni a la letra que cabrillea ni al fantasma que desde el fondo la anima.


La escritura es un avión cuyos motores están gobernados por impulsos que nuestros instintos, nuestro subconsciente lo saben conducir por regiones muy altas, extrañas, recónditas.


Pero no hay temor de caer; regresaremos seguros, pacíficos, armoniosos, con un brillo en los ojos como si volviéramos de un país encantado.


El mundo que se va a representar, o lo que se tiene que contar o decir, es, pues, mucho más que tener ideas, historias o razones.


En la escritura pasamos a ser procesos de embarazamientos, desesperaciones de parto, angustias de alumbramientos, en donde, como una madre para dar a luz a un niño, hay que amar, apasionarse, entregarse a ciegas a un tema, a un asunto, o a una historia.


Aquí los presupuestos son muchas veces imprecisos, los propósitos no nítidos, los mensajes apenas son esbozados.


Frecuentemente aparecen sólo como imágenes mentales en el alma de la persona que escribe. Éste es el lado diáfano, pero ahora veamos igualmente el lado oscuro del abismo.

 

 

10. Llenarse de luz
y de mundo

 

Muchas de las trabas en la plasmación de textos literarios para niños se debe a que no tenemos claro lo que vamos a ofrecer, recurriendo entonces a retruécanos que no haces si no escamotear el problema, quedando todo muy mal u oscuro, y es porque no hemos madurado suficientemente el material que nos apresuramos a dar por concluido.


Pero eso no es quizá lo grave, como lo es cuando considerando que es para niños no lo asumimos como mayormente importante y significativo.


Se trata, entonces, de ser capaces de mirar, de enfocar, de concentrar la mayor cantidad de luz posible sobre un ser, un hecho o un fenómenos: por ejemplo, si este lápiz lo pusiese bajo un cono de luz que baja desde el techo y si apagase las luces de la habitación de tal modo que sólo mirase el lápiz, pero bajo el haz luminoso del potente reflector, que viene de arriba, se convertiría el lápiz en un personaje poderoso lleno de significados, de atributos, de una historia, de un destino, solo en un juego con otros personajes de una escena que yo armo.

 


11. Esbozar los sucesos
de un día postrero

 

Para escribir y ser acogido por los niños hay que vivir mucho y de manera muy intensa, hay que tener “carga”, vida y pasión: hay que agotar la experiencia humana y llenarse de mundo, tanto real como imaginario y, al final, todo ello decantarlo en un alambique de oro y de piedras preciosas que cada uno tiene que construir, atesorando lo mejor de su vida.


Es decir, que debe haber tanta calle recorrida como sueños y visiones en la retina de nuestros ojos y fábulas y mundos legendarios en el fondo de nuestro corazón. Debe haber tanto lodo sacudido de las bastas de nuestros pantalones, como intuiciones, delirios y profecías inacabadas, llevando a su grado máximo la experiencia de vivir y del soñar mundos reales y posibles.


Ahora bien, para que las ideas se precisen o evidencien hay que tener una capacidad enorme de dedicación y una suerte de llave maestra para la revelación, para que aquellas se definan y perfilen. Es como ver a contraluz en el alba y maravillarse ante una película que empieza a esbozar los sucesos de un día postrero.


Tenemos que preparar primero las condiciones y, luego, tener los instrumentos para que las imágenes borrosas de lo que es aún un mundo por inaugurar, se aclaren suficientemente, tanto así como para que el lenguaje y las palabras con su poder de convocatoria puedan aprehender para siempre dicha realidad sin que dejen de volar libremente y sacarla a luz cada vez que se quiera, que es como contener y a la vez dejar libre a la libertad.

 

 

12. Aspectos propios
de la expresión verbal

 

¿No nos parecerá justo tipificar a todo ello como un acto mágico, como un milagro? Y eso es precisamente el acto de escribir: un simple milagro, sobre todo cuando es algo nuevo, distinto y original.


Pero un aspecto complementario a todo lo anterior y más operacional es el de la expresión, el de las palabras mismas, el de los recursos lingüísticos que se tienen a la mano o a disposición para poder decir o expresar aquello que se piensa, se siente o se imagina. ¡Y en lo que se cree!


Para ello hay que agotar también la preparación, el ejercicio y el oficio de escritor que podamos tener, manejando adecuadamente nuestros recursos o instrumentos de trabajo.


En este sentido, el leer, investigar y experimentar formas y expresiones en uno y otro orden de cosas, el conocer a profundidad lo que hay escrito en el campo que abarcamos, es muy importante. Así como también lo que hay en áreas afines, será importante e imprescindible; puesto que el arte actual se ha imbricado con otros lenguajes y formas que se alían para lograr una expresión total.

 

 

13. No hay ni debe haber en este campo
 recetas incuestionables

 

Ambos campos, cauces o factores son, en realidad, una unidad indivisible: la vida y su ensoñación; pero polarizados; existen e interactúan estrechamente.


Por un lado, debe haber vida y, por otro, inauguración. Así como expresión y silencio. Así como experiencia y auscultación, ha de haber misterio, pasión y técnica, calle y espacio de reflexión, cultivando en nuestro ser el alma del niño eterno.


Hay dos niveles más de probables problemas en el nivel de la expresión verbal.


Ellos son:


a) El vocabulario y


b) La sintaxis.


No hay ni debe haber en este campo recetas incuestionables. Por eso hay, y felizmente, ejemplos notables para contradecir lo que a continuación se indica. Pero tratando de dar alcances que permitan avanzar por el camino más seguro diremos lo siguiente:

 

 

14. En
el vocabulario

 

Las palabras a usar en obras para niños deben reunir por lo menos las características que a continuación preciso:


a) Ser muy personales y confidenciales, habituando al niño en el tratamiento con yo y tú.


b) Tener referentes precisos y nítidos, así se trate de seres imaginarios.


c) Ser vivaces, para lo cual deben conectar alta dosis de dinamismo, imaginación y hasta travesura.


d) Ser variadas y oportunas para cada situación que se presente. Está demostrado, por ejemplo, que los sustantivos y verbos, entre los niños, se retienen con mayor intensidad que los adjetivos y adverbios.


e) Tener mucha carga de sensorialidad: auditiva, plástica, visual, olorífera, pues el niño, por el hecho de estar muy pegado a la vida, se orienta por las sensaciones que produce esto y aquello.


Así, las palabras de fuerte grado de visualización se retienen y comprenden más que aquellas con débil grado de lo mismo. Las que tienen alta dosis de sonoridad, y hasta eufonía, se “pegan” con mayor poder; así como las muy tactiles dan un grado de subyugación difícil de alcanzar por aquellas que se deslizan más en la vaguedad y en la abstracción.

 

 

15. En
la sintaxis

 

En este nivel, y recordando que estas no son plantillas inamovibles, sino apenas apuntes referenciales, lo primero que debemos anotar es que de manera frecuente en la literatura que los adultos dedicamos a los niños no se usa la sintaxis que ellos utilizan, pues escribimos en el metalenguaje de los textos llenos de subterfugios, de sinuosidades y de escamoteos.


Por ejemplo, mis padres recuerdan algunas frases que yo decía de niño, como ésta: “Góndola, pátano, vídoyo”, y era cuando veía llegar a mi pueblo (y pasar delante del balcón de nuestra calle) a esos ómnibus antiguos hechos de madera y cargados de jabas de plátanos, fruta que a mí de niño me gustaba y que reclamaba con esa letanía que la repetía tanto que lloraba. Ahora bien, si se analiza la construcción de la frase encontraremos muchas sorpresas respecto al orden, prioridad y secuencia de las palabras.


Sin embargo, lo más serio de este asunto no queda allí, pues generalmente escribimos con un lenguaje que no existe en la realidad, sino únicamente en la capilla o en la convención literaria a la cual nos adscribimos; con el artificio de la expresión edulcorada, atildada y convenida como aquella que tiene prestigio, según lo dicte una moda, una escuela o postura propia del mundo del arte o, lo peor, camuflándose para atender o corresponder a determinado interés espurio.

 

 

16. Que ejerza siempre
inquietud y fascinación

 

Y todos, sin embargo, estaremos de acuerdo en algo muy simple: que para comunicarnos bien entre personas humanas el primer requisito es usar el mismo código.


Y que el lenguaje tenga el mínimo de zonas confusas u oscuras posibles, hecho que no hacemos ni atinamos a pensar en ello cuando escribimos para niños.


A esta condición básica la podríamos denominar como el prerrequisito de la legibilidad lingüística.


Ello en lo que se refiere a lenguaje, vehículo y código de comunicación. No en lo que se refiere a contenidos, en donde la obra literaria, igual para adultos que para niños, tiene que ser abierta, inacabada, sugerente.


Y en la postura de estar orientada al ámbito misterioso de las cosas, en el nivel del sortilegio o en el reino del enigma.


De tal modo que ejerza siempre inquietud y fascinación.


Y atraiga su fondo evanescente, cóncavo e inhallable, que luego trataremos de llenar con nuestros gritos.

 

 

17. Han de ser tanto en imágenes
como en emociones

 

El escritor para niños no sabe –no debe saber– dónde empieza ni acaba un cuento o un poema, jamás.


Su comienzo y su final deben de ser infinitos... “Había una vez...” o bien “... y fueron felices”.


Su convicción es ciega. Él no trabaja desentrañando el porqué de las cosas, sino que se aferra y da la vida por un sublime capricho.


Obstinación y manía que para él mismo es un misterio. Su opción no es “el porqué”, sino “el porque sí”; o el: “¿Por qué no?”


No es pues un ingeniero que traza un plano, calcula sus estructuras, administra juiciosamente sus recursos, sino más bien su trabajo es la incertidumbre, la duda y el riesgo más absolutos y supremos.


Las palabras en la literatura para niños tienen que ser por sí mismas seres fabulosos, fantásticos y míticos.


Han de ser tanto en imágenes como en emociones, y en esa dimensión, prodigios, hipocampos, hadas misteriosas, arlequines. Las mismas palabras tienen que adquirir esta raigambre y potencialidad. Ser: alegorías, símiles, oximorones.

 

 

18. Claridad, concisión,
sencillez y naturalidad

 

Para los niños hay que escribir en frases cortas, de estructura simple, con referentes muy directos y concretos. Una frase de niños es de no más de diez palabras.


Se recuerda que Napoleón para alcanzar un grado eficaz de comunicación en sus proclamas no utilizaba frases más allá de quince palabras para un ejército de personas que sabían mucho de la realidad y la vida, como son también los niños.


Los temas más difíciles hay que escribirlos con el lenguaje más sencillo, transparente y hasta familiar posible: recurriendo a la anécdota, a la gracia y a la imaginación.


La prueba de fuego de un escritor es hablar claro y directo, yendo concretamente al hecho. Pero hay que también enriquecer el lenguaje; pero sin trampas verbales, sin formas que traten de ocultar el vacío que nos cerca o nos aqueja, o la mala conciencia que nos atormenta. O “la mala entraña” que nos acobarda.


Combinar previsión con improvisación, impulso con técnica. Garra a fondo y abismo, con cualidades primordiales del buen estilo, cuales son: claridad, concisión, sencillez y naturalidad.


Tener en cuenta también que las frases compuestas de palabras cortas se memorizan más que las compuestas de palabras largas.

 

 

19. Volverlo a rescatar,
sacarlo a flote

 

Hay quienes proponen también que en obras para niños cada línea o renglón sea una oración y nada más. También debe haber claridad y orden en la exposición. Para ello secuenciar situaciones, precisar párrafos y acápites para cada asunto. Dividir, organizar, limitar punto por punto.


Ser amable al escribir significa saber dar armonía a la expresión, cuidando de no caer en el abigarramiento, en el amontonamiento desafinado.


Porque así como construir una casa no es apilar ladrillos y cemento sin un plan o un diseño arquitectónico, tampoco redactar es aglomerar palabras, ideas o acontecimientos.


Supone una organización e interacción sistémica entre una idea central y otras que la sirvan y la apoyen.


Sin embargo, lo principal al escribir literatura infantil es hacerlo para el niño y el joven que soy y que nunca lo debo dejar morir dentro de mí, sino al contrario revivirlo, hacerlo más animoso, cada vez más imaginativo.


La clave es volverlo a rescatar, sacarlo a flote, sublimarlo; no esconderlo ni apagarlo ni sepultarlo bajo la suela de nuestros zapatos o bajo el piso de la ciudad donde habitamos o sobrevivimos.


Démosle lugar en nuestra mesa, abrámosle un espacio en nuestras conversaciones, en la vereda y la calle donde caminamos. Estar más con él, contarle y hacer que él nos cuente sus cosas.

 

 

20. El lenguaje coloquial,
llano y directo

 

Sin embargo, la dificultad mayor de escribir para niños reside en el hecho que los autores de los textos que se proponen llegar a dicho público vienen de las canteras de las universidades, de las academias o de los institutos de altos estudios.


Provienen de canteras no acostumbrados a dirigirse a un público como son los niños, sin ninguna práctica en el ejercicio de esas fórmulas que sólo los niños dominan, público este que más bien tiene un acercamiento al lenguaje coloquial; y a la versión oral del lenguaje que sin duda el escritor convencional no conoce ni domina.


El lenguaje coloquial, llano y directo, es difícil de alcanzar, pues su dominio supone haber vencido todos los hitos que se impone vencer un escritor y que son aquellas exigencias formales para ser un intelectual aceptado y celebrado por el sistema, vencidos los cuales recién queda libre para tratar de encontrar fórmulas propias de comunicación como tiene la gente sencilla, razón por la cual textos con niveles de oralidad bien logrados nos revelan una alta calidad del escritor que los produce.


Ahora bien, un hecho curioso, raro y especial es que quienes dominan el lenguaje oral como hablantes casi generalmente son lentos y hasta torpes para escribir. Y casi siempre evitan enfrentarse al reto de la escritura, escabulléndose para no practicarla, pues les espanta hacerla pese a que cuando los escuchamos fascinados nos parecería fantástico que eso mismo lo pudieran decir por escrito.

 

 

21. Mayor consideración
a lo oral

 

Otra constatación curiosa es que casi nunca escribimos como hablamos, como sería lo lógico y natural; porque la escritura debería ser un reflejo y hasta una reproducción de cómo decimos y nombramos las cosas.


Sin embargo, no es así. Al escribir no utilizamos ni el vocabulario que hablamos diariamente, ni la sintaxis que construimos de manera cotidiana.


Ni mucho menos asumiremos el temperamento y el carácter que gastamos al hablar.


Utilizamos lamentablemente estructuras tiesas, o bien retorcimientos vanos y subterfugios ominosos que hace que quienes nos lean tengan que ser iniciados o cofrades de un culto oscuro y abigarrado.


¡Y nada más alejado para comulgar con eso que los niños!


Nada más impropio para dirigirnos a ellos que situarnos en otra órbita, en otra sintonía o en otro curso; como en falsete, impostando una voz en registro de coloratura.


Si otorgásemos mayor consideración a lo oral, como debiera hacerse, nuestra búsqueda sería de la mayor simplicidad y enseñaríamos antes que a leer ¡a oír! Y antes que a escribir ¡a hablar! Y a contarnos historias.

 

 

22. Resultado de una rica
experiencia vital

 

Ahora bien, respecto a la temática y enfoques característicos de la literatura infantil, hay diversas conceptualizaciones y posturas. Pero si quisiéramos sintetizar en unas cuantas palabras nuestra propuesta diríamos que la verdad debería ser el tema insoslayable, encarado bajo todas las formas, buscándola en todos los descansos y trajines.


Y esto es mucho más que hacer literatura, porque la verdad entraña, además de un sentido de belleza, propio de la literatura, un sentido ético que siempre debe alumbrar el trabajo del creador de literatura infantil.


Pero la verdad del autor de libros para niños debe ser integral, porque hay verdades a medias, buenas intenciones, mentiras piadosas, flores y mariposas que no son la verdad que el niño necesita.


La verdad del hacedor de literatura infantil tiene que ser resultado de una rica experiencia vital, producto de haber observado e investigado rigurosamente la realidad social, cultural y económica.


La verdad del escritor de literatura infantil es consecuencia de haber reflexionado sobre el pasado, presente y futuro de la sociedad que le ha tocado vivir, resultado también de una correcta ubicación política.

 

 

23. No ocultar una verdad
por dura que ella sea

 

Todo eso quiere decir que no sólo debemos aceptar la literatura infantil que solo escoge el lado bueno de las cosas cuando impera lo perverso.


Porque nada seguro lograremos preservando al niño de su confrontación con la realidad.


Si la literatura infantil les encara con un problema esencial e histórico hay mayor posibilidad para que el niño sea ahora y después un factor coadyuvante para solucionarlo.


No encandilarse, entonces, con mundos artificiales, con el propósito de ocultar una verdad por dura que ella sea.


Tampoco escribir obligatoriamente como alguien a quien le turba la mala conciencia de ser una mala madre, o padre; una mala hija o hijo, o esposa, y quisiera paliar eso, reparar sus deudas o sus culpas escribiendo para niños.


Y mucho peor si se trata de aquel o aquella a quien no le alcanzó el dinero para pagar sus deudas y piensa que hacer un libro para niños le puede servir para nivelarse económicamente y, sobre todo, para pagar a sus acreedores.


Peor aún, si es escritor de adultos y le ha sobrado tela e hilo y cree entonces que puede hacer algo para chiquillos.


No escribir pues literatura infantil como un subproducto, como un acto de caridad o negocio; o como una excrescencia.

 

 

24. Entre lo que se ofrece
 a flor de piel y lo entrañable

 

Sin embargo, debemos reconocer que la literatura es fundamentalmente un problema del lector y no del autor, ni de la obra.


Y cuando hablamos de lector se presenta en nuestra memoria y reconocemos los ojos expectantes, llenos de ilusión y hasta de candor de los niños. Porque un autor no escribe para sí, sino para el lector, de allí que es él quien elige y decide sus preferencias.


Que la literatura es fundamentalmente un problema del lector lo ejemplifica el hecho que don Miguel de Cervantes Saavedra creía que su mejor obra era "La Galatea" y no "El Quijote", pudiendo reconocer nosotros cuan equivocado estaba este ex¬traordinario creador.


Suspenso, amor y humor son los ingredientes indispensables en la literatura infantil. Brevedad, intensidad y mundo auténtico es otra fórmula certera en el oficio de escribir para niños. Sin embargo, no deja de ser un raro arte acertar con la sensibilidad que tiene un infante para percibir la índole de las palabras y los temas que ellas comporten.


Es la literatura infantil un arte de una finísima y sutil combinación entre el pensamiento convergente y el diver¬gente, entre lo común y lo nuevo, entre lo fijo y lo variado, entre lo universal y lo particular, entre lo que se ofrece a flor de piel y lo entrañable.

 

25. La verdad del creador
de literatura para niños

 

Se puede postular entonces que lo que hace que ciertas obras literarias sean adoptadas, escogidas, queridas y hechas suyas por los niños es un hecho sencillo: la eligen cuando ellas reflejan sus problemas, responden a sus preguntas, llenan sus expectativas, coinciden con sus preferencias y decantan sus vivencias.


La incorporan a su mundo si es que a través de ellas pueden ver representados sus sentimientos, sus emociones y experiencias. Igual de lo que ocurre entre los adultos: cuando seleccionan o eligen una literatura lo hacen en función de sus grandes afinidades.


Ahora bien, podríamos formularnos una pregunta hasta cierto punto incómoda o impertinente: ¿Por qué se constata que la mejor literatura Infantil es aquella que sus autores no se propusieron escribirlas para niños, pero que pese a ello y al ser conocida por éstos resultó extraordinariamente exitosa y se insertó con plena comodidad en ese mundo?


La respuesta es que esos auto¬res, al escribir dichas obras lo hicieron con lo esencial de sí mismos y del mun¬do que vivieron, escribiendo toda la verdad y creyendo profunda¬mente en lo que hacían y decían.


Y la verdad del creador de literatura para niños no es solo la verdad lógica, sino también la visión mágica o no sólo es la verdad histórica, sino aquella que no tiene tiempo; no sólo la verdad de ti y de mí, sino de todos los seres juntos, sean sensatos o dislocados.


He allí una batalla que no la hemos emprendido todavía, que debemos alistarnos para sostenerla y ganarla ahora y siem¬pre en América Latina.

 

 

26. La concreción de obras tangibles,
cabales y convincentes dirigidas a niños

 

En esta época en que necesitamos muchas pepitas de oro y de valor en nuestras vidas, y mazorcas muy auténticas de esperanza alentemos a que los libros para niños florezcan, prosperen y fructifiquen.


Es una misión en la cual debemos comprometernos y actuar vigorosa y solidariamente.


Editar un libro o dar a luz un texto dirigido a niños, es hacer un magisterio supremo, es transferir, distribuir y socializar la ciencia, el arte, el conocimiento; en suma el bien y la verdad.


Es la ofrenda del compartir los dones del universo de manera sabia y generosa. Es idear un arma de combate para construir la paz fuera y dentro de nosotros mismos.


Lo que el movimiento de la literatura infantil espera ahora ya no es tanto los estudios conceptuales o los planteamientos doctrinarios y teóricos sobre este aspecto de la cultura de los pueblos, sino más bien ansía la concreción de obras tangibles, cabales y convincentes dirigidas a niños y jóvenes de toda edad.

 

 

27. Un libro es un claro de bosque
o un ojo de agua

 

Lograr todo ello ya sería un avance extraordinario, pero paralelo a ello se espera el informe y la validación de experiencias de lectura, aplicación, recreación y creatividad de las obras que se vayan escribiendo y publicando para los niños.


Lo que necesitamos es que haya más informaciones de situaciones reales, que nos digan: miren señores, nosotros estamos trabajando con este o los otros cuentos, con este o los otros poemas, y los resultados son los que a continuación les pasamos a presentar.


Escribir y editar un libro para niños es tanto o más que fundar una escuela o edificar un teatro o inaugurar un parque: bien sea zoológico, botánico o antropológico, con los componentes más importantes, significativos y valiosos que ellos puedan contener.


Un libro es un claro de bosque o un ojo de agua que surge lleno de gracia y esplendor. Aparentemente gratuito e inútil en la inmediatez, si lo medimos con el apuro en que vivimos; pero a partir del cual todos, luego de aplacar la sed graciosamente, organizamos nuestra vidas en razón o en referencia a ese manantial.


Siendo así, no hay afluente, cauce o riada comparable que lo iguale, contenga o reemplace.

 

 

28. Una nueva gesta
plena de esperanza

 

Si consideramos que en la mayoría de nuestros países hay funda¬mentalmente población infantil y que ésta es demandante natu¬ral de textos, y considerando además que niños y jóvenes son quienes tienen todo el tiempo disponible para leer, entonces lo lógico es que los autores en países como los nuestros nos dedi¬quemos de manera prioritaria a escribir para ellos.


Hacerlo signi¬ficaría por fin sintonizar con nuestra realidad más legítima y con su futuro más promisorio; con sus intereses más sentidos como también con sus potencialidades más vigorosas.


Tenemos demasiada riqueza abandonada. Muestra gloria y tragedia es ser y tener mucho: una historia y una cultura asombrosa y por otro lado sentir tanta miseria y carencia en cada palmo de tierra y en cada paso que damos.


¿Cómo unir o enla¬zar estas dos realidades? Hay una sola fórmula, cual es que la riqueza nutra la carencia, eliminando la expectativa de satisfa¬cer esa carencia con algo ajeno, diferente o exterior, sino con lo entrañablemente nuestro.


Significa ello, en referencia a la construcción y desconstrucción de un mundo cultural, que éste deje de ser egoísta e indolente en relación a la realidad de nuestros pueblos, de estar sólo dirigido al ensimismamiento, y la soberbia y dé paso a una realidad solidaria donde niños y jóvenes, con la fuerza que da la pujanza de su edad, sean los protagonistas de una nueva gesta plena de esperanza.

 

 

29. Una morada permanente
y armas para defenderla

 

Los grandes y mejores escritores han escrito para niños; habiendo sido latente y viva en ellos la llama del encanto de lo primordial.


No se apagó en sus almas esa lumbre primigenia de la ronda, del acertijo, del juego de imágenes, de la recreación mítica. Los más ríspidos y agudos hombres de letras de nuestra lengua, aquellos que fue¬ron más a lo hondo o a lo intrincado, a la agonía visceral, escri¬bieron para los niños.


Y nos dejaron páginas hermosas llenas de gracia y candor. Como ejemplos señeros, en idioma castellano, tenemos nada menos que a don Miguel de Unamuno y al insigne César Vallejo.
"Dadme una morada permanente y armas para defenderla", decía el poeta. Y es que los hombres, a lo largo de nuestras vidas, levantamos muchas moradas con la intención de guarecernos en ellas para afrontar el embate del tiempo y de la muerte, sea una profesión, un empleo, una casa que construimos ladrillo a ladrillo, o unos hijos cuyo destino, a veces, sobreprotegemos.


Hemos afilado nuestras armas para defender todo aquello que erigimos: con el reclamo de un lugar en el mundo, con la riña por dejar que monte en el viento un eslogan, o sostener una bandera en lo alto; con la paciencia para soportar una puer¬ta cerrada o un puesto en la cola. Son armas pequeñas e incipientes, pero son.

 

 

30. Ya os decía que había
que agregarle una vela al sol

 

Para los escritores y artistas también hay esas moradas permanentes: un género, un estilo, una idea de algo o de todo; que defendemos a capa y espada y hasta la muerte.


En el fondo esa proclama, ese reclamo, debe convertirse en una actitud de lucha, en una estrategia de batalla o en un plan de guerra. Es la opción de quienes tienen algo por qué luchar y deben desde ese fuerte, a partir de esa trinchera, en aras de un ser y estar en el mundo, acometer el asalto a fuerzas aparentemente omnímodas.


En ese terreno y perspectiva escribir para niños sería el oficio de configurar realidades con personajes que gozan y sufren. Solo que en él son indestructibles las alas y el vuelo inalcanzable hacia mundos de utopía.


La literatura infantil y juvenil es esa morada permanente que entreveo y avizoro en lontananza. Y en momentos como éste en que se afilan las espadas las nuestras han de estar bañadas por ríos de esperanza.


Termino esta ponencia citando a mi paisano César Vallejo, desde que nací en el mismo pueblo, en la misma calle y habiendo estudiado en la misma escuela, quien expresó: “Ya os decía que había que agregarle una vela al sol”.

 

Revisar otros textos en el blog:
danilosanchezlihon.blogspot. com

 


Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San Marcos:
ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Instituto del Libro y la Lectura: inlecperu@hotmail.com

Danilo Sánchez Lihón

Instituto del Libro y la Lectura del Perú

Ir a índice de América

Ir a índice de Sánchez Lihón, Danilo

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio