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Instituto del Libro y la Lectura, INLEC del Perú

y Capulí, Vallejo y su Tierra

Construyó el Palacio Municipal y amaba los tejados 
¡Qué niño tan lindo!

Danilo Sánchez Lihón
www.danilosanchezlihon.blogspot.com 

“El amor es siempre
el día que vendrá”
Washington Delgado

1. ¿Por qué te vas? 

– Niña, quiero decirle que ya me voy.

– ¿Qué? –le contestó alarmada doña Natividad, a quien le pareció no haber entendido bien lo que le decía María. Pero le extrañó que la muchacha estuviera ya con su quipe en la espalda.

– Me voy ya. A la casa de mis papás, niñita. Ya es tiempo que los vea a ellos.

– ¿A la chacra, dices que te vas? ¿A Llaray?

– Sí, niñita.

– Dime, ¿por qué te vas? ¿Qué ocurre?

La muchacha no responde.

Ahí fue que la divisó más mujer y más hermosa.

– Alguien de allá te está pretendiendo, ¿no? 

– ¡No patroncita, no es eso!

– ¡Entonces, qué es? ¡Por eso, te iras! Eres zonza. Siendo tan linda. Algún maestro de aquí cualquier día pide tu mano. Y te hace una señora de su casa. ¡Quédate! ¿Quién te ha sonsacado por allá?

2. Si es tu voluntad, anda hija

– No, nadie, niñita. Me voy nomás.

– ¿Tan de repente? ¿O es que no te hallas aquí, conmigo? A mí me parecía verte contenta.

– ¡Cómo no, señora, si es usted tan buena y comprensiva!

– Entonces, te vas solo por algunos días.

– No niñita. Para qué le voy a mentir. Ya definitivo me voy.

– ¡Yo que te veía tan dichosa aquí!, y eso me alegraba a mí que ando tan afligido. No te acostumbras, ¿di?

– ¡Qué no me voy a acostumbrar, mamacita. Con usted, niña, ¡quién no se va a acostumbrar!, tan buenita que es, como si fuera mi mamá.

– No habrá un mozo que te está robando, entonces, ¿no?

– No, doña Natividad. ¡No hay! Me voy nomás a mi chacrita.

– Si es tu voluntad, anda hija. Te voy a extrañar. Pero no hagas tonterías. 

3. Serás para mí como una hija

– No, niñita.

– Y cásate bien, con un buen hombre, tú lo mereces. Eres buena mujer, trabajadora, tierna y muy buena moza. No te dejes engañar por cualquier badulaque, y evita sobre todo a cualquier hombre borracho. Yo voy a extrañarte mucho.

– Gracias niña, pero no llore. La que debería llorar soy yo que tanto la quiero y ya me voy.

– Bueno, bueno. Las dos ya estamos llorando como si fuéramos bebitas.

– Coge lo que quieras, ropa, comida, cosas que veas que te pueden servir allá. Llévales a tus papás lo que necesitan. 

– Gracias, señora.

– Y les das muchos saludos y cariños nuestros. Y cuando vengas no te olvides que esta es tu casa.

– Gracias, niñita, Dios se lo pague.

4. Sin niños la tristeza se agranda en una casa

– Las puertas siempre estarán abiertas para ti. Y siempre serás como una hija.

– Gracias niña. Nada voy a coger, pero siempre que pueda voy a venir a visitarla.

– Anda pues, hija, anda. ¡Qué será! ¡Me dejas tan de repente! ¡Quizá ya me he de morir!

– ¡Cómo va a decir eso, niña! Tan joven y tan linda que es usted.

– Pero ¿de qué me sirve hija todo eso? ¡Si Dios no me da la dicha de tener hijos! Y a mí que tanto me gustan las criaturas. 

– ¡Ya Dios le ha de dar, siquiera unito, mamacita!

– Sin niños hasta nuestro llanto suena más fuerte y más sordo. Y la tristeza se agranda en una casa.

– Cualquier día, niña, la bendición llegará para usted que es tan buenita. ¡No hay que perder las esperanzas!

5. Tan joven y linda

Natividad Enriqueta Pinillos y Eulogio Porturas se casaron y vivían en una amplia casona en el pueblo de Santiago de Chuco, al pie del campanario. Pero lamentablemente no pudieron poblarla de niños, pues por alguna razón no podían concebirlos.

Tenían numerosa servidumbre y frecuentemente los visitaban familiares que venían de las haciendas vecinas y de Trujillo, que se alojaban en las habitaciones de la casa de amplios corredores, siendo uno de ellos Serapio Pinillos, hermano de doña Natividad.

Serapio era joven y apuesto. Muy inquieto, inclinado a tener muchos amigos en el pueblo, quien se hacía querer por el buen ánimo y facundia que tenía. Y por ser gustador de reuniones y fiestas.

Don Eulogio y doña Natividad ayudaban a la gente del campo. Frecuentemente concurrían a la iglesia y tenían un trato muy amoroso con su servidumbre. De ahí que les extrañara que la muchacha más querida por ellos, por hacendosa y bella, de contextura firme pero a la vez grácil, ese día se fuera:

6. ¿De quién es este niño?

Pasaron los meses. Y se sucedieron un año tras otro.

A los veranos, que iluminaban las espigas de trigo, sucedieron los inviernos cubiertos de neblina y lluvia intensa, en que todo se envuelve en un manto de recogimiento y tristeza. 

Llegaron y pasaron también los vientos fríos de otoño que ululan en los tejados.

A su vez, fueron y volvieron las primaveras en que estallan los campos de flores de mil colores y aromas.

Cuando un día, doña Natividad, al salir de compras, encontró a un niño de más o menos tres años que jugaba afuera de la tienda, adonde había ido por unos hilos que ella misma quería escoger. 

Era un niño rubio, ojos claros, colorado, que jugaba afuera en la vereda de la tienda, pero con su ropa rotosa de niño del campo.

7. ¿Cómo estás tú?

– ¡Ay! ¡Qué lindo es este niñito, y qué pobre se le ve! –dijo. 

Su ropita de bayeta estaba llena de zurcidos e hilachas. Se quedó mirándolo conmovida:

– ¡Este es un príncipe pobre! ¿Cómo es que ha nacido en la chacra? ¿De qué parte del campo será? –Se preguntó.

En eso entra a la tienda y encuentra que allí está María, su antigua empleada.

– ¡Hija, qué haces aquí! –le dijo con enorme sorpresa.

– ¡Niñita Natividad, buenos días! ¡Qué alegría verla! –Pero se la notaba azorada, como buscando algo.

– ¿Cómo estás tú?

– ¡Bien, niñita!

8. Sí niña, es mi hijito

– ¿Y, por qué no has ido por la casa? ¿Así eres de ingrata?

– ¡Ay, niñita, qué dirá usted! –Y se le humedecieron inmediatamente los ojos.

– ¡Qué haces aquí! ¡Vamos, vamos a la casa! ¡Vamos a tomar desayuno!

En eso entra el niñito rubio y lindo y se coge de las polleras de la muchacha.

– ¿Quién es este niño? –pregunta doña Nati, asombrada–. ¿Es tu hijito?

Ella se turba y agacha la cabeza. Se enjuga las lágrimas con su rebozo.

– Sí niña, es mi hijito.

– ¿Te has casado?

– No, no me he casado, niña.

– ¿Y qué edad tiene tu hijo?

9. Y, ¿cómo?

– Ya va a cumplidos los tres añitos, niña.

– Pero, ¿cuándo hace que te has ido? ¿De quién es el niño?

Ella se echa a llorar con suspiros, pero no responde.

– ¿De quién es? ¡Dime de quién es!

Agachada y restregando su rostro sonrosado y joven, bajo su pelo negro que lo hace mucho más bonita, le confiesa:

– Es de su hermano, niña. Es del niño Serapio. 

– ¿De mi hermano dices? Entonces, ¿es mi sobrino? 

– Sí, niñita.

– Y, ¿cómo?

María intenta esconder sus mejillas que se arrebolan. 

– ¡Pero cuéntame! Tienes que explicarme. ¿Es de mi hermano Serapio, dices?

10. El corazón le saltaba de gozo

– De él es, niña. 

– Y, ¿cómo?

– Una noche entró a mi cuarto... 

– ¿En la casa, dices? ¿Cuándo tú estabas viviendo con nosotros? ¿Una noche o varias? 

– En tu casa fue, niña.

Y llora.

– Ven, –le dice– Vamos, vamos, ven conmigo.

Doña Nati alzó al niño y pidió en la tienda todos los caramelos que había. Y le llenó las manos de golosinas.

El corazón le saltaba de gozo. Y ella misma cargó con el niño, alzándolo en sus brazos.

11. Es nuestra sangre

– ¡Eulogio!, ¡Eulogio! –gritó cuando entraba por el corredor de la amplia casa. Mira quién ha llegado.

– ¡Hija! –dijo don Eulogio– ¡Cómo estás! ¡Qué bueno que hayas vuelto!

– Pero, Eulogio, ¡mira a este niño!

– ¿Ah?

– ¿A quién se parece este niño? –volvió a preguntar doña Nati.

– A ver. ¿A quién se parece? 

– Sí.

– ¡Qué curioso! ¡A ti! Se parece a ti, Nati. Es igualito a ti.

– ¿Sí? ¿De quién le encuentras la cara?

– A ver. Se parece a ti, pues, a nadie más le encuentro. 

– ¿Sí?

– Sí. A ti se te parece.

12. ¿Le dijiste a él?

– Es hijo de Serapio, mi hermano. ¡Es nuestro sobrino!

– ¿De tu hermano Serapio?

– Sí, de mi hermano, en la María, que está aquí. Mira. Si no lo encuentro en la calle ahora, nunca lo hubiéramos sabido, refundido como ha estado en la chacra. Pero no llores, hijita.

– Ni negarlo puede, porque es su vivo retrato.

– ¿Le dijiste a él hija? ¿Serapio sabe que es padre de esta criatura?

– No sabe niña. No lo dije que ya estaba embarazada, por la vergüenza.

– ¿Y, qué nombre le has puesto?

– Víctor Manuel, el nombre de mi papá. De apellido el de usted o del niño Serapio. Y, después, mi apellido, que es Monteverde. 

13. Así nació

– Bueno, –dijo doña Natividad– es mi sangre. Lo vamos a criar aquí. Y esta es tu casa. Tú tienes que venirte a vivir aquí, y cuando quieran venir tus padres que vengan. Para eso la casa es grande, y tú, como una hija. Ahora, con más razón todavía. Aquí tenemos que educar y criar a este niño.

– Es cierto, María. ¿Cómo vamos a permitir que un sobrino nuestro no tenga la comodidad que tenemos aquí? –acota don Eulogio.

– ¡Y mira cómo está de rotoso, mi sobrino!, tan lindo que es. –Dijo doña Nati con los ojos que se le hacían miel.

– Anda, hija, anda a Llaray y trae tus cosas. Pero el niño de una vez se queda aquí. O, si no, primero caliéntame agua que vamos a bañarlo.

Se apuró en decir doña Nati.

– Caliéntame agua mientras ahorita salgo a comprarle ropa.

Así nació, se crió y creció don Víctor Manuel Pinillos Monteverde, a quien se menciona cada vez que se conversa acerca de quién ha sido el mejor alcalde que ha tenido Santiago de Chuco.

14. Quien más obras ha realizado

Creció en la casa de don Eulogio Porturas y de doña Natividad Pinillos, quienes lo criaron como al hijo que no pudieron procrear.

Sin embargo, don Víctor Manuel siempre se sintió muy ligado y comprometido con el mundo campesino, en honor a su madre, a la cual adoraba. Es quien más obras ha realizado por Santiago de Chuco.

El año 1933, en la conmemoración de los 50 años de la Batalla de Huamachuco, realizada el 10 de julio del año 1883, y como presidente del Comité Pro-construcción de un Obelisco en Homenaje al Batallón Libres de Santiago de Chuco que se batiera bizarramente en esa gesta, diseñó el que actualmente se levanta a un costado del Convento.

Para ello construyó la Alameda frente a la Plaza del Mercado, en lo que antes se denominaba Av. Santiago Calderón, en memoria al jefe de dicho batallón. El obelisco mide cinco metros de altura y constituye un bello pasaje de la ciudad.

En cuatro períodos fue alcalde provincial, entre 1955 y 1957, entre 1962 y 1963, entre 1970 y 1972 y entre 1972 y 1973. 

15. Construcción del Palacio Municipal

Ideó, gestionó y construyó el actual Palacio Municipal de Santiago de Chuco, situado en la Plaza de Armas de la ciudad, que también es obra suya. 

Antes, a principios del siglo pasado, había allí un edificio colonial de dos pisos con arcadas de ladrillos. En el primer piso funcionaba la Escuela del Cabildo, que tenia dos secciones, una para hombres y otra para mujeres, institución solventada por la Municipalidad. 

El año 1919 dicha edificación fue demolida, con el fin de levantar una nueva.

Subió al poder Augusto B. Leguía y la obra quedó paralizada en el estado de edificio a medio demoler. Como pasaba el tiempo ese espacio fue siendo ocupado como puesto de venta de frutas, de comida, de chichería y hasta servía para encerrar animales. 

En los paredones que quedaron en pie se hicieron cuchitriles de una y otra especie.

16. Más resistente

El año 1962 se dio el golpe militar de Ricardo Pérez Godoy, que derrocó al presidente Manuel Prado Ugarteche. 

Se nombró como subprefecto de Santiago de Chuco a Ernesto Ponce de León quien al llegar y ver el espectáculo que tenía la Plaza de Armas para ese flanco, gritó: 

"¿Que significa esto? ¡Esta es una afrenta para un pueblo notable como es Santiago de Chuco!" 

Nombró una Junta de Apoyo Pro Construcción del Palacio Municipal que lo integraron entre otros los doctores Andrés Avelino Ciudad y Gerardo Sánchez Porturas. Gestionaron en la Junta 4º Centenario y consiguieron una partida de 500 soles para empezar la construcción de la sede del gobierno provincial. 

El Alcalde era don Víctor Manuel Pinillos quien asumió la construcción de la obra. Para ello inició una serie de innovaciones: El cimiento no es de piedra sino de concreto armado; el tamaño del adobe lo hizo más pequeño del normal, según él así resultaba más resistente. 

La construcción de la obra se llevó a cabo entre los años 1962 y 1967.

17. Recogida del camino

La gente colaboraba haciendo gratuitamente adobes en la misma Plaza de Armas. 

Se utilizaron 8 maderos de eucalipto enteros para que sirvan de umbrales los mismos que fueron traídos desde la hacienda Chaguín para ser colocados sobre la portada que ayudaron a construirla unos otuzcanos, comerciantes de víveres. 

Mucho tiempo el edificio permaneció en su aspecto de tierra pura a fin de que asiente el adobe verde y no reviente el estuco. 

En 1970 se inició el enjarrado con mezcla de barro bien batido mezclado con paja especial de la jalca de Santiago que es un ichu especial. Terminada esa mezcla se inicia el enarenado con arena fina recogida del camino a Chambuc la misma que se mezcla con boñiga de burro para darle consistencia.

Recién encima del terrajeado viene la pintura como actualmente luce, color de celeste cielo, tal como es la aspiración de Santiago de Chuco.

18. Con geranios de todos los colores

También construyó la casa más linda que había en plena campiña de Santiago de Chuco, a mitad de la carretera de Santiago de Chuco a Cachicadán. O a Llaray, que está en esa misma dirección. Y de donde provenía el borbotón de su sangre, por parte de su madre.

Era esta una casa de dos pisos que remataba en torrecillas de techos rojos y airosos, que destacaban en el añil del cielo serrano. 

En ellas anidaban las palomas blancas que contrastaban sus plumajes y revoloteos con el fondo azul de las paredes y el verde de las puertecillas.

Las ventanas de esa casa tenían alféizares con aleros también techados de teja que protegían maceteros con rosas y geranios de todos los colores.

Esa casa primorosa era un restaurante al borde de la carretera, en donde se preparaban los mejores cashallurtos y los más deliciosos cuyes chactados.

19. Hundía su cabeza en el poncho

Era un hombre sencillo don Víctor Manuel Pinillos Monteverde:

En el primer cine municipal que él inauguró en mi pueblo, había tres categorías de asientos: mezanine la parte alta del primer piso, con silletas de paja acordonadas y adonde entraban las familias que querían lucir buena posición social y solvencia económica. 

La platea en la parte de adelante desde donde se veía muy bien y a donde acudía la clase media. 

Y la galería que quedaba atrás y arriba, donde entraba uno que otro hombre pobre, pero más la chiquillería desarrapada. 

Entre corte y corte de la película se encendían las luces para cambiar los rollos en la máquina de proyección. Uno de esos bultos emponchados era el Alcalde de la ciudad, don Víctor Manuel, quien hundía su cabeza en la boca de su poncho para que los niños no empezaran con los saludos formales. Y, sobre todo, para que fueran libres en sus travesuras.

20. Entre trigales y maíces en flor

Era un hombre dulce, de un hablar musical y quebrado. Pese a que era alto, de ojos verdes y cabello castaño, vestía poncho rústico y se sentaba igual que los campesinos, en las piedras y al borde de las veredas.

Siempre estuvo haciendo obras. En cada esquina ponía un adorno, reparaba un alero, y él mismo alineaba las tejas entre los magueyes.

Que estas páginas conmovidas sirvan de homenaje a aquel hombre de sangre azul que prefirió que fuera roja como la de su pueblo. Y más aún: ocre, del color de su tierra y de su poncho campesino.

Falleció en Moro. Pero, al morir, determinó que fuera enterrado en al campo, porque bien sabía que los privilegios también se proyectan a la muerte. 

Sus restos fueron trasladados a Chacomas. Y ahí mora rodeado de trigales, maíces en flor y en la fuente de la sangre de su madre y de la Mama Pacha. 

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