Carta del pirata Witold

Cuento de Guillermo Samperio

A Alvaro Mutis

Esa noche de pesadumbre, abrumado por sueños ominosos y sonidos de intranquila duermevela, que revoloteaban a su espalda, el hombre tomó asiento ante su sécrétaire, subió la cortina de tiernos bambúes, dispuso papel y tintero, tomó el manguillo, entintó la plumilla y empezó a escribir como si sólo estuviera transcribiendo el dictado de alguna de las voces que hablaban desde su nube onírica:

Paloma: Luego de noches de desconcierto, por fin leí en las frases que no dijiste; fue bueno que no las pronunciaras, benéfica tu discreción y dolorosa mi lectura. De mi parte, lo sabes demasiado bien, tengo la palabra del Caballero de la Madera China y la cumpliré como es prudente, silencio tras silencio. Mi hermetismo será idéntico al fruto del mensaje que nadie encontrará en esta botella: “En mi corazón, que es una manzana verde tallada en caoba, se construyeron varios, distintos y caprichosos compartimentos; abres el cajón que tiene dibujada una diminuta ave y hallarás un dado de vidrio que en todas sus caras tiene incrustado el número del cariño que te tengo. Tómalo, míralo, dale vuelta, observa sus aristas romas debidas al meticuloso empeño de mi amigo el artesano chino que falleció abrasado por la flama de un dragón que se volvió loco; dale vueltas al dado sobre la palma de tu mano, detenlo; pésalo, cierra el puño y siente el calor tibio de su luz de luciérnagas. Ahora, con delicadeza, guárdalo en la posición que gustes; así está bien, pues cualquiera de sus rostros nos dará la razón. Por ahora, ese cajoncito está cerrado y lo protege una fina cadena de oro y un macizo candado de relojería; dentro se quedó, dormitando, tu pequeño cubo lumínico. A final de cuentas, resultó mejor que sólo hubiera un parche negro sobre la faz del pirata, que la total oscuridad de los océanos, ¿verdad?

El hombre dejó el manguillo en el tintero, se levantó, con pasos apesadumbrados fue hasta la ventana; miró hacia la noche, el rumor del mar oculto lo reconfortó. La tonalidad de su nube extraña era gris y le caía a Witold a manera de capotón; desde esa densa capa, a intervalos imprecisos, se escuchaban voces que gemían.

 

Cuento de Guillermo Samperio

 

Publicado, originalmente, en: Revista de la Universidad de México  438 / creación / Julio de 1987

Revista de la Universidad de México es una publicación editada por la Universidad Nacional Autónoma de México

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