Presentación del libro “Testimonio americano” 
por el Doctor Hipólito Saá
, ex juez federal, 
en la Casa de San Luis en Buenos Aires
1° de diciembre de 1989

En una charla como ésta, del 27 de noviembre de 1986, aquí en esta Casa de San Luis en Buenos Aires, tuve el honor y la íntima satisfacción de integrar, junto a Santiago Breda y María Luisa Levinshon, un panel en homenaje a la dimensión literaria del gran poeta puntano CESAR ROSALES.

Dije entonces que desde hacía mucho tiempo, debíamos los puntanos residentes en Buenos Aires, ese póstumo homenaje a César Rosales y que, aunque tardío, era bueno que entonces se realizara y precisamente en la Casa de San Luis, punto de referencia – junto a otras nobles instituciones como el Centro Puntano – donde los hijos del terruño lejano residentes en Buenos Aires, podemos reunirnos de tanto en tanto, con la posibilidad de reencontrarnos, hermanados por las entrañables emociones compartidas allá lejos y hace tiempo y desprendidos – aunque sea por momentos – de las diferencias inevitables que separan y enfrentan a los seres humanos, desde que el mundo es mundo.

Hoy puedo decir, con felicidad, que no es tardío este reconocimiento que implica la presentación del nuevo libro de este talentoso poeta que es JERÓNIMO CASTILLO, que titulara “TESTIMONIO AMERICANO”. Reconocimiento al valor de la creación artística que es como decir a uno de los superiores valores del espíritu. Oficio quijotezco hoy en día este de ser poeta, en un mundo o mundillo circundante que parece solamente preocupado por los vaivenes nauseabundos del dolor marginal o de la tasa de interés e imbuido casi excluyentemente por el ánimo de lucro y el más crudo materialismo.

Oficio más quijotezco aún si se da la singular paradoja que este poeta – y ese es el caso de JERONIMO CASTILLO – se gana el pan de cada día en mejo de una selva – así al menos lo imagino – de balances, débitos, créditos y estudios contables. Porque – créase o no – este poeta con mayúscula que es Jerónimo Castillo, es, nada más y nada menos, que Director de Presupuesto de nuestra Provincia. Función prosaica si las hay, sin el menor atisbo de lirismo, obviamente.

Ojalá que este quijote que es contador y poeta no recupere nunca la razón y deje de ese modo de ser el poeta que es, para ser nada más que un cuerdo y próspero contador.

Conocí a mi amigo JERONIMO CASTILLO a fines de 1983 cuando, junto con Paulina Movsichoff, representamos a San Luis en el encuentro literario de todas las provincias argentinas, que tuviera lugar en San Miguel, Provincia de Buenos Aires, por aquella fecha. Desde entonces supe de la obra de CASTILLO a través de su primer libro de sonetos titulado PORTICO, editado en 1975 por el Banco de la Provincia de Mendoza y que entonces me obsequiara. Admirable poemario que revelaba el sello inconfundible de un estilo personalísimo. Me llamó la atención entonces, que un hombre joven como Jerónimo utilizara el clásico soneto como instrumento poético en un momento en que la versificación absolutamente libre parecía ser el desideratum de los tiempos y el soneto, un anacronismo literario total.

Pero – gracias a Dios – Castillo – como el célebre manchego – prefirió seguir sólo en lo suyo, libre del despotismo masificante de la moda y de las coyunturas (como hoy se dice); sólo como aquel Miguel de Unamuno, rebelde y fuerte obsesionado por no imitar a nadie y a nada y por ser fiel a su destino que es como decir, fiel a sí mismo y a su personal estilo.

Por eso, a muchos quizás llamara la atención, como a mí, que CASTILLO expresase su verdad, su emoción y su inspiración poética, a través del soneto, casi exclusivamente, máxime si se tiene en cuenta que la del soneto, es la más rigurosa y formal de las artes poéticas, puesto que presupone la conjunción armónica entre la forma – rima y métrica precisas – y el contenido. Dice Castillo en el prólogo de “Pórtico” que eligió este tipo de poesía formal “... por entender que se trata de una estructura poética completa, en donde el desarrollo de la idea tiene un camino invariable y la palabra su significación exacta”.

Ocurre que es en el soneto donde el poeta, como un orfebre o un artesano de las letras, logra decir con libertad y maestría en apenas catorce versos (dos cuartetos y dos tercetos), todo un pensamiento y una emoción desarrollados gradualmente, que terminan en un rasgo, con una imagen notable. Ocurre que con frecuencia en el soneto procura el poeta una respuesta a profundos interrogantes existenciales que a veces se encuentra en ese continente, en función de una misteriosa intuición fundamental. No es casual entonces que Jerónimo Castillo comience “Testimonio Americano” con ese soneto que titula “Interrogante” y en donde expresa:

“Camino en la penumbra de mi estado,

camino con el paso vacilante,

camino sin mirar hacia delante

con paso desmedido y apurado.

Es tanto lo que llevo caminado

que ignoro si hallaré en algún instante

respuesta que me diga por qué errante

ha sido mi destino señalado.

Así voy consumiendo el calendario

y a cada fenecer de la jornada

le sumo un caminado itinerario.

Confío en resolver la encrucijada,

dejando las preguntas en mi diario

trajín, donde mi mente está ocupada”.

Lo cierto es que, tal vez por el motivo antes apuntado o por otro insondable que ignoro, el soneto se ha mantenido incólume y vigente en el tiempo. Desde sus orígenes – según pareciera – en la Italia del siglo XIII cuando Dante y Petrarca lo llevaron a la perfección, lo mismo que en España a partir del Marqués de Santillana con sus célebres 42 sonetos.

Pero también a la perfección con Shakespeare en Inglaterra o luego con Leopardi en Italia. En nuestro idioma, desde un Cervantes, Góngora, un Quevedo y un Lope de Vega hasta nuestros días con el insigne genio de nuestro ANTONIO ESTEBAN AGÜERO con su por lo menos cincuenta sonetos publicados en el libro “POEMAS INÉDITOS” ¿Cómo no recordar el gran poeta de Merlo: “Cementerio de Pájaros”, “Sonetos a la Primavera”, “Sonetos a Córdoba” y “los Sonetos del Angel y el infierno”, tan valiosos como sus famosas cantatas o sus formidables “Digos”?

Recuerdo con relación a esta forma poética que Castillo utiliza en Pórtico y Testimonio Americano (y permítaseme la digresión), que en mi vida de estudiante en Córdoba tenía en una de las paredes de mi modesta habitación de pensión, junto a unas máxima del Martín Fierro que desde chico oí repetir a mi padre y al lado de una lámina con el escudo de San Luis, el célebre soneto de Almafuerte “PIU AVANTI”, que entonces y ahora trato de tener siempre en mi memoria sobre todo en los momentos difíciles de desaliento, decepción y vacilaciones>

Permítaseme que lo recuerdo una vez más:

“No te sientas vencido, ni aún vencido,

no te sientas esclavo, ni aún esclavo,

trémulo de pavor, piénsate bravo

y arremete feroz ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido

que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo,

no la cobarde intrepidez del pavo

que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora

o como Lucifer que nunca reza,

o como el robledal cuya grandeza

necesita del agua y no la implora.

Que muerda y vocifere vengadora

ya rodando en el polvo tu cabeza”.

Pareciera que es casi un prodigio haber dicho tanto, con tanta fuerza, con tanta rebeldía y libertad espiritual dentro del marco aparentemente rígido y formalísimo de un soneto de apenas catorce versos, con rima y métrica perfectas.

Por eso, porque la forma poética del soneto se ha mantenido, se mantiene y se mantendrá más allá de las imposiciones despóticas de las modas y los avatares coyunturales, estamos aquí para celebrar la renovada vigencia de este nuevo libro de JERONIMO CASTILLO: “Testimonio Americano”, cuyo título quizás derive de las circunstancias de estar integrado por sonetos que el autor ha publicado y difundido como un testimonio válido a través de diarios, revistas y libros antológicos de América Latina, Europa y Norte de Africa. Castillo ha sido colaborador literario de publicaciones de El Líbano, Nueva York y San Francisco (Estados Unidos); Barcelona, México, República Dominicana, Venezuela, Brasil, Costa Rica, Uruguay, Chile, Paraguay y – por cierto – de múltiples publicaciones de diversas provincias argentinas.

Destaco también sus libros publicados (colectivos), además de PORTICO (individual), “POESÍAS”, Mendoza, 1979, “26 Sonetos”, Santa Fe, 1990, “El Soneto Hispanoamericano”, La Plata, 1984 y “Libro Antológico de la Poesía Argentina”, 1986.

Por cierto que este reconocimiento a los méritos literarios del autor del libro que presentamos no es el primero y desde luego tampoco será el último. Jerónimo Castillo ha sido merecedor del “Primer Premio Provincial de Poesía”, (1975) y “Premio Departamental de Guaymallén” (Mendoza), Primer Premio “Día de la Tradición” (Poesía), 1976 (Mendoza), Segundo Premio “Concurso Aída de Marco” (Rosario), 1983. Tercera Mención en Poesía Primer Certamen “Talampaya”, 1981 (La Rioja) y menciones especiales en concursos literarios de Mendoza, Mar del Plata y Santa Fe.

En cuanto al contenido de “Testimonio Americano”, destacamos que se compone de: “Sonetos del Espíritu” (14 sonetos), “Sonetos Profanos” (20 sonetos), “Sonetos Amicales” (13 sonetos) y “Sonetos del Amor” (26 sonetos). Como advertirán, es tal la variedad de temas, pensamientos y emociones que se ven reflejados en el mismo, que sería sino imposible, al menor sumamente arduo para quien les habla – cuya especialidad como Uds. saben, no es precisamente la de literario ni la de crítico literario – lograr una síntesis o cabal interpretación sistemática de tal pluralidad de temas tan valiosos como disímiles.

Sin embargo permíteseme que recuerde, como al pasar, de “Sonetos Profanos”, el poema “Chorrillero”, referido obviamente al célebre viento de la puntanidad que nos identifica y distingue, como un monograma, dentro de la vasta geografía del país.

De ese viento tan nuestro que, con sus ráfagas heladas, solía golpearnos duramente el rostro hasta casi detenernos el paso, por las calles solitarias del San Luis de antaño en las gélidas noches de invierno y que retemplaba los ánimos caldeados – a diferencia del “Zonda” andino – en los días sofocantes del verano puntano, al caer la tarde. Dice Jerónimo Castillo al respecto:

“Sube a los techos, sin perdón fustiga

la osada lumbre de la esquina vieja

que en tanto tiempo quiso ser su amiga.

Retarda el paso, la inquietud maneja,

golpea el rostro, pero aún obliga

a recordarlo si se va y nos deja”.

¡Qué de gratas sugestivas y entrañables remembranzas nos traen esos versos, de este paraíso perdido que fue aquel San Luis de nuestra infancia y primera juventud, ahora que – parafraseando a Heráclito – ni nosotros ni aquel San Luis somos los mismos...!

Y dentro de ese grupo de “Sonetos Profanos”, tampoco puedo dejar de recordar el celebrado “Don Quijote”, que mucho tiene que ver, con lo que decíamos al comienzo respecto de lo paradógico de la personalidad del autor. Así lo visualiza Jerónimo Castillo al caballero de la triste figura.

“Vas armado de espada que está rota

y en rocín cabalgando matadura,

con heroica y confiada cansadura,

mientras todo a tu paso se alborota.

Aún las ínsulas lloran tu derrota

que no aceptas, diciendo con mesura

que es en vano imputarte una locura

cuando loco es el mundo y no lo nota.

Pero alguien que sigue tu destino

redimiendo tu empresa de hidalguía

y mostrando ser dueño de buen tino.

Escudero le llamas. Su porfía

que ha creído en la fuerza de tu sino

justifica tu excelsa fantasía”.

Señoras y Señores:

Por lo dicho en esta presentación y antes de dejar en el uso de la palabra a Jerónimo Castillo, reitero que celebramos entusiastamente la publicación de su nuevo libro, “Testimonio Americano”, que enriquece el acervo cultural de San Luis y del país. Al mismo tiempo le auguramos al poeta, una continuidad fecunda e incesante en el camino emprendido dentro de ese ámbito de la cultura donde Antonio Esteban Agüero y César Rosales, entre otros, han señalado un rumbo claro y definido, sobre la base que es verdadero y hoy en día más necesario que nunca, aquel apotegma sabio que de niños solíamos ver en el escudo de la vieja Universidad Nacional de Cuyo, de quien dependía nuestra Escuela Normal “Juan Pascual Pringles” y – si la memoria no me traiciona – que consignaba aquella simple, sencilla y absoluta verdad de que sólo “en el aleteo del espíritu, está la vida”.

Con ustedes, este poeta cabal, mendocino de nacimiento, pero puntano por adopción y elección definitiva, que es JERÓNIMO CASTILLO.

Muchas gracias.

Hipólito Saá

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