La historia madre de la verdad sobre el Quijote

El señor Quijano, llamado Don Quijote de la Mancha
por Rafael Ruiloba Caparroso
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rrr.7777.msanta@gmail.com

Entre 1520 y 1648, época en la que se gestó y publicó la primera y segunda parte del Quijote, el centro dinámico de la historia en Europa es el desastre  producido por  las guerras religiosas; ya sea entre los enemigos de la fe o entre facciones contrarias, dentro del cristianismo. Durante ese periodo surge una tercera fuerza,  que busca unificar al cristianismo por medio de valores ecuménicos como la verdad, la dignidad, el amor, el honor, la justicia. Regidos por estos principios, intelectuales como Erasmo de Rótterdam y Giordano Bruno imaginaban una República Católica Ecuménica y Universal, que debía producir una renovación del cristianismo. Lo ecuménico se debe a que estos  valores básicos  deben ser usados para unificar el cristianismo.  Dicho sea de paso, estos  son los  valores que defiende el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha  en la novela de  Cervantes.

La principal acusación contra los católicos y los protestantes era que ninguno tenía la verdad.

El ensayista Inglés Miguel de Montaigne, dice que la arrogancia de ambos grupos era la nodriza de la opinión falsa. (citado por Paul Johnson en la Historia del Cristianismo op. cit p 435) Apegarse a la verdad y a la tolerancia eran  valores ecuménicos originarios del catolicismo como una forma del  cristianismo. “Nuestra religión ha sido creada para extirpar los vicios y de hecho los protege, los promueve y los incita”.  “Una religión no puede constreñir a otra, pues la religión debe ser acogida con libertad, no por la fuerza”, decía Tertuliano, uno de los padres de la Iglesia Católica.                   

Paradójicamente,  la humanidad tuvo que esperar hasta la Revolución francesa para que este ideal católico fuese una realidad impuesta por los no creyentes.

Las luchas por estos valores la habían iniciado los comuneros, grupos de campesinos que protagonizaron en la Edad Media,  una insurrección en nombre del cristianismo verdadero; decían que los reyes habían tergiversado La Epístola de San Pablo a los Efesios cuando dice: Siervos, servid a vuestros amos, como a Cristo. Ellos aducían que tenían el original de esta carta, la cual decía no servir a los amos sino a Cristo. Esta sospecha de tergiversación de los evangelios obliga a los intelectuales a realizar sus propias traducciones para verificar si no existían versiones interesadas de los textos religiosos, como denunciaban los comuneros.  Erasmo de Rotterdam traduce del griego su propia versión del Nuevo Testamento y postula la tesis de que el hombre solo se salva por la verdad, tal como postula Cervantes en el Quijote. No obstante, traducir los textos religiosos fue  prohibido por el Concilio de Trento  ( en 1545 y el 1563), Concilio donde se crea la Inquisición, se prohíbe la publicación y tenencia de libros, sino están autorizados  por la iglesia;  se  crea además un índice de libros prohibidos, y se abrogan el derecho de interpretar los textos religiosos,  entre otras cosas, representadas en el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha de Cervantes.

Veamos lo que dice el Concilio “Decreta además, con el fin de contener los ingenios insolentes, que ninguno fiado en su propia sabiduría, se atreva a interpretar la misma sagrada Escritura en cosas pertenecientes a la fe, y a las costumbres que miran a la propagación de la doctrina cristiana, violentando la sagrada Escritura para apoyar sus dictámenes, contra el sentido que le ha dado y da la santa madre Iglesia, a la que privativamente toca determinar el verdadero sentido, e interpretación de las sagradas letras”

En los 128 años de guerra religiosa, escribe Paul Johnson en la Historia del Cristianismo, solo podía tolerarse una sociedad unitaria y quienes no se ajustaban a la norma debían ser aterrorizados expulsados o muertos (p 412). En esta guerra la primera baja de los valores cristianos fue la verdad. La Inquisición se financiaba con las confesiones bajo tortura, las confiscaciones de bienes y la venta de cargos de espías, por lo que la indagación es sustituida por la tortura y la verdad,  por la confesión.   El Santo Oficio se adueñaba de las propiedades de los condenados y los inquisidores recibían un pago adicional por cada uno de los confesos, por eso la verdad estorbaba y era necesaria la tortura. Incluso el V Concilio de Letrán ( 1571)  les permitió acusar de herejes a los muertos, para expropiar la herencia de sus hijos. Tenemos entonces que en La España de Cervantes,  ni siquiera los muertos estaban a salvo. Por eso en la primera parte del ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha,  los personajes se salvan por la verdad,   la cual se encuentra al superar las apariencias contrarias. En el contexto de la realidad, la verdad había perdido valor, pero en la novela es el principio rector de la lectura.

La segunda baja de la guerra fue la libertad. Rodrigo Manrique en la época de Cervantes escribe que en España no puede producirse ninguna forma de cultura sin hacerse sospechoso de herejía, error o judaísmo.    

En España de Cervantes hay algunos ejemplos polémicos, pero  sensibles que ilustran al lector sobre la pérdida de la libertad. En 1559 la Inquisición capturó a Bartolomé de Carranza, arzobispo de Toledo y lo mantuvo en las mazmorras hasta su muerte. Una delegación Papal que intercedió a su favor concluyó que los defensores de la libertad y la justicia consideran que es mejor que un inocente sea condenado a que la Inquisición sea avergonzada (Paul Johnson op cit. 415)

Por eso el Quijote le dice a Sancho, que la libertad es uno de los más preciados bienes que tiene el hombre y cuando en una noche oscura se topan con un muro, el Quijote exclama: “Tened cuidado Sancho que con la Iglesia hemos topado.” El segundo ejemplo relevante sobre la pérdida de la libertad es el que nos da el historiador Carlos Ratti, quien nos recuerda que Felipe II encarceló a su hijo Don Carlos de por vida porque quería tener un reino en Flandes. Para lograrlo lo declaran loco y lo encierran en las mazmorras hasta su muerte (Carlos Ratti, Felipe II Rey de España, Madrid 1927) En cambio Evaristo de San Miguel, en Historia de Felipe II Rey de España, Barcelona, 1868,  Asegura sin evidencias que el Príncipe Carlos fue asesinado,  pues hubo una asignación torcida al remedio que se le recetó. Es una lástima que sea demasiado tarde para verificar esta aseveración.

El tercer ejemplo sobre la pérdida de la libertad en España nos lo da Louis de Bertrand en su libro Felipe II, Madrid 1931. Según el autor El rey, para encubrir el asesinato de  Juan de Escobedo,  secretario personal de Don Juan de Austria, Hijo de Carlos V y hermanastro del Rey Felipe II, quien   alcanzó fama  por ser quien dirigió la coalición armada contra los Turcos en la batalla de Lepanto, por lo que fue nombrado por su hermanastro Felipe II,  gobernador de los Países Bajos con el objeto de ganar la guerra de Flandes.

Durante esta etapa  Escobedo reunió pruebas de los negocios ilícitos y apoyo a los rebeldes flamencos  realizado por  Antonio  Pérez y Ana de Mendoza de la Cerda, princesa de Éboli; por lo que temiendo éste ser denunciado, ordenó su asesinato, de Escobedo el 31 de marzo de 1578.  Posteriormente se ha llegado a involucrar al propio rey,  en el asunto y se especula que para encubrir su participación se encarcela a Ana de Mendoza, para tenerla como rehén de tal manera  que Antonio  Pérez no involucrase al Rey en esta sórdida intriga.  Oreas fuentes  aseguran que  Doña Ana se vio involucrada y en 1579,  el rey la mandó encarcelar,   al igual que a Antonio Pérez, pero él escapó y ella  acabó sus días confinada en la villa de Pastrana perdiendo incluso la tutoría de sus hijos. De esta manera Felipe II encierra a Ana de Mendoza, dice Bertrand,  una de las mujeres más ricas de España, hasta el fin de sus días en el castillo de pastrana (p 20) bajo la sospecha de que lo hace ´para para encubrir sus propios crímenes. En este contexto histórico adquiere sentido el discurso de la edad dorada donde  El Ingenioso Hidalgo, don  Quijote dice: “En la edad dorada la justicia estaba en sus propios términos. Sin que osasen turbar ni ofender los del favor y los de los intereses que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaje (de las sentencias arbitrarias) no se había sentado en el entendimiento del juez.

La libertad y la justicia En la España de Cervantes también se perdieron porque el Estado necesitaba culpables para reclutar mano esclava para la fortificación de las obras del Rey. Por eso en la España de Cervantes la libertad no era un derecho,  sino un privilegio. Nunca fue tan crecida en España la necesidad de Galeotes, dice Fernando Cadalso en su estudio Instituciones jurídicas del Siglo XVI, pues pagaban  carcelaje  para incrementar las rentas del Estado. Estar preso no era un problema de la justicia,  sino una necesidad del poder.  Gregorio Marañón, en su libro Vida e Historia (Madrid – España, Espasa  Calpe 1955),  nos dice que en 1530 Carlos V decretó pena de galera para los criminales y que posteriormente   “se cazaba por los pueblos y los caminos a quienes no tenían trabajo y a los pobres gitanos para llevarlos a las galeras” (p 108.)

Esto lo hace evidente Cervantes en el capítulo de los galeotes. Cuando el condenado a las galeras le dice al Quijote que su compañero va preso por canario, es decir por músico y cantor ¿Pues cómo? Replicó Don Quijote ¿Por músicos y cantores van también a las galeras? -Sí señor respondió el galeote que no hay peor cosa que cantar en el ansia. Antes he oído yo decir, dijo el Quijote, que quien canta sus males, espanta.  – Acá es al revés dijo el galeote- quien canta una vez, llora toda la vida. –No, lo entiendo- dijo don Quijote, mas,  uno de las guardas le dijo: Señor caballero cantar en el ansia se dice entre esta gente non sancta, confesar en el tormento. A este pecador le dieron tormento y confesó su delito que era ser cuatrero, que es ser ladrón de bestias y por haber confesado le condenaron por seis años a las galeras, amén  de los doscientos azotes que ya lleva en las espaldas y va siempre pensativo y triste porque los demás ladrones que allí quedan y aquí van le maltratan y aniquilan, y escarnecen y tienen en poco, porque confesó y no tuvo ánimos de decir nones. Porque dicen ellos que tantas letras tiene un no como un sí y que harta ventura tiene un delincuente,  que está en su lengua, su vida o su muerte y no en la de testigos y probanzas y para mí tengo que no van muy fuera del camino  y yo lo entiendo así  le respondió el Quijote.  

Cervantes ha dicho que don Quijote desvaría en lo tocante a los libros de caballerías, pero que en lo demás no se equivoca. Esta afirmación la podemos confirmar cuando el Quijote después de oír los motivos del cautiverio de los prisioneros concluye que es una gran injusticia su pena y por eso arremete contra los guardas y esto facilita la huida de los prisioneros. Este es el delito por el cual la Inquisición apresa a don Quijote y se lo llevan enjaulado a su casa.

Sucede entonces que la sinrazón del loco denuncia la injusticia como la locura del poder, en una época donde no hay justicia y la verdad ha sido sustituida por la confesión; la investigación de los hechos, por la tortura. De esta manera El Quijote defiende la verdad, la justicia y la libertad del humanismo cristiano, lo que en la vida real no solo es un acto de locura,  sino una tragedia social.    Tenemos entonces que todas las escenas del Quijote son parodia de la realidad, y esto lo debía descubrir el discreto entendimiento del lector.

Otro de los valores que perdió el cristianismo en las guerras religiosas fue  virtud, baja producida por la ambigüedad moral. Por ejemplo, en la época de Cervantes,  según los Jesuitas el código moral podía quedar en suspenso cuando estaban en juego los intereses católicos. Esta es la moral del poder. Esto no era nuevo.  El padre Bartolomé de las Casas dice que  la “projimidad” les valió madre a los españoles durante la conquista, porque para ellos el indio no era el prójimo.  Un teólogo jesuita Herman Busembaum en su libro Medula tehología moralis en 1650 escribió quia cun finisest licitus etiam media sunt licita. El fin es el que hace lícito los medios. El teólogo Antonio Escobar Y Mendoza. En   Theologia moralis vigenti , impreso en Lyon en 1663 escribe   finis enim dat espicificationes actibus et ex bono vel malo fine boni vel mali redduntur   “ el fin es lo que hace a las acciones buenas o malas” que la pureza de la intención puede justificar actos contrarios al código moral y la ley humana. ( citados por Fernando Ortiz en el más destacado ensayo de la cultura hispanoamericana colonial Historia Cubana de una lucha contra el demonio, La Habana, Cuba, Editorial ciencias sociales 1975 )

Lo singular es que estos libelos  morales fueron escritos en la época de Cervantes, por tanto es plausible considerar que la respuesta  de Cervantes en el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha,  a esta moral falsaria y oportunista, fuese la siguiente: «mis intenciones siempre las enderezo a buenos fines», dice Don Quijote (III, 391, 2-3)  Paradójicamente esta tergiversación moral del Cristianismo del siglo XVI, sigue vigente,  en cuanto a las necesidades del poder.

La usaron los dictadores latinoamericanos, para asesinar en nombre de la libertad y el capitalismo; la usan los aparatos de seguridad del Estado, para espiar al ciudadano en nombre de la democracia;  las usó Mister  Busch en nombre de la guerra contra el terrorismo;  la usan las bandas criminales, en nombre de sus intereses  y los medios de comunicación, en nombre de la libertad de expresión.    

Esta es la lógica fanática de la fe instituida por el Concilio de Trento: Si mi padre fuera hereje, yo juntaría leña para quemarlo, dijo el Papa Pablo IV. La locura de los teólogos, dice Erasmo de Róterdam, es aterrorizar a aquellos que no le son propicios.  De esta manera la sociedad española vivía una doble moral instituida por las necesidades políticas del poder, también existía  la Bula de la Santa Cruzada,  por medio de la cual el ciudadano podía  pagar por sus pecados; de esta manera, la iglesia vendía tranquilidad de conciencia. Incluso las mujeres, que tenían relaciones sexuales sin casarse, tenían que pagar un impuesto a la iglesia, para no ser consideradas prostitutas; en otras palabras, compraban la virtud. En realidad, solo la sospecha de que una mujer haya perdido el velo de su  honra, era óbice para que fuese condenada al exilio en las Indias. Uno de los personajes del Quijote huye de su pueblo porque se sospecha  que su hija perdió la virginidad,  en manos de un soldado oportunista que la abandonó. ¿Por qué huye el hombre?  Por temor a que fuese enviado a las galeras, porque su hija estaba bajo sospecha de no ser virgen.

En aquella época intolerante, los portugueses enviaban a las mujeres nom santas  a  Angola a blanquear la población;  los ingleses,  las enviaban a Jamaica, a blanquear la población, y los españoles las enviaban a Panamá, a blanquear la población, lo cual fue sin lugar a dudas,  una tarea titánica, que no cumplieron a cabalidad.

Poe eso el velo de la honra es uno de los temas tratados en del Quijote de Cervantes.  Por eso la virtud es uno de los principios cristianos que defiende Cervantes en El Quijote y en las Novelas Ejemplares como La Española Inglesa o La Gitanilla.  Para el autor de El Quijote la fe estaba enajenada, y para restaurarla, imaginó a  un Quijote, solo y viejo, sin más auxilio que un escudero reacio y un jamelgo escuálido, que hace Caballero Andante y va por toda España deshaciendo entuertos, para defender los verdaderos valores de la fe cristiana, entre defendiendo, la honra y la dignidad de las mujeres.   Por eso cuestiona a Sancho y lucha contra el cabrero, para defender la dignidad de las mujeres. Si observamos bien, todas las mujeres que aparecen en la primera y segunda parte de El Ingenioso Hidalgo don  Quijote de la mancha,  recuperan su dignidad.

Cito un solo caso relevante: el de la hija de Doña Rodríguez. La cual fue embarazada y abandonada.  El Duque quiere ridiculizar al Quijote e inventa un duelo con el lacayo francés Tosilos, quien asume la personalidad del ofensor de la dama y  disfrazado  bajo una reluciente armadura convoca al andante a un duelo paródico para defender la honra de la mujer. La condición es que si pierde, el ofensor debe casarse, pero si gana, queda libre del compromiso.              

En el fondo los malvados duques quieren  que el francés muela a palos al Don Quijote, y la honra de la dama quede mancillada,  pero en medio de la bufonada,  el francés descubre la belleza de la ofendida y decide no combatir para casarse con la mujer embarazada.  Convirtiendo la escena en una de las grandes victorias de don Quijote, quien defiende con éxito,  la dignidad de la mujer  como uno de los  valores ecuménicos del cristianismo, por los cuales luchaba la tercera fuerza, la cual  buscaba  la paz entre protestantes y católicos.

“La tercera fuerza del cristianismo, dice Paul Johnson en La Historia del Cristianismo, necesitaba un defensor real, la figura carismática y catalítica que desencadenaría personalmente el proceso promotor de la Edad de oro. (p 434). Pero esto no sucede en la historia real, porque Enrique de Borbón, Enrique IV de Francia y tercero de Navarra,   uno de los reyes que tenía la posibilidad de hacerlo, porque había decretado la reconciliación de las religiones con el edicto de Nantes,  fue asesinado por los Jesuitas. El 14 de mayo de 1610  el jesuita fanático  François Ravaillac  le propinó tres jesuíticas puñaladas, que lo enviaron al más allá de los jesuitas.   

El buen rey, bautizado como católico, educado como calvinista, se convirtió al catolicismo para acceder a la corona de Francia, porque París bien vale una misa.  Durante su reinado terminó con las guerras religiosas, prohibió la venganza y la retaliación religiosa, además se preocupó por el bienestar del pueblo. Por eso fue asesinado por los Jesuitas.  En contraste con la historia, Cervantes crea un defensor  de la edad de oro promulgada por el cristianismo ecuménico, con el Quijote, produciendo así la antítesis entre la novela y la historia.

En el discurso de las armas y las letras el Quijote hace evidente el fracaso del ideal ante la historia: “me pesa de haber tomado este ejercicio de caballero andante en edad tan detestable como en esta en que ahora vivimos.”   Lo mismo sucede en la segunda parte cuando tres campesinas han decido vivir de acuerdo a la edad de oro, por lo que don Quijote sale a los caminos a defender el ideal, pero es aplastado por una piara de puercos y una manada de toros de lidia como imagen del poder de la realidad ante los ideales,  y como todos los capítulos de la segunda parte, son un proceso de recuperación de la razón, El Ingenioso Hidalgo  llega a la conclusión de que no fracasan los ideales, sino los medios con los que trató de imponerlos.

La aventura de los molinos de viento, el epítome de la locura de don Quijote en la primera parte, y el emblema más recordado de su obra, sobre todo por los que no han leído al Quijote, también se rige por el código de las apariencias contrarias.  En la España de Felipe II la producción agrícola fracasa y el Estado cae en una profunda crisis económica, la cual llevó al rey a declararse en bancarrota, y para enfrentar la crisis, se crea un sistema de molinos de vientos donde se almacenan, procesan y distribuyen cereales. El Quijote se topa con ellos y los ve como monstruos. Los molinos de viento eran el símbolo del mal en la Divina Comedia. Lucifer tiene alas como aspas de molinos de viento, tal como los percibe el Caballero Andante.

Pero  ¿Qué sucedió en España con los molinos de viento para que el Quijote los viese como si fueran demonios? La respuesta es sencilla. Fueron el foco de infección de la peste que asoló España entre 1596 y 1602;   azotó con gran virulencia las zonas centrales de Castilla.

Esta peste, según A. Thompson, en España en los tiempos  del Quijote (p 166), “supuso la crisis de mortalidad más intensa de la que se tiene constancia en España”,  pues terminó con la tercera parte de la población. Entonces la analogía de Cervantes en el Ingenioso Hidalgo tiene un fundamento en la realidad, como todo el texto del Quijote, porque los molinos de viento sí eran monstruos devoradores de hombres, tal como los veía el Quijote. Y es gran servicio a Dios quitar tan mala simiente sobre la faz de la tierra, le dice el Quijote a Sancho. La mala simiente de los molinos fue la que contagió a los españoles con la peste.

Por eso después del estropicio, el Quijote ve molinos de viento donde hay molinos de viento. Porque la experiencia revierte la imagen, espejo de su locura, los molinos de vientos son en realidad los monstruos que devoraron la tercera parte de la población española.   De esta manera Cervantes equipara la locura del Quijote con la locura de la sociedad, para criticar la mala decisión del rey de  usar  molinos de vientos para suplir la falta de cosecha, lo cual generó la peste.  ¿Quién es el loco  entonces?  Esta es otra de las formas de las apariencias contrarias, que debía reconocer el lector.   

Otro tema que se presenta como antítesis entre la novela y la historia, es el tema de la guerra. Don Quijote en la aventura de los rebaños confunde carneros con ejércitos y los describe con signos que identifican a los que beben en el olifero betis (los andaluces); los que beben del licor del tajo (los toledanos); los que gozan las aguas del divino Genil (los granadinos); los  que alegran los jerezanos campos (los de Jerez ); los manchegos coronados de ricas espigas (los de La Mancha); los de sangre goda (León Asturias y Santander); los que en Pisuerga se bañan (los vallisoletanos).

Si buscamos la relación con la historia, veremos que eran las comunidades en las que reclutaban soldados del ejército español, como nos indica el historiador  José María de Mena (Así fue el Imperio Español. Plaza Janes Editores Madrid 1991)La tercera parte de los soldados proceden de Cataluña y Aragón, otra parte de Castilla, y otra de Andalucía y Extremadura (p.122).  De tal manera que Los borregos que ve el Quijote provienen de los lugares donde España reclutaba a sus soldados. Por lo que la analogía se vincula con la realidad.

Tenemos entonces, que cuando el Quijote ve ejércitos cuando hay rebaños, de acuerdo a la teoría del discreto entendimiento sobre las apariencias contrarias, realiza una clara alusión a los soldados españoles llevados como borregos a la guerra. Esta analogía también la utiliza Quevedo cuando los llama lanudos.  El historiador José María de Mena nos dice que en la guerra de Flandes, en una sola batalla, 20 mil soldados españoles fueron degollados como borregos.

No olvidemos que el hermano de Cervantes, Rodrigo,  muere en la batalla de las Dunas, en 1600, en la guerra de Flandes; cinco años después su hermano publica una novela donde el Oidor busca a un hermano que cree muerto en la guerra, pero lo encuentra en la venta como cautivo de la mujer que ama. El encuentro de los hermanos es una proyección del deseo de Cervantes de encontrar a su hermano perdido en la guerra. ¿Otra forma de las apariencias contrarias?  Por lo que el soldado de Lepanto escribe una novela donde don Quijote parodia a Felipe II quien se presentaba como el representante de las armas y de las letras.  John Elliott, en su ensayo La Monarquía Hispana en el reinado de Felipe II, dice que Felipe II se presentaba como un monarca cuyo estilo de gobierno suponía la perfecta unión de las armas y las letras (España en los tiempos del Quijote. p 51).

Otro factor que hace evidente la ironía de Cervantes es lo relacionado con los Duques.  En la historia real Felipe III le entrega el gobierno de España al Duque de Lerma; Felipe IV, al conde Duque de Olivares, mientras en la novela los duques le entregan el gobierno de la ínsula de Barataria a Sancho. Los valores de la historia están al revés. Los duques representan en la novela el poder de la corona como sucede en la realidad.  Gregorio Marañón en su Biografía del Conde Duque de Olivares, dice que el Conde le explicaba al rey Felipe IV los problemas sociales de España por medio de comedias y representaciones teatrales, tal como hicieron los duques en la novela para reiterar la insania del Quijote. ¿Estaba loco el rey? “La mesma comedia, con la que quiero, Sancho que estés bien, teniéndola en tu gracia y por el mismo consiguiente a los que las representan y a los que las componen porque todos son instrumentos para hacer un gran bien a la república,( …) pero Sancho le responde “Nunca los cetros y coronas  de los emperadores farsantes, respondió Sancho Panza fueron de oro puro, sino de oropel o de hoja de lata, así es verdad replicó Don Quijote “ ( II , 12 ) Resulta  que la verdad resultante del diálogo es que la comedia no es más que la patética realidad del poder.

De esta manera Cervantes equipara la comedia a la realidad para relacionar el texto con la historia; pero en la novela sucede al contrario de lo que hace el Conde Duque de Olivares, usar la comedia para ocultarle la realidad al monarca español. Cervantes recurre a la comedia para mostrarle la precariedad del poder al lector.

En el palacio de los duques se desprenden muchos aspectos de las apariencias contrarias en plan divertido. Don Quijote no se da cuenta de que las damas barbudas (IV, 8, 22-24), son en realidad hombres, que el caballo que se mueve tan suavemente que parece que no se mueva, no se mueve (IV, 39, 1-4; IV, 70, 5-7) Esto lo lleva al contraste básico de la secuencia más importante de la segunda parte, la aventura con los Duques, que a pesar de sus apariencias viven de engaños y préstamos.

Los Duques montan un escenario imaginario para burlarse del Quijote. Pero en realidad ellos se auto denigran porque no logran sus objetivos, porque Tosilos y Don Quijote no se contra matan a palos porque el francés, decide casarse con la mujer embarazada, para beneficio de doña Rodríguez y su hija, a quienes paradójicamente, el caballero andante, objeto de la burla,  les ha restituido el honor.  No obstante el texto nos remite a la realidad,  pero por medio del contraste, entre los que es y lo que debe ser con relación al poder.

Cervantes se burla de este ideal varias veces en el Quijote. Recordemos que cuando Sancho asume el gobierno de la Isla de Barataria lo hace vestido en parte de letrado y en parte de capitán. Esta imagen del escudero ejerciendo el poder contrastaba con la realidad, ya que en España había más de 100 mil esclavos domésticos, lacayos o pajes como Sancho (Bernard Vicente, op cit p 293).  Los galeotes y los trabajadores de las minas de Almaden y Guadalcanal . Pero también fue la forma en que  Felipe II asumió el poder, en España.

En el Quijote encontramos la historia de un niño llamado Andrés a quien Juan Haldudo, el rico habitante de Quintanar, esclaviza: “De qué obras es hijo pues me niega mi soldada y mi sudor y trabajo. El discurso de las armas y las letras del Quijote interpreta la relación entre las armas y las letras de forma distinta a Felipe II. Diferencia las armas de la guerra y postula que la única guerra justificada es la para defender la fe, no la guerra entre cristianos.  De tal manera que el Quijote no defiende las armas cuando no están al servicio de los valores ideales del cristianismo como lo fueron en Lepanto, tal como se desprende de la historia del cautivo, Ruy Pérez de Viedma, uno de los dobles de Cervantes en la novela. Por eso el Quijote defiende las armas y no la guerra. Esta distinción es importante porque España está sumida en una guerra religiosa desde 1520 hasta 1648.

El contraste entre la novela y la historia es evidente, cuando don Quijote le dice a Sancho en la aventura del Yelmo de Membrino, Nunca acostumbro yo a despojar a los que venzo, esto es lo contrario a lo que sucede en la guerra, pues los soldados españoles, dice el historiador José María de Mena, podían darse al saqueo de las ciudades para procurarse la paga. Al final el Oidor paga el yelmo al barbero y las botijas de vino al ventero. Este era uno de los argumentos de Felipe II usados para justificar la guerra.  En la novela es significativa la discusión de si el yelmo del barbero era de oro o de hierro, esta es una parodia a la búsqueda que realiza Felipe II contratando alquimistas para convertir el hierro en oro, para poder financiar la guerra el Flandes, nos dice Francisco Gómez Marín en su obra Felipe II y la Alquimia.  En cuanto al bálsamo de Fierabrás, se parodia al Duque de Lerma, quien  por medio de un decreto pretende llevar de la pobreza a la riqueza a todos los españoles. Lo mismo ocurre con la fiera batalla de don Quijote contra los cueros de vino. El Duque de Lerma en 1604 obliga a las Cortes instaladas en Valencia a subir el impuesto al vino. Se generan disturbios y los productores prefieren apuñalar los cueros de vino a pagar el impuesto.    

Otro contraste entre la novela y la historia surge cuando don Quijote le da consejos para gobernar a Sancho.  En realidad Cervantes está burlándose de los consejos escritos por los reyes y sus representantes para gobernar España. Carlos V le escribe a Felipe II un opúsculo de cómo se debe gobernar en tiempos de Paz y Felipe II le escribe a su hijo Felipe III un texto con recomendaciones para gobernar llamado Políticas de Dios y Gobierno de Cristo. Según el consejo del Quijote, a Sancho este le dice que debe temerle a Dios (Capítulo XLII). Pero en la realidad Felipe II llenó a España de espías, mazmorras y torturadores para que le temieran al Emperador. Según el Quijote debe someterse a los hombres a la justicia, según Felipe II someter a la justicia a los hombres era un problema del poder y no de la justicia. Haz gala Sancho de la humildad de tu linaje, le dice el Quijote; en cambio el Emperador le dice a su hijo Felipe III que debe reunir en una persona, la suya  la virtud y el mérito de los otros.

Don Quijote por su parte le pide a Sancho que tome como medio,  la virtud.  En las recomendaciones el rey dice a su hijo que la virtud se puede superar de muchas maneras (Saiz Rodríguez y otros Reivindicación Histórica del Siglo XVI, Madrid España 1928.p 171), (Julián Zarco Cuevas. Ideales y normas del Gobierno de Felipe II). Cuando Sancho recurre a una receta de sentencias y refranes para gobernar, está parodiando a Felipe II que gobernaba y hablaba por medio de sentencias y refranes (Saiz op cit p 175). Por eso el Quijote le dice a Sancho que sesenta mil satánases te lleven a ti y a tus refranes. Otro de los textos que parodia Cervantes, son las Instrucciones secretas del Duque de Alba para el Virrey de Nápoles.  El Quijote le dice a Sancho, si algún culpado cae en tu jurisdicción muéstrate piadoso y clemente, en cambio el Duque de Alba dice al virrey de Nápoles que se deben tener capellanes para ayudar al bien morir a los presos y condenados.

En síntesis, por medio de la ironía y la parodia, Cervantes en el Quijote usa la realidad como analogía de la ficción, como cuando se burla de los consejos usados para gobernar España. Tenemos así que el contraste entre la novela y la historia es uno de los mecanismos de la ironía de Cervantes, por eso nos recuerda que la historia es la madre de la verdad.  

Para continuar el contraste entre la novela y la historia, debemos recordar que Felipe III elimina las instituciones de la justicia mayor vitalicia, que no solo le permitían ser árbitro entre el rey y la nobleza, sino que funcionaba como amparo de todos los perseguidos y de los sedientos de justicia. Diego Hurtado de Mendoza, en su Guerra de Granada, escribió que El gobierno del Rey no es gobierno de justicia sino de tiranía y venganza (John H. Elliott, La Monarquía Hispana en el gobierno de Felipe II, recopilado en España en los tiempos del Quijote p 53).

Recordemos que el Quijote se vuelve caballero andante por falta de la justicia, mientras en la España real la justicia  queda en manos de bandoleros que roban al rico para dar al pobre, tal como sucede con Roque Guinar, un bandido catalán, quien es un personaje histórico que aparece en El Quijote; lo paradójico es que para  cuando Cervantes publica  la segunda parte de El Quijote, el bandolero hacía cuatro años que había conseguido una amnistía y se había hecho capitán de infantería en el reino de Nápoles, porque en España la inmunidad judicial era el mejor aliciente para el alistamiento, dice AA Thompson en su ensayo  La guerra y el soldado (España en los tiempos del Quijote p194).  Podemos añadir que el personaje histórico también está sometido a la ley del cambio por las apariencias contrarias; por lo que este personaje es un bandido justiciero, pero también es un capitán defensor de España. Por eso Cervantes  lo pone en su novela y de esta manera inserta la ficción en la realidad.

Potra parte, la ruta del caballero andante, que busca restaurar la justicia, pasa por los lugares donde funcionaron las instituciones de la justicia regional, abolidas por el absolutismo. Carlos Fuentes nos recuerda que en la España de Cervantes se rompe la tradición pluralista de Alfonso VI de Castilla que se proclamó emperador de las tres religiones; se expulsan a los moros y judíos de España. Se eliminan los fueros y privilegios que gozaban las comunas regionales, usados como arma social para atraer a los españoles, que vivían en territorios controlados por los moros. Lo cierto es que desde el punto de vista social, en España empezaron a surgir islas políticas, producto de las sublevaciones populares que declaraban sus territorios libres del poder de la corona, en particular en el país vasco y Castilla. También surgen islas políticas en los repartimientos económicos que hacen los nobles. Por eso es significativo que Sancho, un rústico, sí puede gobernar una ínsula bajo la protección de unos Duques, porque este juego de la ficción era posible en la realidad, y de hecho se realizaba cuando los nobles, después de comprar el vasallaje de los pobladores de una región, encargaban a alguno de sus testaferros para administrar el condado, cobrar impuestos en los municipios o administrar la esclavitud y vender los cargos públicos. Lo mismo hacia el Rey, encomendaba a un testaferro para gobernar a su nombre. Otra forma de ínsula política era dada por los territorios que se declaraban independientes del poder de la corona.

En la España de Cervantes había 18 duques, 38 marqueses y 43 condes (Bernard Vicent La sociedad española en la época del Quijote op cit p 290), los cuales ejercían autoridad sobre los vasallos y obtenían ganancias económicas. Por eso el Duque le decía a Sancho que no hay ningún género de oficio de estos que no se granjee con alguna suerte de cohecho.    Lo cierto es que las instrucciones del Quijote sobre la justicia, son mejores que la leyes del poder.  Entre los cargos que se vendían estaban el de Hidalgo y el de Conde, por eso Sancho arguye que para ser Conde le basta ser cristiano, a lo que el Quijote le replica y aún te sobra, y cuando no lo fueras porque siendo yo el rey te puedo dar nobleza sin que la compres, ni me sirvas de nada (Capítulo 21 de la I Parte).  Por ende, otorgar el gobierno de la ínsula de Barataria era una parodia del reparto del poder que realizaba la nobleza en España, lo que implica una crítica a la incapacidad de los reyes de gobernar por sí mismos, porque los preceptos que el Quijote la de a Sancho para Gobernar, son mejores que los que da Carlos V a Felipe II y mejores  que los que les da Felipe II a su hijo Felipe III.

La parodia de la historia nos indica que Cervantes cuestiona la razón del poder por medio de la sinrazón del Quijote; de esta forma se defienden los ideales democráticos en una época donde el absolutismo elimina las instituciones de justicia regional. La Inquisición censura libros, quema gente, despoja propiedades y autoriza cómo pensar y vivir. En una época, como dice Carlos Fuentes en su obra Cervantes o La crítica de la lectura, donde los valores democráticos, son sustituidos por el poder centralista, que sacrifica la justicia al orden; la virtud, al éxito; el diálogo es sustituido por el monólogo del poder. Es una época donde se sustituyen los procesos judiciales por la tortura y la verdad, por la confesión. Lo cual es diferente a los juicios guiados por la justicia que realiza Sancho en El Quijote. La moral y la virtud son sustituidos por la conveniencia; los valores del cristianismo, por las normas del Concilio de Trento. En esta época,  cuando en España ya no quedan judíos,  ni protestantes para perseguir,  el rey declara que la brujería es el azote de la raza humana, lo cual desató la represión de las mujeres.  El contraste se da en la novela porque el Quijote realiza una defensa a la dignidad de las mujeres desde el principio hasta el final.

No olvidemos que solo en Toledo fueron torturados el 32 % de los acusados, entre ellos ancianas de 90 años y niñas de 13. Al sustituir la investigación por la tortura, se pierde la verdad como árbitro social; se somete la dignidad a la supervivencia; se sustituyen los confesos, por los culpables. Por esta razón Cervantes recurre al doble sentido; al disimulo y a la ironía para poner en contraste el ideal del caballero de la fe con la realidad de España.  Podemos representar esta época de locura con la expresión que usó Luis Vives: Vivimos tiempos muy difíciles en los cuales no puede uno hablar, ni callar sin peligro.

En otras palabras, las fuerzas democráticas de España están como el Quijote al ser derribado en su última batalla por el caballero de la Blanca Luna. Vencido sois caballero y aún muerto, sino confías las condiciones de vuestro desafío. El andante molido y aturdido, sin alzarse la visera como si hablara dentro de una tumba, con voz debilitada y enferma dijo: Dulcinea del Toboso, es la más hermosa mujer del mundo y yo el más desdichado caballero de la tierra.  Y no es que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta caballero la lanza y quítame la vida, pues me has quitado la honra. Esta respuesta es parecida a la respuesta que le da el moro al cristiano en la Historia del Abencerraje y de la hermosa Jarifa (1561). Su respuesta también es parecida a la respuesta que le da el joven Bariato a los romanos, el último sobreviviente en la Numancia de Cervantes. Ellos le ofrecen libertad y riquezas, pero él prefiere suicidarse debido a la pérdida de su honor. Recordemos que Séneca decía que el suicidio era el último recurso de la dignidad.

Podemos decir que en la súplica del Quijote hay una verdad social: equipara al pueblo con la nobleza; también, una verdad humana ¿Acaso el amor no le da sentido a la vida? Verdad que ha tratado de demostrar en la primera parte del Quijote.  Y una verdad trágica: la precariedad de toda voluntad del poder. Restaurar estos valores perdidos es lo que anima al caballero de la triste figura, cuya utopía máxima era la de transformar la vida, cuando la sociedad se refugia en la utopía mínima, que es sobrevivir.

Los personajes de Don Quijote son los antihéroes derrotados por la historia; son los hombres y mujeres que protagonizaron la insurrección de los comuneros, los que desean restaurar el cristianismo fragmentado por el fanatismo de la guerra religiosa. Ellos dialogan en la novela en busca de la verdad; tratan de restaurar su honor; anhelan la virtud y la justicia a lo largo de la ruta del andante, que es la ruta donde se encontraban las instituciones de justicia de la España medieval, clausurada por el absolutismo. Pero el valor estético del Quijote no se queda en la crítica de la historia, madre de la verdad, porque la aventura quijotesca implica también la restauración de la dignidad de los personajes como principio vital de la novela. En esta recuperación de la dignidad, es que se configura el valor estético de la novela de Cervantes.                

Por eso el Quijote es algo más que una novela que narra las aventuras de un caballero desquiciado que anda por España como caballero, enajenado por los libros de caballerías, El Quijote es la historia de un pueblo en busca de su dignidad.

De esta manera El Quijote es la crítica de la sociedad por medio de la lectura, es una forma de recuperar la dignidad por medio de la risa, la parodia y el doble sentido. La novela de Cervantes es una forma de contra historia. Michel Foucault nos recuerda en su obra Defender la sociedad, que desde La Edad Media hasta el siglo XVII hay dos cambios en el discurso de la historia. En Roma el discurso de la historia es para defender la soberanía, el cual evoluciona en defensa del poder.

En la España de Cervantes, en el discurso del poder  el enemigo es el hombre de otra fe: el turco, el judío o el mahometano. En este contexto la literatura de caballerías y la comedia de entretenimiento,  lo que hacían era ser rituales del poder. El Quijote cambia eso, la literatura ya no es parte de los rituales del poder, es su ruptura en favor de la condición humana.   ¿Quién es el enemigo de clase ahora?,  se pregunta Foucault, y responde que  el enfermo, el desviado o el loco, responde (p. 82).  Por casualidad,  eso fue lo que postuló Erasmo de Rotterdam, uno de los promotores de la tercera fuerza del cristianismo, cuando describió este cambio en el discurso de la historia en el Elogio de la Locura. Por eso Cervantes en El Quijote no solo cuestiona el discurso de la historia, sino que nos describe los valores de la condición humana en el nuevo ciclo de la historia que se inicia. El enemigo no es el otro, sino la falta de los valores humanos en la sociedad.

por Rafael Ruiloba Caparroso
cairo367@hotmail.com rrr.7777.msanta@gmail.com
[1] Novelista poeta y ensayista panameño, presidente del Consejo Nacional de Escritores de Panamá 

 

Publicado, originalmente en Revista La Alcazaba http://www.laalcazaba.org/

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