El humorismo es cosa seria

Copi (Raúl Natalio Damonte)

Entrevista de Silvia Rudni

Con la cara de rasgos afilados siempre tapada por un mechón de pelo que se obstina en caer sobre la frente; una cara que también se esconde entre los pliegues de su bufanda roja; casi siempre con un cigarrillo negro entre los labios, este señor parece un francés. Y eso creen, por otra parte, los millares de lectores de Le Nouvel Observateur, que cada semana se abalanzan sobre la historia que imagina Copi.

Sin embargo, Copi no nació en París. Se llama Raúl Natalio Damonte y es un argentino de 27 años. Más todavía: es nieto de Natalio Botana, un periodista excepcional que en la década del treinta dirigió Crítica y se convirtió en ejemplo del periodismo informativo de Buenos Aires. La infancia de Copi se dividió entre Montevideo y Buenos Aires; nada hacia prever entonces lo que pasaría unos años después. Porque como él mismo reconoce, era un pésimo estudiante y entre interrupciones y abandonos terminó el bachillerato a los 22 años. Claro que a esa edad ya había tenido tiempo de ejercitarse en su primera vocación: el teatro. La obra se llamaba Un ángel para la señora Lisa y en ella, curiosamente, el personaje principal permanecía sentado todo el tiempo.

A París llegó en el 62 y como él cuenta en este reportaje para Mundo Nuevo, los comienzos no fueron nada fáciles. Pero cuatro años después, Copi se ha convertido en el niño mimado de la ciudad. En diciembre inauguró una exposición de colages (que se vendieron antes de su inauguración), salió un libro con una antología de sus dibujos Les poulets n'ont pas de chaises y recibió el premio Humor Negro del 66.

Estos éxitos no parecen conmoverlo demasiado. Por lo menos, su timidez es la misma de siempre: una mezcla de retraimiento y audacia. A sus actividades gráficas Copi agregó recientemente una nueva: en la teatralización de sus sketches (teatro Bilboquet) se convirtió en actor, desnudo dentro de una bañadera, personificó a su célebre pollo. Son excentricidades no muy habituales: generalmente prefiere encerrarse en su estudio de la rué Jacob y dibujar sus cuentos con una delgadísima lapicera. Mientras lo hace, escucha incansablemente el mismo disco: el tango Se dice de mí, cantado por Tita Merello.

Los cómo y los por qué de su humor, Copi los explica en este reportaje grabado.

Entrevista de Silvia Rudni

Yo y mis dibujos

SR: Me gustaría saber cómo y por qué llegaste a París.

COPI: No estoy muy seguro; cómo sí sé porque tomé un barco y llegué a Francia hace cuatro años, pero no sé por qué. Inventé el pretexto de venir a ver teatro (había escrito algunas obras), pero una vez aquí, claro, no fui nunca a ningún estreno ni tampoco volví a escribir.

SR: Y, ¿qué pasó desde el día en que te embarcaste hasta que empezaron a salir los dibujos semanales en el Nouvel Observateur?

COPI: Cuando llegué a París mi padre me mandaba plata, poca plata, como para vivir burguesamente un año. Durante ese tiempo no hacía nada, vivía en un hotel. Después la plata se acabó y me quedé sin medios de vida. Le pedí prestado a toda la gente que conocía; entonces me di cuenta que lo único que sabía hacer para ganarme la vida era dibujar. Y comencé a vender dibujos en el Pont des Arts durante un verano, el verano del 63. Una vez le vendí en la terraza del Deux Magots unos dibujos a la mujer de Jean Claude Fournet, que dirigía en ese momento la revista Twenty. Me pidió otros y empecé a publicar durante unos seis meses, más o menos. La revista desapareció y en ese momento apareció el Nouvel Observateur. Habían visto mis dibujos, me los pidieron y eso es todo.

SR: ¿Qué relación hay entre esos primeros dibujos y los actuales?

COPI: Los dibujos de los primeros tiempos, esos que vendía por la calle, no eran bandes dessinées: no eran varios dibujos. Yo hacía un collage de materia plástica muy luminosa; el chiste consistía en parte en el color. Ahora después de dos años volví a esta modalidad y haré una exposición de coilages en diciembre.   

SR: Vos empezaste escribiendo teatro y ahora dibujás... ¿te parece que cuando uno tiene algo que decir, no importa tanto el medio de expresión?

COPI: Creo que importa, que solamente hay un modo. Lo que uno dice depende enormemente del cómo, lo que uno dice es también la manera de decirlo.

SR: De acuerdo. Pero no se nace para escribir teatro o para hacer dibujos o para pintar; se tiene algo que decir y después por las circunstancias, o porque eso le acomoda mejor a uno, se termina haciéndolo de un modo determinado, quizá muy distinto del que se pensaba. Por ejemplo, vos querías escribir teatro y ahora estás dibujando.

COPI: No sé. Si ahora yo escribiera teatro lo haría de una manera completamente distinta. Nunca escribí ni dibujé con un mensaje; lo que tengo que decir es lo que descubro que tengo que decir al hacerlo. En mi caso, lo que digo está en la forma de expresión. Es la relación de los dibujos entre sí, entre una leyenda y una mirada. En el teatro sería muy diferente, aunque quizá no tanto.

SR: Tus dibujos son bastante universales, nadie adivina tu nacionalidad mirándolos. SI hubieras empezado a dibujar en la Argentina, ¿harías el mismo tipo de cosas?

COPI: No sé, no sé.

SR: Pero, ¿París te cambió mucho?

COPI: No, no creo. Creo que me maduró, pero sigo siendo el mismo.

SR: ¿Es ésta una ciudad difícil para el extranjero, para el latinoamericano?

COPI: ¿Desde qué punto de vista?

SR: Bueno, digamos para el intelectual o para el creador.

COPI: Debe ser bastante difícil, sí. Por lo pronto debe ser difícil vender lo que uno hace, o darse a conocer. Pero es posible, creo que es posible triunfar para ganar plata vendiendo cuadros o llegar al público con lo que uno hace.

SR: ¿Cuál es tu teoría sobre tus propios dibujos?

COPI: Nunca lo pensé, ias cosas me salen así.

SR: Pero, seguramente, ¿te interesará saber qué pasó antes con el humor, cuál es su evolución o su historia?

COPI: No, no, nunca miro dibujos. A muchos humoristas no los conozco bien. Cada semana leo a Sempé y a Siné porque me hacen reír mucho. Pero no estoy al tanto de lo que se hace, ni trato de asimilar una técnica ni de estar en una corriente o en otra. Yo me siento a dibujar delante de una página en blanco y me divierto sin pensar en lo que hice, ni en lo que vi y sale lo que sale.

SR: Y ¿tus propios dibujos te hacen reir?

COPI: Sí, mucho.

SR: ¿Tu reacción personal ante lo que hacés es la medida para saber si la cosa marcha?

COPI: Sí, es la única medida. Además creo que es la única medida que puede tener nadie ante su trabajo. No se puede hacer una cosa para que le guste a otro sin que le guste a uno. Y si no me gustan a mí, no sé por qué razón mis dibujos les van a gustar a los otros.

SR: ¿Te preocupa lo que piensa la gente de tus dibujos?

COPI: Sí, me preocupa...

SR: ¿Te influye ia opinión de los demás? Es decir, cuando te comentan si el dibujo de esta semana es bueno o es malo, ¿eso lo modifica en algo a tu juicio?

COPI: No, no lo modifica, en absoluto. Me olvido instantáneamente. Una vez que lo he terminado, lo llevo a la revista y lo dejo y me olvido del dibujo. Tengo que hacer un esfuerzo para saber cuál será el dibujo que sale esta semana. Y el dibujo siguiente es una reconstrucción total de ese mundo partiendo de cero. Cuando dibujo se me borra todo lo demás. Me pasó, al principio, que dos o tres dibujos tuvieron un éxito desmedido y me di cuenta después que inconscientemente trataba de imitarlos. Eso es malísimo. No hay que imitar a nadie, ni siquiera a uno mismo. Yo hago cada vez lo que tengo que hacer, como si fuera la primera vez.

SR: ¿Te inquieta el éxito?

COPI: Tengo un lado un poco superficial al cual le preocupa el éxito.

SR: ¿Te preocupa hasta el punto de querer imitar ese lado tuyo, llamémosle, más exitoso?

COPI: No, creo que era el lado sorprendido del éxito. Por más que uno espere un gran éxito durante ochenta años, el día que el éxito llega uno se desconcierta un poco, está contento y quiere guardarlo. O sea: la mejor manera de perderlo definitivamente. Después me acostumbré al éxito y no pensé más en él. Sin embargo, volvería a inquietarme seriamente si lo perdiera, muy seriamente.

SR: Pero vos sos muy tímido, siempre me pareció que cuando la gente dice: «Ah, muy bueno su dibujo de esta semana», vos te ponés molesto, incómodo.

COPI: Sí, me siento un poco incómodo, sobre todo cuando no conozco a alguien y ese alguien me conoce a través de mis dibujos. A veces es como un examen: la gente que conoce las tiras está esperando verme como el personaje que inventó esos dibujos, entonces hay una dificultad de establecer una relación simple con alguien que cree conocerte íntimamente y a quien vos no conocés en absoluto. Hay un décalage, hay un reajuste a hacer, más complicado que cuando uno conoce a alguien y le parece simpático por la cara o por lo que dice. La relación es más difícil.

SR: ¿Suponés que la gente espera encontrar un ser brillante, graciosísimo y tenés miedo de no responder a esas expectativas?

COPI: No, no es que tenga miedo. Yo y mis dibujos somos dos cosas distintas, quiero decir si a un tipo le gusta lo que hago le seguirá gustando aunque me encuentre a mí un imbécil rematado. Lo que me preocupa es que cuando conozco a alguien hay un período que va de un minuto hasta cien años en que mi interlocutor se está preguntando quién soy, cómo soy, por qué dibujo y las relaciones entre lo que digo y lo que hago en la vida corriente, en la Coupole a la una de la mañana, y el chiste que salió ese día en el semanario. Entonces es incómodo; no, no es incómodo pero es algo difícil...

SR: Claro, no es la relación de una persona con vos sino que es la relación entre una persona y Copi, autor de cierta clase de chistes visuales, de gags. No es una relación del todo personal.

COPI: Sí, es eso, hay un falseamiento de la relación a priori que trato de evitar.

La loca geografía

SR: ¿Volverías ahora a la Argentina?

COPI: Siempre tengo ganas de volver a ver a mis hermanos y a mi madre, pero en estos momentos no quiero vivir en la Argentina. Ni tengo ganas de hacer nada en mi país. Supongo que si viviera en la Argentina no dibujaría y, supongo, también, que alguna vez querré trabajar allí.

SR: ¿Por qué?

COPI: Porque yo estoy muy condicionado por un cierto ambiente; dibujo porque hay alguien en el Observateur que espera mis dibujos. Por otra parte, mis dibujos en la Argentina, en este momento, no tendrían el mismo sentido. Serían completamente distintos porque el público también es otro.

SR: ¿Son demasiado sofisticados, intelectuales para la Argentina?

COPI: No, no, no lo creo. No son sofisticados pero hay una crítica —no demasiado evidente pero importante— a un cierto tipo de relación que se puede establecer entre una señora sentada y un pollo que creo que en este momento en mi país no se da así; allí, las relaciones se entablan de otra manera. No sé explicarlo bien, hay una tensión y una angustia económica, social, que cambia las relaciones entre la gente. El diálogo de la señora con el pollo podría ser Francia, los Estados Unidos y los países más o menos estabilizados que saben que dentro de un mes van a estar sentados en el mismo lugar y que el kilo de tomates costará igual que hace quince días.

SR: Si bien en tus dibujos siempre hay una crítica, en cambio, no hay una intención política. ¿Por qué?

COPI: No tienen una intención política circunstancial, pero pienso que hay una dimensión política que se da en ese diálogo eterno entre una mujer sentada y un animal parado. Creo que lo que perfila al personaje de la mujer es el hecho de tener una silla y de estar sentada en un lugar fijo. El problema de ella es que no conoce el límite del espacio donde está y lo único que la ata al mundo es esa silla. Según la escala social, la silla podría ser una casita en el campo, podría ser un trono, una joya de chez Cartier o el poder. Sí, ese elemento tan simple, la integra al mundo, la asegura. Los animales no tienen silla, nunca van a tenerla y de ahí proviene su posición de inferioridad. Al pollo le gustaría tenerla pero a la mujer no le pasa por la cabeza, jamás, hacer sentar en su silla al pollo, o comprarle una.

SR: Sin embargo, la mujer tiene relaciones afectivas con los animales.

COPI: Sí, tiene relaciones amorosas y sexuales, pero siempre con la barrera de la silla.

SR: Yo diría que es una situación un poco incómoda. Y vos, ¿de parte de cuál de los personajes te ponés? Porque los lectores, unánimemente, están con el pollo, se sienten identificados con él.

[Fig 1j.

[Fig 2j.

COPI: Depende de los días. La mujer no es ridícula como parece. Es bastante fina, sutil, tiene sus chispazos de inteligencia, de ternura, de maternalismo con los animales. A mí me emociona bastante. Y, por otro lado, si el pollo tuviera silla y la mujer no, el pollo sería verdaderamente más cruel, se convertiría en un déspota. Una vez hice un dibujo en el que el pollo se quedaba con la silla [Fig 1j.

SR: La mujer tiene momentos de inteligencia o de ternura, pero son los momentos de ternura o de inteligencia que puede tener una señora gorda, ¿no? Esas tías que uno no soporta tienen, de vez en cuando, momentos rescatables.

COPI: Sí, no se puede decir que sea muy brillante, pero no creo que los animales lo sean demasiado. La gente quiere al pollo porque es un animal, porque no tiene silla y está indefenso. Aunque nadie lo quiere tanto como para desearle una silla. En el fondo, todos intuimos que el pollo con silla sería igual a la mujer.

SR: Es el caso de los partidos de oposición, ¿no?

COPI: Podría interpretarse así.

SR: Ahora me acuerdo que una sola vez el pollo y la mujer se aliaron, contra un tercero, y ese enemigo común era un cura. ¿Es la vieja lucha de la Iglesia contra el Estado?

COPI: Sí, pero al mismo tiempo, bueno, es una oposición un poco tonta la que tomaron los personajes. Cuando lo hice pensé que era un chiste anticlerical pero ahora no estoy tan seguro. La posición de ellos, diciendo «cada uno tiene su propia ética», es tan chata como el planteo que les hace el cura [Fig. 2j.Crónicas informales

SR: ¿Tus dibujos tienen algo que ver con lo que se llama —infortunadamente— teatro del absurdo?

COPI: No, evidentemente, en Ionesco hay algo... pero no, no creo.

SR: Los sketches teatrales que hiciste últimamente tienen algo de absurdo...

COPI: Puede ser, no soy consciente de las influencias que tengo. No conozco la definición del teatro del absurdo; supongo que será Ionesco. Puede ser que tenga cierta influencia de Ionesco. Sí, pero Ionesco no me gusta mucho.

SR: ¿Sigue siendo tu primer amor el teatro?

COPI: No, no de la misma manera. En Buenos Aires me pasaba la vida en el teatro, o leyendo teatro y sentía esa especie de magia que se desprende de todo lo teatral. Ahora no la siento más, el teatro me aburre un poco.

SR: ¿Los dibujos están primero, no?

COPI: Estoy muy contento y muy apasionado por el dibujo semanal que hago desde hace dos años y no lo dejaría para escribir teatro. Quizá llegue el momento en que me aburra y vuelva a escribir o haga otra cosa. De todos modos, estos últimos tiempos tengo una necesidad de salirme constantemente, no me alcanza con la tira semanal, necesito hacer teatro, preparar la exposición, dedicarme a cualquier actividad complementaria.

SR: Tu teatro es un poco la escenificación de los dibujos. ¿Me equivoco?

COPI: Yo no me doy cuenta; para mí son cosas separadas. Pero un dibujo también está separado de otro, no sé si entendés...

SR: Sí, pero, sin embargo, semana a semana hay una relación. Hay un tema que se repite. Por ejemplo, hubo una época en que el pollo fue reemplazado por un señor llamado Alberto y ahí asestaste algunos dardos contra el matriarcado [Fig 3j.

[Fig 3j.

[Fig 4j.

COPI: ¿Ah, sí? No me había dado cuenta.

SR: No puedo creerte que todo sea tan espontáneo...

COPI: No, y sí, te voy a contar los últimos dibujos que hice. El dibujo de la semana que viene es muy simple, sólo tiene dos líneas. Primero empecé a dibujar, la mujer había levantado el pie y se lo miraba. Y a mí eso me hizo mucha gracia. Le estuve dando vueltas a la idea durante tres o cuatro días y siempre me hacía gracia pero no sabía por qué. Finalmente lo encontré: me divertía que ella mirara su propio pie. Con ese esquema salió lo siguiente: ella se está mirando el pie y liega el pollo o el pato (nunca sé bien qué es) y le pregunta qué está haciendo. Ella se concentra primero en lo que el pollo le pregunta y le contesta: «Me estoy mirando el pie», y después dice: «para distraerme». Entonces vuelve a mirarse el pie, muy hipnotizada, muy contenta, y el pollo también le mira el pie un rato y le dice: «Yo no encuentro que sea tan distraído», y ella dice: «Ah, porque el pie no es suyo.» Lo gracioso del asunto es que cuando hice el dibujo me había comprado un par de zapatos que tengo puestos ahora, de un color bastante extraño... Son un poco colorados, ¿no?, y fui ai Observateur; se lo mostré a Jean-Daniel, el director, y le gustó. En seguida me miró y dijo: «Pero qué lindos zapatos tiene usted». En ese momento nos dimos cuenta los dos que había una relación. No sé hasta qué punto me compré los zapatos porque hice ese dibujo o si ya lo había pensado antes y entonces el chiste fue una especie de autocrítica hacia mí mismo, pensando que no hay cosa más tonta que tener un par de zapatos más lindos o más feos. De ahí salió lo otro: no hay cosa más horriblemente siniestra que a uno le pueda divertir y distraer, que uno pueda concentrarse mirando su propio pie y que no pueda hacerlo mirando ei pie de otra persona [Fig. 4j.

SR: Sí, sin duda esa mujer es muy egocéntrica. Y además terriblemente egoísta porque se divierte con su propio pie.

COPI: Pero el pollo no lo es menos. El, de ninguna manera se divertirla mirando el pie de la mujer.

SR: ¿Por qué lo odiás al pollo, pobrecito?

COPI: Es que todo el mundo tiende a identificarse con el pollo y no con la mujer. Y bueno, yo siento mucha ternura por ese personaje pasivo, sensato, al que todo el mundo critica.

El público que más me gusta

SR: Hablábamos de la espontaneidad...

COPI: Sí, te sigo contando. Ese dibujo sobre el pie, yo creo, sólo pudo salir así, sin pensar: «tengo que hacer un dibujo gracioso». Esa semana cuando llevé el dibujo al Observateur vi la tapa del número siguiente: era sobre la pilule y no fue sólo eso: todos los diarios hablan de lo mismo. Volví a mi casa y sin darme cuenta me puse a hacer un gag sobre los anticonceptivos.

SR: ¿Alguna vez te censuraron tus dibujos?

COPI: No, nunca. Muchas veces yo entrego los dibujos (siempre se los muestro a Serge Lafauris) y si no les gusta un dibujo o una frase me lo dicen. Por supuesto, por principio, me opongo, digo que tengo razón y me voy. Después llamo por teléfono y si estaba equivocado modifico la historia. Eñ general, siempre es mejor la primera línea, donde hago el planteo. Después, en el último dibujo, por un deseo estúpido de redondear la situación, ocurre que destruyo el clima. Que lo vea otra persona me hace mucho bien porque después de darle vueltas a una idea veinte veces se pierde el sentido de la autocrítica.

SR: ¿No crees que la función del humor ha cambiado? Ahora las críticas más feroces se hacen a través de los humoristas, se han convertido en los portavoces, en los señaladores de los defectos de la sociedad.

COPI: El humor se ha convertido en un medio de expresión serio. Hay cosas que se dicen mejor en un chiste gráfico, que en un cuento o en un artículo. Pero hay muchas limitaciones. Por lo pronto, un dibujo tiene que hacer reír a alguien.

SR: Quand mêmel

COPI: Entonces se puede hacer reir por algo dramático. Pero, a la vez, tiene que ser sumamente simple. Se le puede pedir al público que mire un chiste diez veces para encontrarle otros significados: siempre que, al mismo tiempo, ese lector se haya podido reir a la primera mirada.

SR: Copi, ¿no pensás que hay un nuevo tipo de humor, vos incluido, que se ha convertido en un género para intelectuales?

COPI: El público que más me gusta, el que me hace sentir más seguro, es el de los lectores infantiles. Cuando alguien me dice: «A mis chicos les gustan sus dibujos», eso me encanta. Incluso conozco gente desconcertada porque no entienden lo que hago, en cambio sí sus hijos. No creo ser intelectual en absoluto. En todo caso soy intelectual muy simplemente.

SR: Antes de convertirte en un humorista, ¿considerabas al género como una cosa seria?

COPI: No tenía ideas hechas sobre el humor. Ahora tengo ciertas convicciones y un poco de experiencia.

SR: ¿Quiénes influyeron sobre vos?

COPI: ¿Dibujantes? Solamente Steinberg, como le pasa a todo el mundo. Y después encuentro un parentesco entre lo que hago y los libros de Lewis Carroll. Cuando era chico leía muchísimo Alicia en el país de las maravillas.

SR: ¿Y quiénes te gustan?

COPI: En Francia, Sempé, Siné y Chaval. Entre los argentinos, Landrú siempre me parece excelente, y también Oski. Todos hacen reír pero todos dicen cosas serias.

 

Entrevista de Silvia Rudni

 

Publicado, originalmente, en: "Mundo Nuevo" Nº 9 marzo 1967

Link del texto: https://anaforas.fic.edu.uy/jspui/handle/123456789/3897

Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)

 

Editado por el editor de Letras Uruguay

Email: echinope@gmail.com

Twitter: https://twitter.com/echinope

facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce

Linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-echinope-arce-1a628a35/ 

 

Métodos para apoyar la labor cultural de Letras-Uruguay

 

Ir a índice de periodismo

Ir a índice de Silvia Rudni

Ir a página inicio

Ir a índice de autores