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¿Escritor o relatador de historias? Entrevista a Juan Carlos Alarcón 
por Clementina Rossini

Juan Carlos Alarcón, poeta, escritor y dramaturgo argentino, nació en Córdoba en el año 1948. Desde muy joven se dedicó a la literatura, al periodismo y a la militancia peronista. Perseguido durante los gobiernos de facto, fue obligado a abandonar el país y a radicarse en Francia desde donde continuó su vocación literaria escribiendo y publicando libros de novelas, cuentos, poesías, obras de teatro. Conozco a Juan Carlos Alarcón desde hace muchos años, pero he leído solo una parte de su prolífica producción porque es un escritor que está produciendo constantemente. Entre lo más destacado se puede citar: las novelas “El ladrón de campanas” y “Los pájaros vuelan en libertad” y los libros de poemas “Ambición de Existir” y “País Chucaro”

 

Sabido es que los lectores sentimos gran curiosidad por los escritores cuyas obras elegimos y aunque ellas según se dice “deben hablar por sí mismas”, en la literatura de Juan Carlos se mezclan la ficción con la realidad y no  se pueden desentrañar los alcances de cada una.

 

Es un escritor polifacético, como si muchos seres coexistieran en él y se manifestaran en sus textos. Con su estilo coloquial, da la impresión de que el autor hablara con el lector en un bar frente a un pocillo de café o en una cocina, tomando mates alrededor de la mesa.

¿La literatura es para vos una profesión o una forma de liberar ideas y pensamientos?

No creo que sea contradictoria una cosa con las otras. Para mí ser escritor es la profesión donde se puede liberar ideas y pensamientos, es como el médico que liberando sus ideas puede descubrir alguna enfermedad o remedio. Es una profesión porque, bien o mal, yo vivo de la escritura y trabajo 8 horas por día en eso. Lo único que me preocupa es la rutina ya que uno pesca siempre en la misma fuente que tenemos en las tripas, así es que cuando siento que mi trabajo se vuelve rutinario trato de ponerme en peligro, salir del conformismo y tentar nuevas experiencias, cosas que me hagan nuevas cosquillas en el estomago.

 

¿Qué te mueve a elegir los temas

No estoy seguro que yo elija los temas, son estos que me caen a la cabeza y aparecen muchas veces donde menos lo espero, sólo me digo: yo podría contarlo en esta otra forma, y allí viene un trabajo de hormiga, un poco como el minero que rasca la pared de su yacimiento hasta encontrar una veta, y  cuando la encuentra sacude allí.

 

¿Tienes alguna manera especial al escribir, determinados tiempos, silencio total, escuchar música por ejemplo?

La música cumple una gran función en mi tiempo de escritura. Siempre estoy escuchando música y lo hago en función también de mi estado anímico del momento. Pero a la madrugada cuando me siento a escribir frente a la computadora nunca se cual camino tomaré si será el del teatro, la novela o la poesía. Entonces pongo música y allí comienza mi aventura interior, porque escribir para mí es siempre un viaje a alguna parte.

¿En cuál género  de todos en los que has incursionado te sientes más cómodo?

En las historias cortas, en el cuento. Es allí donde me siento más libre por la brevedad de la anécdota que deseo contar.

 

¿Con qué personaje de tus novelas te sentís más identificado?

Con todos y con ninguno. En las novelas son personajes de ficción, pero al mismo tiempo en muchos casos vamos incorporándoles cosas de nuestras propias vivencias, de eso no nos podemos escapar.

 

De tus cuentos ¿cuál te gusta más?

Hay cuentos que me han dado mucha satisfacción, sobre todo por la reacción de los lectores ya que como ser humano también me veo en la mirada de los otros. Pero no puedo decir que haya uno que me guste más que otro. En realidad me gusta más el texto que todavía no escribí y que empieza a bullir en mis tripas. Escribir es un combate entre la palabra y la idea que se quiere mostrar. Borges explicaba claramente el estado de la creación. Pero yo digo que el acto de escribir es como hacer el amor, ¿es qué podría decir con cual mujer me gustó más hacer el amor? Con cada una fue diferente. Escribir es igual, cuando estoy escribiendo es una sensación que siente mi cuerpo donde experimento la excitación, la alegría o la angustia y que cuando he terminado siento una especie de paz con el universo, una especie de comunión entre mi cuerpo y mi alma aun cuando no salga como yo me lo haya propuesto antes de atacar ese texto.

De tus poemas ¿cuál deja traslucir el amor más intenso que hayas sentido por una mujer?

En todos, porque los poemas nacen de sensaciones anímicas y corporales que cada mujer puede transmitirme, pero no sólo son las mujeres que me sacuden el espíritu y me llevan a construir un poema, también puede ser cualquier cosa de la vida cotidiana, excepcional o no. El poema “Santa Rosa” no tiene nada que ver con una mujer y todos los poemas que escribí sobre el exilio tampoco nacieron desde una mujer.

 

¿Qué es lo que te atrae de escribir obras de teatro?

Depende eso también del estado anímico del momento, el teatro es una escritura móvil para mí por la propia estructura de diálogos con que se construye.

 

¿“La Jaula” por ejemplo estuvo mucho tiempo en cartelera de un teatro de París, ¿qué sentiste al saber que había sido vista por millares de espectadores?. ¿Te llegó algún comentario o crítica al respecto?

Esa fue una pieza particular y llena de sorpresas para mí mismo. En realidad no lo iba a dirigir yo, pero hubo un problema  en el grupo y desde el teatro me llamaron  para que la terminara de montar. En ese momento yo estaba intrigado más con una estética teatral que con un texto y los mismos actores debían ser objetos estéticos. Entonces, el primer día, les dije a la gente del grupo que se olvidaran de todo lo que habían hecho y les pregunté qué era lo que no pondrían en una pieza así. Fue una lista grande que salio, y luego les respondí, bueno todo eso es lo que yo quiero en esta pieza y Michel Berlemont que era escenógrafo de opera construyó efectos especiales, y aprovechamos escénicamente todo el teatro, los muros, las columnas, las puertas. Era un espectáculo donde había cine, diapositivas, música y teatro tradicional pescado en lo burlesco. Cuando el público entraba ya sentía olor a incienso que nosotros quemábamos y se encontraba con gente bailando tangos para ubicar el lugar y la historia de la obra. Durante el espectáculo nos exigieron tener adentro de la sala dos bomberos y una enfermera debido a los efectos especiales. En un momento de la pieza se producía una explosión, como de una bomba, que habíamos reproducido en sonido al estado real y luego llegaba la sensación de incendio en los costados de la sala. Algunos espectadores entraban en pánico y salían corriendo, atropellándose entre ellos. En un principio esa pieza había sido programada para pocas funciones pero el teatro decidió luego extenderlo a tres meses y en realidad se mantuvo 8 meses con 6 funciones semanales, y los fines de semana dos funciones en el mismo día. Pero eso tuvo que ver con un operador de turismo que lo incorporó en su agenda y llegaban los ómnibus llenos de turistas atraídos por la curiosidad del espectáculo. Por ejemplo, en una parte una jauría de perros atacaba una chica y nosotros habíamos instalado debajo de varias butacas parlantes que reproducían de golpe los perros enrabiados y cuando eso se producía la gente pegaba un salto en las butacas.

 

Como para el teatro fue buen negocio iban suspendiendo todas las otras programaciones que debían presentarse después de nosotros y yo decidí no renovar más la obra y darla por terminada a los 8 meses.

 

Nunca le presté mucha atención a lo que dijeran pero supongo que serian cosas simpáticas porque la representábamos durante toda la semana, salvo los lunes que era nuestro día de descanso obligatorio, y concurría mucho público que algunas veces debía volverse porque estaba completo. Claro que tampoco era una sala catedrática y solo tenia capacidad para 200 personas y algunas otras que agregaba el teatro de contrabando.

 

¿Hay diferentes formas de hacer teatro en Francia que en América latina?

En el trabajo de la puesta en escena no hay diferencia, si lo hay en la mentalidad de los actores que cuando asumen una responsabilidad la practican y nunca abandonan un espectáculo que se esta construyendo por mas que no le guste la cara de un compañero o la del director. Otra diferencia es la organización del espectáculo teatral. En América Latina, en general, comienzan a ensayar una pieza sin saber muchas veces que pasara comercialmente en el futuro, en tanto que aquí lo primero que se ve es dónde y cuántas veces se representara la obra, los días de ensayo y de representación al publico, y una vez que eso está más o menos bien armado se convoca a los actores y los técnicos para comenzar a ensayar. De esta manera se les permite administrar mejor su agendas.

 

¿Qué es lo que te atrae mas escribir teatro o representarlo?

No puedo decir que me guste dirigir, nunca me sentí director de teatro. Cada vez que lo hice fue porque me lo impusieron o me hicieron morder el anzuelo. Recuerdo que un año antes de 1989 donde se festejaría con pompas el bicentenario de la revolución francesa, el director de organización que se ocupaba del sector teatral sabiendo que yo no quería más dirigir teatro me invitaba a comer una vez por semana para “pedirme consejos” sobre el teatro callejero y militante, y un día me encontré con que yo también ya había firmado con ellos un contrato para montar la pieza “Y ya 200 años?... Oh mierda!” sobre un camión teatral que se desplazaba por todos lados. Así es que durante todo el año del bicentenario anduvimos circulando con ese camión especialmente acondicionado. Yo prefiero escribir que romperme la cabeza con el montaje de una pieza.

Clementina Rossini

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