Entre la verdad histórica y la recreación literaria.
Sobre un traficante negrero: persona y personaje

por Cira Romero Rodríguez

Más conocido como el Mongo de Gallinas, nombre del principal enclave donde se practicaba el comercio de negros durante la primera mitad del siglo XIX, hoy parte del territorio de Liberia, nunca pensó el malagueño Pedro Blanco Fernández de Trava, nacido en 1795 en el barrio del Perchel, y fallecido en Génova o en Barcelona en 1852 o en 1854, respectivamente, que su nombre iba a inscribirse entre los más célebres de aquellos años, y de nuestros días, debido a su activa participación en la trata negrera; y mucho menos que llegara a ocupar amplios espacios en Wikipedia, donde los interesados pueden obtener mucha información acerca de su vida y su comportamiento. Se hubiera sentido orgulloso al saberse atendido, pues novelistas e historiadores le han dedicado libros donde recrean, con detalles ficcionales, su oscura personalidad y actuación, así como el transcurrir de su vida en bien documentadas obras de valor historiográfico. Centenares de artículos pueden hoy leerse donde este personaje real cobra cuerpo, bien como centro o como ejemplo, entre tantos de los de su ralea. La mayoría de los estudiosos han coincido en afirmar que no fue uno más, sino el más importante traficante de esclavos de África occidental de todos los tiempos, que de polizón en un barco y sobreviviente de numerosos avatares, llegó a amasar una inmensa fortuna gracias al comercio atlántico de hombres libres colocados en situación esclava. Su actuación es epítome de una vida atravesada por las más horrorosas circunstancias, de la que fue ente protagónico o telón de fondo animado con crueles imágenes.

Me detendré en dos novelistas, uno cubano de origen español, Lino Novás Calvo, y el otro español, Carlos Bardem, y una historiadora también cubana, María del Carmen Barcia, para un acercamiento plural a este hombre, odiado y respetado en su momento, y hoy, reitero, centro de atención de muchos, bien en plan de exponer sus pavorosas hazañas o hasta para contemplarlo con cierta admiración.

Inaugura lo que considero una saga dedicada a esta persona-personaje el narrador cubano, de origen gallego, Lino Novás Calvo (1903-1980), llegado a La Habana como un emigrante más, y, como la mayoría, con escasos conocimientos de letras y de números. Las letras, no los dígitos, las perfeccionó gracias a su natural inteligencia, a sus lecturas desordenadas, pero fructíferas, y a haber tenido la suerte, por circunstancia casual, de entrar en amistad intelectual, mientras se desempeñaba como taxista, con los editores de la Revista de Avance (1927-1930), principal órgano de la vanguardia artística cubana del momento: Francisco Ichaso, Juan Marinello, Jorge Mañach y Félix Lizaso. Fue en esa revista donde publicó sus primeros intentos literarios como poeta y con algunos artículos, y luego extendió su labor a otras publicaciones periódicas, como el suplemento literario del Diario de la Marina y la Revista de La Habana, entre varias.

De vuelta a España en 1931, en función de periodista como corresponsal del semanario gráfico Orbe, subsidiario del Diario de la Marina, con el propósito de reflejar la vida de la capital española en sus más variadas aristas, desde entrevistar a figuras intelectuales, políticas y culturales, hasta pulsar la vida de los humildes, como los traperos que recorrían las calles en busca del sustento, a los que denominó el lumpen proletariado. Pero la remuneración era escasa y se vio obligado a colaborar para otros periódicos y revistas de Madrid como La Voz, Mundo Gráfico, Diario de Madrid y Revista de Occidente y a traducir del inglés al español —sin que hasta hoy se sepa exactamente cómo y dónde aprendió la lengua de Shakespeare— obras del más diverso carácter para diferentes casas editoriales: algunas novelas de William Faulkner, el Manifiesto del Partido Comunista elaborado por Carlos Marx y Federico Engels, libros sobre el origen del mundo, una historia de la filosofía y hasta libros escritos en cockney australiano, especie de jerga hablada en esa isla-continente.

Hombre inquieto, necesitado de recursos que le permitieran una subsistencia de mayor holgura en aquel Madrid republicano, Novás aceptó una propuesta de Antonio Marichalar, historiador y crítico español, de escribir una novela sobre la piratería. Comenzó entonces, desde la biblioteca del Ateneo de Madrid, y con la ayuda de su amigo, el investigador, ensayista y poeta cubano José María Chacón y Calvo una búsqueda insaciable y desesperada de datos acerca de Pedro Blanco Fernández de Trava, que reunía las características deseadas, según sus primeras indagaciones.

Así lo refleja en las cartas remitidas a su amigo José Antonio Fernández de Castro: «Estoy rebuscando en los rincones documentos para hacer una novela sobre la trata de negros. Veremos qué sale. El héroe será Pedro Blanco Fernández de Trava. ¿Puedes decirme algo de él? Vivió en La Habana. Estuvo en Gallinas, costa de África, por 1825» (Carta del 8 de mayo, 1932). El 10 de junio de ese mismo año le comenta a igual interlocutor radicado en La Habana:

Lo de la trata. Conozco y tengo los libros que me indicas. No me bastan. Aunque esta sería una novela con mucha imaginación, es preciso tener datos para saber hasta dónde se puede imaginar historiando —impunemente. El libro que más me interesa (Johnston. The Negro in the Word New) está agotado. Sin él no podré hacer la novela. En estos tiempos leí una docena de libros más o menos en torno al tema, pero no me sirven de mucho. Mi amigo d. Carlos Pereyra me dice que no necesito más nada, que es lícito inventar sobre un personaje que no ha dejado más que dos o tres resquicios por los cuales se ven trazos de un genio pirático […] Lo que me propongo no es hacer historia propiamente, ni menos de tierra —sino novela da mar, que valga por intensa antes que por extensa. Unas cuantas escenas de la trata con Blanco por centro; algo de antología con unidad sin salirme del personaje ni del tema concreto: la trata, el cómo se hacía (Carta del 10 de junio, 1932).

En otra misiva, presumiblemente de finales de ese año, le comenta: «He hecho, por encargo, la biografía del negrero. Por encargo, de modo que ha resultado una pobre croniquilla».

Publicada por la colección «Vidas extraordinarias» de la Editorial Espasa-Calpe, en 1933, con el título de El negrero: vida novelada de Pedro Blanco Fernández de Trava, luego sintetizado en ediciones posteriores —Pedro Blanco el negrero—, si bien no pasó del todo inadvertida por los círculos intelectuales de Madrid — fundamentalmente en las animadas tertulias literarias en bares y restaurantes, como la célebre de Pombo— tendrían que pasar muchos años para que la obra ganara en reconocimiento, al que contribuyó Alejo Carpentier al catalogarla de «extraordinaria historia de aventuras fantásticas». Valga recordar que, en Cuba, vino a tener su primera edición en 1990, al igual que los otros dos libros que la acompañan —La luna nona y otros cuentos (1942) y Cayo Canas. Cuentos cubanos (1946), reunidos en el volumen Obra narrativa, publicado por la Editorial Letras Cubanas, con un prólogo que no merecía, debido a Jesús Díaz, sobre todo cuando cometa la novela. En 1997 la obra tuvo una edición independiente, por igual editorial, con un excelente estudio inicial de la autoría de Alberto Garrandés.

Calificada de novela «extraña», tal calificativo alcanza todavía aceptación entre los críticos, de modo que continúa siendo una especie de rara avis en la literatura cubana. Utilizando técnicas de montajes narrativos intercambiables con las del cine —fue un permanente entusiasta del séptimo arte y abogó por la creación, en Cuba, de una verdadera cinematografía nacional—, propició con su novela la aparición de situaciones que, sin ser inverosímiles, provocan atmósferas de angustiosa realidad. Al concebir la suya «novelada», desmarcada de las tradicionales, al concentrarse en un personaje opuesto a una figura distinguida, norma casi siempre seguida por la mayoría, Novás, si bien se documenta, indaga e investiga, se siente libre para organizar su propuesta, de modo que acude tanto a la imaginación como al dato preciso, escribe libremente, recrea la vida de Pedro Blanco y de otros personajes, el entorno, y evade la retórica para ofrecer lo esencial, pero también lo «adorna», sin caer en incongruencias históricas. Una definición suya del concepto que tenía de la biografía, emitida en 1930, al juzgar una de Ángel Flores, dedicada a Lope de Vega, ilustra sus criterios:

Lo mejor en toda biografía, como en todo género de literatura, es aquello que el autor añade o quita al personaje. Es decir lo que crea. El biógrafo hace la obra que no pudo hacer el biografiado, que el biografiado ha vivido en él. Buscar un retrato fiel vale tanto como ver en la estatua la cantera de que procede en vez de la vida especial que el artista infundió a la piedra. El escritor pinta siempre de memoria y al través de tantos lentes que la luz misma entra como parte de la mezcla. Y los datos más finos pasan a darse a una modelación nueva. Es como si un muerto reviviera sin memoria: ¿sería el mismo?

Novás Calvo no hace de Pedro Blanco una efigie, sino que lo presenta desde perspectivas reales, prefigura en sus avatares y contingencias una especie de torbellino, de vivencias y fantaseos que adquieren cuerpo casi irracional de hechos a veces sucesivos, aun cuando el autor dejó constancia, al final del libro, de una cronología de la trata y una relación de «Obras especialmente útiles para el estudio de la trata y la esclavitud de los negros», posible estrategia para desmentir la presencia de elementos no históricos en el desarrollo de la obra. El juego realidad-irrealidad es, posiblemente, y quizás sin habérselo propuesto el autor, uno de los principios rectores de la obra, una historia donde lo insólito forma parte de lo cotidiano en un rejuego de habilidades cruzadas.

Pedro Blanco el negrero restaura el fluir de lo real y deja que las palabras, junto con los hechos, se inserten como espacios de síntesis y de percepción, pero también de enigmas, de singularidades y de conflictos que constituyen una especie de fiebre con alta temperatura, expresión de una sensación solitaria y distante, pero, a la vez, de asombrosa madurez. Pedro Blanco el negrero resulta una gran metáfora de lo histórico, una propuesta que pulsa lo emocional y se mueve a ese ritmo.

La reciente publicación, en Cuba, gracias a la gestión de la Editorial Arte y Literatura, de la novela Mongo Blanco (Plaza Janés, 2019), del español Carlos Bardem (1963), cuyos derechos de autor cedió de manera desinteresada, me ha facilitado incluirla en la segunda parte de este artículo, entre otras razones porque el lector interesado puede acceder a ella, pues al menos está disponible en la librería habanera Fayad Jamís, luego de ser presentada en un reciente Sábado del Libro. A esta edición me referiré más adelante.

Actor, al igual que su hermano Javier, ampliamente conocido en Cuba gracias a su filmografía, Carlos se ha inclinado también por la escritura. Graduado en Historia y diplomado en Relaciones Internacionales, publicó su primer libro en 1997, Durango Perdido. Diario del rodaje de Perdita Durango, basado en la filmación de la película de igual nombre, y donde Javier, en el personaje de Romeo, fue uno de los protagonistas. Considerada como una comedia de acción con tintes de terror, es «coctel explosivo» de humor negro, amor, sexo, santería y acción.

Su debut como novelista se produjo en 1999 con Muertes ejemplares, mención especial del jurado del Premio Nadal de ese año, narrada en dos tiempos: en Flandes, en 1936, cuando un soldado español trata de escapar a la muerte, y en el Madrid actual, donde un estudiante lee la historia de un hombre mientras trata de entender el sentido de su propia vida. Le siguió Buziana o el peso del alma (2002): confluencias y diferencias entre dos hermanos, uno estrella del cine español, y el otro residente en Brasil, tras huir de la influencia del padre, pero donde su vida se complica de muy diversos modos. El reencuentro de ambos servirá para repasar sus respectivas vidas. En 2003 dio a conocer Alacrán enamorado, que narra la historia de una mujer que podía ser invisible y de un boxeador, que solo perdía en sueños; luego la citada Mongo Blanco y, por último, El asesino inconformista (2021), novela política de amor, humor y muerte.

En el género de memorias publicó, en 2005, La Bardem, que recoge las de su madre Pilar Bardem, reconocida actriz española a cuyo apellido dieron preferencia sus hijos para sus respectivos nombres artísticos, en menoscabo del Encinas paterno, quien, al parecer, no dejó huellas amables entre su esposa y sus descendientes.

Aunque, por lo general, el público se ha manifestado entusiasta con las obras de Carlos Bardem, Mongo Blanco fue, y es, un notable éxito de ventas y ya avanza por su cuarta edición. La cubana corresponde al año 2021 y estuvo a cargo de Anderson Calzada Escalona, quien tuvo el acierto, previa consulta con el autor, de incluirle notas al pie, ya que se manejan términos poco o nada conocidos para nuestros lectores. La composición y el diseño de cubierta, muy logrado este último, lo asumieron Ofelia Gavilán Pedroso y Lisvette Monnar Bolaños, respectivamente. Satisfecho con esta primera edición cubana, según me comenta Iyaimí Palomares, directora de la editorial, Bardem ha prometido venir a Cuba —ya estuvo, con el propósito de investigar para su Mongo Blanco—, pero sus compromisos laborales se lo han impedido.

La estrategia narrativa del autor para contar la historia del conocido traficante fue distinta a la empleada por Novás Calvo en su El negrero: vida novelada de Pedro Blanco Fernández de Trava, obra que, según declaraciones de Bardem, conoció, pero decidió apartarse de ella para concebir la suya desde nuevas perspectivas. No obstante, según respondió a la interrogante que le formulara Carlos Olivares Baró en la entrevista «Carlos Bardem presenta crudo relato de la esclavitud» (La Razón, México, 9 de septiembre de 2020), formulada en estos términos: «¿Coincidencias con la clásica novela del cubano-español Lino Novás Calvo, El negrero de 1933?», su respuesta fue: «El mismo personaje, Pedro Blanco. Novás Calvo es mi maestro; su novela es una referencia innegable. La intención mía es ir más allá de la biografía de Pedro Blanco para explorar el entorno social y político de la época».

En Mongo Blanco Pedro, ingresado en un manicomio ya en el ocaso de su vida, le cuenta a su médico, el doctor Alberto Castell, especie de psicólogo avant la lettre, los avatares de su vida, pero no puede suponer que su historia aun no ha terminado, ya que alguien de su oscuro pasado volverá para cobrarse una deuda pendiente.

La crítica literaria española, aunque la ha recibido con beneplácito, no ha dejado de advertir, como lo ha expresado J.J. Armas Marcelo en la página cultural del periódico El Español del 8 de julio de 2020, que «hay demasiadas gotas de agua de la novela de Novás en la de Bardem, sin que yo quiera en ningún momento hacer ninguna acusación de plagio. Esa sincronicidad literaria es, cuando menos sospechosa». Igualmente reconoce el comentarista que la novela de Bardem es más cinematográfica que literaria. El modo de contar es visual, sin tener en cuenta que la literatura requiere de otras sutilezas y escribir literatura no significa exactamente redactar una historia sino dejar que esa misma historia cuente una historia que no está escrita y que el lector (y el crítico, por supuesto) descubra.

Situándonos en época y circunstancias —la escritura de la obra de Novás ocurrió, aproximadamente, en el año 1932, y la de Bardem en los días que corren— no me cabe dudas de que, vistas en comparación, la del cubano es mucho más literaria en lo que concierne al manejo de recursos artísticos, entre ellos el realismo mágico, como el propio autor lo reconoció muchos años después de su publicación, y nos ofrece, coincido con el mencionado crítico, «una lección literaria de los modos de contar y de saber literatura», a la vez que su desenvolvimiento es más imaginativo, mientras que la de Bardem busca otros recursos quizás más efectivos, de alcance visual, como actor que es, para el desarrollo de su narrativa. No obstante, y sin que una sea complemento de la otra, lo cierto es que ambas, desde diferentes perspectivas, pero propósitos similares en lo que a la persona / personaje se refieren, nos devuelven a la persona Pedro Blanco devenido en personaje Pedro Blanco, modo de que el lector, si accede a ambos títulos, puede llevarse una visión multilateral de este hombre real que ha interesado a literatos e historiadores, y de cuya imagen física solo nos queda la que consta en su ficha como estudiante de la Escuela de Marina de San Telmo, en Málaga, que lo describe como un hombre «menudo», de «cabello oscuro» y «nariz respingona».

Si la novela de Novás es más literaria e imaginativa y la de Bardem más cinematográfica, en ambas prima la voluntad de presentarle al lector el espacio de la trata, pero la del primero deja a la voluntad de este mucha fantasía para percibir al personaje y sus circunstancias, mientras que la de Bardem, quien tuvo muchas más posibilidades de acceso a la información, es de mayor suficiencia histórica. La «novelación» de Novás no es, en modo alguno, la del también actor, que se sumerge en la historia inaugurando cada capítulo con un artículo del Reglamento de esclavos promulgado por el capitán general don Jerónimo Valdés, Cuba, 1842. El autor de «La noche de Ramón Yendía» despliega mucho más vuelo intuitivo, es más libre, más creativo, y se apega menos a los libros consultados, cuya relación colocó, a modo de anexo, en la primera edición de su «vida novelada», siempre incluida en las ediciones posteriores, según expresé antes.

El eje en que se cruzan ambas novelas, una menos histórica que la otra, una recreada y la otra más fiel a los hechos, es el tratamiento del personaje protagónico que le da cuerpo a ambas, más irreverente el novasiano, más apegado a los hechos el bardemiano, pero arrastrados ambos por la ferocidad de su carácter y lo abisal de la historia narrada.

Reconocida en 2020 con el premio de novela histórica durante la Semana Negra de Gijón, Mongo Blanco resulta una obra vibrante, columpiada entre la historia y la aventura, un episodio épico al modo de Conrad, Salgari y Stevenson, que pone al descubierto, desde nuestros días, los horrores de la esclavitud y de la trata negrera. Las conversaciones entre Pedro y su doctor dan pie para búsquedas que resuelvan misterios, tales como localizar documentos ocultos que comprometían a políticos peninsulares, descubrir las riquezas acumuladas por Blanco y tratar, sin lograrlo, de que recupere su lucidez mental. La condición humana queda aquí retratada, en sus costados más lúgubres, desde una inquieta y ambiciosa trama plagada de acción.

Carlos Bardem es de la opinión de que todo escritor escribe para entender. Participa del criterio de que «No debemos dejar que se nos escamotee parte de nuestra historia», y con Mongo Blanco se propuso recuperarla, a sabiendas de que, dice, «Blanco era un gran marino, un gran aventurero y era un hombre brillantísimo en lo que hacía. El problema es que lo que hacía era una atrocidad». Y lo más difícil fue, para él, «sostener más de 600 páginas con un ‘héroe’ tan detestable. Por ello he tenido que meterme en sus zapatos y, pese a lo malo, tratar de sacarle algo de humano». Es cierto, lo logra, pero sin justificarlo, puesto que se planteó una conversación entre paciente y médico, el primero en plan cínico, el segundo en plan filantrópico y de amor al prójimo, a partir de la cual se logra un equilibrio bien proporcionado. Bardem ha asegurado, por otra parte, que «me ha ayudado mucho mi faceta de actor, ya que suelo interpretar villanos. Tienes que aprender a no juzgarlos porque si lo haces los acabas caricaturizando. Cualquier persona, por aberrante que sea su conducta, hace las cosas por alguna razón. Mi labor como escritor es entender las razones de ese monstruo».

En estos momentos Bardem busca opciones para llevar al cine su novela, y se ha acercado a los hermanos Sánchez Cabezudo, directores y guionistas de reconocidos méritos, quienes tienen la idea de hacer una serie para una de sus grandes plataformas. Mientras el proyecto cuaja, o no, los lectores cubanos disponen de una meritoria novela basada en uno de los más feroces hombres que llevó adelante la trata cual si fuera una verdadera cruzada del mal.

La autora:

Cira Romero Rodríguez (Santa Clara, 1946) es escritora, ensayista, crítica literaria e investigadora. Graduada de Letras en la Universidad Central Martha Abreu de Las Villas. Investigadora del Instituto de Literatura y Lingüística. Asesora de la Vicepresidencia Editorial del Instituto Cubano del Libro.

 

por Cira Romero 

Autorizado por  Yaremis_Cubaliteraria 

Directora de Cubaliteraria


Publicado, originalmente, en: Cuba Literaria Portal de la Literatura Cubana agosto 11 y 25 de 2022

Links de los textos: http://www.cubaliteraria.cu/entre-la-verdad-historica-y-la-recreacion-literaria-sobre-un-traficante-negrero-persona-y-personaje-primera-parte/  y

                                    http://www.cubaliteraria.cu/entre-la-verdad-historica-y-la-recreacion-literaria-sobre-un-traficante-negrero-persona-y-personaje-segunda-parte/

 

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