El zorzal y la lombriz 
Bertha Rojas López.

Cierto día lluviosa sobre la frondosa rama del molle descansaba meditabundo y cabizbajo un hambriento zorzal. En ese trance vio asomar del fango la cabeza de una lombriz. El pájaro se entusiasmó y violentamente cayó sobre el barro.

Hábilmente la pequeña lombriz se ocultó y se cubrió con su manto marrón. El hambriento, agresivamente escarbó el charco hasta encontrarla.

La lombriz con voz temblorosa le dijo: ¡Por favor, déjame vivir! No puedes comerme, porque tengo que auxiliar a mi madre. Ella se está ahogando allá en el lodo.

El astuto bípedo le dijo: Bueno pequeña mía, no te comeré, puedes ir a socorrer a todos tus seres queridos.

La inocente lombriz salió del agujero, susurrando palabras de agradecimiento. La pobre se arrastró apresurada por el charco. Aparentemente se alejó del peligro. 

El astuto plumífero miraba su presa sin pestañear. Cuando la lombriz abrazaba a su madre, levantó vuelo y de un par de picotazos se las comió. 

El muy "valiente" sacudió las alas, mostrando su poderío; sin percatarse de la presencia del halcón. 

¡Plac...! De un aletazo lo privó y al instante se lo comió.
No hay que hacer gala de la fuerza bruta, porque hay otro más fuerte.

Bertha Rojas López

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