El zorro y la avispa 
Bertha Rojas López.

Entre cerros y quebradas vivía un zorro flaco, andaba haciendo gala de su juventud. Una tarde, el astuto salió de su cueva, silbando y moviendo la esponjosa cola, sin reparar en nadie, esperando que todos le rindan pleitesía. 

Al asomarse lentamente al mundo maravilloso, el rostro negro de la noche, comienza el alboroto: Los animales corren a su guarida, las aves revolotean en la copa de los árboles, las gaviotas surcan el cielo azul, las mariposas caminan soñolientas sobre el pétalo de las flores, las hormigas apresuran el paso, las abejas zumban, los grillos chirrían, los sapos croan melancólicamente, los búhos dejan de filosofar y ejercitan sus alas para volar a la luz de la luna. Los niños olvidan los juguetes y corren a los brazos de mamá. El sol cierra los ojos para caer al regazo del mar. 

En el desorden reinante, una pretenciosa avispa, se detuvo sobre una piedra para mostrar el encanto de su cinturita.

El vanidoso llevado por el heraldo negro de la suerte, pasó por ese lugar, levantando el hocico presumiendo coqueteo de las blancas nubes. 

¡Ay! ay, ay… Gritó la avispa. ¡Zorro escuálido! ¿Por qué no te fijas dónde pones la pata? Me has aplastado. ¿Acaso eres ciego? Casi me quitas la vida.

Respondió el cuadrúpedo.

- ¿Quién me está increpando? Nadie tiene derecho de hablarme así. 

Soy yo, la avispa más bella de este lugar.

¡Un momento, pequeña insolente! ¿Tú no sabes quién soy yo? ¿Tú no sabes a quién estás injuriando? Soy tu Rey. Tienes que respetarme.

“Señor rey ". ¿Puedo ver su corona?

¿Qué, no se ve desde ahí? 

¡ Nooo…!

Al oír la voz burlona, el ufano se levantó la cabeza.

Bueno, pequeña atrevida. Ya que vas a ser mi sirvienta, puedes admirar desde muy cerca mi corona.

La avispa, ofendida, revoloteó cerca a la oreja del zorro. Gritando ¡No se ve nada! ¡No se ve nada!

Tienes que elevarte más alto, pequeña inválida. Vociferó el astuto.

Estas palabras hirieron la autoestima de la engreída. 

Ágilmente movió las alas y clavó al instante su lanceta de acero en la punta de la nariz del jactancioso.

¡ Auu..! ¡Auu... auu … auu ! 

El zorro se retorció de dolor, hociqueó en la tierra, golpeó la esponjosa cola en las piedras. Finalmente en la hierba verde, se revolcó, aullando como un verdadero loco.

¡Ja ja ja! Este es el rey. ¿Están viendo? Así de "valiente" es el rey. ¡Ja ja ja!...
En la tierra todos los animales son iguales, tienen derecho a la vida.

Bertha Rojas López

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