El sapo y la lechuza 
Bertha Rojas López.

Una noche plateada el sapo, subido en la rama de un leñoso eucalipto cantaba y rasqueteaba el viejo charango.

El eucalipto se dijo a sí mismo: Este sapo no cantaría así, si supiera que mañana morirá de la forma más cruel. No tiene escapatoria. En el día lo buscaron por todas partes. Se libró gracias a mi hoja seca que le cubrió.

El sapo: Calló y dejó de rascar el charango. Vio volar muy cerca de él, a la lechuza.

- Quisiera irme contigo, antes de caer en manos de los cristianos. Exclamó el sapo.

La lechuza refrenó su vuelo y exclamó: Escuché la voz del astuto sapo o simplemente me imaginé.

- Doña lechuza - No está imaginando, yo estoy aquí cerca de ti.

¿Qué quieres ahora de mí? Interrogó la lechuza con cierta parsimonia.

- Quiero hacer una alianza contigo. Los hombres me buscan para matarme porque dicen que curo enfermedades crónicas. En cambio a ti, dicen que te buscan porque eres bruja y anuncias la llegada de la muerte.

- Así que nos van a matar. Comentó con cierto sarcasmo la lechuza.

- ¿Qué nos queda? Interrogó el sapo – Solo unirnos en la desagracia para salvar nuestras vidas.

¡Claro!, claro…ooo -Dijo no con menos ironía la lechuza.

- Creo que no lo acepta de buena gana la propuesta, doña lechuza. Comentó el sapo.

Al lugar llegaron dos hombres y vieron con la luz de la luna a la incrédula lechuza sentada en la rama del árbol.

La escopeta tartamudeó un instante y la lechuza cayó al piso con el corazón hecho pedazos.

- La lechuza agónica con voz débil dijo: Cristianos desalmados ¿Qué hice para merecer la muerte?

El sapo se aferró a la rama y le cantó una canción fúnebre a su amiga la lechuza.

No se debe matar a las aves.

Bertha Rojas López

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