Nino y el monstruo
Bertha Rojas López

Nino es un pequeño de ojos negros, piel color canela, cabello azabache y undulado. Le gusta jugar, cantar, bailar las danzas típicas peruanas y de otros países. También le gusta declamar poemas, relatar historias, inventar historietas, contar chistes, repetir refranes y decir adivinazas folklóricas. Nino es un niño gracioso y juguetón. 

Diciembre es el mes más bonito y esperado por todos los niños y niñas del mundo, porque ya viene Papa Noel cargando juguetes y anunciando la llegada del Año nuevo. ¿No le parece? Quizás dirás sí, tal vez dirás no. Cada a uno tenemos una razón. Unos tienen los mejores recuerdos de Navidad y Año Nuevo, otros no quieren que lleguen jamás estas fechas.

En este mes de diciembre Nino cumplía cinco años. Aquel día, el sol estaba más grande sobre un cielo azul, los pajarillos trinaban con voz melodiosa, era un concierto de jilgueros y gorriones. Las flores del jardín se mecían cual bailarinas de ballet, derramando aroma el patio de la casa. Las mariposas hacia mil piruetas sobre los pétalos de las rosas blancas. Nino recibía los buenos días de todos. Las abejas trabajadoras sin perder un solo instantes fabricaban miel para el postre. La madre sonriente abrazó y besó a su hijito. 

Aquel día la mamá de Nino se había levantado más temprano que nunca para arreglar la casa y preparar torta.

La casa se veía artísticamente adornada con serpentinas, con globos rojos, blancos y celestes. La torta también estaba lista sobre la mesa, tenía la forma de un libro grande y voluminoso. Llevaba una inscripción que decía así:

¡Feliz cumpleaños 
hijo querido, 
un día como hoy, 
viste la luz del mundo!
La madre observó la torta dando unos pasos hacia atrás, monologó en voz alta ¡Esta hermosa! ¡Vale el sacrificio! Después de admirar su obra de arte, tomo la torta con sumo cuidado para guardarlo en el oscuro horno de la cocina, a fin de que nadie lo vea y no sienta la tentación de probarla. En ese momento se acordó que tenía que salir de casa, porque faltaba un regalo especial para los padrinos de Nino. También tenía que pasar por la casa de unos amigos que aún, no habían recibido la tarjeta de invitación. 

La señora se arregló los cabellos, se hizo un moño, se puso el traje nuevo, se veía linda, como un tulipán. Tomó la cartera, contó el dinero, pensó un instante, cerró la puerta y cuando se disponía a dar los primeros pasos algo le llamó la atención, miró a todos los lados. Llamó al pequeño cumpleañero y le dijo: Hijito no vayas a entrar a la cocina, no se te vaya ocurrir abrir el horno. ¿Sabes que...é? Esta mañana mientras tú, dormías atrapé al monstruo. No vayas a abrir la puerta del horno. Acuérdate que ahí está encerrado. No te metas a ver, ni hacer nada porque te puede comer. Nino hizo un movimiento afirmativo con la cabeza y, se fue a su habitación a continuar jugando con sus soldaditos de plástico y su osito de peluche. 

Nino, siempre que sus padres hablaban del monstruo, se quedaba quieto, pensativo, mirando hacia los rincones e imaginando cosas terroríficas. Por miedo obedecía todo los mandados a ciegas. 

Nino aquel día tomó a su peluche querido y le dijo: Osito mío, por favor dime ¿has visto alguna vez al monstruo? ¿Acaso tu mamá nunca te contó la historia de los monstruos? ¿Sabes qué los monstruos se comen a los niños y a los ositos como tú? 

Después de conversar un buen rato con su osito, salió a la calle, llamó a sus amiguitos y relató lo que su madre le dijo. Los niños al escuchar la historia se asustaron. Nadie quiso entrar a la casa. Uno de ellos dijo juguemos aquí. Esta vereda está limpia. El otro propuso ir al parque. Una de las niñas levantado el tono de voz dijo: por qué no entramos a ver al monstruo, para saber ¿cómo es? Una voz surgió. ¿Acaso estás loca?

- No estoy loca ni cosa parecida. Yo quiero ver.

-Nino exclamó ¡Somos muchos! Todos nosotros podemos derrotar al monstruo. ¿Creen que puede comernos a todos? Hay que organizarnos así: Fritz, Moisés, José, Paola, Mildred y yo seremos los jefes, dirigiremos cada uno cinco soldados armados con palos y piedras. Entraremos todos a la cocina. Cuando y abro la puerta del horno todos meten la mano para acogerlo de las orejas y el cabello, si se escapa los otros tendrán que golpearlo hasta dejarlo rengo.

Los pequeños después de reflexionar unos instantes, gritaron al unísono ¡sí, vamos a llamar a nuestros hermanos y amigos! Todos podemos atrapar al monstruo. ¡Vamos!, ¡Vamos!

Media hora después, varios niños y niñas con piedras y palos en las manos se ponían a lado de sus líderes. Algunos niños se habían puesto sus casquitos de plástico, otros habían fabricado gorritos de papel: parecían verdaderos soldaditos. Las niñas estaban un tanto asustaditas, con sus ojitos saltones, pero estaban decididas a tomar prisionero al monstruo. ¡Vamos a atrapar al monstruo!

Los niños entraron a la casa, cada uno de tras de su jefe. Entrar a la cocina, cada jefe y sus soldaditos se ubicaron estratégicamente para capturar al monstruo. Todos estaban con los nervios en punta, cualquier movimiento, o cualquier sonido los asustaba, pero nadie corría abandonando a su jefe.

ino con mucho temor se acercaba al horno, el miedo lo hacía retroceder de un salto.

Los jefes de grupo ordenaron alentar al pequeño y todos en coro decían ¡Nino! ¡Nino! Tú puedes. ¡Tú eres valiente! Tú puedes abrir el horno. Ahora lo atraparemos al monstruo. ¡Nino recuerda que somos varios y el monstruo está solo.

Nino al escuchar tantas voces de aliento, dio un paso firme, estiró el brazo y abrió la puerta del horno. Todos los niños y las niñas cerraron los ojos y metieron las manos para atraparlo.

¡Sorpresa! ¡Sorpresa, sorpresa! 

Miren al monstruo se transformó en una torta. ¡Miren! ¡Miren esto! ¡Miren sus manos! 

Nino lamió su dedo. ¡Gua que rico! Ahora hay que comer nosotros al monstruo. Todos acabemos y nada debe quedar para que nunca más aparezca.

Los amigos de Nino después de haber batallado dando muerte al monstruo: cada quién retornó a su casa a contar a sus padres, hermanos y vecinos lo acontecido.

Más tarde llegó la mamá cargando muchos regalos en compañía de los padrinos de Nino y otras amistades. 

Nino salió gritando con mucha alegría ¡Mamita! ¡Mamita! Yo y mis amiguitos acabamos con el monstruo. Jamás el monstruo volverá por aquí. Ya no vendrá auque tú le llames para que me coma. ¡Mamita! Mamita del monstruo no quedó nada, absolutamente nada, nada.

La mamá se puso pálida, se cogió la cabeza sin pronunciar una sola palabra. Los invitados se miraron unos a otros porque no sabían la historia.

Bertha Rojas López

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