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Hacia una concepción de la Educación como formación humana

Dra. María Guadalupe Rodríguez Martínez 
cendi@prodigy.net.mx
 
dg@cendi.org
  

Ante el dominio de un sistema educativo disfuncional se hace necesario desarrollar procesos educativos que, desde una realidad globalizada, rescaten  sus tradiciones culturales, su identidad nacional, en una perspectiva de elaborar proposiciones constructivas.

 

“La educación  como formación humana, en los momentos actuales, está urgida de cambios. Hay que reformar el pensamiento en general y sus paradigmas si se quiere revertir el pensamiento educativo y sus estrategias. Hay que cambiar las estructuras existentes, no sólo de pensamiento, sino en plena conjunción con la práctica social y sin perder el sentido social en que toma cuerpo y se despliega como sistema complejo”[1].

 

En el marco de los cambios que se vienen operando en América Latina, tanto en el pensamiento teórico, como en la práctica política, se abren nuevos espacios para la reformulación de la enseñanza desde una cultura emancipadora.

 

En este marco,  cobra más vigencia el significado de  la categoría educación y su vínculo con las instituciones,  que resultan soporte material de las  mismas,  en tanto  ejecutoras de acciones educativas,  así como el vínculo de la educación con la comunidad.

 

En el caso de la educación, esta categoría tendríamos que mirarla como fenómeno y como sistema y a partir de aquí   establecer algunas definiciones que la sustenten en el plano teórico.

 

Para José Martí, “Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido, es hacer de cada hombre resumen del mundo viviente hasta el día en que vive, es ponerlo a nivel de su tiempo para que flote sobre él y no dejarlo debajo de su tiempo con lo que no podrá salir a flote, es preparar el hombre para la vida. Debe ajustarse un programa nuevo de educación que empiece en la escuela de primeras letras y acabe en una universidad brillante, útil, de acuerdo con los tiempos, estado y aspiraciones de los países en que enseña” [2]

 

Uno de los padres de la Sociología, Emile Durkheim, también nos aporta una definición de la educación, cuando asevera que “La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas a  aquellas que no han alcanzado todavía el grado de madurez necesario para la vida social. Tiene por objeto el suscitar y  desarrollar en el niño un cierto número de estados físicos, intelectuales y morales que exigen de él tanto la sociedad política en su conjunto, como el medio ambiente específico al que está especialmente destinado”.[3] 

 

Para Gramsci, más cercano en el tiempo, “la educación es el proceso intelectual, moral y cultural encaminado a la constitución del hombre.”[4] .  Por su parte, Oliveira al referirse a la educación como realidad objetiva, la establece como conjunto de actividades observables que pueden estudiarse de manera científica y la define, en general,  como un proceso específico o como una pluralidad en extremo compleja de procesos, que tiene lugar, principalmente en el marco de un subsistema social igualmente específico que a pesar de ser también muy complejo, puede identificarse más fácilmente. [5]

 

Siguiendo el criterio de Suchodolski,[6] las finalidades de la educación no estriban únicamente en impartir los conocimientos y las habilidades necesarias en la existencia, pues así, determinados los objetivos educacionales, serían demasiado estrechos, a lo mejor permitirían que el individuo se ganara la vida,  pero no le enseñarían cómo hay que vivir. Hay que contemplar  que no vivimos exclusivamente para ganar nuestro sustento,  sino que ganamos nuestro sustento para vivir,  es por lo que la educación tiene que enseñar a los hombres a contemplar los múltiples valores de la existencia y del mundo, tiene que enseñarles a participar activamente en los asuntos esenciales, impartirles la capacidad de optar por sí mismos y de establecer los nexos comunitarios con los demás individuos, finalmente, la educación debe despertar en ellos las facultades creativas más diversas.

 

Desde la perspectiva sociológica, la educación debe ser comprendida como un proceso comunicativo, personal y masivo[7] a partir de aquí es que podemos entender la educación como un proceso donde el hombre se relaciona con otros hombres y con su medio.

 

“El hombre asimila los contenidos de manera activa y selectiva y en el proceso de esta asimilación interactúan con el sujeto influyente.  Asimila orientaciones de valor vitales y conocimientos instrumentales, los contenidos de la superestructura y con ella determinadas formas de conciencia social, que al refractarse en lo individual,  se modifican o pueden incluso transformarse por completo, lo que nos explica la aparición de fenómenos no correspondientes con las metas sociales y nos adelanta que la educación no puede ser espontánea, sino que en ella juega un papel predominante, en la dirección del proceso.” [8]

 

Resulta interesante,  en un sentido institucional-funcional, que orienta el análisis de un proyecto educativo, como es el caso que nos ocupa,  que podemos también abordar considerando que el concepto educación  puede usarse por lo menos, en cuatro sentidos diferentes[9]: educación-institución, educación–acción, educación- contenido y educación-producto.

 

La educación-institución se refiere al conjunto de estructuras, sea de un país, sea de un grupo de países,  sea de una época que tiene por finalidad la educación de las personas  (los educandos), que funciona según reglas más o menos precisas y presenta, en un momento dado de la historia, características con una cierta estabilidad. En párrafos siguientes nos referiremos a este aspecto en un mayor nivel de profundidad.

                                 

La educación-acción corresponde al sentido que con más frecuencia se utilizó  hasta aproximadamente el año 1950. Su definición está dominada por la dada a principios del siglo  (1911) por E. Durkheim, definición que influyó el pensamiento pedagógico de muchas generaciones de educadores. La educación-contenido  corresponde en primera aproximación, a lo que ha sido llamado “el currículo”, pero un análisis más fino, hace resurgir los límites de este enfoque.

 

La educación-producto, por su parte,  pone el acento sobre los resultados de la educación-acción,  aplicada a la educación,  contenido en el marco de la educación institución. La buena educación del siglo XVIII, la que conducía a formar el hombre de luces, no es la misma del siglo XX o del  XXI que tuvo por objetivo formar un hombre contemporáneo, que sepa adaptarse (y cambiar, diría la autora) rápidamente a las situaciones nuevas y capaz de resolver los problemas cada vez más numerosos y más diferentes que se le plantearán.

 

En consecuencia, toda educación debe tener una orientación multicultural (y esto en el caso de México, es esencial), un alto valor humanista,   basado en la fuerza de la diversidad de los derechos, de la justicia social y en la posibilidad que debe tener todo individuo,  de elegir estilos de vida diferentes. Se persigue el objetivo de ayudar en el aprovechamiento de los diversos modelos, elecciones, y oportunidades humanas provenientes de la cultura.

 

Otro importante elemento a tomar en cuenta,  en lo que a educación se refiere,  es el de sus mediaciones. Como hecho social, la educación está mediada por la sociedad en primer lugar,  por todos los factores que contribuyen al hecho educacional. A saber: sistemas de escuelas, medios de difusión, familia y comunidad.

 

Pudieran citarse otro número de definiciones sobre educación (Herkovits, Mead, Malinowski [10] pero las que hemos mencionado recogen a nuestro juicio,  la esencia y las direcciones principales que encierra el concepto: Preparar al hombre para la vida, preparar al hombre para contribuir a que los procesos políticos que se suceden en su entorno contribuyan a mejorar  su vida y la de sus semejantes. Enfatizan  también el carácter institucional y complejo de los procesos que la constituyen.

 

Hay que considerar  que la clase dominante se sirve de la escuela y del resto de los “aparatos ideológicos del Estado”, para utilizar la acepción de Louis Althusser, [11] para desarrollar un sistema de valores, un conjunto de pautas culturales y una cosmovisión que se adecuen a sus intereses políticos. En el caso de América Latina, en general, y de México en particular, en los últimos tiempos ello ha estado enmarcado en una estructura de pensamiento y quehacer político signado por el neoliberalismo y es por ello que cualquier estructura  educativa (como es el caso de los Centros de Desarrollo Infantil (CENDI), en la comprensión del Frente Popular “Tierra y Libertad”) debe trascender los marcos estrechos de su creación para convertirse en agentes, de transformación de la comunidad, con una clara  visión teórica del contenido que encierra este concepto, así como con otras categorías, (familia, vulnerabilidad, etc.) que le están asociadas.

 

Por todo lo anterior, entre las líneas estratégicas referidas  está la necesidad del cambio de los centros educativos, en función de lograr una mayor autonomía de las escuelas, para que su gestión institucional y pedagógica  esté en función  directa de la realidad del contexto socio–cultural y económico  a  donde se irradia su influencia educativa. Las instituciones escolares  tienen que influir más en ese  ambiente socio-cultural  que le rodea, no sólo para transmitir, reproducir o reforzar sino para generar potencialidades e involucrarse en los cambios hacia el mejoramiento de dichos contextos.

 

Estas premisas  tienen especial significación  cuando se trata de la niñez, y más aún, cuando se trata de sus fases más tempranas y que en una primera instancia, podemos identificarla como las edades de 0 a 6 años. Estos niveles educativos,  históricamente no habían sido incluidos por distintas razones   en los sistemas de educación  y  en el mundo de hoy  han alcanzado un alto nivel de reconocimiento de la necesidad de su sistematización e institucionalización. Esta  contribución,  sobre todo del desarrollo científico de diversas disciplinas y las propias ciencias de la educación, no está  exenta de controversias,  desde su origen, evolución y situación actual y  demuestran su necesidad actual  y la significación especial de su trascendencia en los procesos de formación, así como  en el desarrollo social en general.

 

Se  aprecia una evolución en el concepto de considerar a la  institución o escuela infantil,  con una función meramente asistencial o sustitutiva del cuidado familiar, a la consideración de un  nivel preparatorio de etapas superiores, hasta llegar en la actualidad, a un concepto que considera la institución infantil  como una importante  fase educativa y de gran importancia para la preparación del niño, que le permita enfrentar con mayores potencialidades biopsicosociales en las siguientes  etapas de su vida y como un importante agente de transformación social al impactar en la familia y la comunidad.

 

 

Notas:

[1] Ver Pupo, Rigoberto. Educación y pensamiento complejo. En del propio autor. “El ensayo como búsqueda y creación. Hacia un discurso de aprehensión compleja). Universidad Popular de la Chontalpa, Tabasco, México, 2007, p. 46.

[2] Martí, José. “La escuela de electricidad”, p.p. 281 y 282. La América New York, 1883.

[3] Durkheim, Emile. “Educación y Sociología” p.p.49, Ediciones Coyoacán, México, 1998.

[4] Gramsci, A. “Antología”.p.p.14 Traducción, Selección y Notas, Manuel Sacristán, Siglo XXI, México 1974.

[5] Barros de Oliveira y V. Bossa N.A. “Evaluación psicopedagógica de 0 a 6 años” p.p.62.  Narcea, Madrid, 2001.

[6] Suchodolski, Bogdan. “Pedagogía” p.p.59, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1974.

[7] Marí Lois, Juan. “Educación y Solidaridad” p.p.32,  Acuario, La Habana, 2003.

[8]  Marí Lois, Op. cit.

[9] Mialaret, G. “Introducción de las Ciencias de la educación” p.p.15-16. OIE/UNESCO, 1985.

[10] Herskovits, Melville. “El hombre y su obra.”p.p.189, FCE, México 1952 ; Mead, M. “Adolescencia y cultura  en Samoa” p.p.56 Paidós, 1961; Malinowski, B. K. “Libertad y civilización” p.p.204 Claridad, Argentina,1948.

[11] Althusser, Louis. “Ideología y aparatos ideológicos del Estado”, p.p.38 en Filosofía como arma de la Revolución, Siglo XXI Editores, 1981. 

Dra. María Guadalupe Rodríguez Martínez 
cendi@prodigy.net.mx
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