Métodos para apoyar la labor cultural de Letras-Uruguay

 

También puede colaborar con la labor cultural de Letras Uruguay por medio de COLECTATE

 

Otro método para colaborar con la obra cultura de Letras Uruguay, desde 3 euros: splitfy.com

 

El juego de las palabras
por Nuria Rodríguez Gonzalo
lisistrata01@gmail.com

 

“Las personas que no comprenden el encanto de las citas suelen ser las mismas que no entienden lo justo, equitativo y necesario de la originalidad. Porque donde se puede y debe ser verdaderamente original es al citar.  […] Pero cuando veo que alguien incluye en su texto la cita que yo también hubiera buscado para el caso, cuando alguien me repite de un libro o de un artículo la frase que realmente no puede ser pasada por alto, entonces sé que he encontrado una suerte de hermano literario… A fin de cuentas, poner una cita es lanzar una bengala de aviso y requerir cómplices. Porque son los cómplices lo que uno necesita:  los simples lectores nunca bastan.”

Fernando Savater. Diccionario Filosófico

 

Después de leer, para mis queridos Elena Morúa y Francisco Ramírez, el cuento de Ulalume González de León, titulado: A cada rato lunes (Fondo de Cultura Económica, México, 2003), entablamos una conversación que me provocó el deseo de escribir este divertimento en forma de collage. Para que se entiendan mejor mis razones, empezaré resumiendo el argumento de ese cuento que tanto me gusta.

La narradora afirma que la juventud se pierde cuando comienza a ser a cada rato lunes, en otras palabras, cuando nos distraemos y perdemos lo que ella define como la felicidad: “esa actitud de liebre siempre alerta, esa capacidad de salamandra para criar su enésima cola, esa confianza de trapecista para andar por la cuerda floja entre el prodigio y la catástrofe” y, nos advierte, que una distracción puede resultar fatal, porque ese descuido de nuestra parte es el momento que aprovechan los ‘Vigilantes’ –de la moral establecida–, para hacernos entrar en el orden de los lunes “y entonces empieza uno a envejecer a pesar del tenis y del rock.”

Leído el cuento, Francisco nos recordó las tres transformaciones del espíritu de las que habla Federico Nietzsche: camello, león, niño; y agregó –palabras más, palabras menos– que para él, ese relato de Ulalume González no da una solución al asunto de: ¿cómo transformarnos en niños? En mi opinión, la autora da su solución, y creo que lo hace por contraste, entre un antes y un después.

El antes era cuando la protagonista afirma “La gente dice: ‘Los jóvenes de hoy son diferentes’. Yo digo que son iguales los jóvenes de todos los tiempos: viven a toda velocidad en años lentos, y mientras está a favor de ellos el desfase entre su tiempo y el tiempo, actúan como jóvenes, piensan y proyectan como jóvenes”; y ella misma cuenta que antes de entrar en la rutina de los lunes “…trabajábamos lo necesario para sostenernos y disponer de mucho tiempo libre para los juegos y la lectura. Jugábamos muchísimo” … por lo que la vida transcurría lentamente.

Y el después: cuando se deja de jugar y se entra como oveja al redil en lo que la autora, con suma ironía, llama: “una sana rutina sin inquietudes físicas ni metafísicas… Entonces empieza a ser lunes a cada rato y luego invierno a cada rato.”

Este cuento me provoca un sincero deseo de jugar, de volver a ser niña y de vivir len-ta-men-te sin tomar tan en serio el tiempo cronológico. Además me hace pensar que, independientemente de la respuesta que da Ulalume González al tema de ¿cómo volver a la niñez?, resulta divertido tratar de resolver ese enigma personalmente. Así que me puse a meditar sobre lo que significa para mí el regreso del espíritu a la niñez de la que trata ese bello poema de Nietzsche titulado Así habló Zaratustra (Aguilar, Buenos Aires, 1958).

Nietzsche escribe que el espíritu que se alegra de su fortaleza pasa por tres transformaciones. Primero es camello, y gracias a eso puede soportar los más pesados sufrimientos y dirigirse hacia el desierto, donde se convierte en el león que dice: Yo quiero; y es ahí, en la soledad del desierto, donde el espíritu-león lucha contra el gran dragón que se llama: Tú debes; y, una vez que conquista la libertad a costa de lo más querido, ese león se convierte finalmente a la niñez, que es: “inocencia y olvido, un empezar de nuevo, un juego, una rueda que gira, un primer movimiento, una santa afirmación…el espíritu lucha ahora por su propia voluntad.”

Creo que cada persona tendrá que analizar qué quiere decir para sí misma el mensaje de Nietzsche, porque no estoy de acuerdo con eso de que exista una sola verdad; para mi existen muchísimas “verdades relativas”, como lo explica Milán Kundera en El Arte de la Novela (Tusquets, Barcelona, 2004). Para ese autor, en la historia de la humanidad, cuando la religión cede terreno y Dios abandona el lugar desde donde había dirigido el Universo y su orden de valores, se nos aparece el mundo, como se le apareció a don Quijote, o sea, “en una dudosa ambigüedad” en donde “la única Verdad divina se descompuso en cientos de verdades relativas que las personas se repartieron.”

E insisto en citar a Kundera en mis collages, porque su forma de explicar este paso de la verdad absoluta a las verdades relativas me hace pensar en la “democracia de las diferencias” un concepto que aprecio mucho, y que encontré desarrollado por el filósofo Héctor Silveira Gorski en su artículo: Desarraigo y democracia de las diferencias (publicado en el libro: Soberanía:  un principio que se derrumba, compilado por Roberto Bergalli y Eligio Resta, Paidós, Barcelona, 1996). Pero como el tema será tratado en otro collage, por ahora sólo te diré que para Silveira los nuevos fenómenos migratorios, con personas de etnias y culturas distintas, amerita “la necesidad de una nueva politeia (forma de gobierno) que esté fundamentada en las diferencias y no en una identidad específica”; de manera que en ese “nuevo marco sociopolítico…tengan cabida y se respeten las diferencias étnicas, culturales, sexuales, etc. Esto es construir una democracia de las diferencias.

Tomando en cuenta lo anterior, comprenderás por qué, a la pregunta sobre qué significa el regreso del espíritu a la niñez –de la que hablan Federico Nietzsche y Ulalume González–, deseo responder con lo que considero “mi verdad relativa”, mi punto de vista, lo que hoy pienso al respecto. De manera que, si la niñez es “inocencia y olvido”, empezaré por olvidar mi edad cronológica y con la osadía que me dan la inocencia y el olvido sigo adelante con este divertimento.

Nietzsche dice, además, que  “para el juego de la creación se necesita una afirmación santa: el espíritu lucha ahora por su propia voluntad.” Pues bien, sabemos que existen muchos modos de crear, entre los cuales, por supuesto, se encuentran las distintas manifestaciones artísticas. Sin embargo, de todas las formas de creación quiero detenerme en las letras o en lo que Rosario Castellanos, en Mujer que sabe latín (Fondo de Cultura Económica, México, 2004), ha llamado “el juego de las palabras que, para que no se las lleve el viento, se clavan, como las mariposas, con el alfiler de la escritura.”

Me interesan particularmente las palabras porque soy amante de la Literatura y aprecio muchísimo esos objetos escritos que permiten, entre otras cosas, fijar momentos de la vida, pensamientos, sentimientos, utopías y un largo etcétera, a los que podremos regresar, una y otra vez, para saborearlos hasta el fondo, gracias al maravilloso juego de la escritura que forma parte de ese gran arte que es: el arte de las palabras.

Fue también Rosario Castellanos quien me enseñó que es importante tener presente “la distinción que separa la aptitud para una tarea del mérito de sus resultados”, porque de lo único que alguien que escribe puede estar cierto, es de que cuenta con las posibilidades que le ofrece la escritura y “…una vez que esas posibilidades se han plasmado en realizaciones, se ha producido un objeto… que, de alguna manera, cumple con las condiciones que se le habían exigido en un plano ideal; un objeto que responde a una serie de urgencias expresivas que quedan, así, provisionalmente y sólo provisionalmente, resueltas.”

Por cierto, me encanta la libertad que se desprende de tener absolutamente claro que lo que escribo resuelve mis urgencias expresivas “provisionalmente y sólo provisionalmente”; porque me resulta sumamente liberador saber, y sobre todo sentir, que el objeto que he creado a través de la escritura resuelve mi premura de expresar algo en determinado instante, pero teniendo claro que mis trances

expresivos podrán ser diferentes en cualquier otro momento; pues, como también escribió Castellanos: “la literatura es un juego cuyas reglas se inventan y se establecen a cada nueva partida y rigen sólo mientras esa partida dure.”  Lo que me lleva de nuevo al tema de la democracia de las diferencias …¡pero ya dije que hablaré de eso en otro collage!

No faltarán quienes estimen que esa actitud resulta cínica, en la medida en que se reserva la libertad de cambiar de opinión. A esas personas deseo recordarles el apotegma de Gustavo Bueno, citado por Fernando Savater en su libro Sobre vivir  (Ariel, Barcelona, 2001): ”Con la fecha abajo, suscribo absolutamente todo lo que he escrito a lo largo de mi vida; con la fecha de hoy, esto que escribo ahora, y gracias.” Además les comparto el comentario de Savater, cuando afirma: “Creo que las opiniones humanas son históricas, por lo menos las mías, que son humanísimas: lo cual no quiere decir que pierdan su valor con el paso del tiempo, sino que carecen de él si no sabemos cuál fue su tiempo. De modo que no hay que enredarse en explicaciones para salvar la cara en el pasado, sino seguir dándola razonablemente en el presente. Me refiero a los pocos que la dimos en el pasado y la damos también hoy, claro está.”

Pues bien, retomando el tema, me parece que  lograr la transformación del espíritu a su forma infantil es recobrar la espontaneidad de expresarnos con libertad; es darnos la oportunidad, y el espacio necesario, para la creación de algo que nos permita comunicarnos con las otras personas, situarnos en el mundo y entender algunas de esas “verdades relativas” que constituyen nuestras cosas comunes, pero también nuestras diferencias.

Escribir es elegir entrar en “el juego de la creación y de la santa afirmación” del que habla el Zaratustra de Nietzsche. Cada página en blanco es “un empezar de nuevo”, es dar forma y contenido a una posibilidad, tomada del “universo de las posibilidades” que indica Italo Calvino en Seis propuestas para un nuevo milenio (Siruela, España, 2001). Pero escribir también es apostar, es arriesgarse  –como en el juego– a crear un objeto que, por ejemplo en este caso,  no me pertenece totalmente …¡es un collage lleno de citas!; sin embargo, no deja por ello de tener algo de mi individualidad, de mis gustos y elecciones… hasta el día de hoy.

Me colma y divierte entrar en el juego de la creación y de la santa afirmación: personal (a través de mis escritos), pero también colectiva (a través de las citas de los libros que tanto he disfrutado); y quizá por eso siento la urgencia de transcribir otro fragmento del Diccionario filosófico (Editorial Planeta, España, 1999) en el que, Fernando Savater, agrega:

“¿Por qué citar? Hay dos razones: la modestia y el orgullo. Se cita por modestia, reconociendo que el acierto que se comparte tiene origen ajeno y que uno llegó después. Se cita por orgullo, ya que es más digno y más cortés, según dijo Borges… enorgullecerse de las páginas que uno ha leído que de las páginas que ha escrito. Lo mismo que el viajero habla de lo que vio en sus travesías… lo mismo que el paseante junta las flores que ha encontrado en un ramillete y lo ofrece a la persona querida, citar es otra forma de decir ‘no he vivido en vano’ (en este caso, ‘no he leído en vano’) y también ‘estaba pensando en ti’.”

Y yo estaba pensando en vos, porque deseo creer que me estás leyendo con esa complicidad de la que nos habla Savater. Además, pero no menos importante, porque me gustaría muchísimo saborear algún divertimento literario creado por tu “espíritu en su santa afirmación”,  teniendo presente estas palabras de Eligio Resta en Il Diritto Fraterno (Laterza, Roma-Bari, 2005):

“Del resto noi usiamo nel linguaggio di tutti i giorni l’espresione dare la parola e non ci rendiamo conto che essa è la più grande metáfora della democracia: si partecipa prendendo e dando la parola in un gioco dialogante, ma si promete e si vive di fiducia nella promessa in un gioco di responsabilità comune”  (Traducción libre: ‘Por lo demás, usamos en el lenguaje de todos los días la expresión dar la palabra y no nos damos cuenta de que esa es la más grande metáfora de la democracia: se participa tomando y dando la palabra en un juego dialogante, pero se promete y se vive de la confianza en la promesa, en un juego de responsabilidad común’).

Como ves, a través de estas citas que tanto me gustan, te invito a que seamos cómplices en la creación de esa democracia de las diferencias de la que nos habla Héctor Silveira  y que participemos en ella a través del “juego de las palabras que, para que no se las lleve el viento, se clavan, como las mariposas, con el alfiler de la escritura.”

¡Adelante… a jugar!.

Nuria Rodríguez Gonzalo
lisistrata01@gmail.com

 

Publicado, originalmente, en "El País (Costa Rica):  http://www.elpais.cr/ 19 enero, 2016

 

Link: http://www.elpais.cr/2016/01/19/el-juego-de-las-palabras/

 

Nota: solo se toma el texto de la autora. Imágenes y audios son agregados por el editor de Letras Uruguay, de los disponibles en la web. Twitter:

Fernando Savater: Las contradicciones del Progreso

Savater en la UNAM 28 octubre 2014


Ver, como curiosidad:

 

Berenjenal lingüístico › “La Tienda de Palabras Olvidadas”, por Silvina Friera - Página12 - Domingo, 31 de enero de 2016 c/videos
Somos más, pero hablamos peor › El Instituto Cervantes presentó su anuario El español en el mundo, por Silvina Friera - Página12 - Miércoles, 20 de enero de 2016 c/videos
 

Ir a índice de ensayo

Ir a índice de Rodríguez Gonzalo, Nuria

Ir a página inicio

Ir a índice de autores