Métodos para apoyar a Letras-Uruguay

 

Si desea apoyar a Letras- Uruguay, colabore por PayPal, gracias!!

 

El efecto Pigmalión
por Nuria Rodríguez Gonzalo
lisistrata01@gmail.com

 

“Les dio la confianza que necesitaban para llegar a ser lo que fueron. Esta es la donación suprema de un Maestro.”

George Steiner. "Lecciones de los Maestros".

¿Se puede incluir a los excluidos? a esta pregunta tratan de dar respuesta los educadores Luis Porter y Juan Carlos Tedesco, en un estimulante diálogo que fácilmente se encuentra en Internet, bajo el título: Políticas de Subjetividad para la igualdad de oportunidades educativas (Revista electrónica de investigación educativa del Instituto de Investigación y Desarrollo Educativo, México, Vol 8, N 1, 2006); Tedesco inicia explicando que el nuevo capitalismo tiene una fuerte tendencia a la exclusión social y a la desigualdad, por eso es necesario volver a plantear el tema de las políticas educativas relacionadas con la desigualdad:

“En este nuevo capitalismo, para lograr incluir a los excluidos hay que querer hacerlo: tiene que ser un producto voluntario, político, ya que no es algo que

va a ocurrir naturalmente, automáticamente, como consecuencia de la propia dinámica social… Actualmente existen muchos sectores sociales que no son explotados, sino simplemente excluidos. Mientras que entre explotadores y explotados existía un vínculo, actualmente, en muchos casos, estos vínculos se han roto, se han diluido. Hay zonas geográficas enteras del planeta que han quedado fuera.”

Para Tedesco, autor de El Nuevo Pacto Educativo (Anaya, Madrid, 1995);  continuar con la vieja idea de creer que la sociedad funciona como un organismo es algo que ya no tiene vigencia, porque en un organismo las relaciones son automáticas, inconscientes y funcionan de manera natural. Pero la sociedad actual no funciona como un organismo vivo y el tipo de solidaridad que se requiere, hoy día, debe ser consciente; pues las costumbres o tradiciones ya no son suficientes “…hablar de igualdad, en el sentido de querer incluir a los excluidos es una decisión consciente”.  Y la solidaridad requerida por las nuevas relaciones sociales debe ser también “una solidaridad consciente, reflexiva”.

Para estos interlocutores, destruir los determinismos sociales que conllevan a escenarios fatalistas, implica analizar las múltiples causas del éxito y del fracaso escolar; teniendo claro que este dilema ético, sobre aprender a vivir juntos e incluir a los excluidos, nos obliga a pensar en las dimensiones técnica y política de la desigualdad en la educación. Ambos pedagogos nos enfrentan con estas interrogantes: ¿queremos vivir en una sociedad que deja afuera a 25%-30% de la población?, ¿somos capaces de aprender a vivir juntos? y responden que “aprender a vivir juntos implica ser responsables del otro, conocer al otro”. De esta manera nos introducen  en el análisis de tres propiedades que tienen en común las escuelas cuyas políticas educativas, en relación con la desigualdad, les han permitido superar el  determinismo social: a) La capacidad de proyecto, b) la capacidad narrativa,  c) mayor  confianza.

Tener un  proyecto es fundamental  para enfrentar la adversidad, como explica Tedesco: “No tener proyecto equivale a ausencia de futuro, a incapacidad para imaginar un futuro” y, agrega que ser capaz de hacer un proyecto implica  conocerse a sí mismo, saber cuáles son las fortalezas y debilidades de la persona, la comunidad y el grupo.  Al respecto, Luis Porter comenta que tener un proyecto se relaciona con la siguiente idea: “Aunque no es posible ‘adivinar’ el mañana, sí es posible contribuir a su creación y, en alguna medida, prever ‘el mañana’.

La Narrativa  es otra característica que se encuentra en aquellas escuelas que mejores resultados obtienen en su lucha a favor de la equidad educativa. Según Tedesco: “Estas escuelas tienen la capacidad de articular la representación de lo que quieren, de su plan, en una secuencia lógica”; en otras palabras, son escuelas que   “saben contar al otro lo que les pasa”.  Esto es de gran importancia, porque al verbalizar  hacemos ‘objetivo’ lo que nos sucede y, al exponerlo, es posible trabajar con el asunto también  de manera objetiva. Tedesco añade que, para lograr la capacidad narrativa “hay que dominar la palabra, hay que saber leer y escribir, en el sentido no de consumir palabras, sino de saber expresarse. Aquí está una de las claves del éxito educativo. Saber decir lo que me pasa, lo que siento, lo que quiero”. Y Porter añade que la narrativa  conlleva saber hablar, contar o relatar “abriendo senderos que no sabemos hasta dónde nos puedan llevar. El propósito es llegar desde uno, hasta ese otro, con argumentos convincentes, con una retórica que provoque una respuesta que invoque su recepción.”

La tercera característica no es menos importante: “La confianza es un objeto difícil de generar y administrar. Las representaciones que tanto alumnos como maestros tienen de sí mismos o de los otros son objetos construidos en forma lenta y sólida. Al contario de las agresiones intensas pero momentáneas, que suelen dejar menos impacto en la memoria, las agresiones producidas por estigmas sociales son durables y difíciles de modificar… la modificación de estos estigmas implica un trabajo ‘contra cultura’…La información es necesaria, pero sólo si se trabaja con la afectividad será posible modificar estereotipos y prejuicios”, dice Tedesco. Para ejemplificar esa mayor confianza, el mismo autor hace referencia al conocido ‘efecto Pigmalión’,  suceso tantas veces representado en el arte –desde Ovidio en sus Metamorfosis–, pero  también estudiado y comprobado en investigaciones realizadas en ámbitos educativos, laborales y sociales, por ejemplo, las  de Rosenthal, Jacobson,  Merton y otras que podés localizar en Internet.

Aquí deseo hacer una digresión para hacer referencia a algo que debemos tener en cuenta, el efecto Pigmalión, cuando va acompañado de amor a la vida, dará resultados positivos; desgraciadamente,  también puede suceder lo contrario y llevar a resultados devastadores. Con respecto al efecto Pigmalión, en sentido negativo,  no se me ocurre mejor ejemplo que La Lección[1], esa desgarradora obra de teatro escrita por Eugéne Ionesco en 1950. Tal vez ya la leíste o, mejor aún, la has visto representada –se encuentran versiones completas en YouTube–; sin embargo, no voy a comentar su argumento porque de hacerlo me saldría del tema que me interesa rescatar en este collage, o sea, el efecto Pigmalión en su versión alegre, positiva y amante de la vida como se presenta, por ejemplo, en aquella deliciosa comedia teatral escrita por George Bernard Shaw y que, precisamente, lleva por título: Pigmalión (1913). Tal vez recordás que  esa divertida obra de Shaw se popularizó más adelante, en su versión cinematográfica, bajo el título My Fair Lady (1964), dirigida por George Cukor, cuenta con las excelentes actuaciones de Audrey Hepburn y Rex Harrison. Si no la has visto te aseguro que vale la pena sacar el tiempo para disfrutarla… ¡aunque sea por cultura general!

¿Otro ejemplo del efecto Pigmalión en sentido positivo? seguro que tenés varios en mente, pero yo quiero detenerme en uno de mis preferidos y que fue magistralmente expuesto en la película Freedom Writers, traducida al español con el título Escritores de la libertad (otras veces: Diarios de la Calle). Esta excelente cinta, dirigida por Richard La Gravenese y protagonizada por Hilary Swank, esta inspirada en hechos reales narrados en el libro The Freedom Writers Diary, escrito por Erin Gruwell, Profesora de Literatura que, a su manera, pone en acción las tres características que, según Porter y Tedesco, comparten las escuelas capaces de incluir a las personas excluidas… ¿te las reitero? Aquí van: proyecto, narrativa, y mayor  confianza.

Así volvemos a Juan Carlos Tedesco, quien sintetiza el efecto Pigmalión indicando que se trata del “impacto que tiene la representación del docente acerca de la capacidad de aprendizaje de los alumnos”, y esto  lo ilustra contando la experiencia realizada con  dos maestros: al primero se le dijo que educaría a un grupo de superdotados, al segundo se le informó que enseñaría a un grupo fronterizo, pero, como imaginarás, ambos datos eran falsos. Dice Tedesco: “Lo que los maestros esperaban de ellos, a partir de esta información, determinó los resultados del aprendizaje. La expectativa del docente tiene una fuerte influencia en los resultados. Por eso, es fundamental crear altos niveles de confianza en la capacidad de nuestros alumnos.”

Por su parte, Luis Porter comenta que, tradicionalmente, la relación entre personas que juegan los roles de discípulas y maestras se da a través de la fórmula ‘aprender-haciendo’ y la confianza resulta esencial en ese contexto pues, de lo contrario, puede darse un colapso en el proceso educativo, ya que la educación nos obliga a dar pasos que implican resolver las contradicciones entre el mundo personal y el escolar. Por eso es imprescindible que exista un ‘tratamiento afectivo’ de parte de Maestros y Maestras ya que este afecto  permite a quienes estudian  enfrentar la ansiedad y el miedo que provoca la diferencia entre el mundo social-familiar y el mundo escolar. “En otras palabras –concluye Porter–, introducir al estudiante al mundo de la educación es exponerlo a lo que realmente importa, para que comience a desarrollar la capacidad reflexiva y la confianza en sus propias capacidades. Lo que realmente importa equivale a la simple actividad de ponerlo en contacto con aquellas expresiones que surgen de su propia cultura, y que tienen el poder y la influencia para contribuir substancialmente a la conformación de su identidad.”

Con la cita anterior deseo traer a colación otro autor que ha reflexionado ampliamente sobre estos temas, me refiero al filósofo Fernando Savater[2]. En su libro El Valor de Educar (Ariel, Barcelona, 2004), leemos que la niñez pasa por dos gestaciones: la primera en el seno materno, y la otra, en la ‘matriz social’ donde sucede su crecimiento. Para Savater “La posibilidad de ser humano sólo se realiza efectivamente por medio de los demás, de los semejantes, es decir de aquellos a los que el niño hará enseguida todo lo posible por parecerse. Esta disposición mimética, la voluntad de imitar a sus congéneres, también existe en los antropoides pero está multiplicada enormemente en el mono humano: somos ante todo monos de imitación y es por medio de la imitación que llegamos a ser algo más que monos. Lo específico de la sociedad humana es que sus miembros no se convierten en modelos para los más jóvenes de modo accidental, inadvertidamente, sino de forma intencional y conspicua. Los jóvenes chimpancés se fijan en lo que hacen sus mayores; los niños son obligados por los mayores a fijarse en lo que hay que hacer.”

Ese filósofo afirma que la sociedad enseña lo que desea conservar porque lo estima valioso y, coincidiendo con Hannah Arendt, declara que quien pretenda educar es en cierta manera “responsable del mundo ante el neófito”; lo que no significa que apruebe el mundo tal como es, sino  que lo asume de manera consciente porque tiene claro que: sólo a partir de lo que el mundo es, será posible enmendarlo. En otras palabras, para que exista futuro “alguien debe aceptar la tarea de reconocer el pasado como propio y ofrecerlo a quienes vienen detrás de nosotros.”

Savater[3] nos recuerda que, durante siglos, la educación sirvió para discriminar unos grupos humanos frente a otros: hombres/mujeres, ricos/pobres, citadinos/campesinos, etcétera; y la educación humanista pretende acabar con tales  discriminaciones “Cada cual es lo que demuestra con su empeño y habilidad que sabe ser, no lo que su cuna –esa cuna biológica, racial, familiar, cultural, nacional, de clase social, etc–  le predestina a ser según la jerarquía de oportunidades establecida por otros. En este sentido, el esfuerzo educativo es siempre rebelión contra el destino, sublevación contra el fatum: la educación es la antifatalidad, no el acomodo programado a ella… para comerte mejor, según dijo el lobo pedagógicamente disfrazado de abuelita.”

Por cierto, hablando de abuelitas, el mismo autor nos recuerda que todos los grupos tradicionalistas que tratan de resistirse a la igualdad de derechos individuales inicia combatiendo la educación de las mujeres “…en efecto, la forma más segura de impedir que la sociedad se modernice es mantener a las mujeres sujetas a su estricta tarea reproductora. En cuanto ese tabú esencial se rompe, para desasosiego de varones barbudos y caciques tribales, ya todo es posible: hasta el progreso, en algunas ocasiones”…¡más claro no canta el gallo que Sócrates pide sacrificar en honor a Esculapio!

Como recordarás, según Porter,  los alumnos deben ser puestos en contacto con las expresiones que nacen de su propia cultura y que tienen “el poder y la influencia para contribuir substancialmente a la conformación de su identidad”. Pues bien, al respecto y en estos tiempos de interdependencia planetaria me parece que una  educación capaz de incluir a las personas excluidas y de convertirlas en ciudadanas del Mundo es la que nos enseña que las raíces a las que debemos regresar son las que nos unen a lo más esencial de lo que significa ser humano. Por eso, comparto la opinión de Savater cuando escribe: “…nuestras raíces más propias, las que nos distinguen de los otros animales, son el uso del lenguaje y de los símbolos, la disposición racional, el recuerdo del pasado y la previsión del futuro, la conciencia de la muerte, el sentido del humor, etcétera, en una palabra, aquello que nos hace semejantes y que nunca falta donde hay hombres” …y mujeres, agrego yo, ¡para no sentirme excluida!. O sea que, nuestras raíces, en el sentido más humanista y pluriversal, implican “Lo que ningún grupo, cultura o individuo puede reclamar como exclusiva ni excluyentemente propio, lo que tenemos en común”, resume Savater.

Sé que aquí podría –¿debería?– comentar,  o al menos parafrasear, lo expresado por Savater en la cita anterior; sin embargo, paso de largo por esa tentación y en su lugar espero tu comprensión cuando caigo de inmediato en el placer de transcribir otra cita textual que me parece la mar de oportuna y que se complementa de maravilla con la anterior: “No negamos las diferencias existentes entre lenguajes, formas artísticas o costumbres. Pero yo las atribuiría a los accidentes de su situación y/o a la historia, no a unas esencias culturales claras, explícitas e invariables: potencialmente, cada cultura es todas las culturas […] Si cada cultura es potencialmente todas las culturas, las diferencias culturales pierden su inefabilidad y se convierten en manifestaciones concretas y mudables de una naturaleza humana común.” Dice Paul Feyerabend. ¿Qué dónde encontré esta cita? ¡en el mismo libro de Savater!.

Volviendo al tema de las políticas educativas que han logrado romper el destino social e incluir a las personas excluidas, a través de las tres capacidades de las que nos hablan Porter y Tedesco, me parece oportuno mencionar que para Savater la pedagogía tiene más de arte que de ciencia, porque la persona que enseña utiliza el ‘arte persuasivo’ pero quien asuma el reto de educar  “debe ser capaz de seducir sin hipnotizar”; o bien, para decirlo con George Steiner: los verdaderos Maestros y Maestras “forman para la disconformidad”. Y con ese autor que tanto me gusta, te regreso al punto inicial, o sea, al epígrafe, pero es también con él con quien termino este collage, porque es precisamente de Steiner, y de su maravilloso libro Lecciones de los Maestros (FCE, Ediciones Siruela, México, 2004), del que transcribo la última cita:

“Los peligros se corresponden con el júbilo. Enseñar con seriedad es poner las manos en lo que tiene de más vital un ser humano. Es buscar acceso a la carne viva, a lo más íntimo de la integridad de un niño o de un adulto. Un Maestro invade, irrumpe, puede arrasar con el fin de limpiar y reconstruir. Una enseñanza deficiente, una rutina pedagógica, un estilo de instrucción que, conscientemente o no sea cínico en sus metas meramente utilitarias, son destructivas. Arrancan de raíz la esperanza. La mala enseñanza es, casi literalmente asesina y, metafóricamente un pecado. Disminuye al alumno, reduce a la gris inanidad el motivo que se presenta. Instila en la sensibilidad del niño o del adulto el más corrosivo de los ácidos, el aburrimiento, el gas metano del hastío”.

Pues bien, sirva este collage para agradecer a las Maestras y Maestros que ponen en práctica las propiedades que nos permiten superar el determinismo social. A esos valiosos seres, llenos de humanidad, que se dedican a enseñar las capacidades de proyecto y de narrativa, otorgando mucho afecto y confianza al estudiantado.

Esas Maestras y Maestros son las Evas y Prometeos que despiertan la curiosidad por el conocimiento y provocan que nuestra vida se convierta en una gran aventura… ¡sin aburrimiento!

 

[1]La lección, de Eugène Ionesco

 

 

[2]FERNANDO SAVATER - El valor de educar (conferencia)

 

[3]Fernando Savater ¿Para que sirve la educación?

 

Nuria Rodríguez Gonzalo
lisistrata01@gmail.com

 

Publicado, originalmente, el texto, en "El País (Costa Rica):  http://www.elpais.cr/  el 1 de noviembre de 2015

 

Link: http://www.elpais.cr/2015/11/01/el-efecto-pigmalion/

 

Imágenes y videos disponibles en la red agregados por el editor de Letras Uruguay- Twitter: @echinope
 

Ir a índice de ensayo

Ir a índice de Rodríguez Gonzalo, Nuria

Ir a página inicio

Ir a índice de autores