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Héctor Abad Faciolince: "El dolor siempre es mal consejero" 
por Fernando Rodríguez
LA NACIÓN

El escritor y periodista colombiano, que vino a Buenos Aires a presentar su última novela, Angosta, la fábula de una ciudad asolada por la desigualdad y la violencia, afirma que las personas resentidas por la pérdida de un ser querido son malas consejeras, y aunque él mismo perdió a su padre, asesinado por los paramilitares, sostiene que la "mano dura" no sirve.

Detrás de sus gafas, Héctor Abad Faciolince observa con ojos que parecen de niño. Pero sus gestos risueños no deben llevar a confusión: esa mirada ha visto mucho; conoció el dolor, la amenaza, el miedo y el exilio en carne propia. Sus experiencias y percepciones lo han llevado a concebir una particular visión del mundo. Como periodista, en sus columnas de opinión en la revista Semana, de Bogotá, ha escrito sobre distintos aspectos de esa cosmovisión. Como literato, ha recurrido al realismo fantástico para reproducir su percepción de la sociedad global.

Este colombiano nacido en Medellín hace 46 años acaba de llegar a la Argentina para presentar su última novela: Angosta, la fábula de una ciudad que no es otra cosa que un espejo amplificador de cualquier centro urbano, o del mundo mismo. Abad desborda con sus argumentos los límites de la ficción. Expone la desigualdad, la exclusión, la pobreza, la violencia en sus caras más salvajes -secuestros, asesinatos, terrorismo y narcotráfico- y las respuestas que las sociedades buscan y encuentran para enfrentar sus disfuncionalidades.

* * *

Para comprender aquella cosmovisión, conviene saber cómo es Angosta: una ciudad de tres niveles, tres castas económicas y tres climas, situada en un estrecho valle de los Andes, herida por una catarata conocida como el Salto de los Desesperados y dividida por montañas, por un muro y por fronteras internas. Cada casta permanece recluida en su propio sector: los dones en Tierra Fría, los segundones en Tierra Templada y los tercerones en la tórrida Boca del Infierno.

La exclusión y la violencia son impuestas por los Siete Sabios para sostener aquella estructura social. Otros siete personajes -siete, número cabalístico-, reunidos en torno a La Comedia, un hotel decadente del corazón de la ciudad, buscan romper con aquella lógica de exclusión para hacer triunfar el intercambio, la comunicación y el amor.

-¿De qué ciudad es espejo esta Angosta?

-Angosta se parece a cualquier megalópolis latinoamericana. Pero pienso que América latina es un buen resumen del mundo: una población "blanca" que vive en el primer mundo, que representa menos de un sexto de la población mundial pero posee la mayor parte de los recursos. El resto del mundo los mira con interés, envidia y ansias de imitación.

"Aquel primer mundo construyó un muro para protegerse de esas poblaciones oscuras y miserables que existen allende sus fronteras. En las ciudades latinoamericanas pasa igual: una clase, dueña de los recursos, trata de encerrarse pues teme a esas masas más numerosas y desesperadas. A nivel global el gran temor es a la locura del terrorismo. En las ciudades, a la delincuencia. En ese contexto opera la exclusión."

-¿Cuál es el germen de ese temor?

-La primera fuente es el temor a lo numeroso: los pobres son más. Las elites temen ser desplazadas del poder por las grandes masas empobrecidas. Con la globalización se pretende la apertura de las fronteras para el tráfico de bienes, servicios y capitales. Pero el primer mundo no se abre al flujo de personas y, si algún producto abundante tenemos en América latina, es la gente pobre.

-¿Cómo opera la exclusión detrás del miedo?

-Para cerrar fronteras, nada mejor que la xenofobia, rechazo por color, por idioma, por cultura. Quien vive en un barrio burgués no quiere que sus calles se llenen de gente pobre que pide trabajo. Les produce desasosiego. Ese temor hace crecer muros de contención: porteros eléctricos, rejas, countries; trabas inmigratorias, a nivel global.

"La forma más fácil de estigmatizar es generalizar, dar a todo un grupo el disvalor de sus individuos desviados. Hoy ser árabe en Europa o en los Estados Unidos es muy duro. En nuestras ciudades eso le sucede al que no tiene dinero. Si, además, es más oscuro (étnicamente hablando) o viste mal, la estigmatización es mayor."

-Y eso lleva a consecuencias dramáticas?

-La lógica del miedo y la exclusión produce un gran resentimiento. Eso de ir a destrozar como sea al terrorismo o a la delincuencia produce el efecto contrario al buscado, pues hay mucha gente que no tiene nada que perder ni que ganar. Las elites apropiadoras han querido imponer la teoría de que pobreza no tiene nada que ver con la violencia. Pero yo creo que la pobreza es como la leña seca: no arde por sí sola en secuestros y violencia sino hasta que se le acerca la chispa.

"En Colombia, más del 50 por ciento de la población es leña seca, y se la ha encendido con la gasolina del narcotráfico -que ha dado recursos para comprar armas y contratar entre esa "leña" a sicarios- y con los métodos guerrilleros de secuestros."

-¿Cuáles son los métodos que prevalecen para imponer esa lógica del muro?

-En Colombia hemos ensayado todos los métodos: mano dura, superdura. Pero lo único que funciona es, en definitiva, reducir la cantidad de "leña". Ese camino es lento, y no da réditos electorales inmediatos a un gobierno: se recorre con educación, salud, vivienda digna y perspectivas de progreso con trabajo. Se debe evitar que jóvenes desempleados, sin nada que perder o ganar, sean contratados como sicarios de las mafias del narcotráfico, de la guerrilla izquierdista o de los paramilitares derechistas.

-¿Y la sociedad no se rebela ante el fracaso de la mano dura, como los siete de La Comedia en Angosta?

-Es que todos llevamos un pequeño fascista adentro. Queremos líderes fuertes, que pongan las cosas en orden con leyes duras y policías habilitados para todo. Ensayamos esa fórmula una y otra vez, pero lo cierto es que sólo hay éxitos cuando se mejora la situación de las bases.

-En la Argentina buena parte de la sociedad se encolumnó detrás del drama de Juan Carlos Blumberg, que perdió a su hijo en un secuestro, para pedir leyes más duras?

-En Colombia conocemos bien este fenómeno. Un 50 por ciento de nuestras familias vive o ha vivido un episodio de violencia cercano. El vicepresidente Francisco Santos estuvo secuestrado. Lo mismo el padre del presidente Alvaro Uribe, al que la guerrilla asesinó. Yo mismo, con mi padre (Héctor Abad Gómez, médico defensor de los derechos humanos, asesinado por los paramilitares en 1987).

"Las personas resentidas por el dolor propio somos malas consejeras. Para llevar adelante cualquier actividad política o de seguridad debemos poner un filtro de distancia. No se puede ser juez y parte. La "leña" existe porque hay muchas víctimas. ¿Cómo no sucumbir entonces a esas ideas más fuertes? Uno siente simpatía con las víctimas, que tienen un poder de convicción moral que les da el dolor. Pero por su indignación terminan siendo malas consejeras. El que ha padecido se convierte en un ser primitivo que quiere venganza, que desea devolver golpe por golpe. Y de lo que se trata en la civilización es de sobreponerse a eso.

-¿Por qué las autoridades se pliegan tan dócilmente a esos pedidos irreflexivos?

-El buen político es el que olfatea un movimiento de opinión y se adecua a él para sacar provecho. Es un pusilánime, pero con buen olfato. Los que pretenden soluciones de mano dura son insoportables. Los sistemas penales duros son otro muro, como los de Angosta. Porque hay un grupo al que nunca se lo sanciona y otro al que siempre se lo castiga. Esa impunidad genera mayor violencia.

-El vicepresidente de su país opinó aquí que la prensa debería ser más cuidadosa al informar sobre secuestros ¿Qué cree usted?

-Empeorar la situación de una persona que está secuestrada por obtener la gran primicia es muy injusto. Omitir parte de la información relacionada con los secuestros en curso no afecta la deontología del periodista. El bien que se protege, la vida del cautivo, es más importante que la información. No sé si es mejor publicar o no las noticias sobre secuestros. A veces puede convenir, si la familia de la víctima, asesorada por expertos, se acerca para enviar un mensaje. Incluso, desinformar a los secuestradores puede resultar conveniente.

-¿Existe en Colombia la obsesión que se advierte en la Argentina por los secuestros?

-En Colombia, el ciudadano medio está como insensibilizado con estas noticias que han dejado de ser impactantes, que cada vez tienen menos lugar en los medios. Igualmente creo que los secuestrados, los que aún siguen en la selva, no merecen que los olvidemos así.

-¿Deben pagarse los rescates?

-Esa es una discusión teórica. Si no fuéramos personas... pero somos seres humanos. Discutir sobre la necesidad de cortar con la cadena de beneficios de las mafias mediante el no pago de rescates es desconocer cómo somos. Haríamos lo que fuera para obtener la liberación de un hijo. Muy pocos no cederíamos al chantaje.

-¿Qué condena les impondría?

-La máxima. En esto no debe haber leyes misericordiosas, pero la política por aplicarse debe ser más amplia. Hay que odiar ese delito, pero también modificar las condiciones en las que prolifera, en las que crecen sus autores.

-Sin embargo usted se ha mostrado a favor de una amnistía parcial para los paramilitares colombianos?

-Estamos desesperados con tantos años de violencia y de muerte. Pero para poder perdonar hay que saber, debe haber una reparación. Los paras deben confesar sus crímenes. En lo personal, accedería a condenas más leves, previa confesión. Pero creo que ellos nunca reconocerán sus crímenes. Nuestra venganza será no callar. La mía será una venganza literaria: seguir escribiendo sobre los crímenes, contar nosotros la verdad si ellos no lo hacen. Para no olvidar, porque eso le da sentido a la vida.

por Fernando Rodríguez

 
El perfil Dolor y exilio

Héctor Abad nació en Medellín en 1958. El asesinato de su padre, en 1987, y las amenazas de muerte de las que fue objeto lo obligaron a exilarse en Italia. Tiene una hija de 18 años y un hijo de 14, nacidos en Italia.

Hombre de letras

Es columnista de opinión en la revista colombiana Semana, y ha publicado varios libros: Malos pensamientos (1991), Asuntos de un hidalgo disoluto (1994), Tratado de culinaria para mujeres tristes (1997), Fragmentos de amor furtivo (1998), Basura (2000) y Angosta (2003).

por Fernando Rodríguez  

http://www.lanacion.com.ar/635423-hector-abad-faciolince-el-dolor-siempre-es-mal-consejero 

12 de septiembre de 2004 

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