Augusto Roa Bastos y el bilingüismo paraguayo


por Hugo Rodríguez Alcalá

 

Varias veces Augusto Roa Bastos ha escrito sobre los problemas literarios que en Paraguay plantea el bilingüismo. Para el hoy célebre autor de Hijo de hombre, acaso el libro de mayor resonancia continental y mundial jamás escrito por un paraguayo (en magnífico castellano) el bilingüismo es un hecho negativo en lo que mira al quehacer literario.

Roa Bastos escribe: "Existe en el Paraguay una literatura visible: la que ha prosperado raquíticamente en los moldes de la lengua hispánica. Algo así como el tronco escuálido de un árbol cuyas raíces se hunden en el limo oscuro y vital del idioma autóctono. Pero las raíces de esta literatura nacional no están a la vista de los rastreadores extraños a ella. Sólo las siente, las Oye en sí mismo el pueblo ligado a la realidad de su historia y de su ambiente por el cordón umbilical del habla vernácula. Y el escritor o el poeta paraguayo que escribe en castellano, no hace más que traducir, en el mejor de los casos interpretar, esa otra porción de las vivencias colectivas, la porción más rica y viviente, el grito más hondo y melodioso de su tierra y de su gente, que queda así obturado y como en sordina en el momento mismo de nacer.”[1]

Estas y otras cosas afirma el gran escritor. Y como tiene al servicio de sus ideas no sólo un talento excepcional sino un instrumento expresivo no menos excepcional, el lector se queda muy impresionado si no enteramente convencido.

Ahora bien, si el Paraguay carece de una literatura en español tan rica como la del Uruguay, por ejemplo, no creo yo que esto se deba al bilingüismo sino a muchos factores diferentes. La mejor literatura de los países americanos, en su mayoría, comenzó en el siglo XIX. Bien. ¿Y qué pasó en el Paraguay en el siglo XIX? Hacia 1812 se podía esperar que el Paraguay desarrollara una cultura importante. Léanse los 73 artículos de las "Instrucciones para maestros de escuela” de la Junta Superior Gubernativa presidida por Fulgencio Yegros, y estúdiese ese famoso documento que es el Bando de la misma Junta del 6 de enero de 1812. Basta, no obstante, una rápida lectura, no un profundo estudio, para advertir que el país estaba gobernado por gente de maravillosa amplitud de miras, de un profundo sentido de valores culturales. Si esa Junta u hombres como los de esa Junta hubieran podido mantenerse en el poder durante veinte o treinta años, el Paraguay hubiera sido al mediar el siglo uno de los países más cultos de América. Los hombres de 1812 lo entendían todo y lo preveían todo. Todo, exceptuando acaso el peligro que para sus nobles planes representaba, paradójicamente, uno de los hombres más ilustrados de su tiempo. En 1814, sólo a dos años del Bando del 6 de enero, al que llama Efraim Cardozo "uno de los documentos capitales de la cultura paraguaya”, José Gaspar de Francia se apodera definitivamente del poder. Sólo lo suelta cuando muere, el 20 de septiembre de 1840.

Como Segismundo que despierta en su prisión y halla la puerta abierta, inexplicablemente abierta, el Paraguay, a los 26 años de tiranía, se encontró, acostumbrado a su encierro de un cuarto de siglo, con la posibilidad de respirar los aires del mundo, de la cultura, del progreso. Se enteró poco después de que había habido —y seguía habiendo— algo que se llamaba —y se llama— Romanticismo. Durante el enclaustramiento no se había escrito dentro de las fronteras patrias un solo verso romántico. Nada que fuera un eco de la cultura vigente.

La obra del presidente Carlos Antonio López fue enorme. Gobernó al país desde 1841 a 1862. A su muerte dejó un Estado organizado, dejó instituciones de cultura, dejó una élite intelectual, dejó infinitas cosas que hasta los niños de las escuelas hoy podrían enumerar con aceptable precisión. Pero ¿cuánto tiempo duró lo que creó el ilustrado mandatario? Ocho años después de su muerte, la población del Paraguay estaba reducida a unos 200 000 habitantes. Antes de la catástrofe terminada el l9 de marzo de 1870, esa población era de 1 300 000[2].

¿Qué literatura hubiera podido escribirse desde 1814 a 1840 y desde 1870 hasta 1900?

No es de asombrarse, pues, que el Paraguay no tuviera, como afirmaba Menéndez Pelayo en 1892, "historia literaria, a lo menos en los tiempos modernos[3]."

Lo extraordinario, lo asombroso es que treinta años después de la Guerra de la Triple Alianza surgiera la llamada "Generación de 1900."

Pero volvamos al bilingüismo. Ya en esta generación aparece una prueba elocuente de un argumento con que se podría contestar a los que ven en el bilingüismo un factor negativo. Ante todo, es menester formular el argumento. Lo cual no es nada difícil. El bilingüismo cuando es cabal, no es factor negativo. Tomemos el caso de Manuel Domínguez. Domínguez es hombre de refinada cultura. ¿Tiene dificultad Domínguez de expresarse en español? Yo creo que la mayoría de los estilistas americanos del tiempo de Domínguez no escribían mejor que el autor de El alma de la raza. Por otro lado, cuando el bilingüismo no es, en rigor, bilingüismo sino un saber a medias de uno u otro idioma, si no de ambos, entonces sí hay inconvenientes insalvables. Para mí el problema es un problema de cultura. El caso de Domínguez no es único. Todos los escritores paraguayos que saben bien guaraní y que tienen sólida cultura escriben muy bien en español: Natalicio González, Justo Pastor Benítez, Hérib Campos Cervera, Augusto Roa Bastos, Elvio Romero, etc.

Pero si el poeta o el prosista carece de cultura, entonces topamos con el caso de Manuel Ortiz Guerrero, excelente poeta en guaraní, el cual no llegó nunca a dominar la sintaxis española con todas las implicaciones que esto acarrea. Si se habla de bilingüismo, si se dice que el Paraguay es un país bilingüe, hay que preguntarse con toda energía lo que esto significa o puede significar. Acontece, sin embargo, que cuando se habla de bilingüismo se carga el acento en el idioma guaraní y se insinúa o concluye, acaso con excesiva precipitación, que el castellano es para el Paraguay menos idioma que el vernáculo. Lo cual es, sólo en cierto modo, cierto. Ahora bien: la cultura es solución absoluta del problema. Denle cultura al paraguayo "bilingüe" y tendrán ustedes una posibilidad cabal de intelectual americano de lengua española.

Cuenta Porfirio Fariña Núñez algo que viene muy a propósito respecto a lo que afirmo. "Nuestro idioma de leche era el guaraní”; —habla de sus hermanos y de sí mismo— "aprendimos el castellano, que nuestros padres no hablaban, en la escuela común, en el Paraguay y en la Argentina. Nuestro hermano mayor recibió en Humaitá, de un maestro italiano Gorriti, una buena enseñanza...[4]

Esto significa que Eloy Fariña Núñez, el autor del Canto secular, por un lado y, por otro, de Mitos guaraníes, no aprendió la lengua española en su casa. Lo cual significa que el famoso poeta y sus hermanos eran monolingües, no bilingües, antes de ir a sus escuelas. Y tampoco eran bilingües sus padres, "que no hablaban castellano.”

Ahora bien, Eloy Fariña Núñez, una vez bilingüe y hombre de cultura clásica y moderna, no tuvo problema alguno, En 1912 ganó el primer premio en el certamen literario de La Prensa de Buenos Aires, compitiendo con escritores cuyo español les venía, por decirlo así, desde la cuna.

En suma: el bilingüismo es un factor negativo cuando en el hablante —este o aquel— no hay parejo conocimiento de los dos idiomas. Las grandes voces de la nación paraguaya fueron dadas en español, por otra parte. Pedro Juan Caballero, según aprenden los niños paraguayos en las escuelas, escribió con sangre, en su mazmorra, sus inmortales palabras en castellano. Hasta la leyenda patria se hace en español.

Francisco Solano López cae en Cerro Corá con la trágica frase española en los labios moribundos: "—¡Muero con mi patria!—”. El mejor poema paraguayo se titula "Un puñado de tierra”; la mejor novela, Hijo de hombre; uno de los mayores logros de la historiografía patria, El Paraguay colonial.

Insistamos: el bilingüismo es problema y será problema sólo en la medida en que la cultura no refine lo suficiente el dominio del español. Esto es, en caso de cultura escasa en el escritor. Pero entonces caemos en la cuenta de que el problema no ha sido bien planteado. Habrá que plantearlo de modo distinto y decir: el infortunio cultural del Paraguay no ha consistido nunca en ser un país bilingüe sino en no serlo cabalmente. Si todos los paraguayos hablasen un buen guaraní y un no menos buen castellano, entonces tendríamos gran ventaja sobre todos los países de América, especialmente en lo que mira a la posibilidad del ahondamiento de lo americano. A saber: el Paraguay podría expresar en una sola lengua —la continental y universal que es el español— la sabiduría profunda de dos lenguas: una de América y otra de Europa, la española, que, además, por derecho propio, es también de los descendientes de Irala, Salazar y Hernandarias.

Tocante a un bilingüismo muy distante del de mi tierra nativa, voy a referirme aquí a lo que acontece en mi derredor, en la Universidad de California, filial de Riverside:

En California hay millares de Mexican-Americans, llamados hoy chícanos. Muchos, no tantos como sería deseable; asisten a la universidad. Si se habla con ellos en castellano y en ingles sobre temas comunes, uno no se da cuenta de algo sorprendente, a saber: que no son, en rigor, bilingües. En efecto, hablan un castellano familiar perfectamente comprensible. Hasta usan unos modismos con sabor de Siglo de Oro. Y hablan un inglés adecuado, "un inglés de todos los días.”

Ahora bien: si estos estudiantes se ven obligados a hablar de literatura en clase, no sobre su familia o sus problemas personales en lo corredores o patios, entonces se advierte que no saben expresarse, que no dominan ni el castellano culto ni el inglés culto; que no son, estrictamente hablando, bilingües cabales.

Será cosa de preguntarse ahora si a muchos paraguayos les acontece algo parejo cuando se ponen a hacer literatura. Si son perfectamente bilingües como Roa Bastos o Campos Cervera, o José Luis Appleyard, hacen una literatura espléndida porque no sólo saben bien el español sino son escritores de verdad. Pero si muchos paraguayos no saben bien español, y el guaraní que hablan tampoco es un guaraní jugoso, aunque sean escritores de vocación, es más que probable que no hagan una literatura digna de competir con la de hombres de equivalentes dotes intelectuales pero de mayor cultura y de mayor dominio de la lengua que utilizan.

Difúndase el conocimiento más cabal posible del español en las ciudades, aldeas y campos paraguayos, y se verá que el bilingüismo, al hacerse realidad de verdad, antes que problema será fuente riquísima de expresiones de espiritualidad. Lo dañino consiste, en suma, en el bilingüismo a medias o en el monolingüismo deficiente, esto es, la falta de cultura. Esto último, sí, es problema. Y no sólo en el Paraguay, sino en todos los países del mundo.

Convencido yo, aunque sin fundamentación científica, de que nuestro bilingüismo no ha sido causa de nuestro lento desarrollo intelectual, llevé a cabo una encuesta cuyo resultado confirmó plenamente mi posición. Me limitaré a transcribir el dictamen de sólo dos especialistas que han hecho de los problemas lingüísticos y literarios la ocupación exclusiva de su existencia. No citaré a otros filólogos para no incurrir en cansada machaconería. Luego presentaré algunas ideas de nuestro Rafael Barrett quien, ya a comienzos del siglo, se anticipó con maravillosa intuición de pensador y artista a la conclusión de iniciados en disciplinas que en los últimos decenios han tenido desarrollo considerable en Occidente.

A renglón seguido citaré a un escritor paraguayo plurilingüe, historiador distinguido, para quien el bilingüismo no es, ni mucho menos lo que creen Roa Bastos y otros poetas y críticos. En el dictamen de un historiador paraguayo, conocedor profundo de su desenvolvimiento social, político y cultural, hay la garantía de una visión más comprensiva del fenómeno bilingüe. Por esto transcribiré unas afirmaciones de Pablo Max Ynsfrán.

Veamos primero qué postura asume ante el bilingüismo el profesor Marcos A. Morínigo, paraguayo de origen, formado bajo el magisterio directo de Amado Alonso en el Instituto de Filología de Buenos Aires, autor de Hispanismos del Guaraní, y figura de renombre internacional en estudios lingüísticos y literarios:

"Es muy plausible su iniciativa de indagar si el bilingüismo paraguayo puede ser el gran culpable de que las letras paraguayas padezcan de raquitismo frente a las de otros países hispanoamericanos. Se creyó en el Paraguay hacia fines del siglo pasado y principios de éste que el atraso nacional se debía a que la mayoría de sus habitantes no poseían el español, la lengua de la cultura. La escuela pública hizo lo que pudo para superar el problema. Se prohibió en el ámbito escolar el uso del guaraní y en muchos hogares se siguió el ejemplo. El español dio pasos gigantescos en este siglo, no cabe duda, pero lo que realmente ocurrió con este avance del español es lo que yo creo que fue una solución magnífica: el Paraguay se tornó bilingüe. Una inmensa ventaja que hay que conservar. No puede, creo, achacarse al bilingüismo el que el Paraguay no haya tenido hasta nuestros días escritores de prestigio internacional. La historia literaria conoce muchos excelentes escritores bilingües. En América el Inca Garcilaso es ejemplo estelar, pero también lo fueron Espinoza y Medrano, Santa Cruz y Espejo, Altamirano... Y no faltan ejemplos europeos contemporáneos. Lo que en el Paraguay faltó fue una tradición. Nunca la hubo ni se pudo formar hasta vísperas de este siglo. Y los escritores valiosos no se forman sino dentro de una tradición, como los pintores, escultores, etc. Las razones para esta carencia son múltiples. No vamos ahora a analizarlas. La tradición empezó a formarse con la fundación del Colegio Nacional para afirmarse luego con la de la Universidad. Los pocos paraguayos que antes de estas fundaciones demostraron interés por las letras o se dedicaron a escribir se formaron fuera del país. Y por supuesto que las excepciones confirman la regla. Los escritores cuyos nombres como escritores han cruzado las fronteras del país son productos directos o indirectos de esas instituciones y de su influencia y son nuestro contemporáneos. Por otra parte no hay que alarmarse porque el Paraguay no haya dado escritores de relieve continental como los han producido México, Venezuela, Cuba, Perú, Chile, Uruguay, Argentina. Todo llega a su tiempo.”

Así opina, desde la Universidad de Illinois, en carta del 9 de diciembre de 1969 el filólogo y cervantista que en esa fecha acababa de dar a la estampa una admirable edición del Quijote en la hora de su jubilación de una brillante carrera científica y literaria iniciada en el estudio de la interacción del guaraní y el español. Lejos de ver una rémora en el bilingüismo, el Dr. Morínigo lo considera, subrayémoslo, una "inmensa ventaja.”

Leamos ahora la respuesta del profesor Angel Rosenblat, el primer discípulo que tuvo Amado Alonso en el mismo Instituto en que se formó la ya citada autoridad.

"Me plantea usted un problema delicado:” —escribe el sabio argentino desde el Instituto de Filología "Andrés Bello” de Caracas— "si el bilingüismo paraguayo es una rémora para sus escritores. Una serie de psicólogos y educadores, en los Estados Unidos, por ejemplo, han sostenido que el bilingüismo en la infancia retrasa el desarrollo mental del niño. Otros han combatido enérgicamente esa opinión. Quizá el problema sea más complejo de lo que parece, y dependa de factores externos (sociales) o internos (familiares, etc.). Hay un argumento que yo esgrimo continuamente: las comunidades judías de Europa han sido siempre bilingües (y hasta trilingües), y han dado escritores notables, a veces en sus dos lenguas. Gran parte de la población de Yugoslavia, Checoslovaquia, Polonia y otros países es bilingüe o trilingüe, y no parece que les haya faltado poetas y novelistas. El Inca Garcilaso era bilingüe, y vivió muy compenetrado con su familia materna, y es uno de los más grandes escritores de nuestra lengua. Unamuno es vasco, y el vasco era la lengua de su casa, y es posible que el conflicto de sus lenguas haya sido uno de los gérmenes positivos de su obra. A mí me parece que en general el dominio de dos idiomas debe ser fructífero para un escritor. Sin duda el escritor debe decidirse dentro de su alma por uno de los idiomas, pero siempre debe actuar el otro como fermento positivo.

El bilingüismo paraguayo constituye sin duda un problema desde el punto de vista social o educativo. Yo creo que el país debe cultivar su lengua indígena, que es la lengua de su tradición y de su pueblo, pero sin olvidar que forma parte de una inmensa comunidad hispánica, que le ofrece, como patrimonio propio, toda su literatura, toda su cultura y todas sus posibilidades.” (Carta del 3 de octubre de 1969).

En el artículo titulado "Guaraní”, de El dolor paraguayo, Rafael Barrett escribe: "Para algunos, el guaraní es la rémora... El argumento comúnmente presentado es que correspondiendo a cada lengua una mentalidad que, por decirlo así, en ella se define y retrata, y siendo el guaraní radicalmente distinto del castellano y demás idiomas arios, no sólo en el léxico, lo que no sería de tan grave importancia, sino en la construcción misma de las palabras y de las oraciones, ha de encontrar por esta causa, en el Paraguay, serios obstáculos la obra de la civilización. El remedio se deduce obvio: matar al guaraní..."

Saltemos varias reflexiones de Barrett para llegar a esta aseveración: "En Europa misma vemos que no son los distritos bilingües los más atrasados. Y no se crea que la segunda habla, la popular y familiar, en tales distritos usada, es siempre una variante de la otra, de la nacional y oficial. Vizcaya, región en que se practica un idioma tan alejado del español como el guaraní, es una provincia próspera y feliz. Algo parecido ocurre en los Pirineos franceses, en la Bretaña, en las regiones celtas de Inglaterra. .

Más abajo agrega: "La historia nos revela que lo bilingüe no es una excepción, sino lo ordinario. Suele haber un idioma vulgar, matizado, irregular, propio de las expresiones sentimentales del pueblo, y otro razonado, depurado, artificial, propio de las manifestaciones diplomáticas, científicas y literarias. Dos lenguas, emparentadas o no; una plebeya y otra sabia; una particular, otra extensa; una desordenada y libre, otra ordenada y retórica. Casi no hubo siglo ni país en que esto no se verificara.’’

Valdría la pena transcribir todo lo que nos dice este luminoso espíritu, pero hay que ahorrar espacio y sólo destacar lo que en su tesis es coincidencia absoluta con lo que afirman Morínigo y Rosenblat.

Cierto es que Barrett polemiza en su artículo con los enemigos del guaraní, y aquí nadie piensa en los enemigos de esa lengua sino en los que creen ser el bilingüismo la causa de nuestra escasa producción literaria. Sin embargo, es muy fácil ver que Barrett concuerda con la ciencia filológica más avanzada en lo que mira a la ventaja del bilingüismo cuando afirma: "Contrariamente a lo que los enemigos del guaraní suponen, juzgo que el manejo simultáneo de ambos idiomas robustecerá y flexibilizará el entendimiento. Se toman por opuestas, cosas que quizás se completen." Ver Obras Completas, Buenos Aires, 1943, pp. 151-152).

El profesor Pablo Max Ynsfrán, a quien he mantenido al tanto de mi encuesta, asevera: "Siempre ha predominado en el Río de la Plata (Argentina y Uruguay) la opinión de que el atraso del Paraguay ... se debe al uso del guaraní, porque este último no es idioma culto. Semejante concepción ignora toda la historia del Paraguay: su aislamiento geográfico, en un principio, y después su completa ruina material. .. por obra de una catástrofe sin paralelo. El guaraní, lejos de ser una rémora, es, por el contrario, una adición espiritual, porque abre todo un horizonte al pensador, cerrado para el monolingüe. Por pobre que sea el guaraní para el pensamiento puro, enriquece al escritor porque le habilita a mirar las cosas desde otro ángulo.” (Carta del 12 de abril de 1970).

El movimiento se demuestra andando. Más de un escritor paraguayo bilingüe ha demostrado que se puede ser excelso novelista o gran poeta escribiendo en la lengua del Continente y ganar en ésta merecida fama. Apunta Rosenblat que en el caso de Unamuno el conflicto entre el vasco y el castellano acaso haya sido uno de los gérmenes positivos de su obra. Esto significa reconocer la existencia de un conflicto, por una parte, y por otra, ver en él posibilidades valiosas cuando tal conflicto se supera.

Yo me inclino a creer así: existe el conflicto pero lo concibo como un acicate en virtud del cual la solución obtenida pueda dar resultados superiores a los que sin él podrían lograrse normalmente. Que el escritor paraguayo, pues, aproveche esa ventaja con que se halla favorecido para, tras perseverante lucha por el dominio cabal de su instrumento expresivo, e inserto como está ya en una tradición literaria no desdeñable, dé a su obra la impronta única de un pueblo ya tan celebrado por su música cantada en dos idiomas.

No, no ha sido el bilingüismo del Paraguay, país devastado dos veces en el siglo xviii, la primera, y en el xix, la segunda me refiero a la Revolución de los Comuneros (1717-1735) y a la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870) respectivamente—; país, cabe insistir, que sufrió la aplastante tiranía del Dr. Francia —de 1814 a 1840—, la razón por la cual su literatura ha sido, por comparación, balbuciente y zaguera en América.

Cuando esta literatura comienza a interesar en el mundo —en la sexta década del siglo xx— es paradójicamente uno de los grandes ercritores bilingües el que achaca al bilingüismo la culpa del atraso.

Y lo curioso es que en Oxford, Inglaterra, hace ya varios años, cuando el que traza estas líneas pronunció una conferencia sobre la novela Hijo del hombre, un filólogo y crítico ya antes citado —Marcos A. Morínigo— comentó elogiosamente el español de Roa Bastos, vivido en sus intuiciones, cargado de metáforas, y señaló el impacto poético del guaraní sobre la espléndida prosa.

Hay, pues, un estudio filológico por escribirse: el que nos revele cómo Roa aprovecha las intuiciones de vida y mundo que el guaraní le ofrece y las funde a las de su refinado arte de poeta en verso y prosa castellanos[5].

Notas:

[1] Prohíja las ideas de Roa Bastos el crítico argentino Juan Carlos Ghiano. En una reseña-artículo de mi librito Literatura paraguaya (Buenos Aires, 1968), bajo el título de "El conflicto esencial de la literatura paraguaya’’, Ghiano se asombra de que yo ni siquiera plantee el problema del bilingüismo. Y tiene razón: no lo planteo porque, como se verá más arriba, el problema para mí es otro. Ver La Nación, Buenos Aires, domingo 25 de marzo de 1969.

[2] Ver Efraim Cardozo, El Paraguay independiente (Barcelona: Salvat Editores, S. A., 1949), p. 265.

[3] Ver mi Historia de la literatura paraguaya (México: Ediciones de Andrea, 1970), p. 9.

[4] Sobre el autor del Canto secular, ver Pastor Urbieta Rojas, Eloy Fariña Núñez. Su vida y su obra (Buenos Aires: Talleres Gráficos Lucarna, 1972).

[5] Ver los ensayos de Josefina Plá, "La literatura paraguaya en una situación de bilingüismo”, en Estudios Paraguayos, Vol. II, No. 2, diciembre de 1974, pp. 5-30; y de Bartomeu Meliá, "Hacia una 'tercera lengua’ en el Paraguay”, en la misma revista, pp. 31-75. El mismo Meliá como apéndice de su estudio, publica en la citada revista una "bibliografía sobre el 'bilingüismo’ del Paraguay”, pp. 73-82

Ver, además, Augusto Roa Bastos en Letras Uruguay

 

Hugo Rodríguez-Alcalá
"Cuadernos Americanos" Año XXXV  Vol. CCIV Nº 1

Enero / febrero 1976

Universidad Nacional Autónoma de México

 

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