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Ricardo Paredes Romero, el médico
Germán Rodas Chaves
grodas@uasb.edu.ec 

Introducción

Uno de los personajes fundamentales de la historia ecuatoriana,  particularmente del siglo XX -y de manera específica entre las décadas de los años veinte a los setenta- fue Ricardo Paredes Romero, político y médico de enorme valía en la construcción del pensamiento alternativo ecuatoriano respecto de quien no se ha escrito lo suficiente y aquello que se ha dicho de él está relacionado, fundamentalmente, con su compromiso político y militante en las filas de la izquierda ecuatoriana, cuyos principios difundió con pasión en el país, siendo, además, el fundador del Partido Socialista y del Partido Comunista que desde 1926 y 1931, respectivamente, han representado al pensamiento marxista en el Ecuador. 

No obstante, insisto, su formación y trayectoria  médica poco han sido estudiadas y mucho menos valorada su formación epidemiológica en el contexto del desarrollo de la salud pública que apareció como tal a propósito de los importantes cambios que ocurrieron en el país, particularmente en el entono de la Revolución Juliana y de los gobiernos que se instituyeron en dicho periodo.

Este trabajo tiene el propósito de adentrarnos en el médico Ricardo Paredes y de aprehender su formación y su visión desde tal área del conocimiento, para determinar cuanto influyó, profesional y políticamente hablando, aquella trayectoria de doble ruta que nunca abandonó a Paredes Romero y que se refiere al periodo de la Revolución Juliana, al que Paredes dio una enorme significación política y social en la vida nacional, al punto que lo calificara como un proceso que favorecería la construcción del socialismo en el Ecuador.

En efecto, en el marco de la denominada Revolución Juliana se produjeron cambios importantes referentes a la atención de la salud o mejor dicho respecto de la percepción de las causas de la enfermedad y del rol del Estado para enfrentar la antinomia salud-enfermedad. Tal visión permitió el que se consolidara, desde el Estado, una nueva forma de responder frente a los conflictos de la salud y el que se favoreciera el surgimiento de una pléyade de médicos, y de trabajadores de la salud en general, que fueron capaces de poner en marcha nuevas visiones para enfrentar la enfermedad y, particularmente, para impedir en lo posible que ella arremetiera en contra de los sectores más vulnerables del país.

Seguramente estos esfuerzos no fueron  los suficientemente activos, pero no es menos verdad que se inició el punto de quiebre para atender la salud de los ecuatorianos con un visión social trascendente y mediante la determinación de responsabilidades que corresponden el Estado.

Entonces este texto ha avanzado por el camino de redescubrir a Ricardo Paredes Romero. Conocer el entorno de su formación estudiantil y universitaria, aprehender las influencias históricas locales, continentales y mundiales que estuvieron a su alrededor, valorar fundamentalmente su formación profesional y sus intereses investigativos, así como discernir la influencia que recibió tanto de algunos de sus maestros que estuvieron involucrados en el proceso de la Revolución Juliana, así como del pensamiento marxista.

Se trata pues de una aproximación a una de las figuras sociales y políticas más trascendentes de la historia reciente del Ecuador. Pero ante todo, en este trabajo se quiere redescubrir al médico que en la segunda década del siglo XX recibió la impronta de la Revolución Juliana, proceso fundamental de la historia de nuestro país, que contribuyó a la identificación de Paredes con la transformación estructural del Ecuador.

Es importante decir que la investigación ha tenido varias dificultades, entre las cuales se puede resaltar  la falta de información con respecto a su niñez. Sabemos sin lugar a dudas que el médico nació y vivió sus primeros años en Riobamba, así como los centros educativos en los cuales estudió, pero por ejemplo no fue posible conocer en que lugar se hallaba la finca de propiedad de sus padres, donde vivió Ricardo, y el entorno que le acompañó en este lugar, tema de enorme importancia a la hora de precisar los factores de influencia en su vida. Con relación a sus padres y hermanos (con excepción de Modesto Paredes) no se encontró mayor información que me ayudara  a comprender sus vivencias y el carácter de sus relaciones con la familia que a no dudarlo son fundamentales a la hora de entender el mundo de la subjetividad humana, aquel factor que en la vida tiene una trascendencia fundamental debido a que actúa modelando el comportamiento de los individuos.  

Vale destacar que la información encontrada en el Archivo de la Universidad Central del Ecuador ha sido fundamental, pues allí se detectó en forma detallada su vida académica, al extremo que en el libro de matrículas de la Facultad de Ciencias Médicas ha quedado registrado, en texto escrito a mano, el ingreso de Ricardo Paredes a la facultad de medicina, en la forma siguiente: “Octubre 1914 Nº 34. El señor Ricardo Paredes de 16 años natural de Riobamba, hijo legítimo del finado Sr. Alejandro Paredes y la Sra. María Romero, vive bajo la dependencia de la mamá y se matriculó en primer año de medicina.” Esta información y el expediente encontrado de Paredes como alumno en medicina favorecieron a esta investigación y la enriquecieron, de la misma manera que el hallar su tesis, anexada a esta investigación, fue un asunto de trascendencia no solo para conocer a Ricardo Paredes en su rol de estudiante de medicina, sino para difundir un documento de enorme significación en la historia de la salud en el Ecuador.

A la hora de los balances este trabajo logra dos propósitos. El primero demostrar que la Revolución Juliana -y uno de sus actores, Isidro Ayora- tuvo una extraordinaria influencia en el ejercicio médico de Ricardo Paredes y, particularmente, en la visión y conducta de ejercer su profesión desde el vértice de la salud pública por la cual se orientaría finalmente Paredes Romero; y en segundo término, que la formación marxista de Paredes le favoreció para aprehender el contexto histórico que decurría en aquel entonces a fin de actuar en el mismo a propósito de su permanente vocación por transformar la situación de injusticia e inequidad del pueblo ecuatoriano.

APARTADO PRIMERO

El entorno histórico, los primeros años estudiantiles y la formación médica de Ricardo Paredes.

Ricardo Paredes Romero nació en la ciudad de Riobamba en 1898[1]. El conocimiento del entorno de aquellos años es determinante a fin de aproximarnos a los sucesos históricos que marcaron la vida nacional e incidieron en la época en que vivió Paredes, años turbulentos aquellos que, sin lugar a dudas, condicionaron la atmósfera económica, social, política y cultural que actuaron sobre la sociedad de aquel periodo y que condicionaron las características del entorno de la vida de Ricardo Paredes.

Esta observación es fundamental, pues ningún sujeto histórico puede ser desprendido del contexto social de su época para poder valorar, acertadamente, su accionar, tanto más si Paredes constituye un elemento fundamental en el momento de hablar del pensamiento médico y político críticos en la vida nacional del siglo XX, y si el proceso de la denominada Revolución Juliana fue un hito cuya trascendencia va más allá de las valoraciones subjetivas a las que ha sido sometida.

En tal perspectiva  he considerado indispensable transitar por la década en la cual nació Paredes y recuperar los sucesos que se fueron desencadenando mientras nuestro personaje trajinaba como estudiante en su natal ciudad y, luego, en Quito cuando cursara sus estudios universitarios y de su formación profesional.

En efecto, aquel momento, el de los años noventa del siglo XlX corresponde al periodo en que el Estado oligárquico terrateniente se  había desmoronado a consecuencia de la recesión internacional del capitalismo iniciada en 1892, lo cual provocó la crisis de los sectores cacaoteros y la determinación de la naciente burguesía nacional por alcanzar el poder, coincidiendo este objetivo con la creciente movilización popular de aquellos años.

En el orden de cosas descrito, dos grupos económicamente diferenciados lucharon por cambiar el orden institucional en base a razonamientos y expectativas disímiles.

Así pues, la crisis de los sectores cacaoteros permitió el surgimiento “de las clases sociales que pusieron en circulación el capital en sus dos vertientes: el comercial (comercio de agro-exportación) y el financiero (banca). A todo esto se debe agregar el aparecimiento de otro sector del capital que intentó cubrir la demanda de productos manufactureros europeos y norteamericanos: el sector importador”[2].

Fueron estos grupos los que esgrimieron la ideología liberal como un arma de combate, no solo por ser contradictoria con la propuesta conservadora, sino también porque este sector requería de un conjunto mínimo de condiciones para el desenvolvimiento de sus actividades: librecambismo y libertades públicas.

De otra parte, y paralelamente, como quedó dicho, se produjo una movilización social y popular que ya había desafiado por muchos años la represión estatal y que se planteaba desde la lucha insurreccional cambios fundamentales en el Ecuador[3], estas bases sociales de cambio se desplegaron particularmente en las provincias de Esmeraldas y Manabí.

Adicionalmente al contexto referido, debe agregarse que la circunstancia histórica conocida como la “venta de la bandera” provocó la renuncia del Presidente Cordero y precipitó los acontecimientos en medio de confrontaciones regionales que demostraron el afán de los grupos hegemónicos sociales de la sierra por mantener en el poder a los conservadores, a diferencia de los sectores de la costa cuyos levantamientos tuvieron la impronta de los grupos liberales y, por ende, del pensamiento progresista en ciernes en aquellos años.

Los objetivos de la burguesía y de los grupos populares de la costa (cada vez más crecientes) empujaron, inicialmente por cuerdas separadas, la consolidación de la llamada revolución del 5 de junio de 1895[4], que habría de llevar al poder a Eloy Alfaro.

La burguesía se sometió a la presencia de Alfaro, pues su figura fue la que convocó a los sectores populares, en medio de lo que significó la resistencia terrateniente en la sierra ecuatoriana, oposición ésta que estuvo bajo el mando del Vicepresidente Salazar que finalmente fue derrotado por Alfaro, más allá que en estos mismos años aparecieron focos de resistencia clerical y civil en contra del régimen liberal que, también, fueron combatidos sin contemplación por las tropas alfaristas.

De esta manera se inició el proceso institucional del liberalismo que fue articulado como tal mediante la Constituyente que fue elegida en mayo de 1896. La Asamblea Constituyente en 1897 designó Presidente a Eloy Alfaro quien había ejercido el poder inicialmente a partir de la dictadura liberal y luego como encargado del poder. Estos primeros años de gobierno liberal, al mando de Eloy Alfaro, permitieron la definición del proyecto laico[5].

Es alrededor de este contexto nacional cuando se inicia la vida de Ricardo Paredes, quien fuera hijo de Alejandro Paredes Pérez, funcionario del Ministerio de Hacienda y dueño de una pequeña quinta cercana a Riobamba y de María Romero Gallegos.

Prontamente los hermanos Paredes Romero (dos mujeres y dos varones) quedaron huérfanos por el fallecimiento de su padre quien, a la edad de 33 años, fue afectado por una enfermedad cancerosa. Ricardo, entonces, solamente tenía 4 años de edad. Tal circunstancia provocó dificultades económicas para el mantenimiento del hogar, tarea frente a la cual su madre hizo enormes sacrificios para atender a la familia y dotarles de una educación adecuada en medio de una rigurosidad intrafamiliar que fue formando el carácter de Ricardo quien, por las circunstancias anotadas, demostró desde temprana edad rasgos de solidaridad y compañerismo con sus amigos, muchos de los cuales procedían de hogares humildes.

Fue en su casa, como entonces fue la costumbre, donde aprendió las primeras letras. No obstante su madre hizo los sacrificios indispensables para que el niño, como sus demás hermanos, tuviera un preceptor cerca de ellos, quien, con alguna periodicidad,  iba a la vivienda de esta familia para cuidar de su formación educativa[6], asunto que le permitiría luego quedar capacitado para iniciar sus estudios en el Colegio y a diferencia de sus compañeros, hacerlo a una edad relativamente temprana.

Mientras Ricardo Paredes iniciaba en su hogar el conocimiento de las primeras letras, el país vivía la Presidencia de Leonidas Plaza, quien paradójicamente fue el que profundizó el laicismo a pesar de sus cercanías con algunos sectores del latifundismo serrano; tales acercamientos, empero y finalmente, fueron los que le impidieron modificar la estructura agraria a más de “garantizar la represión de los sectores populares y evitar sistemáticamente su movilización”[7] circunstancias todas estas que le alejaron a Plaza de radicalismo liberal y, particularmente de Alfaro y de sus huestes radicales

Este alejamiento de Plaza del pensamiento radical alfarista fue precisamente el que abrió las grietas para dejar inconclusa la llamada revolución liberal. Fue, en suma, el episodio que dio paso para que la corriente civilista se abriera espacio sobre los sectores radicales que anhelaban cambios estructurales para el Ecuador.

A Plaza le sucedería, en 1905, Lizardo García, el mismo que se hallaba vinculado a sectores pro-conservadores interesados, abiertamente, en dejar sin efecto las reformas laborales, provocando de esta manera, además, una fractura al interior de los liberales, la cual se expresó en las acciones armadas, vía los cuartelazos, que nuevamente permitieron el retorno de Alfaro al Gobierno a inicios de 1906, en primera instancia como Jefe Supremo y luego como Presidente Interino y desde 1907 como Presidente de la República.

“Alfaro triunfó en esta vez contra el grueso de la burguesía y el latifundismo, con el respaldo del ejército, de amplios sectores populares, de los intelectuales radicales del liberalismo, así como con el apoyo de un sector minoritario de la burguesía con intereses en la industria y, desde luego, con la ayuda definida de la compañía del Ferrocarril dirigida por Mr.  Harman. Es preciso anotar que Don Eloy recibió el Apoyo coyuntural de un sector del latifundismo serrano con intereses en la industria y necesitado de proteccionismo.”[8]

La Asamblea Constituyente de 1906 institucionalizo la reforma liberal. En 1908 el ferrocarril, la obra empujada con tenacidad por Alfaro, fue concluida. Pero mientras aquello ocurría fue armándose la oposición placista-conservadora que solamente dio respiro al viejo luchador a propósito del centenario del llamado primer grito de la Independencia (1909) y debido a la circunstancia internacional que determinó que Eloy Alfaro encabezara a las tropas que partieron a la frontera con el Perú (1910) cuando se anunció que el rey de España favorecería la tesis peruana en su dictamen arbitral respecto del conflicto limítrofe que los dos países le habían encargado que resolviera.

En 1911, Alfaro fue desconocido por el placismo y los conservadores como Presidente de la República debido a los intentos del propio Alfaro de no aceptar a quien debía sucederle en el Gobierno, luego de las elecciones de ese mismo año. En este entorno de acontecimientos, Alfaro renunció a la Presidencia y se hizo cargo del gobierno Carlos Freire Zaldumbide, quien traspasó el poder al triunfante nuevo Presidente Emilio Estrada, el mismo que inició su gobierno con el apoyo de figuras antialfaristas. Este régimen duró poco, debido a la muerte del propio Estrada. Una vez más Freire Zaldumbide, en tal circunstancia inesperada, quedó encargado del poder.

Los hechos históricos referidos provocaron un desorden institucional:

Se dieron alzamientos armados en Esmeraldas y en Guayaquil. El primero liderado por Flavio Alfaro y el segundo, por el General Pedro Montero quien llamó a Don Eloy. Alfaro llegó pronto a Guayaquil intentando constituirse en mediador pero el gobierno de Quito se negó a todo arreglo y mando al ejército con los Generales Plaza y Andrade al frente. Las fuerzas rebeldes fueron vencidas en Huigra, Naranjito y Yaguachi. Cuando se refugiaron en Guayaquil un acuerdo propiciado por diplomáticos extranjeros evitó el enfrentamiento y permitió la entrega de la ciudad pacíficamente”[9].

Valga reiterar que el arreglo referido en la trascripción anterior, finalmente no fue cumplido. Alfaro y sus compañeros fueron tomados presos. Montero fue víctima de un juicio y luego asesinado y el resto de los detenidos enviados a Quito y recluidos en el panóptico García Moreno desde donde una multitud los sacó para asesinarlos, arrastrándoles por la ciudad e incinerándoles.

Cuando ocurrió el asesinato de Alfaro, Ricardo Paredes se hallaba cursando el cuarto año de secundaria. Estoy convencido por las características clericales del Colegio Riobambeño San Felipe Neri, que debieron haber sido parcializadas las pocas opiniones respecto del holocausto de Alfaro y de sus compañeros, así como no debió haber habido, en ese momento, la suficiente evaluación, la ponderada reflexión y el criterio crítico que este acontecimiento obligaba para comprender los momentos que vivía el país.  Después de algún tiempo Paredes dio el valor real a este trágico momento de la Patria y aquello ocurrió, a contrapelo, por las opiniones en el seno de la familia y sobretodo, cuando se trasladó a Quito para continuar sus estudios universitarios.

Volviendo a los sucesos históricos del periodo, luego de una lucha intensa por la sucesión del poder -atravesada de traiciones, conspiraciones y muertes- vendría el nuevo gobierno de Plaza que se inició luego de las elecciones de septiembre del mismo año de 1912.

El Gobierno de Plaza tuvo que enfrentar al General esmeraldeño Carlos Concha, alfarista radical quien generó acciones militares crecientes en contra del gobierno, rebeliones que no pudieron ser sofocadas, sino detenidas parcialmente en todo el periodo placista.

A Plaza le sucedió Alfredo Baquerizo Moreno en 1916,  una figura importante de la oligarquía guayaquileña y quien en el primer placismo ya fue vicepresidente de la República. Al final de su mandato en 1920, periodo en el cual se produjo el arreglo definitivo de los límites con Colombia y se suprimió “el concertaje”[10], se enfrentaron dos candidaturas liberales a la Presidencia de la República: Gonzalo Córdova y José Luís Tamayo.  Baquerizo apoyó a Tamayo y fue electo Presidente, en medio del sistema fraudulento del que hicieron uso en forma reiterada los regimenes de la época.

A esta administración le tocó enfrentar la crisis desatada por la caída del cacao y demás está decir que ese enfrentamiento fue ante todo una defensa a ultranza de los intereses de la burguesía, a costa de trasladar todo el peso de la situación a los grupos medios y, fundamentalmente, a los trabajadores ecuatorianos.”[11]

En el contexto de los acontecimientos histórico señalados es preciso anotar que nuestro Ricardo Paredes desde muy pequeño fue testigo  de la confrontación conservadora-liberal, de las contradicciones cotidianas que se dieron en su ciudad debido a las posturas asimétricas que expusieron algunos personajes en relación a la construcción de los tramos que permitirían el paso del ferrocarril por la provincia de Chimborazo y del ambiente notoriamente antialfarista de esta provincia que, en más de una oportunidad, asumió rasgos placistas, debido a lo cual se puede afirmar, precisamente, que los conservadores siempre tuvieron una importante influencia, especialmente a través del clero, en el conjunto de tal sociedad, todo lo cual volvió endeble el proyecto liberal en la provincia de Chimborazo.

Tan notoria y trascendente fue la referida confrontación que no debemos olvidar que en 1895 en Riobamba se dieron pronunciamientos mayoritarios en contra del Gobierno de Alfaro, situación que generó un ambiente precario para el proceso liberal en esta región de la Patria hasta que en 1899 en Sanancajas se libró una batalla para desarticular, militarmente, a las huestes conservadoras en armas que estuvieron dirigidas por el General Sagasti.

Así puedo afirmar, una vez más, que el debate liberal-conservador en la Provincia de Chimborazo no estuvo exenta de constituirse en una de las conversaciones entre sus pobladores y en el entorno de la familia de Paredes, debates que debieron haber dejado huellas en la mentalidad de Ricardo, tanto más que las contradicciones políticas continuaron en los primeros años del siglo XX habida cuenta las características de la  provincia chimboracense en donde la concentración de la tierra en pocas manos fue evidente y en cuya estructura terrateniente la influencia de la iglesia, como ya lo he afirmado, cumplió un rol de enorme importancia, todo ello en medio de la explotación al importante y numerosos conglomerado indígena de la región, explotación e injusticia que ha perturbado la conciencia democrática del país hasta nuestros días.

En el contexto señalado hay que precisar que mientras Eloy Alfaro se hallaba ejerciendo su segundo gobierno, Ricardo Paredes inició sus estudios secundarios en el Colegio San Felipe Neri, regentado por los Jesuitas.  En este colegio cursó sus estudios desde 1908 hasta 1913, es decir los cinco primeros años del bachillerato.

Ricardo Paredes en esta Institución educativa, como es obvio en un ambiente institucional bajo la dirección del clero, tuvo una ininterrumpida formación religiosa y, en más de una oportunidad fue testigo del trato despótico de los sacerdotes en contra de sus compañeros.

Ricardo, entonces, vivió una educación confesional y cuando la actitud de los Jesuitas sobrepasó el trato  elemental de aquello que se solía definir como disciplina, Paredes encabezó una respuesta, junto a sus compañeros, de reclamo ante la actitud despótica de los  religiosos, asunto que le obligó a dejar el Colegio San Felipe Neri, en 1913, y cursar su último año en el Colegio fiscal Pedro Vicente Maldonado[12], donde se graduó de bachiller en 1914.

Cuando Ricardo Paredes estuvo en el quinto año, 1912-1913, (denominado entonces como segundo año de la sección superior) y todavía concurría a las aulas del Colegio San Felipe Neri conoció del trágico episodio que significó el arrastre de Eloy Alfaro. Tal realidad no pudo estar lejos de su conciencia y debe haber dejado una huella trascendente en su memoria histórica, a pesar que, como ya lo dije en páginas anteriores, el asunto no debió ser materia de un analisis plural y adecuado en la referida institución estudiantil

Mientras se producía la graduación de Bachiller de Ricardo Paredes, su hermano mayor Ángel Modesto ya había abandonado su natal Riobamba e iniciado, en Quito, sus estudios de derecho en la Universidad Central.

Este distanciamiento de Ángel Modesto con su madre y sus hermanos fue difícil al punto que doña María Romero Gallegos tomó la determinación de vender su finca y trasladarse con toda la familia a vivir en Quito para favorecer no solamente los estudios de su hijo Ángel Modesto, sino para cumplir la expectativas de Ricardo que había definido su vocación profesional por la medicina.

La venta de la propiedad de la familia Paredes Romero ocurrió en 1914. Doña María Romero espero la graduación de su hijo Ricardo como Bachiller y de manera inmediata se trasladó a Quito en donde alquiló una pequeña vivienda pensando ahorrar lo más que le fuera posible para sufragar los estudios de sus hijos. El mismo año de 1914 Ricardo fue inscrito como estudiante de medicina conforme se desprende de los registros de la propia Universidad Central.

El primer año de medicina lo cursa entre 1914 y 1915. Recibe las siguientes materias: anatomía general y descriptiva impartida por el doctor Guillermo Ordóñez; disección a cargo del doctor Luís G. Dávila; química inorgánica bajo responsabilidad del doctor Carlos Egas Caldas. Hace pasantía en el servicio de cirugía del Hospital Civil y Militar, bajo la supervisión del profesor Ricardo Villavicencio Ponce.

Mientras Paredes cursa el primer año de medicina el gobierno se hallaba, como ha quedado señalado, bajo la conducción de Leonidas Plaza Gutiérrez quien debió enfrentar a las fuerzas de Concha. Paralelamente en el mundo se ha iniciado la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y en América los sucesos de la Revolución Mexicana, iniciada en 1910, conmovían la conciencia de esta región. Ricardo no quedó al margen del conocimiento y reflexión de los acontecimientos señalados a los cuales pudo acercarse con mayor información y detalle una vez que se trasladó a vivir en Quito y habida cuenta que en la ciudad de su nueva residencia, y particularmente en la Universidad, dichos sucesos históricos fueron motivo de analisis y discusión. Respecto de  la influencia de estos acontecimientos me referiré en un apartado especial de este trabajo.

Volviendo a los estudios universitarios de Ricardo Paredes, debo precisar que en 1915 se matriculó en el segundo año de medicina. Sus estudios discurrieron entre 1915 y 1916. Los trabajos prácticos y conferencias de clínica quirúrgica le impartió el doctor Eustorgio Salgado; anatomía general y descriptiva el doctor Guillermo Ordóñez y química orgánica y biológica el doctor Fernando Cevallos.

En el tercer año de medicina, al mismo que se matriculó el 10 de septiembre de 1916 y que continuó en parte del año de 1917, -el mismo año de la Revolución Rusa-, Ricardo Paredes concurrió al Servicio de Cirugía en el Hospital Civil y Militar bajo la tutela del doctor Ricardo Villavicencio Ponce y además aprobó las siguientes asignaturas: bacteriología con el doctor Francisco Cousin; patología general e interna con el doctor Aurelio Mosquera Narváez[13]; anatomía patológica y la asignatura de higiene con el doctor Luís G. Dávila; fisiología con el doctor Luís Rivadeneira.

Entre 1917 y 1918 cursó el cuarto año de medicina. Sus prácticas las mantuvo en el servicio de cirugía del Hospital Civil y Militar y estuvieron a cargo del doctor Ricardo Villavicencio Ponce; oftalmología y otorrinolaringología con el doctor Ángel Sánchez; terapéutica médica  y fisioterapia con el doctor Max Ontaneda; fisioterapia con el doctor Carlos Sáenz; farmacia y toxicología con el doctor Luís Felipe Leoro.

En 1918, Paredes Romero se matriculó en el quinto año de medicina. Sus estudios correspondientes a este año los efectuó en el periodo lectivo 1918-1919. Recibió clínica interna médica con el doctor Enrique Gallegos; semiología médica con el doctor Carlos Sánchez; Pediatría con el doctor Carlos García y psiquiatría con el profesor Carlos Alberto Arteta.

Entre 1919 y 1920 Ricardo Paredes hizo el último año de medicina. Fueron sus profesores los doctores: Gabriel Araujo en medicina legal; Isidro Ayora en obstetricia y ginecología; Eustorgio Salgado en cirugía operatoria y anatomía topográfica; Ricardo Villavicencio Ponce e Isidro Ayora en patología externa y clínica de las vías urinarias y enfermedades venéreas, como también lo fueron, los dos últimos profesores señalados, tutores en clínico-quirúrgico y dermatología.

Como se verá, en el periodo lectivo correspondiente a su último año de estudios médicos, Ricardo Paredes fue alumno directo del Doctor Isidro Ayora en tres asignaturas distintas, lo cual le permitió tener un contacto directo con el mencionado profesor, asunto que además fue posible debido al número reducido de estudiantes de medicina. En el año de 1921, en efecto, se graduaron 21 estudiantes, entre los cuales obtuvo el doctorado Matilde Hidalgo de Prócel, la primera médica del país.

Es obvio, pues, que el doctor Ayora y su alumno Ricardo Paredes no podían estar distantes de los acontecimientos de esos años. Por supuesto que debieron conversar sobre los hechos de la coyuntura y por ende el régimen de Baquerizo Moreno no les podía ser extraño tanto más que se hallaba en sus meses finales, previos a la elección de José Luís Tamayo quien se posesionó el primero de septiembre de 1920, luego de derrotar al placista Gonzalo Córdova. 

Volviendo a lo específico: los días 3, 13, 22 y 27 de julio de 1920 Ricardo Paredes rindió sus exámenes prácticos del sexto año de medicina.

Una vez  que Ricardo Paredes había cursado los cuatro primeros años de medicina quedó facultado para obtener la investidura de Licenciado en medicina, previo a los exámenes correspondientes. Empero, solamente cuando concluyó el sexto año de la carrera (y como fue la costumbre en la Facultad de Medicina) solicitó el que se le tramitara tal licenciatura. En efecto con fecha 20 de abril de 1921 Ricardo pidió que se le tomaran los exámenes para obtener la Licenciatura en Medicina, petición que presentada el 21 de abril fue aceptada con fecha 23 del mismo mes.

Una vez rendidos los exámenes correspondientes y completados los cursos respectivos (los cuatro primeros años) Ricardo Paredes obtuvo la Licenciatura en Medicina con notas que demuestran su capacidad y formación académicas. El título correspondiente se expidió el 31 de mayo de 1921; en aquella misma fecha se apertura el expediente para la obtención del Doctorado en Medicina y, además, en el mismo día (aunque fechado como 30 de mayo, es decir redactado un día anterior) Ricardo presentó el pedido al Decano de Medicina para que le declarara apto para presentarse al grado Doctoral en la carrera médica.  

APARTADO SEGUNDO

La tesis doctoral médica de Ricardo Paredes

Una vez autorizado el estudiante Paredes para presentarse a la obtención del doctorado en medicina quedó facultado, formalmente, para trabajar la tesis de Grado Doctoral, asunto que el joven Ricardo ya la había venido concibiendo con la antelación debida.

En este punto es válido efectuar una digresión:  hay un espacio temporal entre el mes de agosto de 1920, cuando Ricardo Paredes termina sus estudios en el sexto año de medicina y el 20 de abril de 1921, fecha en la cual solicita el trámite para la obtención de la Licenciatura en Medicina. Mi impresión es que en aquel periodo, de alrededor de ocho meses, redactó e imprimió lo que sería, luego, su tesis doctoral (a más de haber usado ese mismo tiempo, probablemente, en la preparación de los exámenes prácticos a los que debía someterse), redacción de la tesis que no fue sino el corolario a sus investigaciones previas efectuadas desde sus primeros años como estudiante de medicina, conforme se desprende la lectura de la mentada tesis.

En efecto, el 14 de junio de 1921 Ricardo Paredes señaló al Decano de Medicina que, una vez que le habían receptado los exámenes prácticos (lo que debió ocurrir entre el 1 de junio al 13 del mismo mes de 1921) ponía en consideración la tesis correspondiente previa al grado de Doctor en medicina.

En los días siguientes hubo un informe del Doctor Ricardo Villavicencio señalando que había encontrado que la tesis era lo suficientemente documentada y que por lo tanto “se la podía aceptar”.

La tesis de Ricardo Paredes fue leída y examinada el 28 de junio de 1921 ante el tribunal compuesto por los siguientes profesores: doctor Maximiliano Ontaneda, Subdecano, doctor Enrique Gallegos, doctor Isidro Ayora, doctor Ángel Suárez y doctor Ricardo Villavicencio, quienes aprobaron la mentada tesis, la misma que versó sobre la Sífilis.

La tesis, conforme la reglamentación interna de aquel entonces, fue presentada por escrito, a manera de un libro compaginado. No tiene pie de imprenta (no obstante esta levantada en imprenta, en el sistema de cajas, esto es letra por letra y línea por línea) y se halla constituida de un cuerpo de 60 páginas. Al final de la última página está la rúbrica de Ricardo Paredes. El original del texto reposa en el Archivo Central de la Universidad Central de Quito, correspondiente a las tesis de medicina presentadas en el año de 1921.

En este apartado me interesa señalar algunos comentarios sobre la tesis del doctor Ricardo Paredes, a propósito de que ella trata uno de los temas epidemiológicos de mayor riesgo en aquellos años.

En el último año de medicina de Ricardo, fue profesor de patología externa y clínica de vías urinarias y enfermedades venéreas el doctor Isidro Ayora, junto al doctor Ricardo Villavicencio. Es indudable que estos médicos y, particularmente Ayora, contribuyeron no solamente a orientar el trabajo de Paredes, sino que le entregaron los conocimientos adecuados para que sus observaciones clínicas anteriores sobre tal enfermedad, tuviesen las conclusiones pertinentes que una investigación de esta naturaleza ameritaba.

Lo señalado en líneas precedentes constituye un antecedente pero es menester complementar lo anterior con la idea siguiente: como el propio doctor Isidro Ayora, en el mismo sexto año de medicina, fue profesor de Paredes en la cátedra de Obstetricia y Ginecología, no queda la menor duda que fue el doctor Ayora quien le brindó las posibilidades para que el estudiante pudiera completar sus observaciones sobre la sífilis en la maternidad, circunstancia que en la tesis Ricardo Paredes lo insiste cuando se refiere a los daños producidos por esta enfermedad en las mujeres embarazadas y en los hijos de aquellas, asuntos todos estos estudiados, de acuerdo a sus reiteradas afirmaciones, en la maternidad.

La tesis de Paredes, entonces, evidencia que desde sus primeros años de estudio fue orientándose por trabajar sobre el tema de las enfermedades venéreas y de manera particular sobre la sífilis[14], en base a las observaciones que pudo realizar en los hospitales a propósito de haberse constituido tal enfermedad en un problema epidemiológico de consecuencias graves en la ciudad de Quito.

Paredes dividió a su tesis en cuatro capítulos: el primero trata sobre la etiología y la diseminación de la enfermedad en Quito; el segundo se refiere a las formas clínicas que adquiere la enfermedad en sus diversos estadios; el tercer capítulo aborda sobre los diversos tratamientos de la enfermedad y, finalmente, se refiere a la profilaxis de la sífilis.

Su estudio, además, es demostrativo en el sentido de señalar en cuales sectores sociales se había expandido el mal. Sus apreciaciones dicen claramente que la sífilis se encontraba particularmente en las mujeres que ejercían la prostitución y entre la tropa del ejército que recibía favores sexuales de las enfermas. No por ello deja de establecer que en los círculos sociales adinerados, también había una relativa incidencia de la sífilis.

A lo largo del texto se evidencia el cuidado de Paredes respecto del estudio y su pormenorizado seguimiento de diversos casos clínicos. Si bien no hay un estudio estadístico riguroso, pues los procesos investigativos sobre las enfermedades en base a métodos cuantificables y estadísticos fueron incorporados recién por la revolución juliana, Paredes recurre a ejemplificaciones particulares que le permitieron describir la enfermedad, sus formas de contagio y el mecanismo de tratamiento, más allá que inicialmente nos advierte que su tesis está estructurada en base a las observaciones hechas a 300 casos, con un seguimiento clínico del 50% de los mismos.

En más de una oportunidad Paredes Romero, evidenciando sus capacidades de investigador médico, infiere teorías respecto de la forma de propagación del mal. No se trata, ahora de juzgar si los conceptos fueron científicamente probados (pues no es posible olvidar las restricciones investigativas de la época y el carencia de conocimientos debido a las limitaciones históricas de la medicina occidental) pero en todo caso las deducciones tienen enorme interés porque nos demuestra, sin lugar a dudas, una enorme capacidad analítica y reflexiva existentes en Paredes a la hora de aproximarse a las conclusiones médicas a partir del método de la observación.

El capítulo referido a la exposición sobre los estadios de la sífilis es un apartado en el cual el médico investigador logra descripciones pormenorizadas de la enfermedad, asunto que evidencia su capacidad de observación y luego, también, su prolijidad en la descripción de los cuadros clínicos estudiados. Este capitulo descriptivo, en el marco de la historia de la medicina en el Ecuador, es de enorme trascendencia, pues se constituye en un documento que refiere de que manera llegó a desarrollarse la enfermedad en aquel periodo en la ciudad de Quito y como ella fue confrontada con la terapéutica de aquellos años.

Por lo afirmado, el capítulo referente al tratamiento es importante ( y hoy en día su información asume un valor agregado como referente en la historia de la farmacopea), pues nos pone en pleno conocimiento de los fármacos que se utilizaban en aquel entonces para enfrentar la sífilis, según el estadio del mal y, conforme, además, las propias características del enfermo, asunto en el cual Paredes denota su determinación médica y de investigador para encontrar la dosis adecuada, el mejor preparado, etc. que pudieran aplacar y curar la enfermedad venérea en mención.  Paredes se revela, en esta parte de su tesis doctoral, como un estudioso del tratamiento a partir de consagrar el criterio médico que establece que no hay enfermedades, sino enfermos. Su prolijidad para encontrar la dosis terapéutica con el producto químico adecuado me dan la razón a esta aseveración.

En efecto, Paredes tiene el cuidado de pormenorizar, mediante la descripción detallada, la evolución o involución de la sífilis según el tipo de tratamiento por el que optó frente a los cuadros clínicos. De esta manera el joven médico e investigador fue estableciendo las dosis terapéuticas, las conveniencias de los fármacos y preocupándose, al mismo tiempo, de las respuestas individuales ante el tratamiento. Estas variables de analisis señalados en la tesis le dan un valor adicional y extraordinario al trabajo experimental de Paredes.

El capitulo final referente a la profilaxis nos demuestra a un Paredes no solamente médico, sino epidemiólogo en la acepción del término. Tal aseveración deviene de la conducta de Ricardo quien comprendió que la enfermedad venérea de la sífilis en aquel tiempo constituía una realidad que afectaba a un altísimo número de personas, en un momento determinado y en un sitio específico (la ciudad de Quito) propiciando dicha circunstancia complicaciones de toda naturaleza en la sociedad y, particularmente, en específicos estratos de ella y que, ante  dicho conflicto, si bien era indispensable actuar desde la labor curativa, -previa la localización de los focos de contagio-, lo fundamental constituía en que se actué, desde las estancias del estado, mediante normas expresas de profilaxis para impedir que la enfermedad se propalara y, sobretodo, a partir de la comprensión que esta enfermedad venérea constituía la expresión de un conflicto económico en la sociedad.

La tesis de Paredes denota su disposición de investigador desde la epidemiología social, asunto que, años más tarde, será notoriamente evidenciada en su trabajo que fuera publicado bajo el nombre de “Oro y Sangre en Portovelo” [15], libro de denuncia sobre la explotación a los obreros mineros de Portovelo por parte de una empresa norteamericana, en cuya circunstancia el médico Paredes no solamente que logró un propósito político (la denuncia a una trasnacional) sino que concibió la producción de su texto desde la visión de la epidemiología del trabajo[16].

Volviendo al tema en referencia a su tesis, valga decir que Paredes hace una demostración del conocimiento de la historia y de las formas profilácticas usadas a lo largo de ella en relación a la enfermedades venéreas, Paredes fustiga las actitudes “a menudo bárbaras con las que se quería militarizar la prostitución”[17] y continúa con una visión histórica del comportamiento de los pueblos antiguos frente a este conflicto de salud.

Una importante reflexión sustentada en este capítulo de la tesis se refiere al hecho de si la sífilis fue importada a América por los conquistadores o si ocurrió al revés. Paredes se pregunta sobre el asunto y además se responde de la manera siguiente: “¿No sería más lógico considerar que los descubridores de América llevaron ellos al Continente descubierto el germen de la sífilis? y que entonces se exaltó la virulencia en individuos que nunca habían sufrido estas infecciones (entre los indios la sífilis es desconocida casi, además el estudio de los huesos de esqueletos muy antiguos no han revelado lesiones óseas, huellas indelebles de la sífilis)”[18].

A la conclusión anterior, que es contundente, antepone una que es igualmente certera: “Es indudable que la sífilis existió en Europa desde muy antiguo, pero en una forma endémica […] y es menester llegar a la época de Colón en que la virulenta raza de treponemas, importada por los marines de Colón hicieron estallar una epidemia seguramente terrible”[19].

Me he detenido sobre estos conceptos, de claro valor epidemiológico e histórico, pues la afirmación de que la sífilis fue originaria en América fue un falso señalamiento que se propaló en el siglo XVl en Europa mediante personajes, como Fernández de Oviedo[20], que sin respaldo científico elemental alguno hicieron estas aseveraciones que indujeron a la publicación, posteriormente, de textos que distorsionaron la realidad histórica favoreciendo la idea que los indígenas americanos fueron portadores de enfermedades venéreas y transmisores de ellas a los conquistadores europeos.

Ante esta inexactitud Paredes tuvo claridad de lo ocurrido en base a sus investigaciones, mérito que es válido consignar en este trabajo, tanto más que su afirmación es de las primeras en nuestro ámbito, en el campo del estudio de la sífilis como una enfermedad introducida en América, concepto que sería afianzado y desarrollado posteriormente, luego de los estudios pertinentes, por el científico ecuatoriano Plutarco Naranjo.

Paredes concluye su texto afirmando que la educación, en los diversos niveles formales, en la familia, en la sociedad, constituye el único medio para impedir que la sífilis se propagara y que tal acción educativa debiera formar parte de una política social para afectar la existencia de este mal.

Finaliza la tesis refiriéndose a la necesidad de mejorar la atención de la enfermedad para cuyo efecto los dispensarios médicos tendrían que hallarse dotados de la capacidad técnica para atender el problema, así como en los centros de salud se debería abandonar el trato y comportamiento discriminatorio a los enfermos “mirados con tanto desprecio en los hospitales”[21], realidades estas que nos proporcionan un perfil de lo que entonces significaba atender a los enfermos de sífilis en las entidades de salud.

En efecto, de las afirmaciones finales, se comprende el cuestionamiento de Paredes a la infraestructura y comportamientos de los centros de salud públicos y privados frente a la enfermedad venérea de la sífilis. Aquello denota su preocupación por el entorno estructural de la sociedad ecuatoriana a la cual, en los años venideros, la estudiará con detenimiento y buscará transformarla a partir de varias acciones organizativas del pueblo y mediante su dilatada lucha política.

Finalmente, la tesis doctoral de Paredes Romero revela la intranquilidad sobre un complejo problema de salud con rasgos epidemiológicos severos, ante cuya circunstancia el joven médico tiene la suficiente capacidad para encontrar las raíces del mal (anclado a las condiciones estructurales de la sociedad) y preocuparse del mismo no solamente como un fenómeno estrictamente médico y en el entorno de la asimetría salud-enfermedad, sino que, por sus características de expansión, también alerta sobre la afectación que pueden sufrir importantes conglomerados si no se asumen comportamientos médicos y sociales adecuados (epidemiológicos) para impedir tal circunstancia.

La preocupación de tal realidad y las advertencias para impedir que la sífilis pudiera propagarse, así como los mecanismos para impedir su transmisión (mediante la profilaxis educativa y la atención adecuada de la población en los hospitales) revelan a un Ricardo Paredes iniciando el camino de la epidemiología social. Tal mérito es importante señalárselo en quien sería, también, un luchador infatigable para erradicar las causas estructurales que afectan las condiciones de vida del pueblo, aquellas causas que las iría desentrañando poco a poco a partir de la percepción de la realidad social, de la influencia de varios hechos históricos ocurridos en el período y de su trajín por las páginas del pensamiento crítico que de aquellos años. 

APARTADO TERCERO

Determinantes internacionales que influenciaron en el joven riobambeño Ricardo Paredes.

Existen varios acontecimientos históricos internacionales fundamentales en la historia próxima de Paredes que no pueden dejar de ser señalados, en este capítulo, a la hora de redescubrir los determinantes sociales que incidieron en la formación de Ricardo Paredes.

En efecto, cuando Paredes se hallaba cursando el tercer año de sus estudios secundarios en la ciudad de Riobamba, en el Colegio San Felipe Neri, en 1910, Latinoamérica se conmovió con el surgimiento de aquel proceso extraordinario llamado La Revolución Mexicana, cuya trascendencia no solamente cambió la geografía  política y social mexicana, sino que influenció en los países de la región, particularmente en aquellos en donde los  altos índices de población indígenas tenían causas estructurales similares a la mexicana y cuya expresión máxima de conflictividad se hallaba relacionada con la distribución injusta de la tierra.

Si bien las connotaciones de la revolución mexicana no fueron aprehendidas por los sectores indígenas del continente como un referente inmediato a su realidad, no es menos verdad que importantes intelectuales y sectores comprometidos con el cambio observaron tal proceso histórico como un hecho de trascendencia en la historia de los pueblos y en la construcción del estado nacional, a pesar de la poca producción bibliográfica que en aquellos años hubo sobre el proceso mexicano, al cual se lo siguió básicamente por la  reducida información proporcionada por los medios de comunicación.

El propio Ricardo Paredes no valoró, con la intensidad de años posteriores, el proceso mexicano, tanto más que Ricardo estuvo cercado ideológicamente por la institución jesuítica en donde se educó y en cuyas aulas el tema debió ser omitido, tanto más que en la provincia de Chimborazo la concentración indígena ha sido históricamente enorme, razón por la cual aquellos sectores que explotaban al indigenado de la región (entre otros la iglesia y los terratenientes de la zona) guardaron silencio informativo respecto de los sucesos en México seguramente para no “propalar el mal ejemplo”, no obstante las raíces históricas particulares del proceso de la tierra de Zapata.

Empero, como queda dicho, a pesar que el fenómeno de la Revolución Mexicana se mantuvo inadecuadamente informado y analizado[22], no solamente en la provincia de Chimborazo sino en el conjunto del país, hubo sectores de intelectuales que comprendieron el suceso y que muchos años más tarde al estudiarla con detenimiento y cuidado encontraron grandes similitudes a la situación de nuestros pueblos indígenas, humillados, despreciados y maltratados en todas las formas, al punto que, de forma diversa, buscaron reivindicarlo, seguramente siguiendo la huella del proceso mexicano.

Pero aún a pesar de las limitaciones para la cabal comprensión de la revolución mexicana, aquella fue lo suficientemente impactante y Ricardo estuvo enterado de este proceso histórico, cuya valía sería desentrañada posteriormente. Sobre este particular en la entrevista que tuve en el año 2005 con Cesar Endara, entre los factores que incidieron para la fundación de la izquierda ecuatoriana Cesar Endara refirió:

“ la revolución mexicana nos impactó a todos, la entendimos poco al inicio y de manera diversa. Ricardo Paredes siempre reconoció que se adentro en el tema con más profundidad cuando el Embajador Mexicano en Ecuador, Ramos[23], nos la explicó dialécticamente el proceso. Pero no hay duda todos estábamos de acuerdo con el proceso de levantamiento indígena y de los sectores populares […]”[24].

Aquello debió ser así, pues las causas de la Revolución Mexicana de 1910 no solo tienen que ver con los procesos desatados por la prolongada dictadura de Porfirio Díaz, sino también con los múltiples efectos de la acelerada penetración del capital extranjero en México que distorsionó las características estructurales de ese país y que profundizó el sometimiento al pueblo indígena mexicano que desde 1876 (desde el inicio del profiriato) soportó un masivo y vertiginoso despojo de sus tierras, con el pretexto de colonizar el país e incorporar tierras baldías al área de cultivo, en cuyo contexto lo que ocurrió fue el apropiamiento de tierras indígenas, comunales y de los pequeños campesinos.

Frente a estas realidades advino la respuesta del pueblo mexicano cuyo 77%  de los quince millones de habitantes vivían en el campo, muchísimos de los cuales fueron afectados en la pérdida de sus tierras[25].

De tales circunstancias estuvo enterada la opinión nacional y por el efecto que podía promover dicha realidad la prensa nacional orientó la información alrededor, particularmente, de la lucha contra el dictador Díaz. No obstante aquellos que pudieron desentrañar y estudiar otros factores del inicio de la Revolución Mexicana la asimilaron, posteriormente, como parte del bagaje que favoreció la reflexión para luchar a favor de los sectores indígenas del país. Ricardo Paredes formaría parte de este sector sobretodo cuando, como lo refiere Endara, pudo tratar y conocer a Rafael Ramos Pedrueza, militante comunista y Embajador de México en Ecuador en 1925, quien cumplió una activa militancia en el país, el mismo que en sus tertulias, entre otros temas, abordó sobre las características de la Revolución Mexicana.

Cuando Ricardo Paredes se hallaba cursando su último año de estudios secundarios, también fue testigo de otro acontecimiento internacional, de carácter mundial, que no pudo dejar de llamar su atención: el inicio de La Primera Guerra Mundial; proceso histórico que lo acompañó en casi todos sus estudios universitarios y respecto del cual hubo una repercusión informativa constante en los pocos medios de comunicación del país, aquel Ecuador gobernado, entonces, por Plaza Gutiérrez (1912-1916) y por Baquerizo Moreno (1916-1920).

Y si bien la información fue poco analítica respecto de la Primera Guerra Mundial, es indudable que Paredes y su entorno de compañeros, así como sus preceptores, fueron develando y reflexionando sobre las características[26] de tal confrontación que denotó el conflicto de contradicciones en Europa en unos casos por carecer de la suficiente materia prima para su industrialización así como, en otras circunstancias, debido a la crisis de acumulación y de mercados que la producción arrastraba consigo. Un conflicto que evidenció el reacomodo de las fuerzas capitalistas y la búsqueda de construir espacios de hegemonía en el propio bloque de poder, en los países centrales, y con mayor razón respecto de los países periféricos; todo aquello con costos humanos inmensos y con un drama impactante aún para los países, y sus economías, no involucrados directamente en la guerra.

Lo que si no cabe la menor duda, es que la impronta de la Revolución Rusa conmovió a Paredes, como sacudió la inteligencia de la inmensa mayoría de los universitarios de aquella época, tanto más que se presentó como un estallido contestatario (no de contrapeso) al sistema capitalista, a los que habían provocado la guerra mundial, a los que explotaban a las inmensas mayorías obreras. Fue un fogonazo no solamente a la conciencia social de los grupos emergentes, sino al género humano, en la perspectiva de sembrar justicia y equidad con regímenes bajo el control de las mayorías. Un paradigma que no podía estar lejos de aquella juventud talentosa que sentía en carne propia la escasez y que además se conmovía frente a la pobreza de los demás.

Cuando Ricardo Paredes cursaba el cuarto año de medicina en la Universidad Central se produjo el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917, acontecimiento que coincidió, también, con las experiencias negativas que en la economía nacional venía dejando la Primera Guerra Mundial lo cual contribuyó a ciertos niveles de deterioro político del entonces régimen de Alfredo Baquerizo.

El triunfo de los Bolcheviques, entonces, impactó en el incipiente movimiento obrero ecuatoriano, en los sectores artesanales y populares que miraron con asombro la formación de un Estado dirigido, conforme lo afirmaban quienes lo habían impulsado, por los trabajadores. Pero también causó estupor en los espacios estudiantiles (principalmente universitarios), así como en importantes núcleos de intelectuales del país.

Ricardo Paredes, obviamente, no estuvo lejos de aquel impacto y de las tertulias referentes a esta realidad mundial, disquisiciones y comportamientos que emergieron, especialmente en los sectores populares y medios, a partir de una notoria frustración social –casi colectiva- después de la muerte de Alfaro y del desplazamiento del liberalismo radical por el liberalismo civilista que, a todas luces, había hipotecado los cambios previstos, inicialmente, por los montoneros alfaristas.

“Los obreros estábamos sorprendidos y emocionados con el triunfo de la revolución de octubre, hablábamos mucho sobre este asunto y nos reuníamos porque creíamos que se podía avanzar en el mismo sentido, porque ya había clase obrera y explotación capitalista”[27].

La afirmación de Endara me permite señalar lo siguiente: el triunfo de la revolución bolchevique y su incidencia en el Ecuador debe ser entendida, como el inicio de la influencia del pensamiento marxista en nuestro país, influjo que propició dos orientaciones políticas.

La primera incidencia a la que me refiero, desde lo ideológico, reprodujo las mismas reflexiones que se habían elaborado para comprender la situación europea y que, a los ecuatorianos que se agruparon en ese andarivel les pareció que dicha interpretación también era idónea para entender la situación de nuestro país; una segunda corriente conceptual optó por aprovechar el marco referencial teórico del marxismo, los sucesos europeos, los acontecimientos en Latinoamérica y la experiencia de la propia Unión Soviética a fin de comprender, en lo posible, el contexto de la situación ecuatoriana y de modificarla conforme a sus características particulares.

Esta diferenciación de la que hablo en líneas precedentes marcaría la historia de la izquierda ecuatoriana en los años y décadas siguientes al triunfo de la Revolución Rusa. Ricardo Paredes fue actor y testigo privilegiado de aquella circunstancia como pionero en la organización y constitución de los primeros partidos marxistas en el país.

APARTADO CUARTO

El 15 de noviembre de 1922: el martirologio que marco al médico Ricardo Paredes

De mis entrevistas con César Endara, extraigo una que me ha abierto el camino para precisar que en el caso de Ricardo Paredes Romero, el punto de inflexión entre el médico y el político, está marcado por los sucesos del 15 de noviembre de 1922. Dice Endara: “Ricardo era médico, otros estudiaban en la Universidad, otros éramos obreros o artesanos, pero todos coincidimos que el momento de hacer algo había llegado una vez que masacraron a los huelguistas en Guayaquil. Esto lo comprendimos y lo dijimos cuando ya nos fuimos organizando unos años después […]”

Respecto de los acontecimientos del 15 de noviembre de 1922, Paredes emitió algunas opiniones que dan la razón a las aseveraciones de Endara que las he transcrito y que, ante todo, denotan la influencia extraordinaria que sobre el médico riobambeño ejerció el fatídico 15 de noviembre, ratificando en mí la percepción que tal suceso, como el de la revolución rusa que la vivió mientras estudiante, fue definitivo para que Paredes asumiera el camino de la lucha militante, sin por ello olvidar, además, su compromiso como médico, y desde luego sin menospreciar en modo alguno los sucesos históricos vividos por Paredes a propósito de la revolución juliana que, además, fue trascendente en la vida política del médico riobambeño.

Dice Ricardo Paredes:

“Toda la vida se encontró paralizada en Guayaquil. Un gran pánico se extendió por la burguesía, a la vista del entusiasmo de la clase obrera. El 14 de noviembre una grandiosa demostración obrera tenía lugar en esta villa: el 15 de noviembre, más de 40.000 trabajadores recorrían las calles de nuestra capital comercial. Las tropas estaban apostadas en las encrucijadas en espera de los manifestantes. Se veían carteles sobre ciertos edificios firmados por el “soviet” de Guayaquil. Y hecho remarcable ni un solo crimen se ha registrado en el transcurso de las jornadas en que toda la villa estuvo en manos de la clase obrera”

“Cuando los manifestantes se encaminaron hacia la prisión para libertar a los camaradas que las autoridades habían encarcelado en gran cantidad, los soldados tiraron sobre la muchedumbre […] La burguesía aplaudía rabiosamente desde lo alto de los balcones […] La prensa burguesa hizo la conspiración del silencio alrededor de estos trágicos acontecimientos […] El 15 de noviembre de 1922 iluminó a todo el país con los acontecimientos de Guayaquil y señaló la entrada del proletariado ecuatoriano en la vía de la revolución social”[28].

En efecto, decía en líneas precedentes que la Primera Guerra Mundial había dejado secuelas negativas en la economía nacional. No obstante esta afirmación que es cierta, vale señalar que en un primer momento dicha confrontación mundial posibilitó una incipiente industrialización en el país, lo que a su vez hizo crecer al movimiento obrero, pero luego al ser afectadas las exportaciones ecuatorianas, especialmente del cacao, en los mercados europeos, se generó una situación caótica en la frágil economía del Ecuador que incidió en contra de los sectores populares y de los trabajadores, especialmente cuando se cerraron los puestos de trabajo y, sobre todo, cuando la burguesía cacaotera se defendió de la debacle generalizada[29] mediante sucesivas devaluaciones monetarias transfiriendo sus pérdidas al resto del país.

La crisis socio-económica del país había conducido a que el pensamiento de grupos radicales del liberalismo, de los anarquistas y de los sectores de izquierda influyera notablemente en el incipiente proletariado, así como sobre los sectores artesanales que, también, fueron víctimas de la mentada crisis por la que atravesó el Ecuador, particularmente en el periodo presidencial de José Luís Tamayo (1920-1924).

Todos estos sucesos estructurales en la economía nacional vinieron sucediéndose cuando Ricardo Paredes apenas se había graduado de médico en 1921. De tal manera que los acontecimientos de 1922 encontraron a Ricardo con apenas quince meses de ejercicio profesional, pues en la segunda quincena de octubre de 1922 los ferrocarrileros de Durán se lanzaron en huelga recibiendo la solidaridad de muchos núcleos de trabajadores y organizaciones laborales de la provincia de Guayas.

La huelga llegó a su fin el 26 de octubre una vez que los reclamos de los ferroviarios fueron atendidos totalmente, lo cual se constituyó en un triunfo para los trabajadores.

El 7 de noviembre del mismo año de 1922, en exigencia de alza de salarios y del cumplimiento de la jornada laboral de 8 horas, la Empresa de Carros Urbanos declaró una nueva huelga en Guayaquil. En la misma ciudad, ha día seguido, los trabajadores de la Empresa Eléctrica convocaron a la huelga por las mismas razones y, entonces, múltiples organizaciones se sumaron al movimiento.

En medio de estos acontecimientos -y debido a la situación de crisis económica en la que se hallaba el país y, particularmente, la ciudad de Guayaquil- aparecieron en el debate de los gremios de los trabajadores asuntos que correspondían a las contradicciones interburguesas, lo cual demuestra que los grupos hegemónicos sociales pretendieron valerse del movimiento social para favorecer posiciones que estaban por fuera de los intereses reales de los obreros. 

Tal circunstancia se produjo cuando el sector importador planteó, en el contexto de hallar soluciones integrales a los momentos conflictivos por los cuales atravesaba el país, la baja en el tipo de cambio del dólar y la incautación de giros, asunto que de haber sido conseguido hubiese afectado negativamente a los sectores exportadores.

Las argumentaciones y contradicciones económicas señaladas que se debatieron entre los trabajadores demuestran, una vez más, la situación de crisis  económica en la que se hallaba Guayaquil. Empero la clase trabajadora dejó irresueltos estos temas de confrontación por la acción decidida de algunos dirigentes lúcidos que comprendieron la situación a la que podían ser conducidos como clase obrera e insistieron que su lucha estaba organizada, fundamentalmente, alrededor de las demandas iniciales, sin dejar de reclamar por la crisis generalizada en la que vivía el Guayaquil de ese entonces.

Como dice Paredes, miles de personas participaron el 15 de noviembre de 1922 en una manifestación que expresó el descontento de los asalariados, de los artesanos, de los obreros frente a la situación de explotación y crisis existentes en el Ecuador.

Esta manifestación efectuada en Guayaquil fue reprimida violentamente por orden expresa del Presidente Tamayo. Centenares de muertos produjo la represión, cuyos cadáveres fueron lanzados  por la gendarmería asesina al río Guayas.

La masacre del 15 de noviembre agudizó la crisis del régimen liberal de Tamayo, pero contribuyó a la toma de conciencia de amplios sectores de la población ecuatoriana respecto de su papel como protagonistas en la lucha social. Meses más tarde Tamayo fue defenestrado y en su reemplazo se designó a Gonzalo Córdova, quien también habría de ser derrocado por un levantamiento de la oficialidad baja del ejército dando paso a lo que se conoce como la Revolución Juliana.

El 15 de noviembre de 1922 es indudable que definió ideológicamente a Ricardo Paredes quien como estudiante, siempre estuvo atento a los acontecimientos del país y del mundo, pero una vez que había concluido los estudios universitarios (lo cual finalmente le permitía gozar de algún tiempo extra a sus habituales ocupaciones académicas a las mismas que respondió con absoluta responsabilidad atendiendo, además, al apoyo de su familia), comenzó a involucrarse con el entorno político de entonces y a partir de sus lecturas y de los factores de influencia señalados, fue optando por el camino de la lucha social y política junto al pueblo, con los desposeídos, a favor de la justicia, por las causas de la equidad, en suma por hacer del Ecuador una Patria sin explotados.

Las lecturas de Paredes, como de aquella generación que se preocupó de construir un espacio político diferente al Ecuador de mediados de los años veinte del siglo anterior, estuvo orientada al pensamiento marxista. Paredes se formó ideológica y políticamente, en aquellos años, con una rigurosa aproximación a los clásicos del marxismo, asunto que lo revisaré en el siguiente apartado.

APARTADO QUINTO

El camino de Ricardo Paredes hacia una opción política.

No es posible continuar con este trabajo sino se hace una precisión importante. El hermano mayor de Ricardo, Ángel Modesto, nacido en Riobamba el 23 de marzo de 1896, con quien compartió la vida familiar, el mismo colegio secundario (El San Felipe) y a cuyo lado estuvo Ricardo desde cuando se trasladó la familia Paredes a Quito (Ángel Modesto estudio el primer año de Derecho lejos de su familia en la Capital) se había graduado como Abogado en la Universidad Central en el año de 1920. El perfil de su carrera profesional lo hizo muy receptivo a los acontecimientos históricos que se sucedían en el país y fuera de él.  Es imposible que los dos hermanos, entonces estudiantes universitarios, no hubieran comentado y discutido con pasión tales sucesos y fueran adoptando posiciones comunes ante la realidad del Ecuador.

Más aún, en el caso de Ángel Modesto muchas de sus opiniones quedaron claramente evidenciadas en su libro “Sociología General Aplicada a las Condiciones de América” que fuera editado en 1924 y en cuyas páginas hay el afán de descifrar temas ideológicos e históricos que han determinado el comportamiento de la sociedades.  Seguramente estas apreciaciones fueron comentadas por los dos hermanos y contribuyeron, en doble vía, a nutrir la conciencia política que les haría participar, posteriormente, a los dos hermanos Paredes Romero en varias actividades comunes.

De otra parte, Ricardo, recientemente graduado de Médico, había iniciado su carrera profesional especializando su actividad en aquello que constituyó su vocación médica -expresada en el contexto de su tesis doctoral- esto es como ginecólogo y como médico de enfermedades venéreas. Tales especialidades las ejerció en su consulta privada a la cual concurrían sus pacientes, muchos de ellos de estratos populares y pobres; casi siempre sin capacidad de pagar al médico, lo cual nunca fue óbice para que Paredes dejará de cumplir su misión profesional.

Esta realidad, también, debió haber sensibilizado a Ricardo Paredes pero, sobretodo, le debió haber confrontado con el conocimiento de una sociedad quiteña cuya inmensa mayoría la conformaban los sectores pobres, marginados de la atención médica, entre otras cosas, debido a sus costos (y en el caso de las especializaciones de Ricardo, además, por la existencia de una serie de prejuicios sociales y culturales) lo cual debió incidir para que el médico Paredes se confrontara con una población enferma que requería no solamente de la receta -a veces constituida en el último eslabón entre la relación médico-paciente, por la imposibilidad económica de adquirir los fármacos- sino de la comprensión humana indispensable para aliviar sus dolencias, aquella que Paredes supo brindarla a lo largo de su vida como profesional de la salud.

En todo caso, la práctica profesional le puso en contacto con las deficiencias estructurales de salud, asunto que debió haber impactado a Paredes y que debió, además, haberle conducido a comprender la necesidad para que los gobiernos (el Estado), como en otras realidades del mundo (como ya venía ocurriendo en el caso de la entonces URSS) se preocuparan de la salud de su pueblo.

Junto a lo afirmado, cuya importancia bordea el entorno del médico Paredes, se conoce[30] que los jóvenes profesionales de aquellos años fueron visitantes permanentes de la librería Sucre, en donde ya fue posible, desde inicios de los años veinte del siglo anterior, adquirir textos de los clásicos del marxismo, así como información sobre los temas fundamentales que sucedían en el mundo[31].

En esta librería muchos jóvenes se encontraban para dialogar y compartir opiniones, así como para comentar sobre una diversidad de acontecimientos de aquellos años, a más de conocer la creciente bibliografía que sobre los sucesos históricos de aquel periodo llegaban al Ecuador. 

Algunos de estos mismos jóvenes ya habían iniciado sus preocupaciones sociales en las aulas universitarias y constituyeron parte de aquella juventud inquieta que, por ejemplo, a través de la lectura de un semanario[32]  conocieron que en la ciudad de Guayaquil el 13 de mayo de 1919 se realizó una asamblea con la finalidad de fundar un partido de carácter socialista, tema que debió interesarles y provocar comentarios de diversa naturaleza entre ellos y, seguramente, entusiasmos frente al aparecimiento de una propuesta ideológica contestataria al modelo social que vivían y que les hartaba.

Al calor de estas circunstancias fue surgiendo una generación de intelectuales que expresó las frustraciones de la sociedad debido a la constatación de la traicionada Revolución Liberal; a causa de ser testigos de la miseria del pueblo (de cuyos estratos provenían muchos de estos profesionales jóvenes); de la explotación a los sectores indígenas; a causa de la pobreza de los sectores populares (debido a la crisis económica del país); del horror que les producía el recuerdo del 15 de noviembre; de la constatación que era posible construir una sociedad estructuralmente distinta como en otras latitudes del orbe.

Además, con el aparecimiento de gremios artesanales y sectores obreros pauperizados, se fue constituyendo el ambiente político que comenzó a entrelazar a los jóvenes profesionales y al contexto social en la búsqueda de alternativas a las condiciones económicas y sociales de aquel periodo que, bajo el régimen de Tamayo, habían llegado a un momento crítico. Tanto es así que aún en las filas del ejército había ya voces de descontento con los sucesos del país.

Todas las circunstancias anotadas determinaron que Ricardo Paredes en el proceso electoral de 1923-1924, que debía cambiar al gobierno liberal de Luís Tamayo, se adhiriera a la campaña electoral de uno de los personajes fundamentales de esos años que no obstante su extracción de clase terrateniente había optado por una definición alrededor de las ideas socialistas y que impulsó su candidatura desde una postura democrática y progresista. Se trataba del Coronel Juan Manuel Lasso a quien Paredes apoyó desde las columnas del periódico “La Humanidad”, (cuyo director fue el poeta Jorge Carrera Andrade) en cuyas páginas “se hizo una intensa campaña socialista hasta el 15 de noviembre de 1923, época en la que fue suspendido por haber publicado un artículo consagrado a la memoria de las víctimas de la matanza de Guayaquil.”[33]

Aquel proceso electoral fue ganado por el liberal Gonzalo Córdova y abrió nuevas grietas en la sociedad ecuatoriana que intentaba superar la sombra del 15 de noviembre de 1922 y los conflictos económicos y sociales a los que habían conducido los gobiernos liberales, como producto de sus errores y en medio de la crisis de una sociedad afectada por los estragos de la post-guerra mundial[34].

Todo este contexto, también, influyó en Ricardo Paredes -así como en su hermano Ángel Modesto- para que optaran por una línea política de cambio estructural, determinación que, sustantivamente, estuvo delimitada por la aprehensión de la ideología marxista y por la convicción de constituir un partido de orientación socialista.

La formación marxista de Paredes, en mi apreciación, no solamente debe ser ligada a su comportamiento político, sino que necesariamente estuvo vinculada a la comprensión de su actividad como médico. Allí asumió una posición de clase, comprendió los sustentos estructurales que causaban la enfermedad o que despojaban a las gentes de la salud. Este señalamiento, en este trabajo, es un elemento de enorme significación cualitativa. Lo es porque además en su producción teórica incorporó las categorías del materialismo histórico y del dialéctico que le permitirían formular sus investigaciones, así como interpretar, desde tal óptica, los acontecimientos históricos.

La circunstancia señalada provocó que en 1924 algunos de estos jóvenes, a quienes les unía sus convicciones por el cambio estructural del país; la decisión de confrontar al sistema económico y social vigentes: la determinación de hacer oposición al gobierno recientemente electo en medio del fraude -el de Gonzalo Córdova- y la perspectiva de fomentar las ideas socialistas, se agruparan y constituyeran el grupo “Antorcha”, grupo que se fundó el 16 de septiembre de 1924[35].

Posteriormente el grupo Antorcha a fin de expandir sus ideas concibió la necesidad de publicar un semanario, con el mismo nombre de Antorcha, el mismo que en su edición del miércoles 31 de diciembre de 1924, en la página 8 se escribió: “Vamos hacia un Partido Socialista […] Es hora ya que un Partido Socialista se levante en el Ecuador, armado de pujanza para combatir por los derechos del proletariado”[36].

Aquellos jóvenes de Antorcha fueron César Carrera Andrade, Néstor Mogollón, Leonardo Muñoz, Delio Ortiz, Julio Peñaherrera, Gonzalo Pozo, Hugo Alemán Fierro, Augusto Arias, Ricardo Paredes y Ángel Modesto Paredes[37].

Ricardo Paredes hizo tan suya a la publicación semanal de Antorcha que en sus páginas incluyó anuncios publicitarios de su actividad profesional, lo cual debió haber servido, además, como una forma de un pequeño auspicio económico al semanario. En todo caso en Antorcha, y a propósito de esta circunstancia, se revela, una vez más, el nivel de compromiso de Paredes con los sectores populares a quienes, por este medio impreso, ofertó sus servicios médicos de manera gratuita.

Este mismo grupo Antorcha se constituyó en un centro de debate de las ideas; de reflexión sobre los problemas sociales del Ecuador; de análisis de los problemas estructurales de la Patria; de lectura de textos marxistas y, también, de varios libros y revistas que habían comenzado a llegar al país, particularmente desde la ciudad de Loja. De esas revistas les llamó la atención una que venía impresa desde Lima y cuyo título fue “Claridad”, dirigida por Raúl Haya de La Torre y cuyo subdirector fue José Carlos Mariategui[38].

La difusión de las ideas de Antorcha y el intercambio de material bibliográfico fue organizando a grupos similares en otras latitudes del país, uno de ellos se constituiría en Loja bajo el nombre de “Vanguardia” con la presencia de talentosos jóvenes, entre ellos Manuel Agustín Aguirre, Benjamín Carrión, Clotario Maldonado Paz, entre otros[39].

El grupo Antorcha de Quito resolvió luego constituirse, formalmente, en un núcleo socialista con la finalidad de organizar, hacia el futuro inmediato, estructuras similares en el resto del país y avanzar, finalmente en la construcción de una estructura única nacional, el Partido Socialista. De esta manera el 13 de julio de 1925 Antorcha se proclamó como el primer núcleo socialista de Quito y organizó para 5 de octubre de ese año una Asamblea Socialista en la Universidad Central con la finalidad de discutir un programa[40].

Es obvio que este afán por organizar el Partido Socialista nació en una coyuntura específica fabricada por la Revolución Juliana, pero no es menos verdad que tal afán estaba ya presente en el grupo Antorcha en los mismos momentos de su constitución, debido a que sus miembros consideraron que era inevitable el fracaso de Córdova en la Presidencia de la República y que, por lo tanto, era menester proveer al movimiento militar, social y popular de oposición al régimen de una conducción socialista. Fue esta una visión política adecuada que expresa, además, la claridad del análisis y comprensión de la realidad concreta que Antorcha tuvo sobre el contexto ecuatoriano de aquellos años.

En todas las actividades de Antorcha, Ricardo Paredes asumió un compromiso militante extraordinario. Puso todos sus esfuerzos para que las iniciativas que se habían planteado se cumplieran al pie de la letra. Se volvió así, en un dirigente y activista de los objetivos de Antorcha. Asumió un compromiso de vida en aquellos años con pasión, con claridad de ideas y objetivos y motivado por el servicio a su pueblo al calor de las ideas del marxismo, con las cuales se identificó abiertamente desde el inicio de su actividad política hasta el final de su ciclo vital. 

APARTADO SEXTO

La Revolución Juliana: la identificación de Ricardo Paredes con este proceso político.

En 1924, el 1 de septiembre, se posesionó como Presidente del Ecuador Gonzalo Córdova, luego de imponerse con el tradicional mecanismo del fraude electoral sobre las candidaturas adversarias de Jacinto Jijón y Juan Manuel Lasso, lo cual le propició una imagen nada favorable para el desempeño de sus funciones.

El triunfo del candidato se produjo, además, en medio de serias divisiones al interior del liberalismo, circunstancia que favoreció para que Jacinto Jijón y Caamaño, líder conservador, acaudillara una revuelta armada en el norte del país que pudo ser sofocada por el ejército.

Pero lo afirmado no eliminó la oposición al Gobierno. Otros sectores fueron sumándose para confrontarlo; entre ellos el banquero y empresario liberal Luís Napoleón Dillon se transformó en ideólogo de la oposición al régimen “y a su soporte, el poder bancario de Guayaquil[41].

Desde los primeros meses de gobierno de Córdova, la inestabilidad política se incrementó no solamente por las razones señaladas, sino debido a que el estado de salud del gobernante le impedía ejercer el cargo a plenitud. En efecto, Córdova tuvo largas ausencias de la Casa de Gobierno y del poder real.

A todo lo anterior hay que agregar que el fuerte invierno de inicios de 1925 destruyó un buen sector de la línea férrea a Guayaquil. En estas circunstancias se le ofreció al régimen la venta del paquete mayoritario de acciones de la Empresa del Ferrocarril, el mismo que fue adquirido por  Córdova luego de una cuestionada negociación que determinó finalmente que el país comprara esas acciones y que por este mecanismo pasara a controlar el 75% del accionariado de la Empresa, en medio de una erogación altísima (seiscientos mil dólares) y en momentos de precariedad económica del Gobierno Central[42].

Quizá lo peor para Córdova estaba por venir, pues dentro de las filas de las Fuerzas Armadas, particularmente en los jóvenes militares, comenzó a vivirse un descontento creciente -que a su vez expresaba el sentimiento de los más amplios sectores de la colectividad- lo cual generó que al interior de la institución militar surgiera la conformación de una estructura política, la Liga Militar, que se organizó bajo la influencia del pensamiento transformador de la época y luego de la crisis en la que había entrado el Estado liberal.

El movimiento de la oficialidad joven del ejército actuó en contra de la superioridad politizada del ejército[43] y provocó un golpe militar, el 9 de Julio de 1925, que defenestró a Córdova y que en la historia se conoce como la Revolución Juliana.

La referida revolución no solamente cuestionó el ejercicio del régimen de Córdova, sino que surgió como una respuesta frente al comportamiento inescrupuloso propiciado por los sectores hegemónicos del país que habían gobernado en el último periodo, lo cual, además, significó enfrentar a la “bancocracia que lideraba el Banco Comercial y Agrícola, gerenciado por Urbina Jado”[44].

El comportamiento lleno de corruptelas políticas y económicas a las que me refiero,  a su vez constituyó el resultado  de la crisis a la que fueron conducidos los poderosos grupos oligárquicos, comerciales y financieros  del país a propósito de la debacle del modelo cacaotero; sectores todos estos que intentaron transferir sus pérdidas al conjunto de la sociedad utilizando para sus fines a los gobiernos de la plutocracia liberal que se habían consolidado luego del asesinato de Alfaro. Dichos gobiernos fueron los artífices de la Ley de Inconvertibilidad, en 1924, del endeudamiento al estado y de las sobreemisiones inorgánicas de billetes que llevaron al país a una situación inmanejable[45].

La oficialidad del ejército fue receptiva de esta realidad en el contexto de un panorama en el cual el pensamiento crítico y las ideas de cambio tuvieron un espacio notable. De esta manera el derrocamiento de Córdova fue un episodio en el contexto de una asfixia estructural que había comenzado mucho tiempo antes a julio de 1925.

La insurrección militar del 9 de julio decidió constituir una Junta de Gobierno Provisional, la misma que gobernó entre el 10 de julio al 9 de enero de 1926 y que se halló conformada por Rafael Bustamante, Luís N. Dillon, Francisco Gómez de La Torre, Pedro Pablo Garaicoa, Francisco J. Boloña y Francisco Arízaga Luque.

La primera Junta del Gobierno Provisional fue remplazada, el 10 de enero de 1926, por una nueva Junta de Gobierno, también denominada Provisional[46] y luego, en el mismo año, el 31 de marzo, esta segunda Junta fue sustituida por el Presidente Interino doctor Isidro Ayora quien gobernó como tal desde el 3 de abril de 1926. Ayora fue electo, posteriormente, como Presidente Constitucional[47], Presidencia que se instaló el 17 de abril de 1929 hasta el 24 de agosto de 1931.

Ricardo Paredes Romero vivió con gran intensidad el periodo del derrocamiento del Presidente Córdova y el inicio de la Revolución Juliana, tanto más que aquel suceso fue una especie de corolario a las intenciones iniciales del Grupo Antorcha que se organizó -a los pocos días de la posesión de Córdova como Presidente de la República- en la perspectiva de oponerse a este régimen y de sustituirlo en un momento determinado; aquella visión demuestra, adicionalmente, que para el Grupo Antorcha su actividad política estaba atravesada por la concepción de un proyecto de poder alternativo que suponía que en algún momento pudiesen lograr incidencia directa en el poder. Esta circunstancia denota que las acciones de coyuntura -la oposición al Gobierno en este caso- formaban parte de un objetivo de mayor trascendencia, es decir, constituían un ingrediente táctico de una estrategia concebida con pleno razonamiento a partir de contraponer factores objetivos y subjetivos acontecidos en aquel periodo.

Y así fue como pensó y actuó el grupo Antorcha, y desde luego Ricardo Paredes, quienes en 1924 ya estuvieron alertas respecto de las condiciones críticas económicas del Ecuador, sobre la crisis del proyecto liberal, ante el descontento social, todo lo cual hacía previsible un desenlace que fracturara la institucionalidad que, entonces, representaba Córdova.

Para corroborar estas valoraciones, transcribo las apreciaciones de Paredes sobre este periodo histórico:

“La situación de la economía nacional se agravaba día a día y al mismo tiempo, la vida de las clases pobres empeoraba rápidamente. En este momento hemos comenzado una campaña violenta contra el gobierno denunciando todos los crímenes de nuestra burguesía. Los principales grupos políticos de la oposición eran: el bloque socialista radical dirigido por Luís N. Dillon, la Liga Secreta de los oficiales subalternos y nuestro pequeño grupo socialista. La revolución era inminente y nosotros lo decíamos abiertamente en nuestro periódico: La Antorcha: la próxima revolución tendrá un carácter económico. Escribíamos creyendo que las capas inferiores del cuerpo de oficiales serían uno de los factores de esa revolución. Desde ese momento, nuestros esfuerzos tendieron a imprimir al movimiento revolucionario una buena orientación estableciendo contacto entre los círculos militares y las organizaciones obreras.”[48]

Me parece imprescindible señalar que las líneas precedentes forman parte del acápite titulado por Paredes de la manera siguiente: “La Revolución Militar y Socialista de 1925.”[49]

Queda absolutamente claro que el grupo Antorcha pensó que debía incidir en ese proceso que se articulaba, pero que su influencia, sobretodo, debía ser ideológica. Tal perspectiva denota la clara visión del grupo Antorcha ante los sucesos del Ecuador; a contrapelo debo señalar que esta agrupación no fue la vanguardia de la Revolución Juliana ni se constituyó en el polo que articuló conceptualmente tal proceso, asunto que para los propios integrantes de Antorcha les estuvo plenamente claro, como les fue evidente que era menester, precisamente por lo señalado, dar contenido ideológico a la inminente rebelión.  Paredes aspiraba, junto a sus compañeros, que aquel contenido ideológico fuera socialista y que las tesis fundamentales del quehacer político que se enarbolaran provinieran, por ende, del Grupo Antorcha.

Siendo inicialmente uno de los objetivos del Grupo Antorcha la oposición a Córdova, ha de comprenderse el apoyo que este grupo dio a la sublevación de los oficiales del ejercito en contra del gobernante y a su posterior sustitución, tanto más que algunos de los integrantes del Grupo Antorcha lograron mantener cierto nivel de comunicación con varios miembros de la Liga Secreta y, sobretodo, debido a que formó parte de la Junta de Gobierno Provisional Luís N. Dillón de quien el grupo Antorcha y particularmente Ricardo Paredes tenían una importante valoración -como ya lo he probado con un texto del propio Paredes- en el sentido que “Dillón representaba una línea socialista radical”.

Tanto fue la aproximación del Grupo Antorcha con los sucesos del 9 y 10 de julio de 1925 que a los tres días después del derrocamiento de Córdova y de la constitución de la Primera Junta del Gobierno Provisional de Gobierno -en otras palabras, a las pocas horas de la proclamación de la Revolución Juliana- el mentado Grupo Antorcha se constituyó en un núcleo de carácter socialista dispuesto a organizar  en el país un partido con igual fundamentación teórica y política, que según su opinión se llamaría partido socialista.  Esta determinación del grupo socialista la volvieron pública y comenzaron a actuar así en apoyo de la Revolución Juliana.

El afán del grupo Antorcha de constituirse en un núcleo base de lo que aspiraban fuese luego un partido socialista, tuvo la finalidad de buscar los mecanismos adecuados para incidir en la Revolución Juliana desde una postura conceptual y orgánica propias. Se actuó en la perspectiva de orientar el proceso. Ricardo Paredes fue el timonel de esta visión política e ideológica que tuvo sus limitaciones prácticas a la hora de la concreción de la política concreta.

Las expectativas políticas de Ricardo Paredes fueron crecientes debido a que en la Primera Junta Provisional identificó en Dillón la representación de una corriente socialista radical; luego en la segunda Junta Provisional estuvo su maestro y amigo el doctor Isidro Ayora, quien luego sería Presidente Interino y finalmente Presidente Constitucional del Ecuador.

Empero, Paredes comprendió que si detrás del proyecto de la  Revolución Juliana no había un partido debidamente constituido, no sería posible incidir ideológica y políticamente sobre ella, debido a lo cual aceleró el proceso organizativo del socialismo[50] cuyo germen histórico se había sembrado en la conciencia social, teniendo como telón de fondo la  crisis estructural de la economía y de la sociedad ecuatorianas. Además Paredes estaba convencido que se habían dado condiciones para un proceso real de cambio al mismo que había que fortalecerlo por diversas vías, entre ellas mediante una estructura partidaria que representara los intereses del pueblo.

La organización partidaria en la que pensó Paredes, desde el inicio, fue aquella que asumiera en su definición ideológica el carácter de marxista y que por lo tanto representará, para ese momento, los afanes del proletariado nacional. Desde esta perspectiva, también, dedujo que podía apoyar las acciones de la Revolución Juliana, manteniendo una postura de clase, de identidad, pero al mismo tiempo de impulso y apoyo a las tareas del nuevo régimen, favoreciendo, también, la interlocución -y la acción- de la vanguardia política y social con el régimen juliano.

“La revolución de julio debía su fuerza a la estrecha ligazón de la clase obrera, el gobierno y los elementos revolucionarios” dijo Paredes sobre este proceso al hacer una especie de informe sobre la realidad ecuatoriana (particularmente sobre el movimiento obrero en el Ecuador) en la reunión de la Tercera Internacional que se efectuó en Moscú y a la que concurrió en 1927. Su texto, que ocupa las páginas 76 a la 81,  fue publicado en la Revista Internacional Sindical Roja en 1928. Este insumo bibliográfico ha sido de enorme importancia para este trabajo.

La adhesión de Paredes a la Revolución Juliana se puede leer en las siguientes líneas:

“Por todas partes se formaban soviets militares, agrupados orgánicamente por la Junta Militar Superior. Los obreros celebraban grandes reuniones y enviaban sus diputados a las Juntas Militares para exponer sus reivindicaciones. El programa de las Juntas comprendía toda una serie de artículos anunciando reformas sociales; el gobierno revolucionario prometía el saneamiento de las finanzas nacionales lo que suscitó la aprobación unánime de la clase obrera. Sostenido por los militares y la clase obrera el gobierno realizó, en el curso de los primeros meses una serie de importantes reformas, atacando seriamente a la influencia del capital financiero. La revolución de julio dio un impulso grande al movimiento socialista”[51]. 

APARTADO SÉPTIMO

La salud pública en la Revolución Juliana y la influencia de aquel paradigma en el médico Ricardo Paredes Romero.

La Revolución Juliana tuvo una importante significación en la vida del doctor Ricardo Paredes. En apartados anteriores hemos podido identificar como este proceso político despertó enormes simpatías (y compromisos) en el recién graduado médico, asunto que se produjo, además, porque junto a la Revolución Juliana estuvieron personajes conocidos y respetados por el propio doctor Paredes y respecto de quienes el médico riobambeño conocía su visión política y social y, por ello, sus compromisos con las causas populares.

Con la presencia de Luís N. Dillon en la primera Junta Provisional de Gobierno de la Revolución, Ricardo Paredes se convenció que habría cambios fundamentales en el país; en la segunda Junta Provisional  la presencia de Isidro Ayora, de otra parte, le generó en el propio Paredes nuevas expectativas que se incrementaron cuando Ayora asumió la Presidencia de la República.

En efecto, Paredes confiaba en su maestro Isidro Ayora, lo conocía, sabía de su valor académico y profesional, estaba enterado de su formación en Alemania y de su visión cosmopolita y de enorme contenido social, realidades todas estas que las experimentó cuando fue su alumno y cuando Ayora  estuvo cerca de la elaboración de la tesis doctoral de Paredes.

No es posible dejar de hacer una digresión fundamental: Isidro Ayora constituye un referente en la vida de Ricardo Paredes.  Que duda cabe de esta aseveración, pues no solamente se constituyó Ayora en soporte académico para el futuro médico Paredes cuando fue su preceptor, sino que la incidencia de Ayora estuvo más allá de cualquier mérito docente, pues su prestigio había trascendido todos los espacios.

En efecto, Isidro Ayora a su retorno al Ecuador, en 1909, desde Alemania donde efectuó su especialidad médica en ginecología y obstetricia, fue designado profesor de la Facultad de medicina de la Universidad Central y fue el artífice en la creación y organización de la maternidad, aquella institución donde Paredes recibió las clases que impartía Ayora y en donde pudo acumular una serie de experiencias para su tesis doctoral.

El médico Ayora a quien Paredes conoció fue el mismo que en 1916 ejerció la diputación en representación de Loja, quien en 1917 fue designado Decano de la Facultad de medicina -año en el cual Paredes estudiaba en el cuarto año de medicina- y precursor de la Escuela de Enfermeras que la fundó en 1918.

Y mientras Paredes se esforzó en los avatares de la fundación de Grupo Antorcha, Ayora trabajó en la iniciativa de la fundación de la Cruz Roja Ecuatoriana, de la cual fue elegido su Presidente. Luego organizó la primera Casa Cuna de Quito y dirigió el Hospital San Juan de Dios.

Cumplió una tarea intensa como médico lo cual le dio lustre y respetabilidad, aquellas mismas características que le permitieron, en 1924, acceder a la Presidencia  del Consejo Municipal de Quito, desde donde se preocupó por mejorar los servicios básicos de la ciudad, pues tenía una clara visión social de la medicina y sabía el rol del médico en un medio como el que vivía entonces la capital ecuatoriana.

Su preocupación por la construcción en la ciudad de un sistema de canalización; los esfuerzos por dotar a la población de servicios higiénicos y de proveer de lavanderías a la comunidad, fueron algunas de las acciones que dieron cuenta de su visión en precautelar la salud de los habitantes de Quito.

No puede negarse, finalmente, que la voz de Ayora respecto de la Revolución Juliana tuvo un eco importante en Paredes, pues dos meses después del suceso histórico señalado Isidro Ayora ejerció el Rectorado de la Universidad Central, y sus opiniones como tal frente al proceso político en ciernes tuvieron repercusión en el ámbito nacional.

Todas estas actividades públicas, y la orientación social puesta al servicio de ellas, así como el conocimiento personal que Paredes tuvo de Isidro Ayora, determinaron (y no cabía otra opción) que aquel confiara plenamente en su Maestro cuando este tuvo que ejercer el Poder Ejecutivo en medio de las contingencias que provocó la Revolución Juliana.

La huella de Ayora estuvo, entonces, marcada en Paredes por los argumentos referidos y la expresión de esta realidad debe encontrarse, en primea instancia, en lo que fue el trabajo investigativo para la elaboración de la tesis con la cual se doctoró Paredes. 

(Y esto lo reitero en este acápite, porque se trató  de un tema hasta entonces preterido en el orden de las investigaciones a causa de los prejuicios y, de otra parte, debido a que gracias a la formación de Ayora, éste favoreció, desde sus enseñanzas, para  que la elaboración de dicha investigación –en una parte de ella efectuada en base de las observaciones en la maternidad- no solamente se redujera a contarnos el cuadro clínico provocado por la sífilis en la mujer, sino a encontrar sus causas, los daños para sí y para sus descendientes y de que manera evitarlo y, especialmente, los niveles de incidencia en la ciudad, así como enfrentar el mal desde una perspectiva terapéutica construida en la investigación cotidiana. La tesis doctoral de Paredes marcó una huella en la epidemiológica social en la cual está la mano de Isidro Ayora).

Ahora bien, y con la finalidad de precisar las determinantes sociales y de salud que impulsó la Revolución Juliana y que necesariamente se extendieron en la visión médica de Ricardo Paredes, es menester continuar este trabajo, con la brevedad necesaria, por un sendero referente a la historia de la salud de finales del siglo XlX y comienzos del XX.

La complementariedad dialéctica e histórica de las acciones gubernamentales en referencia a la  salud es fundamental establecer a la hora de las evaluaciones en esta materia. No de otra forma se puede juzgar la visión juliana en lo pertinente a salud pública.

Desde esta perspectiva, vale reiterar que el triunfo de la Revolución Liberal significó, en el ámbito de la salud, la puesta en marcha de una serie de modificaciones para sustituir lo que hasta entonces había prevalecido y que antes de 1895 se identificó en lo siguiente: la existencia de instituciones (regentadas por comunidades eclesiásticas) que además de preocuparse de los enfermos, protegían a los niños abandonados, rehabilitaban “moralmente” a las mujeres y controlaban la delincuencia y mendicidad, favoreciendo, en cuanto a salud se refiere, una conducta para que el enfermo se curara de su mal, en lo posible; que no transmitiera a otros su enfermedad (a propósito de su asilamiento social) y que si debía morir, lo hiciera en buena forma (el buen morir) bajo la protección de la Iglesia.

Mientras ocurría lo anterior, los Municipios se encargaban de mantener y administrar a los hospitales y a las entidades de beneficencia con el apoyo y colaboración de las llamadas personas notables del lugar.

En 1887, El Congreso Nacional autorizó a las Municipalidades la delegación de la responsabilidad de administrar hospitales e instituciones de beneficencia a las Juntas de Beneficencia,[52] reservándose el “derecho a la inspección.” El pensamiento liberal debió enfrentar esta realidad y romper algunos conceptos sobre como abordar los problemas de la enfermedad y, a contrapelo, responder a la evolución del mundo de las ideas y del desarrollo de las ciencias, a más de establecer el rol del Estado en la dinámica social.

Este salto cualitativo formó parte del pensamiento que se impuso a finales del siglo XlX en nuestro país bajo el precepto que cualquier norma debía beneficiar a la población no solamente de una región o de un lugar determinado, sino al conjunto del Ecuador, perspectiva, entre otras, diametralmente opuesta a las que habían prevalecido hasta entonces en materia de salud. 

Aquella conducta expresó, adicionalmente, la búsqueda de la unidad regional -a pesar de todos los conflictos precisamente en dicho sentido- y evidenció la percepción estratégica del liberalismo para  construir el Estado Nacional.

De esta manera se produjo -con las ambivalencias y dificultades obvias- una transferencia de responsabilidades desde el poder local hacia el poder nacional, lo cual determinó que el Estado asumiera, parcialmente, el control de las políticas sociales, específicamente en la salud, más allá de que prevaleciera, de forma adicional a lo afirmado, una postura exclusivamente curativa e individualizada en el cumplimiento de esta nueva actividad estatal.

El rol de los municipios, en los albores del liberalismo, de otro lado, quedó demarcado a fin de que ellos asumieran competencias de mejoramiento de la higiene local, conforme sus propias y exclusivas posibilidades y comprensiones frente al conflicto salud-enfermedad, a más de las tarea de ordenamiento de las ciudades.

Un hecho trascendente en este proceso fue la creación de las Juntas de Beneficencia en Quito, Latacunga, Babahoyo y Cuenca,  como un mecanismo emergente para responder ante las enfermedades y circunstancias precarias de importantes conglomerados sociales. Estas instituciones no pudieron actuar, inicialmente, frente a las expectativas previstas, puesto que no existieron las condiciones económicas que sustentaran su financiamiento. Empero, la visión social con las que fueron constituidas, a su vez, denotaron el nuevo perfil ideológico para enfrentar los conflictos de la salud y por ello el régimen liberal encontró, posteriormente, los mecanismos y recursos para su financiamiento[53] a más de constituir con las Juntas una especie de red nacional para que cumplieran su cometido de socorrer a los que habían caído en la “desgracia” de la enfermedad o en situaciones de compleja existencia.

A inicios del periodo liberal -como venía señalando- surgieron varias entidades para atender la salud de los ciudadanos. En 1897 se fundó en Guayaquil el Instituto de la Vacuna, que debió asumir el reto de  confrontar, entre otras plagas, a la viruela y en 1899 se estableció la Junta Superior de Sanidad Marítima y Urbana, para impedir las constantes amenazas de fiebre amarilla[54]. Junto a lo señalado es imperativo precisar que se declararon públicos todos los cementerios bajo la administración de las Juntas de Beneficencia.

En 1902 se fundó, en Quito, la Liga Ecuatoriana de lucha contra la Tuberculosis y el Consejo Supremo de Sanidad e Higiene. Se estableció el Reglamento General de Boticas, el de Sanidad militar y el del Consejo Superior de Higiene[55].

Así mismo se inició la enseñanza de odontología en las Facultades de medicina de Quito, Guayaquil y Cuenca, En 1906 se reconstruyó el Hospital General de Guayaquil, se fundó la Escuela de Enfermeras y la Dirección de Sanidad[56].

En 1908 se creó la ley de Sanidad Pública y Militar y el Código de Policía General. En 1910 se inauguró la Cruz Roja Ecuatoriana en Guayaquil. En 1914 se estableció la Cruz Roja Militar. En 1916 se reglamentó en ocho horas la carga horaria de trabajo[57]. Todo ello entre otras iniciativas y políticas de salud.

La Revolución Liberal constituyó un hito en materia de salud que no pudo estar ausente del debate de los médicos, de las Universidades y de la sociedad y respecto de las cuales Ricardo Paredes tuvo una valoración positiva. No obstante la Revolución Juliana introdujo elementos conceptuales de cambio respecto a las cuales paso a referirme, porque estas modificaciones de contenido epistemológico en materia de salud, son las que van a incidir, a mi entender, en el médico Paredes y en su posterior preocupación sobre las enfermedades que afectaron a conglomerados específicos por causas, asimismo, particulares.

Apenas proclamada la Revolución Juliana, el 13 de julio de 1925 se creó el Ministerio que debía encargarse de la Sanidad e Higiene, el de Previsión Social y Trabajo, mientras el 1 de agosto del mismo año se reorganizó cuidadosamente el servicio sanitario del Ecuador, mediante decreto ejecutivo firmado por Luis N. Dillon. El 27 de agosto la Junta emitió el decreto No 19 creando las ligas de salud pública encargadas de evitar la propagación de la peste blanca, la sífilis y otras enfermedades. La creación de las ligas de salud pública fue un paso fundamental de la salud pública en el Ecuador, la complementariedad de esta nueva visión para atender la salud de los ecuatorianos asumiría su madurez plena en el año siguiente.

En efecto, de manera inmediata a la posesión de la segunda Junta Provisional de Gobierno, Isidro Ayora logró, el 23 de febrero de 1926, el que se expidiera La ley de Sanidad, en virtud de la cual se creó en Consejo Nacional y las Direcciones Provinciales Sanitarias a fin de atender esta materia. El primer Director de esta entidad fue el talentoso doctor Pablo Arturo Suárez[58].

La importancia de esta entidad, o más bien, la trascendencia de este proyecto de salud radica en la circunstancia de haberse constituido en la historia médica del Ecuador, como el paso clave y definitivo hacia la puesta en marcha de una gestión de salud, desde el Estado, con clara visión epidemiológica social, pues la nueva institucionalidad de salud emergió para favorecer a la población con la aplicación de normas y procedimientos a fin de impedir que la gente se enfermara -o que si aquello ocurriera se considerara el problema de la salud-enfermedad como un conflicto social- lo cual significó dar continuidad a las nuevas visiones cualitativas respecto de la comprensión de la salud, asunto que se había iniciado en 1925 y en cuyo contexto el valor de las políticas colectivas en materia profiláctica, constituyeron un determinante epidemiológico central en la historia de la medicina social en el Ecuador.

Los esfuerzos sanitarios, conforme determinó la ley correspondiente de febrero de 1926, se orientaron a favor de la higiene infantil, escolar, industrial, obrera e higiene militar. De esta manera se actuó precautelando a los múltiples sectores de la población y, especialmente, diferenciándolos y particularizando sus necesidades, a propósito de las características de aquel momento histórico y de acuerdo con la necesidad de actuar desde una postura que diera cuenta del reconocimiento de la diversidad social y económica existentes en el País.

Es notoria en esta relación de hechos, la preocupación del Estado respecto de la situación de los sectores obreros, con lo cual también se inauguró un comportamiento de comprensión epidemiológica laboral que fue recibida por la clase obrera con satisfacción. Fácil es colegir, entonces, que los dirigentes políticos de los sectores obreros así como los intelectuales vinculados a la clase trabajadora, como Ricardo Paredes, también se entusiasmaran ante estas políticas de salud de enorme contenido social y que en el caso de Ricardo debió tener una repercusión adicional porque su formación médica le permitía comprender el alcance y proyección de la Ley de Sanidad y de las políticas de salud colectiva que se fueron ejecutando alrededor de le referida Ley.

Además la mentada Ley de Sanidad fue clara en definir la necesidad de promover una sanidad urbana mediante las canalizaciones, la potabilización del agua, el cuidado específico de los mataderos, la acción rigurosa en los asilos y hospitales, así como en los mercados. A tal punto esta nueva concepción de salud fue importante que en Quito, en 1927, se instaló la primera planta pasteurizadora de leche. En suma, una determinación del Estado para impedir las enfermedades y la proliferación de ellas, a diferencia de la óptica anterior de curar las enfermedades, de la mejor manera posible, en los hospitales estatales.

La visión del quehacer en salud social fue complementada, desde la ley, con la gestión de los Municipios, pues para poder ejecutar la Ley de Sanidad se zonificó al país, incorporando bajo la gestión de sanidad a todo el territorio nacional y entregándose responsabilidades particulares al poder local, para que mediante su obra pública respondiera a un proyecto nacional de salud. De esta manera se concibió un proyecto nacional único en salud preventiva que podía cumplirse con el apoyo de los poderes locales. Formidable cambio en la concepción de la salud que no exige mayores comentarios.

Ahora bien,  hay que especificar que no todos los Municipios respondieron a los objetivos del proyecto de salud sanitaria, por razones vinculadas con la falta de recursos económicos, por la incomprensión de la propuesta, por regionalismos extremos y por confrontaciones políticas. Seguramente aquello impidió que se avanzara en la realización plena de los objetivos de la ley de Sanidad (la misma que fue reformulada en 1935 excluyendo a las municipalidades de esta ley y dejando la competencia exclusivamente al gobierno central) pero no es menos verdad que la visión sanitaria, profiláctica y de empoderamiento del Estado respecto de la salud de la población, constituye el valor agregado sustancial de esta Ley.

Sobre este tema falta señalar que la Ley de Sanidad puso hincapié, de manera particular y expresa, para que la instituciones sanitarias se preocuparan, además, de combatir las siguientes enfermedades infectocontagiosas: tuberculosis, alcoholismo, venéreas y anquilostomiasis. De esta manera el Estado dio, también, respuesta a un grupo de enfermedades que provocaban en la población conflictos epidemiológicos severos, entre ellas las venéreas, respecto de las cuales la preocupación de Ayora queda evidenciada una vez más debido, conforme lo dice Paredes en su tesis doctoral, porque su diseminación fue, en nuestro medio, más frecuente de lo que se suponía.

Sobre esta materia de la Sanidad Pública los Gobiernos de Ayora complementarían, luego, la gestión de esta Institución obligándola a poseer estadísticas nacionales de morbilidad y mortalidad. Este nuevo paso consolidó la visión epidemiológica social desde el ámbito de la rigurosidad científica y académica, pues ninguna evaluación en el campo epidemiológico puede ser certero si no es capaz de manejar una información estadística rigurosa que le permita al Estado la información adecuada para determinar el éxito o no de las políticas sociales de salud y para conocer la realidad epidemiológica del país.

 Una vez más la Revolución Juliana entregaba a la salud una direccionalidad insospechada[59]. Los alumnos de Ayora debieron haber ido comprobando en la práctica como su Maestro ponía en marcha sus apreciaciones y sus opiniones dichas, por muchos años, desde la cátedra universitaria.

El mismo mes de febrero de 1926 la Segunda Junta Provisional de la Revolución Juliana, por la determinación e influencia de Isidro Ayora, promulgó la Ley de Asistencia Pública (lo cual constituyó una transición de la beneficencia a la asistencia, asunto que implícitamente determinó una nueva manera de entender y atender la enfermedad y a los sectores, casi siempre los pauperizados, afectados por ella; a más de una compostura diferente del Estado frente a los enfermos) mediante la cual se le asignó a esta nueva Institución todos los establecimientos nacionales[60] y municipales destinados a la asistencia y cuidado de “[…] enfermos, alienados, ancianos, inválidos, mendigos, pacientes crónicos, embarazadas, parturientas y niños desamparados”[61].

En estos conceptos se sintetizan los saltos cualitativos de la Revolución Juliana para instaurar el sistema de Salud Pública respecto de cuyas características he tratado en este apartado, no sin dejar de precisar que las políticas de salud que hasta entonces habían prevalecido, y que se habían concebido en el contexto de la revolución liberal, también constituyeron un avance fundamental en la historia de la salud en el Ecuador.

La Revolución Juliana nació en momentos de un desarrollo, todavía incipiente, de la clase trabajadora, aquel sector social a quien Ricardo Paredes dio ideológica y políticamente enorme significación en su propia vida, al punto que el Grupo Antorcha, como lo hemos revisado en este trabajo, buscaba organizarlos en un partido de carácter socialista.  Precisamente a los dos meses de la fundación del Partido Socialista Ecuatoriano[62], en cuya tarea Paredes puso un entusiasmo a toda prueba y una férrea voluntad cobijadas en su compromiso con el socialismo científico, Isidro Ayora, entonces Presidente Interino, expidió[63] un decreto por el cual creó la Inspección General del Trabajo.

La Institución señalada favorecía, fundamentalmente, a los trabajadores, pues sus derechos hasta entonces habían sido ignorados o conculcados sin que aquellos pudiesen reclamar ante una instancia estatal que les protegiera. En materia de derechos laborales Ayora tuvo la certeza  que debía considerarse prioritaria la protección de la salud de los trabajadores. Esta visión social, también debe referírsela porque en este particular asunto se halla, entre otras, la influencia de la Revolución Juliana sobre el pensamiento médico de Ricardo Paredes.

Vale precisar algunos asuntos históricos: el 13 de julio de 1926 se creó la Inspección General de Trabajo, encaminada a conocer las condiciones laborales y ejercer vigilancia en las industrias nacionales; el 15 de julio del mismo año se organizó la Junta Promotora del Trabajo, adscrita al Ministerio de Previsión Social y el 29 de julio, mediante Decreto Ejecutivo, se emitieron los reglamentos sobre la Inspección de Trabajo que “tuvieron por objeto asegurar la aplicación de la leyes y decretos que se refieren a las condiciones de trabajo y a la protección de los trabajadores en el ejercicio profesional (horas de trabajo, trabajo nocturno, trabajo suplementario, disposiciones relativas a la higiene, protección de la salud y seguridad de los trabajadores, sobre todo en las fábricas: indemnizaciones en caso de accidentes de trabajo y más prescripciones vigentes sobre el contrato de trabajo).”[64]

Sobre esta misma materia, la de favorecer a los trabajadores, en 1927, el 4 de marzo, Ayora emitió la Ley de Prevención de Accidentes de Trabajo, en la cual se identificaron las obligaciones de los empresarios para asegurar a sus subalternos condiciones laborales que no presentaran peligro alguno para su salud o su vida. En 1928, el 6 de octubre, se promulgó la Ley de Duración Máxima de la Jornada de Trabajo; el mismo 6 de octubre de 1928 se promulgó la Ley de Trabajo de Mujeres y Menores y de Protección de la Maternidad y, en la misma fecha antes referida, se dictó la Ley de Responsabilidad por Accidentes de Trabajo.

Toda esta legislación a favor de los trabajadores y de protección de su salud, si bien pretenden ser interpretadas -aunque con un resquicio de dogmatismo y sectarismo[65]- como un conjunto de acciones exclusivamente orientadas a precautelar la mano de obra -el capital laboral- no es menos verdad que imprimieron una huella trascendental a la obra de Ayora en materia de Salud Laboral y esta circunstancia tiene una significación histórica que no puede ser escamoteada.

Precisamente este comportamiento en materia de salud de la Revolución Juliana provocó el reconocimiento de la clase obrera, de sus dirigentes y del Socialismo  -constituido como el partido de los trabajadores- al Presidente Ayora. Ricardo Paredes, entonces, tuvo razones para decir, como en efecto lo dijo, que se trataba de “una revolución militar y socialista”.

A partir de la caracterización que hizo Paredes de la Revolución Juliana y por su compromiso social como médico, en donde su orientación por la epidemiología social y laboral fueron notorias, queda absolutamente clara la influencia de la Revolución Juliana y de sus contenidos en materia de salud pública, asuntos que se tradujeron, posteriormente en los estudios epidemiológicos de Paredes y en su actividad docente universitaria.

En todo caso, cuando me refiero a la influencia de la Juliana, dicha incidencia no puede ser entendida exclusivamente como la única en la formación epidemiológica social de Paredes -no obstante que fue determinante porque le abrió las puertas a un mundo conceptual y epistemológico distintos a los que prevalecían entonces- sino que debe ser comprendida, también, como el antecedente fundamental para que Ricardo pudiera abrevarse luego -diría con conocimiento de causa- de las experiencias que en igual sentido las vivió a propósito de su desplazamiento a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Paredes estuvo en la URSS en 1927[66] y conoció de primera fuente las características de la Universidad rusa, las orientaciones y propósitos de las facultades de medicina en relación a la formación de sus estudiantes y su compromiso social en el contexto del proceso de transformación estructural que vivía aquella confederación de países. Le llamó poderosamente la atención el desarrollo de la salud pública y pudo asimilar sus particularidades -y establecer las enormes diferencias- a partir de la circunstancia de haber vivido el proceso, también en materia de salud pública, puesto en marcha en los primeros años de los gobiernos julianos.

Las experiencias vividas en Moscú, posteriormente a su retorno a Ecuador, las volvió públicas y las analizó con cuidado poniendo en la balanza los procesos históricos que estuvieron detrás de cada uno de estas circunstancias. Sus conclusiones, que parten del hecho que en la entonces URSS había un proceso estructural de cambio, son de enorme valía, como lo es su visión respecto de lo que entonces ocurría en el Ecuador. Si bien no cabía un estudio comparativo sobre el tema de la salud pública, Paredes estableció aprendizajes y conocimientos; pudo detectar las insuficiencias en su país (vinculadas, entre otras cosas, a la enseñanza de la medicina) y deducir que no obstante los extraordinarios avances de la Revolución Juliana en materia de salud pública, solamente sería posible una transformación total del sistema de salud si, paralelamente, se generaba un cambio radical en el país. Sus comentarios y análisis[67] fueron configurados desde una perspectiva del rol de la medicina social y no desde la perspectiva de la contemplación puramente médica o clínica[68] de la enfermedad  o de la práctica curativa de alto nivel tecnológico.

La formación médico social de Paredes, su comprensión respecto del rol de la salud pública y su actividad pionera en la epidemiología social y del trabajo fueron una realidad en la vida profesional médica de Ricardo Paredes quien debido a los constantes desplazamientos por el país, debido a su compromiso militante en la formación de los núcleos partidarios y a su actividad como médico particular, fue aprehendiendo la situación epidemiológica del Ecuador y comenzó a escribir sobre ella.

Este ir y venir por diferentes provincias del país le permitieron publicar[69] un libro de 130 páginas[70] sobre el paludismo en el Ecuador que da cuenta de sus constataciones clínicas sobre este mal, conforme lo señala Paredes, particularmente estudiado en algunas de las ciudades de las provincias de Manabí, Esmeraldas, Guayas y adicionalmente en Quito.  Su trabajo “abarca un periodo de seis años de tratamiento de diversas infecciones de carácter general merced al choleval”[71], un preparado terapéutico “mezcla de plata coloidal y de colato de sodio”[72].

En este trabajo, al que Paredes denominó Contribución a la Medicina Nacional, el médico Paredes Romero efectúa un estudio importante sobre las causas sociales que desencadenan el paludismo. Entre ellas se refiere a las  deficientes condiciones higiénicas  de las diversas poblaciones del Ecuador y en esta valoración epidemiológica señala, respecto del puerto Guayaquileño (para ese entonces saneada por la obra juliana, particularmente de Ayora, de la fiebre amarilla, pero con otros conflictos epidemiológicos): “Guayaquil es la ciudad que mayores progresos higiénicos ha logrado en el litoral, habiéndose desterrado prácticamente la fiebre amarilla, pero que está azotada por el paludismo”[73].

Las condiciones sanitarias a las que hace referencia el estudio de Paredes sobre el paludismo y a la precaria situación de la población campesina “privada de los más elementales recursos higiénicos y médicos, reducida a la miseria crónica”[74], denotan al médico que para llegar a tales conclusiones ha madurado sustancialmente, aún respecto de las técnicas investigativas, y ha puesto todos los elementos de observación en las condiciones estructurales de la sociedad y del medio en el cual se desenvuelve la vida de los enfermos. En el trabajo sobre el paludismo -en el que también hay estudios clínicos y terapéuticos-  se reconoce a un Paredes cualitativamente superior en el manejo de los instrumentos teóricos de la salud pública, tanto más si este trabajo lo comparamos con el que fuera su tesis doctoral sobre la sífilis.

No hay duda que los parámetros para precautelar la salud de los ecuatorianos, introducidos por la Revolución Juliana, así como el manejo de las ciencias auxiliares para el efecto de cuantificar y analizar la situación epidemiológica en el país, pasaron a formar parte del arsenal metodológico de estudio de Paredes en su producción bibliográfica, a más de su comprensión que el estado de enfermedad de nuestro pueblo estaba vinculado con la crisis estructural de un modelo social al que había que cambiarlo radicalmente, con lo cual queda a la luz que hubo, adicionalmente, determinantes ideológicas y filosóficas en el médico-político a la hora de definir sus compromisos.

El proceso dialéctico que infiero es evidente en su estudio sobre la situación de los mineros de Portovelo (publicada dos años después del trabajo sobre el paludismo) en cuyas páginas vemos a un Paredes certero en el manejo de las formas investigativas, en su visión estructural del problema, en la comprensión epidemiológica del conflicto salud-enfermedad y en su determinación ideológica por defender la causa de los trabajadores frente a la explotación provocada en el país por el Imperialismo. Un estudio de caso que reveló la circunstancia por la cual atravesaba el Ecuador, realidad que llevaría a Paredes a mantenerse firme, hasta el final de sus días, en la lucha por una modificación de fondo a la situación prevaleciente en el país.

Lo afirmado lo evidencia con atinada descripción José Moncada[75] cuando refiriéndose a Oro y Sangre en Portovelo. “El Imperialismo en el Ecuador” dice:

“Paredes analiza las condiciones del trabajo, la vivienda, la alimentación, la salud, el alcoholismo y el problema sexual de los habitantes del campamento minero, así como los resultados de los exámenes clínicos que el mismo practicó a algunas personas. Tales exámenes le permitieron reconocer que las enfermedades más frecuentes en el área de influencia de la empresa eran el paludismo, la tuberculosis, la intoxicación y las enfermedades parasitarias […] de allí que la organización de los trabajadores fue fundamental para defender sus derechos conculcados por una empresa vinculada a los intereses norteamericanos”.

Las apreciaciones de Moncada respecto de Paredes son  inequívocas y me permiten que ellas se constituyan en antecedente para cerrar este trabajo con las siguientes consideraciones finales:

En varios apartados de este estudio he señalado que Ricardo Paredes experimentó saltos cualitativos en el manejo instrumental de la ciencia para ejercer la investigación de determinadas enfermedades, debido a lo cual su contribución a la salud pública es trascendente. Este proceso, desde luego, estuvo generado por las nuevas concepciones que en materia de salud pública impulsó la Revolución Juliana.

Asimismo, he inferido que frente a los antecedentes políticos que promovieron, finalmente, la presencia de la mentada Revolución Juliana, Paredes tuvo la capacidad suficiente de comprender el momento político, económico y social del periodo, a fin de apoyar dicho proceso que se proponía modificar la situación económica del país impidiendo el abuso de ciertos grupos económicos privilegiados y favoreciendo, mediante políticas sociales, la atención de los importantes conglomerados sociales, entre ellos el de los trabajadores.

Estas políticas sociales a las que me refiero, en el campo de la salud expresaron la voluntad del Estado por atender el problema de la enfermedad de los ciudadanos y la aprehensión de responsabilidades del sector público para actuar frente al conflicto de la salud-enfermedad. La atención de la salud dio un salto fundamental, tanto más que se pusieron en marcha, desde el poder regional y nacional, acciones plenamente determinadas que estuvieron encaminadas a impedir que se quebrantara la salud.

Frente a todo este panorama, Ricardo Paredes actuó con prontitud, estuvo cerca del proceso político impulsándolo y alimentándolo; contribuyendo desde el grupo Antorcha para la reflexión sobre las ideas de cambio y, posteriormente, organizando a los núcleos sociales comprometidos con la transformación estructural del país, a fin de articularles, al propio tiempo, en un partido que pudiese lograr incidencia en los acontecimientos del Ecuador de aquel entonces y que, adicionalmente, sentara las bases del cambio definitivo.

Estas ideas señaladas sobre Ricardo Paredes me ponen en la necesaria circunstancia, al finalizar este trabajo, de subrayar un hecho: Paredes experimentó los saltos cualitativos de los que he hablado en este trabajo a partir de su aproximación al marxismo.

La afirmación que hago no solamente deviene del certero[76] conocimiento de sus lecturas, de su praxis política, sino del uso de las categorías del socialismo científico para la determinación de sus conductas al servicio de la sociedad, a la cual intentó modificarla de maneras diversas, no sin antes aproximarse a ella desde la complejidad de su formación médica social.

La medicina particular ejercida por Paredes, los estudios epidemiológicos, su actividad en la cátedra y sus escritos poseen la constante de una acción orientada a mejorar las condiciones de la sociedad. No es el médico que actúa solamente por atender al enfermo, que cumple una función clínica determinada. Su práctica fue siempre más allá de la receta. Buscó encontrar las causas del quebranto de la salud, cuantificarlas y demostrar que dicha realidad estaba anclada a circunstancias endémicas sociales. Desde la práctica médica social fue a la teoría médica y política para su comprobación y, por supuesto, llegó a la práctica médica social e investigativa desde la teoría comprometida con la crítica social[77].

Desde luego, su acción práctica, su ejercicio político, su compromiso militante, no hacen sino conferirnos la certeza, además expresada por Paredes en diversos momentos, de su adhesión al pensamiento marxista que le permitió comprender que solamente el cambio estructural sería capaz de modificar cualquiera de los vicios existentes en el entorno societal.

En efecto, Paredes además tuvo una mentalidad  abierta frente a los procesos sociales, políticos y económicos, como el de la Revolución Juliana, para comprender que tenían un valor intinseco en la medida que contribuían a fortalecer la lucha del pueblo. “La Revolución de julio dio un impulso grande al movimiento socialista”[78] diría Paredes.

La Revolución Juliana sobre el marxista Ricardo Paredes tuvo un influjo notable tanto en su actividad médica como en su quehacer político. Decir cualquier otra cosa supondría evadir un episodio histórico fundamental del país que incluso precipitó la organización política de la izquierda marxista ecuatoriana.

Pero también es importante señalar que hubo un doble carril en este proceso: las ideas de transformación socialistas estuvieron impregnadas en algunos actores y en varios episodios de la gestión de la Revolución Juliana, lo cual explica, de alguna manera, su amplio contenido social en materia de reformas y, además, la articulación de la oligarquía para frenar en ese periodo cualquier modificación estructural en el Ecuador. Entre muchos otros factores, gracias a este proceso histórico de doble vía el médico Ricardo Paredes Romero es parte de la historia de nuestro pueblo. 

CONCLUSIONES FUNDAMENTALES

Estudiar la figura médica de Ricardo Paredes Romero, en el contexto de la Revolución Juliana, no solamente ha sido fundamental para conocer su perfil como profesional de la salud, sino para interpretar con mayor rigurosidad su comportamiento social y político frente a uno de los procesos históricos más importantes del siglo XX cuya influencia en el campo de la medicina, y particularmente de la salud pública, es trascendente, pero cuya incidencia, en este caso particular, tiene matices que nos ponen de frente con la que fuera una vida ( la de Paredes Romero) al servicio de los demás; una entrega militante no solamente en su profesión, sino en la perspectiva de la construcción de una sociedad distinta, ese sueño impostergable de Paredes en cada un de sus actos que ciertamente lo vuelve un personaje de su tiempo y un contemporáneo de los paradigmas.

La investigación realizada en estas páginas permiten las siguientes conclusiones generales que las enumero y explico a continuación:

1.- El objetivo central del Taller de Historia de la Salud en el Ecuador en este periodo ha sido el de conocer los aportes que en materia de salud pública generó la Revolución Juliana y, junto a ella, redescubrir a importantes figuras de la salud que cumplieron un rol de adelantados en esta perspectiva, muchos de los cuales, no han sido lo suficientemente dimensionados. Los objetivos del estudio, en este contexto, son absolutamente válidos y se cumplen adecuadamente conforme las finalidades del Taller de Historia de la Salud del Ecuador, pues adentrarnos en la figura de Ricardo Paredes es aproximarnos, también al entorno de la Revolución Juliana.

2.- La contribución en materia de salud así como en la determinación de las responsabilidades para enfrentar desde el Estado los conflictos sociales provocados por la enfermedad forman, en este periodo, una ecuación sustancial que deviene de la aprehensión de los fines de la Revolución Juliana, en cuyo contexto deben ser valoradas las figuras políticas que impulsaron tal proceso y cuya gestión tuvo un peso social importante y, desde luego, una significativa influencia sobre otras personalidades. Ese es el caso del médico Ricardo Paredes Romero, quien más allá de sus convicciones ideológicas y de su conformación doctrinaria, fue sujeto de influencia, por parte de la revolución juliana, en el campo de las concepciones de la salud, aunque no es menos verdad que debe atribuirse a Paredes la suficiente comprensión del entorno histórico en ciernes y, a partir de ello, su interés para buscar los mecanismos políticos que pudiesen incidir sobre el referido contexto.

3.- La Revolución Juliana permite una comprensión dialéctica del proceso asimétrico salud-enfermedad ocurrida en el país en el siglo XX frente al cual el alfarismo radical (La Revolución Liberal) y la Revolución Juliana asumieron composturas que deben ser miradas en el entorno de un proceso de construcción del estado nacional. Si la revolución liberal definió que frente a los conflictos de la salud el Estado debía asumir el rol específico de atender a los enfermos para curarlos oportuna y adecuadamente, la Revolución Juliana dio un paso trascendente al trazar una línea de trabajo estatal para atender la salud colectiva y además, propiciar las medidas profilácticas que evitaran la enfermedad. Su determinación en cuanto a diseñar políticas sociales que impidieran el quebranto de la salud, constituye un hito que se convirtió en antesala de la salud pública. Las instituciones de higiene, por ejemplo cumplieron tal rol, como lo cumplieron las instancias del estado que se preocuparon de cuidar la salud de conglomerados específicos, como de los trabajadores, a quienes se le proveyó de leyes particulares para impedir que la explotación afectara su actividad. La constatación de esta realidad es otra conclusión expresa del estudio.

Ahora bien, junto a las conclusiones generales indicadas, el estudio ha permitido, sustancialmente, la formulación de conclusiones específicas, alrededor de la figura de Ricardo Paredes Romero, centro fundamental de atención de estas páginas, las mismas que las refiero a continuación no sin dejar de precisar que el ámbito de su procedencia está en la exhaustiva aproximación a su figura como médico, no obstante que su condición de político y militante no pueden dejar de ser observadas, porque hacen de Paredes un todo:

1.- Los procesos sociales que ocurrieron paralelamente a la vida de Ricardo Paredes Romero, entiéndase por estos, la revolución mexicana, la revolución soviética y el 15 de noviembre de 1922, deben ser catalogados como factores históricos de enorme gravitación en la configuración ideológica de Paredes, a las cuales deben sumarse su orientación marxista asumida en la época de estudiante universitario en Quito.

2.- La proximidad académica de Paredes con el doctor Isidro Ayora fue un elemento sustancial para que Ricardo Paredes pudiese catalogar la valía intelectual de Ayora y aprender de aquel sus enseñanzas que, en el campo de la medicina, son específicas cuando efectuó sus estudios en la maternidad donde, además, realizó parte de sus observaciones que le permitieron elaborar la tesis doctoral sobre la sífilis.

3.- La tesis doctoral de Paredes maneja elementos importantes vinculados con la salud pública que le permitieron desarrollar conclusiones pensando en la enfermedad y en la sociedad, antes que en los hechos estrictamente clínicos del mal.

4.- Cuando se produjeron los sucesos de la Revolución Juliana, Paredes tenía ya una conformación ideológica clara: era un marxista que había venido trabajando en la línea de construir un espacio político de similar naturaleza. Tal circunstancia conceptual le permitió, además, analizar la realidad de los sucesos, explorar la características del levantamiento militar y optar por su apoyo, a partir de descubrir el profundo contenido social del movimiento del 9 de julio de 1925. También valoró, entonces como médico graduado, los contenidos de cambio que en materia de salud pública imprimió la Revolución juliana. Pero no solamente valoró este nuevo contexto médico social, sino que se nutrió de él para su actividad posterior como investigador de la salud social.

5.- La circunstancia que Isidro Ayora y Luis N. Dillon estuvieran junto al proceso de la Revolución Juliana constituyó un factor determinante para Paredes a la hora de asumir definiciones frente a tal hecho histórico. Dillón emergió, en la opinión del médico riobambeño como la figura anisistémica del momento, en tanto Ayora había dejado en Paredes una huella académica imborrable y sabía de él su gran capacidad y conocimientos que al ser puestos al servicio de la colectividad, particularmente en materia de salud, contribuirían al mejoramiento de la situación del Ecuador de aquellos días.

5.- De la simpatía al proceso de la Revolución Juliana, Paredes Romero pasó al entusiasmo cuando descubrió que la mentada Revolución había resuelto favorecer acciones de hondo contenido social que, en materia de salud pública, se tradujeron en líneas concretas para precautelar la salud de los trabajadores y de la población en general, al organizar instituciones como la de Higiene y al emitirse decretos que tenían por finalidad proteger el ambiente laboral y favorecer los derechos del pueblo trabajador. Estos hechos puntuales denotan las líneas de influencia del proceso de 1925 sobre el médico Ricardo Paredes Romero, tanto más que la Revolución Juliana adoptó comportamientos específicos en materia de salud pública que impactaron en la orientación profesional en Paredes.

6.- Los impactos de los que hablo en el numeral anterior se evidenciaron en los textos que escribió Ricardo Paredes cuando trató sobre el paludismo en 1936 y, fundamentalmente, cuando en 1938 abordó sobre la situación de salud de los trabajadores en las minas de Portovelo y respecto de la presencia del Imperialismo, en el mismo contexto, en el Ecuador. En estos dos últimos trabajos hay una evidente visión epidemiológica de la salud y no cabe duda que ella devenga de la influencia en el analisis de los determinantes sociales en el manejo de la salud pública que, adicionalmente, fueron incorporadas, a la hora de caracterizar la situación de la salud ecuatoriana, por la Revolución Juliana.

7.- A pesar de las conclusiones anteriores, actualmente en el ámbito académico y médico la ausencia de información sobre el rol de Paredes Romero en los espacios de la medicina es evidente. La figura de Paredes ha estado vinculada únicamente[79] con su ejercicio militante y con su trabajo político. De allí que haber contribuido, mediante este trabajo, ha rescatar el nombre y la figura del  médico Ricardo Paredes Romero, en el contexto de la Revolución Juliana, es un eje importante de este estudio.

Quito, mayo, del 2010

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Publicaciones periódicas

Boletín del Comité Popular de Izquierdas, 1938.

El Germinal, 1926.

La Antorcha, 1924.

La Vanguardia (Loja), 1925.

Periódicos

El Comercio: 1924, 1925, 1926, 1930.

El Día: 1928

Bibliotecas 

· Biblioteca Aurelio Espinosa Polít

· Biblioteca del Banco Central

· Biblioteca central de la Universidad Central de Quito

· Biblioteca de la Facultad de Medicina. Universidad Central

· Biblioteca de la Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”

· Biblioteca del Museo de la Medicina

· Biblioteca de la Universidad Andina Simón Bolívar

· Biblioteca de la Universidad Católica del Ecuador

Archivos

· Archivo Central de la Universidad Central de Quito

· Archivo personal de Leonardo Paredes Martínez

· Archivo del Colegio Nacional Maldonado (Riobamba)

· Archivo del Colegio San Felipe Neri (Riobamba)

· Archivo del Partido Comunista del Ecuador (Quito, Guayaquil)

· Archivo Histórico de Guayaquil (Guayaquil)

· Archivo y Biblioteca de Germán Rodas Chaves

Conferencias dictadas en el Taller de Historia de la Salud en el Ecuador (UASB)

· Jorge Núñez

· Ninfa León

· Juan Paz y Miño

· Plutarco Naranjo

· Gustavo Pérez

Notas: 

[1] Corresponde al mismo año en que se produjera la explosión del Maine en la Bahía de La Habana por cuya causa se inició la Guerra Hispano-Cubana-Norteamericana que permitió que EEUU invadiera Puerto Rico, comprara las Filipinas, impidiera la liberación de Cuba frente a España y, además, la invadiera, así como se hiciera de las Islas Guam. Todo ello en el marco del despojo norteamericano de las últimas colonias españolas en América.

[2] Vicente Pólit Montes de Oca, Estudio preliminar en El 15 de Noviembre de 1922 y la fundación del socialismo relatados por sus protagonistas, tomo 1, Quito, Corporación Editora Nacional, 1982, p. 22

[3] Este clima de transformaciones en el país formó parte de un contexto internacional con igual perspectiva; así debemos recordar los estallidos revolucionarios que, por entonces, ocurrieron en Perú y Colombia, países en los cuales la impronta de la transformación liberal estuvo presente.

[4] Eloy Alfaro estaba fuera del país, en Centro América, cuando ocurrieron los pronunciamientos del 5 de junio de 1895. Retornó al Ecuador el 18 de junio y asumió, entonces, el mando.

[5] La Consagración de la Libertad de conciencia en la Constitución, la prohibición de la participación del clero en la vida política nacional, el establecimiento del registro civil, la secularización de los cementerios, son una expresión de lo afirmado.

[6] Versión de César Endara González, fundador del partido socialista a igual que Ricardo Paredes en 1926, entregada al autor de esta investigación en mayo del 2.005, con oportunidad de una serie de entrevistas que permitieron recuperar de primera fuente el proceso de fundación del socialismo en el Ecuador. En los momentos de la redacción de este informe de investigación, Cesar Endara dejó de existir (abril del 2010) a la edad de 105 años. Desde 1926 hasta el final de sus días optó por el pensamiento marxista y desde 1931 mantuvo una firme militancia en las filas del partido comunista.

[7] Enrique Ayala, La Revolución de Junio de 1895, En: Nueva Historia del Ecuador, volumen 9, Época Republicana lll, Corporación Editora Nacional, Quito, 1990, p. 130.

[8] Enrique Ayala, La Revolución de Junio de 1895…  p. 132.

[9] Enrique  Ayala, La Revolución de Junio de 1895… p.135.

[10] En el Gobierno de Baquerizo Moreno, los legisladores pusieron en marcha una de las viejas aspiraciones de los liberales: la abolición del apremio personal o prisión por deudas, con lo cual se suprimió el mecanismo legal de vigencia del concertaje.

[11] Enrique  Ayala, La Revolución de Junio de 1895… p. 160.

[12] La información respecto de la confrontación de Paredes con las autoridades Jesuíticas y su posterior salida del Colegio San Felipe Neri, debido a esta circunstancia, fue entregada para esta investigación por el hijo del doctor Ricardo Paredes, el también médico doctor Leonardo Paredes Martínez.

[13] Aurelio Mosquera Narváez fue Presidente Constitucional del Ecuador entre el 2 de diciembre de 1938 al 17 de noviembre de 1939.

[14] En la tesis de Paredes, en la página 27, por ejemplo, señala” un caso grave que tuve en la misma época (hace cinco años) me ha sugerido muchas ideas.” Esta afirmación demuestra que Paredes tuvo inclinación sobre el estudio de las enfermedades venéreas desde los inicios mismo de su vida estudiantil universitaria y que tal circunstancia le llevó, posteriormente a redactar su tesis universitaria a más de las facilidades que le dieron sus Maestros.

[15] La primera edición apareció en 1938 impreso en la Editorial Artes Gráficas de Quito bajo el título “El Imperialismo en el Ecuador, Oro y Sangre en Portovelo.”

[16] Sobre el análisis del trabajo epidemiológico de Paredes se anexa la entrevista al Médico, investigador y epidemiólogo Jaime Breilh quien fundamentalmente se refiere a Paredes a partir del conocimiento de su libro “Oro y Sangre en Portovelo”. (Anexo  29)

[17] Ricardo Paredes, Tesis Doctoral, Quito, Archivo Central de la Universidad Central, 1921, p. 53.

[18] Ricardo Paredes, Tesis Doctoral… p. 55.

[19] Ricardo Paredes, Tesis Doctoral… p. 55.

[20] Plutarco Naranjo, Sífilis otra enfermedad que nos llegó de Europa, Quito, UASB-Corporación Editora Nacional, 1999, p. 7.

[21] Ricardo Paredes, Tesis Doctoral… p.60

[22] Exacerbada esta circunstancia, también, por las incipientes formas de comunicación.

[23] El Embajador Ramos, al que se refiere César Endara, es el mismo que en representación del gobierno mexicano de Plutarco Elías Calles arribó al Ecuador en 1925. Fue militante activo del Partido Comunista Mexicano y, además, de la Tercera Internacional. Tanto así que en Quito, el 22 de septiembre de 1925 fundó “La Sección Comunista del Ecuador de Propaganda y Acción Lenín” junto a los ecuatorianos Pablo Charpantier, Alberto Suárez, Tito León, Fernando Chávez, Luís Anda Rumazo y Juan F. Karolys. El mexicano Rafael Ramos Pedrueza, quien fuera designado Comisario y Representante de la Sección Comunista de Propaganda y Acción Lenín, fue un importante historiador de la revolución mexicana y sus opiniones fueron trasladas, de primera mano, a los jóvenes que, como Ricardo Paredes concurrían a las tertulias organizadas por Ramos. (Germán Rodas, Partido Socialista, Casa Adentro, Quito, Ediciones La Tierra, 2006, p.28.

[24] Cesar Endara, entrevista concedida a Germán Rodas, 2005.

[25] M.S., Alperovich y B.T. Rudenko: La Revolución Mexicana de 1910-1917 y La Política de los Estados Unidos, México, Ediciones Cultura Popular, 1977, p.22.

[26] Ricardo Paredes en sus textos de informes al Partido Comunista, correspondientes a la década de los años treinta del siglo anterior, insistió siempre sobre la influencia, especialmente económica, de la primera Guerra mundial en el mundo, en nuestro continente y particularmente en el País. Sus textos denotan una constante preocupación desde cuando tal realidad histórica emergió, por ello es indudable que este conflicto mundial atrajo su atención crítica desde el momento en que aquel se produjera.

[27] César Endara, entrevista concedida a Germán Rodas, 2005.

[28] Ricardo, Paredes, El Movimiento Obrero en el Ecuador,  Revista Internacional Sindical Roja, 1928, p. 76-81. Archivo del P.C y en: http//es.wilkepedia.org/wiki /Internacional_Sindical_Roja

[29] La crisis cacaotera se agravó en 1917, debido a que en las haciendas apareció una plaga que diezmó las plantaciones, reduciéndose considerablemente la producción.

[30] César Endara, entrevista concedida a Germán Rodas, 2005

[31] Alexei Paéz, Los Orígenes de la Izquierda Ecuatoriana, Quito, Abya-Yala, 2001, p. 110.

[32] La Bandera Roja Semanario Socialista, año 1, Número 1, abril 11 de 1920, p. 4.

[33] Ricardo Paredes, El Movimiento Obrero en el Ecuador… p. 76-81.

[34] Documentos del Partido Comunista del Ecuador. Archivo del P.C.E. Guayaquil, 2010.

[35] Germán Rodas, Partido Socialista Casa Adentro… p. 24.

[36] Germán Rodas, Partido Socialista Casa Adentro… p. 24.

[37] Ángel Modesto Paredes había permanecido entre 1922 y 1923 en la ciudad de Riobamba, en donde fue designado Secretario relator de la Corte Superior de Justicia de Chimborazo ocupando, además, el profesorado en el Colegio Pedro Vicente Maldonado. Se mantuvo en permanente contacto con su hermano Ricardo y retornó a Quito en 1924 para continuar su actividad docente en la esta ciudad, (N. A,)

[38] Germán Rodas, Partido Socialista Casa Adentro… p 26.

[39] Germán Rodas, Partido Socialista Casa Adentro… p 25.

[40] Germán Rodas, Partido Socialista Casa Adentro… p 24

[41] Enrique Ayala, La Revolución de Junio de 1895…  p. 166

[42] Enrique Ayala, La Revolución de Junio de 1895… p. 166 

[43] Juan Paz y Miño, Revolución Juliana: Nación, Ejército y bancocracia, Quito, Abya-Yala, 2000, p. 19.

[44] Gustavo Pérez, Luís Napoleón Dillón, Intelectual Humanista del Siglo XX, Quito, Ediciones Apolo, 2.009, p. 56.

[45] Esta circunstancia determinó la fundación del Banco Central el 9 de octubre de 1925 y constituyó una de las políticas fundamentales de la Revolución Juliana en referencia a controlar, desde el Estado, la gestión bancaria.

[46] La segunda Junta Provisional la conformaron Julio E. Moreno, Homero Viteri Lafronte, Isidro Ayora, Humberto Albornoz, Adolfo Hidalgo Narváez, José Gómez Gault.

[47] El 9 de julio de 1928, Isidro Ayora convocó a una Asamblea Constituyente que se instaló el 9 de octubre del mismo año. El 29 de marzo de 1929 la Asamblea Constituyente promulgó la nueva Carta Política, la décimo tercera en la vida del Ecuador, y eligió al propio Ayora como Presidente Constitucional.

[48] Ricardo Paredes, El Movimiento Obrero en el Ecuador… 1928.

[49] Ricardo Paredes, El Movimiento Obrero en el Ecuador… 1928.

[50] La fundación del Partido Socialista se produjo luego de un denodado esfuerzo del grupo Antorcha, pero de manera particular de Ricardo Paredes, quien recorrió el país organizando los núcleos que concurrirían a la fundación del PSE, hecho que aconteció en mayo de 1926. Obviamente había un acumulado histórico para que se produjera esta fundación, así como se habían producido las condiciones sociales para que emergiera un partido marxista, de carácter contestatario y alternativo al sistema.

[51] Ricardo Paredes, El Movimiento Obrero en el Ecuador… 1928.

 

[52] Con este antecedente el 10 de diciembre de 1887 se creó la Junta de Beneficencia de Guayaquil a la que le transfirieron todas las organizaciones de beneficencia existentes hasta entonces en la ciudad porteña. Paulatinamente dicha entidad fue ampliando su autonomía, a pesar de que mantenía su funcionamiento en base de los recursos de la municipalidad de Guayaquil, hasta que el Congreso de 1890 le facultó para que la entidad Guayaquileña fijara las tarifas por los servicios entregados. En 1894 se le asignaron los fondos provenientes de los juegos de lotería que, a su vez,  le autorizaron organizar; también se le proveyó de otros recursos económicos provenientes, por ejemplo, de la importación de licores.

[53] Para que pudieran funcionar las Juntas de beneficencia se optó por dos leyes: La Ley de Cultos de 1904 y la de Beneficencia de 1908. La primera establecía que los predios rústicos de las Comunidades Religiosas debían ser arrendados en subasta pública y que el sobrante de la renta, después de financiar los gastos de la orden, se lo dedicara a invertir en obra pública o de beneficencia que el gobierno dispusiera. La segunda, nacionalizó todos lo bienes raíces de las Comunidades religiosas y dispuso que sus rentas se las destinara al mantenimiento de las entidades de beneficencia. Para el efecto se creó la Beneficencia Pública para que administrara estos recursos incorporando en este orden Institucional a todas las Juntas de beneficencia, con excepción de la de Guayaquil. (N.A.)

[54]Germán Rodas, Enfermedades más importantes en Quito y Guayaquil durante los siglos XlX y XX, Investigación patrocinada por la UASB, Quito, 2006.

[55] Germán Rodas, Enfermedades más importantes en Quito y Guayaquil durante los siglos XlX y XX…

[56] Germán Rodas, Enfermedades más importantes en Quito y Guayaquil durante los siglos XlX y XX…

[57] Germán, Rodas, Enfermedades más importantes en Quito y Guayaquil durante los siglos XlX y XX…

[58] Plutarco Naranjo, La Revolución Juliana y el gobierno de Ayora, Quito, Comisión Nacional de Conmemoraciones Cívicas, 2005. p. 26

[59] Plutarco Naranjo, La Revolución Juliana y el gobierno de Ayora… p.27

[60] Con excepción de la Junta de Beneficencia de Guayaquil, asunto que demuestra los niveles confrontacionales del proceso de la Revolución Juliana con la oligarquía Guayaquileña que ya regentaba aquella Institución.

[61] Registro oficial del 2 de febrero de 1926.

[62] La Fundación del PSE ocurrió entre el 16 y el 23 de mayo de 1926.

[63] El decreto fue expedido el 13 de julio de 1926.

[64] Plutarco Naranjo, La Medicina y la Salud Publica en la época de Ayora, conferencia magistral del referido científico en el Taller de Historia de la Salud en el Ecuador, UASB, Quito, 2010.

[65] Cuando se ha estudiado la Revolución Juliana, se ha omitido la trascendencia de este proceso en materia de salud y se ha generalizado, en más de una oportunidad, como un levantamiento militar-civil que no afectó a ciertas estructuras societales. Aquello es una definición muy general, y lo es debido a que en materia de salud, así como en el manejo de la economía, se produjeron cambios sustanciales, más radicales que muchos regimenes que han llegado, luego, al gobierno precedidos de formulaciones ideológicas de supuesta transformación.

[66]Germán,  Rodas, Partido Socialista, Casa Adentro, Quito, Ediciones La Tierra, 2006, p. 35

[67] Ricardo Paredes: “La Vida Universitaria en la Rusia Soviética”, en: Llamarada No 12, Publicación Mensual de Universitarios, febrero de 1929, pp. 11 y 12;  y Llamarada, Números 13 y 14, Mayo de 1929, pp 50-54.

[68] Ricardo Paredes: Crónicas Médicas de la Rusia Soviética, en: Revista del Centro de Estudiantes de medicina, Época ll, año ll,, números 8 y 9, Enero y Febrero, Quito, s. n., 1929

[69] Cuando ejercía el cargo de profesor de Biología en la Facultad de medicina de la Universidad Central en 1936.

[70] Ricardo Paredes, La terapia del Paludismo en el Ecuador, Contribución a la Medicina Nacional, Quito, Imprenta de la Universidad Central, 1936

[71] Ricardo Paredes, La terapia del Paludismo en el Ecuador … p. 7

[72] Ricardo Paredes, La terapia del Paludismo en el Ecuador …  p.7

[73] Ricardo Paredes, La terapia del Paludismo en el Ecuador …  p. 12

[74] Ricardo Paredes, La terapia del Paludismo en el Ecuador…  p. 13

[75] José Moncada, Estudio Introductorio a Oro y Sangre en Portovelo. El Imperialismo en el Ecuador. Colección Pensamiento Socialista. Quito, Ediciones La Tierra, 2006, 4ta. edición, p 10.

[76] En sus diversos discursos, alocuciones y escritos políticos, Paredes se confiesa seguidor de la doctrina marxista.

[77] Esta apreciación la corroboro, también, luego de la lectura de un trabajo de Paredes titulado “Baños: puerta del Amazonas” (Quito, Imprenta de la Universidad Central, 1936, 70 p.) el mismo que da cuenta de una actividad académica dirigida por él en la cátedra de Biología de la Facultad de Medicina y que consistió, conforme lo relata el propio Paredes, “en una excursión de los alumnos, del 16 al 23 de marzo de 1936, a fin de conocer in situ lo aprendido en clase, (los fenómenos biológicos) comprobar la validez de la teoría o modificar la misma si hubiesen necesidad y lograr la interrelación con el medio ambiente, que incluye el espacio social.”

[78] Ricardo Paredes, El Movimiento Obrero en el Ecuador…1928.

[79] Esta realidad fue, precisamente, la que impidió que el salón auditorio de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Quito, que llevaba el nombre de Ricardo Paredes (a pedido del entonces Director del Curso de Especialidad en Investigación y administración de Salud, Jaime Breilh) fuera eliminado sin reclamo posterior de ningún sector.  

 

Germán Rodas Chaves
grodas@uasb.edu.ec  / grodasch@yahoo.com
Docente de la Universidad Andina Simón Bolívar. (UASB)
Coordinador Académico del Taller de Historia de la Salud en el Ecuador de la UASB
Responsable de las Mesas de Dialogo Salud-Colectividad.
www.uasb.edu.ec

 

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