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La crisis europea, es solamente una situacion propia del Viejo continente?
Germán Rodas Chaves
grodas@uasb.edu.ec 

Reflexión Inicial

 

Me propongo redactar varias apreciaciones sobre la realidad europea y no puedo dejar de mirar el mundo. Y en ese mundo no es posible dejar de identificar, con visión histórica, sucesos que ya nos parecen conocidos y que estuvieron cerca de nuestra piel.

 

En efecto, en las décadas anteriores, en nuestra región, fuimos actores y testigos de una lucha frontal contra el neoliberalismo y sus recetas, aquellas que pretendían reducir el Estado a su mínima expresión; privatizar todo en medio de las corruptelas que aspiraban poner en manos de unos pocos los bienes de la colectividad; no les importó, en muchos casos, que la educación o la salud se constituyesen en inalcanzables objetivos de los ciudadanos, o que el trabajo y la vivienda fuesen una fantasía y que los servicios públicos fundamentales tuvieran el sello de  cualquier administrador privado. Todo ello paralelamente al desengaño social, a la frustración colectiva, a la inequidad galopante, a la pobreza sin límites.

 

Aquella patética realidad provocó la movilización y lucha de los pueblos y las colectividades zaheridas por la nueva versión capitalista; propició, además, que los partidos de izquierda y los sectores progresistas de Latinoamérica asumieran el compromiso de movilizarse en contra del modelo de injusticia que se puso en marcha.

 

Las izquierdas (la política y la social) que habían sido inmovilizadas ideológicamente luego de la crisis de Europa del Este, en medio de todas estas circunstancias pudieron recuperar su influencia y contribuyeron para frenar el modelo neoliberal y, en muchos casos, para favorecer el triunfo electoral de posiciones políticas y sociales contrarias al neoliberalismo. Fueron los tiempos de recuperar la ilusión.  Se habló del post-neoliberalismo.

 

Tales circunstancias (desde el drama económico, político y social) vividas hace poco en nuestro continente, parecía que estaban grabadas en la retina de los europeos debido a lo cual los sucesos del último periodo nos dejan absortos, más aún cuando vuelven a reproducirse en Europa los mismos trajines que hace unas décadas sacudieron a nuestra región. Los actores son los mismos: el FMI y regímenes sicarios de tales políticas.  Las secuelas, también las que ya conocemos: un drama social que arroja a los trabajadores fuera de sus empleos, restricciones del aparato estatal para atender la salud y la educación de la población, pérdidas de derechos alcanzados, disminución de recursos del estado para mantener subsidios, carencia de vivienda y desalojos habitacionales; desesperanza…..

 

Es como si la realidad histórica de nuestro entorno geográfico no hubiera sido asimilada en otras latitudes (tanto por los regímenes como por los luchadores sociales y los constructores del pensamiento alternativo) o como si fuésemos testigos de los nuevos vericuetos por los cuales transita el “establishment”, construyendo, en las dos partes del mundo, en Europa y en Latinoamérica, un sistema de vasos comunicantes para el mismo objetivo de supervivencia estructural del capitalismo. Una especie de centavo que proviene del mismo dueño, y que tiene la particularidad, como toda moneda, de poseer dos caras.

 

Las preocupaciones referidas me llevan a formular varias conclusiones. En todo caso, prefiero dejarlas expuestas en la pregunta siguiente: ¿el sistema capitalista, a propósito de la crisis del modelo neoliberal, ha optado, en tiempos y formas diferentes, por el reacomodo de sus objetivos en Latinoamérica y en Europa?

 

Que sucede en Europa?

 

La realidad sistémica del capitalismo ya se evidenció hace tres años en Estado Unidos a propósito de la desarticulación de su economía y de las afectaciones que aquello produjo en su sociedad. La circunstancia referida, entonces, fue el antecedente que precipitaría luego la crisis en Europa.  Los países centrales, de esta manera, comenzaron, aparentemente y en el entusiasmo de algunos sectores, a vivir la etapa del “el estertor del escorpión”, cuando en realidad los acontecimientos deben ser comprendidos como una etapa de reflujo del modelo neoliberal y de posterior recomposición de su matriz, el capitalismo, que viene ensayando otras formas de incidencia y de control sobre la economía mundial.

 

Para superar las distorsiones, el capitalismo articuló varios hechos. Uno de ellos fue la apropiación, mediante la violencia, de los recursos naturales de varios países del orbe, para cuyo efecto no se escatimaron las acciones de guerra que se perpetraron bajo innumerables pretextos y que al contar con el juego cómplice de sus propios organismos internacionales (como la OTAN) condujeron a la expropiación de la soberanía en estos países agredidos, en medio de una sinfonía macabra perpetrada, especialmente, desde los países europeos, beneficiarios finales de los recursos que ahora les llegó a sus manos en el nuevo proceso de redistribución del África.

 

Esta conducta fue similar al que perpetraron hacia finales del siglo XlX cuando, en coincidencia perversa, se distribuyeron el  referido continente africano al calor de la determinación siguiente, entonces dicha por el Monarca Belga Leopoldo ll: “hay que actuar en un periodo corto para demostrar nuestra presencia en la región africana, así asumiremos los derechos de posesión con la brevedad que requieren nuestros intereses”.

 

Es en el contexto de todas estas realidades que debe comprenderse la situación de perturbación que hoy vive Europa. Los sucesos del  continente viejo han entrado en una espiral de incertidumbres y de fracasos a propósito de la debacle del modelo económico neoliberal -trepidación que, insisto, no es similar al escenario de derrumbe del capitalismo- y que se produjo en diversos rincones del mundo, sin que aquello no libere de culpas a los propios factores “casa adentro” del continente europeo que precipitaron su situación de caos.  

 

En efecto, hoy somos testigos de un creciente endeudamiento de los estados europeos (con excepción de Noruega) y de manera particular de Grecia que ha llegado a la virtual  quiebra del Estado.  Alemania vive una crisis moderada, mientras en Islandia el sistema bancario ha colapsado por completo.

 

Países como España y Portugal, a su vez, denotan una situación cada vez más compleja en el manejo de sus economías, exacerbadas estas circunstancias,  como en el caso de la península Ibérica, por la presencia de gobiernos de extrema derecha que fueron puestos allí, debido al agotamiento de algunos sectores sociales ante la inacción de gobiernos más moderados que, por la condición de tales, tampoco fueron capaces de favorecer cambios drásticos alejados de los recetarios del propio capitalismo.

 

De esta manera en Europa, debido a la incapacidad política para enfrentar al capitalismo o en razón de los lazos con el mismo, fueron constituyéndose diversas relaciones entre la teoría del estado de bienestar con los intereses del capital. La ambigüedad señalada ha pasado factura con el tiempo. Somos testigos de una perversa conjura entre el hibridismo político que confundió a los pueblos y la felonía del capital que edificó una serie de artimañas para no perturbar sus objetivos finales. 

 

Cuando se inició la crisis en Europa, se orientaron, en un principio, las estrategias para superar la mentada situación con acciones dirigidas hacia el ámbito nacional: paquetes de medidas para rescatar al sistema bancario así como el apoyo financiero a sectores claves como la industria automovilística comenzaron a operar urgentemente.

 

Luego el salvataje se ha convertido en una pirueta transnacional: el rescate para Grecia, de cerca de 750 mil millones de euros, ha conducido a un momento de mucha fragilidad a la Unión Europea, puesto que de esos 750 mil millones de euros 350 mil millones provienen del FMI, 123 mil millones de Alemania, 92 mil millones de Francia, 81 mil millones de Italia y 54 mil millones de España, pagos que a su vez ha disminuido la capacidad interna de estos países, lo cual se ha traducido, de manera acelerada, en desempleo y en crisis social de las poblaciones, puesto que para socorrer a Grecia,  los estados comprometidos en esta transfusión de capitales han cortado en cada uno de sus países apoyos específicos con los cuales contaba la población.

 

Se comprenderá el descontento social; se entenderá la situación angustiosa de esos pueblos europeos que son sacrificados no para atender la crisis del pueblo griego, o de otros estados que corren igual circunstancia, sino la utilización de la que son objeto las masas a fin de atender los requerimientos de las corporaciones transnacionales de la economía.

 

El endeudamiento estatal de Europa ha determinado que se planteen políticas restrictivas que deberían operar de la manera siguiente: ahorro del más del 5% del PIB hasta el 2013 en Francia; de unos 30 mil millones de euros, hasta el 2013 en Grecia; de 65 mil millones, en España; de 24 mil millones de euros en Italia.  

 

Tales determinaciones económicas han provocado una situación en cascada y varios sucesos inmediatos: Francia estableció  la edad de la jubilación en dos años más (62); España subió el IVA al 19% y los subsidios de desempleo los redujo de cuatro a dos años, promoviendo, adicionalmente en los últimos días la llamada flexibilización laboral -gracias al gobierno de Rajoy- a extremos inauditos, circunstancia esta última que movilizó, a finales de marzo, a los trabajadores españoles a una huelga preventiva exitosa.

 

Lo señalado, a manera de indicadores focales, son solo para citar unos cuantos efectos de la crisis que, en gran parte de Europa ha marcado, al propio tiempo, una acelerada recomposición del movimiento social y popular que sabe que las normas restrictivas a las que les van sometiendo forman parte del viejo recetario neoliberal, antesala de mayor pobreza y marginación, frente a cuya realidad no les queda sino un camino: la lucha contra los conductores de la crisis y su estratagema económica. 

 

A la hora de la constatación de la realidad Europea, vale señalar que los mentores del proyecto neoliberal están provocando no solo el colapso de los estados, sino de la propia unión europea, toda vez que el aumento de la deuda de estos países no solamente está vinculada al excesivo gasto de sus gobiernos sino, fundamentalmente, a los importantes paquetes de rescate con los cuales se viene salvando a las instituciones financieras desde el 2008.

 

La realidad económica, brevemente descrita, nos vuelve, una vez más, a un aserto que al reiterarlo deja en claro que quienes provocaron esta crisis en Europa se hallan vinculados con las teorías de la Tercera Vía y de la social democracia, los mismos que a final de cuentas permitieron el desarrollo del modelo neoliberal en la región, demostrando su incapacidad con la búsqueda de otras alternativas económicas y, sobretodo, evidenciando su sujeción a los elementos fundamentales de la estructura del capital que, adicionalmente, hoy tienen carta blanca para oponerse a cualquier forma de integración regional en medio de la xenofobia y el racismo que fomentan.

 

 

¿Hay Futuro?

 

La crisis europea no depende tan solo del rol de Alemania o de las propuestas de un plan alternativo de los países de la Comunidad Europea para salvar al euro o para alcanzar los equilibrios necesarios en el comercio internacional frenando los componentes especulativos y poniendo en marcha lo que han denominado el Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera (MEEF); dependerá, eso sí, del curso que asuma el capitalismo no solo en Europa, sino en el mundo. Es un momento donde las amenazas son mundiales, los epicentros específicos y las soluciones, también, de carácter global.

 

En tal circunstancia el rol de los movimientos sociales, de la izquierda política y los intereses populares volverán a tener un rol activo incuestionable tanto más que estarán asimiladas las experiencias de Latinoamérica en su lucha antineoliberal y en el agotamiento post-neoliberal que algunos procesos de cambio han significado. Su quehacer será fundamental si es capaz de enarbolar alternativas estratégicas y no solamente apelar a soluciones de coyuntura.

 

Además, en todo este contexto, están presentes los desencantos frente a las corrientes políticas terceristas que particularmente en Europa, intentaron hacer de puentes entre el interés del capital y los conflictos sociales.

 

Seguramente, entonces, volverá la comprensión respecto a la imposibilidad de las conciliaciones entre los explotados y los explotadores. Pero esta vieja ecuación que salda en la historia con los factores de crisis, tampoco podrá ser planteada y llevada a cabo de forma adecuada si no se es capaz de reconocer todas las aristas que se encubren en la falsa teorización de los problemas y de las soluciones.

 

Por ello es imprescindible confrontar las falsificaciones doctrinarias, el lenguaje tecnicista ideologizado y las inconsistencias deliberadas que obscurecen los verdaderos objetivos de la clase en el poder, la cual frente a las circunstancias puede ceder posiciones para que otros administren su crisis, mientras los modelos de recambio se reconfiguran como parte de la recomposición del sistema, arrastrando en aquello a los supuestos contradictores del orden.

 

Solamente si hay identidad ideológica en la lucha social será posible articular modificaciones de contenido estructural que inviertan la situación prevaleciente en Europa. Este punto es nodal a la hora de hablar de otras acciones y retos (aquellos que el pueblo deberá plantear organizada y sistemáticamente en la perspectiva de alterar las estructuras). Actuar de otra manera será potenciar “las vías alternas del propio sistema”; hipotecar el tiempo hasta un nuevo reflujo estructural; condenar a las masas a un periodo de hibernación y, sobretodo, no luchar contra el enemigo fundamental, parapetado en los diversos rincones del planeta e incidiendo sobre él en todos los órdenes.

 

Es el momento de un gran reto para la izquierda social y partidaria europea a propósito de un conflicto que expresa el vaciamiento de un sistema que pervive, también, a causa de indefiniciones y de tolerancias de aquellos que tienen incidencia con la lucha social y popular. 

 

Los retos no han de significar superar las tormentas que hoy lamenta Europa. Se trata de comprender el origen de dichas tormentas y sustituirlas por un verano construido por el pueblo y para el pueblo. Esta praxis no solo es indispensable en el viejo continente, lo demanda el género humano.

 

Germán Rodas Chaves
grodas@uasb.edu.ec  / grodasch@yahoo.com
Docente de la Universidad Andina Simón Bolívar. (UASB)
Coordinador Académico del Taller de Historia de la Salud en el Ecuador de la UASB
Responsable de las Mesas de Dialogo Salud-Colectividad.
www.uasb.edu.ec


Tomado de la Sección Artes del diario La Hora, Quito, Ecuador

Autorizado por el autor
La Hora

 

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