A propósito de Vargas Llosa: 
Faustino Sarmiento y su pensamiento sobre el indio

Germán Rodas Chaves
grodas@uasb.edu.ec 

El gran escritor peruano Mario Vargas Llosa, -al que no puedo dejar de admirar por su calidad literaria-, ha afirmado, en estos días,  refiriéndose a la situación del área andina que ".. si queremos alcanzar el desarrollo, si queremos elegir la civilización y la moralidad, tenemos que combatir resueltamente esos brotes de colectivismo que se expresan, por ejemplo, en el movimiento indígena..". Tal afirmación, -que remite absurdamente a la falsa dicotomía de civilización y barbarie-, me han recordado las siguientes inexplicables frases del argentino Sarmiento: "..el aborígen es amansado como una llama en la vasta extensión del Perú; perezoso, sucio, ladrón como en las Pampas y ebrio y cruel en todo el mundo..y, por lo tanto, inferior". "..Puede ser injusto exterminar salvajes, pero gracias a esta injusticia la América, en lugar de permanecer abandonada a los salvajes está ocupada hoy por la raza caucásica, la más perfecta, la más inteligente, la más bella..".

 

 Faustino Domingo Sarmiento, político y escritor argentino, nació en San Juan el 15 de febrero de 1811. La lucha regional y de fracciones económicas en Argentina, de las cuales Sarmiento fue actor y testigo privilegiado, le llevó a sistematizar una visión inapropiada referente a las formas de construir la unidad en su país.  Su propuesta recibió la enorme influencia de la realidad europea en medio de la cual vivió por algún tiempo.  Dicha influencia, en todo caso, no estuvo favorecida tan solo por su permanencia física en el viejo continente.  Su autoformación intelectual, iniciada muy temprano, se acompañó especialmente de las lecturas de Johann Gottfried Herder, al extremo que compartió con dicho pensador prusiano en la idea  de que “la historia marcha por mecanismos cuya dirección, movimiento y sentido están al servicio de fines trascendentes, impulsados por la Providencia que dispone, -como fuerza inmanente-,  el proceso progresivo de la historia”.  Esta concepción central del mundo combinó Sarmiento con la idea “del grande hombre”, tesis que fuera reelaborada por el francés Victor Coussin, fundador del eclecticismo.

 

La actitud de Sarmiento frente al tema del indio está expuesta, principalmente, en su obra “Facundo” o “Civilización y Barbarie” texto publicado en 1845 cuando el autor tenía 34 años de edad.  Sobre esta misma temática, además, se encuentran importantes referencias en “Conflictos y Armonías de Razas”, obra publicada en Buenos Aires en 1883, cuando Sarmiento llegó a los setenta y dos años, de tal suerte que es evidente que su pensamiento no se modificó jamás en relación a los caminos que, según su criterio, debían recorrerse para edificar la identidad de su país. 

 

En momentos en que la región andina se expresan una serie de paralelos en la construcción del estado nacional, las afirmaciones de Vargas Llosa no solo que pecan de racistas sino que intentan provocar una falsa contradicción que más bien denota el pensamiento pendular del escritor peruano y su denodado esfuerzo por exhibir la metamorfosis de su estructura ideológica, a más de que, como hace más de un siglo, evidencia una conducta excluyente del rol del indio en la consolidación del proyecto único nacional y, de otro lado, -al favorecer la réplica inadecuada-, exacerba el etnocentrismo que también ha invadido a algunos sectores indígenas.  Estas dos posturas racistas, -que pecan por incomprender que la mayoría de nuestros pueblos son mestizos-, pueden confrontarse perversamente desconociendo la riqueza de la diversidad como factor sustantivo e intrínseco de la actual sociedad, en la cual lo pluricultural y plurietnico constituyen su auténtico patrimonio para propiciar el verdadero desarrollo de nuestra patria y de la región.

 

Lastima que el autor de "Los cachorros", de "Pantaleón y las visitadoras", de "La tía Julia y el escribidor", de "Lituma en los Andes" de "La fiesta del Chivo", entre otros títulos, no nos siga prodigando con sus "signos en rotación" (al decir de Octavio Paz) y haya invadido, innecesariamente, el mundo de la vida real, allí donde el género humano vive la esperanza de la igualdad y la justicia.

Germán Rodas Chaves
Tomado de la Sección Artes del diario La Hora, Quito, Ecuador

Autorizado por el autor
La Hora

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