Amigos protectores de Letras-Uruguay

 

Si quiere apoyar a Letras- Uruguay, done por PayPal, gracias!!

 
 

El navegante
Germán Rodas Chaves
grodas@uasb.edu.ec 

Cristóbal Colón, hasta los últimos días de su vida, siguió convencido que había llegado a “las Indias” y que había desembarcado en lugares próximos a Cipango, hoy el Japón, y en Catai, es decir en lo que hoy es la China.  Más aún estaba seguro que su travesía había ocurrido conforme a la descripción que hiciera Marco Polo cuando éste hablaba que luego de bordear las costas de Mangi se llegaba a tal territorio y, entonces, se estaba cerca de los dominios del Gran Kan. Colón no podía pensar de otra manera pues su realidad conceptual estuvo siempre más próxima a la edad media que de la era a la cual se pertenecía.

 

De otro lado, los conocimientos de Colón  estuvieron anclados, digamos que influenciados, entre otros, a las experiencia de los griegos que habían descubierto en el siglo Vll a.C. el Océano Atlántico, -cuando denominaron Columnas de Hércules a lo que hoy conocemos como el estrecho de Gibraltar-, y quienes, muchos siglos después, se plantearon la hipótesis que la tierra firme se extendía desde España hasta la india.

 

Sería luego la actividad comercial de los romanos, la que permitiría avanzar en el conocimiento del mundo.  La demanda de la seda favoreció el que se descubrieran tanto la ruta terrestre de la seda como las rutas marítimas que les condujo a China, en medio de nuevos conocimientos geográficos de enorme trascendencia, asuntos que, desde luego, formaron parte del bagaje de aprendizajes del navegante que llegara a las Américas el 12 de octubre de hace un poco más de quinientos años.

 

Empero, si la información de los griegos y los romanos formaban parte, -con las variaciones obvias que el momento histórico imponía en el siglo XXV-,  del acumulado teórico de Colón, -y de su época-, seguramente pesaban sobre él, a manera de una especie de horizonte mental, la información del monje cristiano Cosme quien para exponer sus tesis de la forma de la tierra, había basado sus argumentos en el libro cristiano del Exodo, como debe haber sido parte de su intuición de navegante las experiencias de los noruegos, de los árabes y, por supuesto de los europeos.

 

Lo afirmado en líneas precedentes deviene del interés de la lectura que Colón tuvo por textos que hacían referencias a los viajes de expedicionarios y a su preocupación por los detalles de tales travesías.  Estos asuntos se revelan en la reconstrucción de las lecturas de Colón que realizó Valerie Fint, -a partir del conocimiento de cinco libros que le fueron de especial interés en el último periodo y cuyas copias se conservan hasta la actualidad-, en las cuales se encuentran anotaciones del navegante italiano que denotan sus concepciones y sus diversas preocupaciones, como aquella referente al hecho de que quienes optan por vestimentas de seda podrían ser conducidos a la inmoralidad.

 

Por ello, como lo afirma Meter Watson, los acontecimientos de 1492 fueron en la misma medida un final y un comienzo.  Y lo fueron, particularmente, en la historia de las ideas, pues el descubrimiento de América supuso un desafío para las concepciones que los europeos poseían sobre la geografía, la historia y la teología, más allá del interés económico que las elites del poder profesaban a propósito de facilitar estos viajes cuya importancia, para ellos, radicaba en las ventajas económicas que pudiesen dejarles la extracción de riquezas de las tierras conquistadas.

 

A contrapelo de los impactos ocurridos en Europa a causa del descubrimiento de América es evidente que debemos reconocer que también se suscitaron fundamentales repercusiones en nuestras tierras; empero soy de los que cree que si ponemos tales realidades en una balanza, Europa se benefició de la epopeya de Colón a pesar de las palabras del Inca Gracilazo que, una vez que el mundo es unipolar y globalizado, -en el marco de un proyecto geopolítico y económico particulares-, se vuelve hoy una realidad:  “No hay más que un mundo, y aunque llamamos Mundo Viejo y Mundo Nuevo, es por haberse descubierto éste nuevamente para nosotros, y no porque sean dos, sino todo uno”. 

Germán Rodas Chaves
grodas@uasb.edu.ec  / grodasch@yahoo.com
Docente de la Universidad Andina Simón Bolívar. (UASB)
Coordinador Académico del Taller de Historia de la Salud en el Ecuador de la UASB
Responsable de las Mesas de Dialogo Salud-Colectividad.
www.uasb.edu.ec


Tomado de la Sección Artes del diario La Hora, Quito, Ecuador

Autorizado por el autor
La Hora

 

Ir a índice de América

Ir a índice de Rodas Chaves, Germán

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio