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Día gris

Panorámica desde cerro Playa Ancha
poema de Miguel Luis Rocuant

 

Para Alfredo Ascarrunz.

 

Otoño. La garúa sus finas chispas llueve sobre la mar. El agua cenicienta se mueve apenas. No hay oleaje, ni espuma, ni murmurio en toda la ribera; es un mar de mercurio que a veces hunde el borde, arrastra los pedriscos y de un golpe se quiebra en los agudos riscos afelpados de musgo. Hace el gris que se liguen los confines del agua con los del cielo. Siguen mis pupilas el vuelo de unas aves, y pienso cómo cual ellas mi alma sobre el abismo inmenso, se ha cernido buscando los efluvios de ideas que suben de las altas y las bajas mareas.

¡Oh Mar! la vez postrera, una frase de aliento yo buscaba en tu orilla, y sólo el vago viento me respondió...

¿Te acuerdas? La sombra vespertina oscurecía el fondo de tu agua cristalina, y algo extraño bajaba con las tintas inciertas, algo como ilusiones que con las alas yertas de tanto levantarse y azotar las combadas alturas silenciosas, cayeran desmayadas.

Había alma en el aire. Y tú que te esparcías alegre, rumoreante, y que riendo ponías en la sien de la ola una chispa de idea, callaste ante la noche, callaste, y tu marea semejante al romano gladiador que rendido y agónico en la arena, con su último latido hinchaba de su pecho los mórbidos relieves, y esperaba en silencio los pavores aleves de la muerte cercana, así ella, bravía, mudamente sus pliegues, sus músculos henchía y en su avance postrero, en la última bravura del agua reluciente, bajo la noche oscura quedó, como quedaba, sin soltar un gemido en medio a la palestra, el gladiador caído!

Al mirarte postrado, no insistí en mi plegaria a tu fuerza creadora, y en una solitaria peña gris de tu orilla, con la frente en las manos, me quedé ante los negros horizontes lejanos.

¿Cuánto tiempo ha corrido? No !o sé. Hoy mi acento ignora las pueriles tristezas, y el lamento; hoy respiro el perfume de la luz, hoy me ligo a todo lo que sueña y se levanta, y sigo, en el vértigo eterno, la vida de las cosas, ardiendo con los astros, muriendo con las rosas.

Pero a veces la vida es tan oscura,.. ¿Dónde el lejano destello que nos guíe, se esconde?

¿A qué volver los ojos? Tras lo azul que describe su línea de horizonte ¿qué palpita? qué vive?

Yo amé, desde muy niño, tus aguas verdes, lilas con las que tu grandeza besaba mis pupilas; amé tus voces muertas en estos peñascales que yo oía en las leves arenas musicales, cuando en alta cascada las vertía en mis manos al soplo de la brisa, y desde esos lejanos instantes de mi vida, siempre hollé tu ribera cuando quise en mis dudas un aliento cualquiera...

No seas hoy como antes: habla, responde, dime cómo a la vida oscura se la exalta y redime!

Calla el mar ¿sueña o duerme? Su inmensidad apenas se arruga y desarruga. Húmedas las arenas al pisarlas no crujen. Cerca de mí se atreve a triscar una onda, y su vellón de nieve blanquea entre los riscos. Miro, al confín, la curva de las aguas tranquilas. Va pasando una turba de nubarrones grises y, al ras del mar, el viento, haciendo en la neblina fugaz desgarramiento, traza una leve y larga línea azul. Continúa descendiendo la fina, temblorosa garúa.

Playa — Ancha — Valparaíso.

poema de Miguel Luis Rocuant (Chile)
Revista "Apolo" año III Nº 11 

Montevideo / Buenos Aires enero 1908

Texto digitalizado, y editado, con el agregado de imagen, por el editor de Letras Uruguay

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