El dibujante argentino celebra sus 50 años de trayectoria con una retrospectiva de su obra en el   Palais de Glace de Buenos Aires.

A Quino, que lo queremos tanto

Fue como uno de sus chistes sin palabras. En la inauguración de su retrospectiva, homenaje a cincuenta años de trabajo, el único que parecía fuera de lugar era el homenajeado. Con gran pompa y circunstancia, el Estado argentino se hizo presente para acompañar una iniciativa privada. Tarima de alfombra roja y mástil con la bandera argentina para los discursos inaugurales. A su turno, Quino dijo lo que suele decir: "Yo no hablo, dibujo. Y acá arriba me siento un poco ridículo".
Famoso por su humildad, su discreción y su introvertido sentido del humor, Quino sonríe poco y se ruboriza mucho. Asaltado por un ejército de señoras y señores emocionados que lo besan y le piden autógrafos, parece que va a salir volando en cualquier momento. Pero no. El hombre aguanta. A su manera. Al principio se niega a firmar, pero luego se arrepiente: llama al chico cabizbajo al que acaba de rechazar y le dice "está bien, vení que te firmo". La muestra estará en el Palais de Glace hasta el domingo 29 y luego saldrá de gira por Argentina. Éste es un homenaje tan cantado, tan merecido que, finalmente, parece que Quino se deja mimar. Es la devolución a la gentileza de haber regalado a varias generaciones tiras que hacían reír y pensar, momentos inolvidables que aliviaban los ratos de aburrimiento durante la infancia, espejos en los que los argentinos -y los lectores de todo el mundo- se vienen mirando.

DE MENDOZA A BUENOS AIRES. El mendocino Joaquín Lavado se llama Quino desde chiquito e irrumpió en el humorismo gráfico argentino a mediados de los cincuenta. Llegó haciendo lo que entonces nadie hacía: humor mudo. Su silencio interrumpía las páginas de "Rico Tipo" -la revista icono de los 40 y 50- con algo muy diferente al costumbrismo que dominaba el humor porteño de la época.
En 1954, Quino deja su Mendoza natal, su paso por una escuela de bellas artes y la muerte de sus padres. Apenas se instaló en una pensión de Buenos Aires, comenzó a recorrer las redacciones ofreciendo lo que tenía. Cuentan que Divito, el director de "Rico Tipo", famoso por su buen ojo para los dibujantes de calidad, solía mencionar como uno de los grandes errores de su carrera haber rechazado el material que Quino le había enviado por correo desde Mendoza. Un error que, afortunadamente, pudo enmendar personalmente.
Después de caminar bastante con su carpeta bajo el brazo, sin obtener más que el famoso 'lo llamaremos' como respuesta, el semanario "Esto Es" le publicó su primera página de humor. "Fue el momento más feliz de mi vida", ha dicho Quino. A partir de entonces publicó regularmente en diversos medios: "Rico Tipo", "Vea y Lea", "Leoplán", "Damas y Damitas", "TV Guía", "Usted", "Che", "Panorama", "Atlántida", "Siete Días" y el diario "Democracia", entre otros.
En 1960 se casó con Alicia Colombo. La pareja, que no tuvo hijos, construyó una relación tan sólida y aceitada que, al decir de la escritora y periodista Sylvina Walger, son "intercambiables". A propósito de este homenaje, Carlos Ulanovsky escribió una detallada descripción del dibujante en la que no pudo dejar de lado a su mujer: "Él nos sigue sorprendiendo.
Buen tipo, derecho, transparente, discreto, humilde, llamativamente silencioso, cándido para las estrategias de un mundo que renunció a los principios, medido en sus ambiciones, dueño de un extraño sentido del humor, confieso que admiro fuertemente a Quino. No sólo por su mirada sobre lo que sucede, por su poder de observación, por su riguroso talento. También, y en especial, por la forma cuidadosa en que vigiló su carrera, por cómo controló su repercusión mediática y su fama y por haber demostrado que había otros modos de alcanzar el éxito.
Pero una opinión sobre 'el Quino' (como suele presentarse él mismo) no estaría completa si no mencionara a Alicia Colombo, su mujer, su otra mitad, sus ojos, todo. No conozco otra pareja con tan alto grado de intercambio y compenetración.
Ella lo ha acompañado en buena parte de estos cincuenta años y juntos armaron una eficaz sociedad de arrorós mutuos".
Dos instantes, bien diferentes, ilustran cuánto se lo quiere a Quino. Por un lado, la asistencia perfecta de los dibujantes el día de la inauguración en el Palais de Glace. Estaban Rep, Liniers, Fontanarrosa, Sabat, entre los consagrados de varias generaciones, y muchos de la nueva carnada que habían ido en acto de agradecimiento.
Por otro lado, una declaración de la Cámara de Diputados aprobada por unanimidad en mayo pasado que resume, desde la frialdad del lenguaje legislativo, la estampa de este "buen tipo". Los diputados de la nación declararon "su reconocimiento a Joaquín Lavado, Quino, el filoso humorista que con sus dibujos y los personajes de su creación ha transmitido al mundo un mensaje de libertad sustentado en la promoción de la convivencia pacífica entre los pueblos, la defensa de los derechos humanos y el principio de igualdad entre todos los hombres".
Como pasa con las obras verdaderamente universales, cada uno puede ver en la de Quino algo diferente. Los filósofos descubren hilos de una filosofía ilustrada.
Los escritores, a un escritor que dibuja. Los periodistas, a un observador capaz de tomar la radiografía de su tiempo.
En los sesenta, tras años de humor silencioso, llegó Mafalda. A través de la nena, Quino dijo muchas cosas, esquivando la censura. La sopa fue una metáfora del autoritarismo y Libertad un personaje tan chiquito que a veces ni se lo veía, como el tamaño al que se habían reducido las libertades en esos años. Pocos dibujantes llegaron tan lejos. Quino creó situaciones inolvidables, siempre entre la ingenuidad, la agudeza y una profundidad extraordinaria, mientras escribía la gran novela de la clase media argentina. Para Roberto Fontanarrosa, "Quino aportó la inteligencia" al humor gráfico. Para muchos, más que un gran dibujante, Quino es un gran escritor.

EL MUNDO SEGÚN MAFALDA. El personaje más de carne y hueso nacido de la pluma de un dibujante argentino surgió como una publicidad encubierta. Su historia oficial, como se ve en este repaso de los cincuenta años, cuenta que fue a partir del pedido del veterano periodista Miguel Brascó. Había que inventar unos personajes que se llamaran con "M" para realizar una historieta que funcionara como chivo -publicidad encubierta de la línea de electrodomésticos Mansfield, de la casa ,Siam di Tella. El dibujante tomó el nombre de la novela "Dar la cara", de David Viñas, que estaba leyendo en ese momento. La publicidad no funcionó, pero una primitiva versión de Mafalda apareció en el suplemento de humor "Gregorio" de la revista "Leoplán", que Brascó dirigía.
"Arranqué la historieta sin la menor idea, sin el menor plan -dijo Quino-. Ya que no tenía que elogiar las virtudes de ninguna aspiradora, a Mafalda la hice protestona, cascarrabias. Fue una revancha inmediata. Esto sucedió por el año 1963. Nunca pensé que iba a estar diez años dibujando a Mafalda."
La tira debutó como historieta regular en el semanario "Primera Plana" el 29 de setiembre de 1964 . Salían dos por número y aparecieron nuevos personajes. El primero fue Felipe, que tenía la personalidad de Quino y el aspecto -los dientes largos- de su amigo Jorge Timossi. La segunda fue la entrañable Susanita.
Todo iba bien hasta que, el 9 de marzo de 1965, Quino rompió su relación con la revista cuando los directivos le negaron sus originales para publicarlos en un diario del interior.
Fue otra vez Brascó quien recomendó a Quino para el diario "El Mundo". Desde sus páginas, Mafalda se transformó en una tira diaria que comentaba los sacudones cotidianos de la realidad doméstica. Se publicaban cuatro por semana, con un dibujo de encabezado de página que mostraba a los personajes en distintas situaciones.
A través de esta nena inconformista, Quino pudo hablarles a los grandes a través de los chicos. Durante una década, le hizo decir a Mafalda cosas durísimas que se hubieran potenciado en boca de un adulto.
Cuando "El Mundo" dejó de salir, en diciembre del '67, la mamá de Mafalda estaba embarazada. Meses después, la tira volvió a la revista "Siete Días" y Guille ya había nacido.
En 1973, Quino empezó a sentir que se repetía, que el asunto estaba agotado. El 25 de junio de ese año dibujó la última tira de Mafalda. Fue una despedida muy Quino, en la que Mafalda le habla a sus amigos: "Dice el director que bueno, que a partir de hoy podemos darle un descanso a los lectores, pero que si algunos de nosotros se mudare, trasladare, y/o apareciere en otra revista y/o diario, él a patadas nos agarrare".
"Con Quino el chiste entra en la librería -escribió Juan Sasturain-: se guarda y se relee. Son, además, una dilatada muestra de humor de rarísima perfección, una obra maestra fechada, una enciclopedia: el pensamiento vivo, temores, ilusiones, conflictos y opiniones de la clase media urbana en vísperas de la tragedia argentina que la diezmaría primero y la desclasaría después. Como si durante una década hubiese pedido la palabra, con Mafalda el elocuente Quino dijo todo lo que tenía que decir. Y después se volvió a callar. Acaso porque sobraban o faltaban las palabras para nombrar o comentar lo que se venía."
Se nota que la retrospectiva inaugurada en Buenos Aires no es una muestra más. 
Se nota en la gente, de todas las edades, que se ríe y se emociona mirando los dibujos o los Quinoscopios -esos cortometrajes guionados por Quino y dirigidos por el cubano Juan Padrón. Se nota en los textos que acompañan el excelente catálogo, donde escritores, dibujantes y amigos de Quino, coinciden en incluir dos palabras que resumen el fenómeno, que nos resumen y nos identifican: gracias. Quino. ©
Gracias, Quino

"Fuera de la Argentina, Quino padece las mismas confusiones que aquejan a Borges: los italianos creen que es italiano, los franceses que es francés. Y así. Una vez, ante un grupo de periodistas de México, concedí que quizás hubiera nacido en Mendoza, México, porque Quino es patrimonio de todos, y cuando más lo perdemos, más lo ganamos. Vaya a saber por qué azares está tocando ahora en este sitio su instrumento prodigioso, cuando a la vez está haciéndolo en las esferas, junto con Bach, con Brahms y con los poetas místicos.
'Yo no fui' se llama uno de sus libros. Es verdad. No fue. Quino está siendo, será mañana, nunca terminará de ser."

TOMÁS ELOY MARTÍNEZ

"Para mi, la importancia de Quino es su mirada. Antes creía que era su dominio de los recursos del dibujo, luego, sus puestas en escena, su capacidad para elaborar personajes para nada unidimensionales, su cariño pese a su amargura hacia la especie humana, sus ideas ingeniosas graficadas con precisión, en fin, todo lo de inteligencia que vino a infundirle a este género austero. Pero es todo eso, y sobre todo, su mirada acerca del mundo lo que repetiremos eternamente preñados por sus trabajos. La mirada de un niño hipercurioso, el ángel perverso que anida en él, un autor sólo melado por periodos de indignación o sentido común. Quino es algo serio, un generador de momentos inolvidables, como pocos lo logran. Todos tenemos por lo menos un chiste de Quino soldado en el placer de los recuerdos. Benditos el tiempo y el país y la lengua en que nací, para disfrutar del Maestro."

MIGUEL REP

"A veces parece mentira que una persona con tantos problemas en la vista pueda ver tantos problemas en las personas. Su visión sobre el mundo en que vivimos es de una profundidad asombrosa. Y su mirada, a veces tierna, a veces irónica, es siempre certera.
Hombre decente y admirable. Suma a su humanidad su talento y nos regala cotidianamente.
Perfeccionista a más no poder, utiliza el motor del humor con el dibujo y nos pinta la realidad filtrada por su luz. Una luz como de giro, intermitente: nos puede hacer reír, sonreír, pensar, llorar... o varias cosas a la vez.
Habitante estable de nuestras bibliotecas. Periódico visitante de los matutinos.
Bienvenido a nuestras casas, para compartirte con abuelos, padres, hijos y nietos.
Gracias, Quino."

DANIEL RABINOVICH (LES LUTHIERS)

"Quino me parece un dibujante de una profundidad extraordinaria. Es delicado, sensible, refinado y estoy convencida de que su mejor trabajo es el humor de página. Claro que Mafalda ha sido su caballito de batalla, pero creo que el genio de Quino está en su humor de página, acaso su trabajo menos popular y menos conocido."

MAITENA

"Creo que los humoristas somos como pequeños laboratorios. Recibimos una información, la procesamos y obtenemos un producto pretendidamente humorístico. Y, a mi juicio, Quino es el laboratorio más perfecto. Siempre sus historias tienen otra vuelta de tuerca, otro paso más allá, otro nivel de reflexión, que las hacen más elaboradas, más redondas y más profundas."

ROBERTO FONTANARROSA

Mariana Mactas, en Buenos Aires
Galería, revista de "Búsqueda"
5 de agosto de 2004

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