El humanismo de Albert Camus ensayo de Anabelle Quesada Guardia
|
Summary: In his first essay, The Myth of Sisyfus, Camus set out to simply “describe” a “sickness of the soul” widely spread in his time”: the absurd; buthecould not help catching the disease. Shortly after, suffering the oppression of nazi ideology made him understand that deep inside he had never able to accept the nihilism of the philosophy of meaninglesness and its inevitable consequence: destruction. With the Fourth Letter to a Germán Friend, begins the humanistic period. Also in The Rebel, Camus denies the absurd by affirming something of valué in the universe: the human being, with his own nature and his longing for meaning. Of the absurd he keeps what is more valuable: rebellion; but now he does not aim it at the gods, but against humans who murder their fellowmen in the name of absolutist ideologies. Resumen: En su primer ensayo El mito de Sísifo, Camus se propuso únicamente “describir” un mal de espíritu” de su época: el absurdo, pero no pudo evitar contagiarse de este mal. Poco tiempo después, el sufrir la opresión de la ideología nazi lo hizo comprender que en el fondo nunca había podido aceptar las conclusiones nihilistas de la filosofía del sin sentido y su inevitable consecuencia: la destrucción. Con la Cuarta carta a un amigo alemán, comienza el período humanista. También en El hombre rebelde, Camus niega el absurdo afirmando un valor en el universo: el ser humano, con su naturaleza propia y su ansia de sentido. Del absurdo guarda lo más valioso, la rebelión, que ahora dirige ya no contra los dioses sino contra los hombres que asesinan a sus semejantes en nombre de ideologías absolutistas. Considero aquí el término “humanismo” en su acepción más amplia. Es decir, como una forma de pensar y de valorar, a) centrada en el hombre; b) que afirma una naturaleza humana común sin por eso negar la libertad de cada individuo de desarrollar las posibilidades de esa naturaleza según sus propias capacidades, entendimiento, voluntad y circunstancias particulares; c) que concibe un ideal de ser humano y se busca los medios de realizarlo; d) que cree en la solidaridad y la igualdad de todos los hombres; e) que proclama y defiende derechos inalienables inherentes a la naturaleza humana. El principal objetivo de esta ponencia es el de refutar el difundido error que cataloga a Albert Camus como existencialista, confundiendo lo que fue solamente una etapa con el pensamiento global del autor. Correlato de este objetivo es el de hacer énfasis en la madurez del pensamiento del autor en la etapa que es denominada “humanista” por su exaltación de los valores humanos y su rechazo de la rebelión metafísica como nociva para la vida y la felicidad del ser humano. Entre el exilio y el reino. Las etapas del pensamiento de Camus. Camus nunca aceptó que se le llamara “filósofo” por no tener suficiente confianza en la razón y no creer en los sistemas. Su pensamiento —como el de Platón, Bergson y tantos otros grandes pensadores— es un pensamiento vivo, que evoluciona como la vida misma y se acaba únicamente con ella. Sin embargo, en eminencia. En el caso de Camus se trata de la dialéctica unión-separación. En un extremo de esta oposición está el sentimiento místico-naturalista de unión total con la naturaleza, expresado en ensayos líricos tales como Bodas en Tipasa o el cuento La mujer adúltera. En el otro, el sentimiento y la noción metafísica del absurdo: sentimiento de extrañeza total del hombre ante todo lo que le rodea, incluido su propio cuerpo, conciencia de una diferencia ontológica insuperable entre el hombre y el mundo, y del sin sentido de la existencia. I Etapa: Intuición originaria de unidad. En el prefacio a la reedición de El derecho y el revés, colección de ensayos autobiográficos de juventud, Camus añora “el bello calor” que reinaba en su infancia, y “una especie de gozo” que disfrutó entonces. También afirma que sobre la vida misma no había aprendido más que lo que expresó con torpeza en esos primeros escritos. En la plenitud de su fama, Camus echa de menos los años de infancia y adolescencia como la época más feliz de su vida, a pesar de haberlos vivido en uno de los barrios más pobres de Argel, privado hasta de los afectos básicos: el del padre y de la madre. ¿Cómo explicar esta aparente paradoja? Es que ese barrio, esa gente sencilla, esa madre inexpresiva y analfabeta eran suyos, le pertenecían. Lo que el hombre maduro añora es su patria, pobre y miserable pero suya. No es sólo el argelino “desterrado” en París el que habla. Es el hombre que dejó de ser niño, de aceptar espontáneamente la vida con sus contrastes de luz y sombras, el que desea volver a esa inocencia. La máxima expresión lírica de esa intuición de unidad con el mundo está en el ensayo lírico Bodas en Tipasa, que citaré a continuación: “Necesito estar desnudo y zambullirme en el mar, perfumado aún con las esencias de la tierra, lavar éstas en aquél, y anudar sobre mi piel el abrazo por el que suspiran, boca a boca, desde hace tanto, la tierra y el mar. Estrechar un cuerpo de mujer es también retener contra sí ese gozo extraño que desciende del cielo hacia el mar.” r. (B. T.) II Etapa. El desgarramiento ontológico. Si bien la nota predominante en los escritos de juventud es la de completa armonía entre el hombre y la naturaleza, y el goce sensual de la unión, se encuentra ya en estos ensayos indicios de angustia ante la brevedad de la vida, la dificultad de la comunicación, y la indiferencia de la naturaleza y de los hombres ante los sufrimientos ajenos. Es el sentimiento de extrañeza o exilio que predominará en la época del absurdo, en una novela, El extranjero, dos obras de teatro, Calígula y El malentendido, y un ensayo filosófico, El mito de Sísifo. Este ensayo comienza con una curiosa advertencia: “Aquí se encontrará únicamente la descripción, en su estado puro, de un mal del espíritu. Ninguna metafísica, ninguna creencia están aquí mezcladas por el momento”. Sin embargo, el ensayo sobre “el único problema filosófico verdaderamente serio”, juzgar si la vida merece o no vivirse —es decir el problema de la justificación del suicidio— termina siendo un panegírico de la filosofía del absurdo que proclama el absoluto sin sentido de la vida. Todo parece indicar que al profundizar en el tema, Camus llega a “convertirse” a esa “sensibilidad difundida en el siglo”. Veamos cuán convincente son sus descripciones de ese “incalculable sentimiento que priva al espíritu del sueño necesario a la vida”: “Levantarse, tranvía, cuatro horas de oficina o de fábrica, comida, tranvía, cuatro horas de trabajo, comida, sueño, y lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado en el mismo ritmo: esta rutina se sigue fácilmente la mayoría del tiempo. Un día solamente, el “por qué” se levanta y todo comienza con esta lasitud matizada de asombro” (M.S.). El gozo en la unión de Bodas es reemplazado por la confrontación e incompatibilidad entre el hombre y el mundo: “Este mundo en sí mismo no es razonable, es todo cuanto puede decirse. Pero lo que es absurdo, es la confrontación de este irracional y de este deseo desenfrenado de claridad cuyo llamado resuena en lo más profundo del hombre. El absurdo depende tanto del hombre como del mundo, es por el momento su único lazo. Los sella el uno al otro, como solamente el odio puede afianzar a los seres”. (M.S.). El que ha despertado al absurdo descubre el sin sentido de la vida y su inmersión en el tiempo: “Vivimos sobre el porvenir: “mañana”, “más tarde”, “cuando tengas una situación”, “con la edad comprenderás”. Estos inconvenientes son admirables porque, en fin, se trata de morir”. (M.S.). La carne se rebela ante su peor enemigo, y la inteligencia saca sus conclusiones: “El absurdo es esencialmente un divorcio. No está ni en el uno ni en el otro de los elementos comparados. Nace de su confrontación”. (M.Sj.). El absurdo es el mal por excelencia porque es la contradicción absoluta de las tendencias fundamentales del hombre: unión y comprensión, y es metafísico porque la incompatibilidad entre el ser humano y el mundo es inherente a sus naturalezas opuestas. Si el hombre está condenado a la frustración y la desdicha, dado que no se acepta la posibilidad de otra vida mejor, lo lógico sería concluir que la salida racional es el suicidio. Camus lo sabe, pero no lo aprueba, y se esfuerza por probar lo contrario dentro de los mismos supuestos del absurdo. Su “razonamiento absurdo” parece una paráfrasis de Descartes que se puede resumir así: Si el absurdo es verdad, es un valor, luego debe preservarse. Como el absurdo se da en la oposición del hombre y el mundo, para preservarse será preciso preservar la vida y la conciencia del hombre, y rebelarse contra esta situación. Con este razonamiento, Camus logra salvar el valor de la vida, pero a costa de subordinarla al mismo absurdo, y de comprometerla a una insoportable tensión de rechazo de la condición humana. A esta regla de vida le da el nombre de “moral absurda”, y a sus seguidores los llama “hombres absurdos” o “héroes del absurdo”. III Etapa. De la lucha contra el mal absoluto a la lucha contra el mal humano. El ciclo humanista. En las obras literarias del ciclo del absurdo, Camus trata de crear personajes que ilustren el “héroe absurdo”. Pero su intento fracasa; ninguno logra cumplir a cabalidad con la dura moral absurda. Meursault y la madre de El malentendido renuncian a la rebelión metafísica resignándose a una vida sin ambiciones ni juicios de valor; Martha y Calígula se lanzan a una orgía criminal, y todos terminan suicidándose o dejándose asesinar. Camus se da cuenta entonces de la imposibilidad de mantener la vida y los valores en el clima desesperante de la rebelión metafísica, y de fundar una moral en el absurdo que es por definición la negación de todo valor. En El hombre rebelde reconoce las únicas concisiones legítimas que pueden sacarse de esta filosofía: "Si no se cree en nada, si nada tiene sentido, y si no podemos afirmar ningún valor, todo es posible, (incluso el asesinato) y nada tiene importancia (H.R.). Abandona la moral absurda por contradictoria guardando de ella únicamente la rebelión como afirmación de la dignidad y los derechos inherentes a la persona humana, pero dirigiéndola en adelante, no ya contra la condición ontológica del ser en el mundo, sino contra toda humillación u opresión del hombre por el hombre. La experiencia de los estragos de la ideología nazi, que Camus considera consecuencia de la filosofía absurda[1], le confirman en el rechazo de esta forma de pensar. En esta carta aparece la denuncia de la rebelión metafísica como causa de la rebelión histórica que ha ensangrentado a la humanidad, tema al que le dedica largos capítulos en El hombre rebelde[2]. Aquí aparecen también las bases del humanismo camusiano: la búsqueda de la justicia y la solidaridad, y —ante todo— el reconocimiento del valor intrínseco de la persona: “He escogido (...) la justicia, para permanecer fiel a la tierra. Continúo creyendo que este mundo no tiene un sentido superior. Pero se que hay algo en él que tiene sentido, y es el hombre, porque es el único ser que exige tenerlo”. (C.A.A.). Enseguida señala la diferencia esencial entre la rebelión metafísica y la rebelión auténtica, fundamento de la moral humanista que comienza a esbozar: “Es que vosotros admitías tanto la injusticia de nuestra condición como para resolveros a aumentarla, mientras que a mi me parecía, por el contrario, que el hombre debía afirmar la justicia para luchar contra la injusticia eterna; crea dicha para protestar contra el universo de la desdicha”.(C.A.A.). La solidaridad humana. En la participación activa en la Resistencia Francesa, descubre Camus otro gran valor que va a cambiar toda su perspectiva existencial: el gozo y la eficacia de la lucha solidaria contra el mal. Atrás quedarán para siempre las insensatas y solitarias “coces contra el aguijón” de la rebelión metafísica. En El hombre rebelde describe así esta experiencia: “En la experiencia absurda, el sufrimiento es individual. A partir del movimiento de rebelión tiene conciencia de ser colectivo, (...) la rebelión juega el mismo papel que el “cogito” en el orden del pensamiento: es la primera evidencia. Pero esta evidencia saca al individuo de su soledad. Es un lugar común que funda sobre todos los hombres el primer valor. Me rebelo, luego somos.” (H.R.). Los principales temas de la moral de Camus. Vida. Es el primer valor, como ya lo hemos visto. Su pasión por ella es tan grande que le impide aceptar la idea de inmortalidad, por considerar que creer en otra vida implicaría traicionarla. Tampoco le permite aceptar un Dios que prometa vida eterna. Expresiones tales como “Este mundo del que yo hacía mi divinidad” y “Mi reino es de este mundo” son frecuentes a lo largo de su obra. Meursault le grita indignado al capellán que trata de prepararlo a la muerte la víspera de su ejecución, que todas sus promesas de inmortalidad “no valen un cabello de mujer”. Como corolario del amor a la vida, Camus rechaza el asesinato en todas sus formas, pero sobre todo condena enérgicamente “el crimen legalizado” como llama a la pena capital. Se convierte en un luchador apasionado contra la violencia y un adalid de la paz como condición indispensable para la conservación y el disfrute de la vida en convivencia justa y libre. Afirma que sin la paz es vano cualquier intento de reconstrucción social, y aboga por la creación y la autoridad de organismos internacionales que procuran la solución pacífica de los conflictos, reconociendo que no hay ningún problema que sea meramente nacional, pues tanto los políticos como los económicos sólo pueden resolverse a nivel internacional. Justicia. Camus dice haber tenido siempre “un gusto insensato por la justicia”. Y es esta pasión la que, como hemos visto, le hace abandonar la moral absurda y entrar de lleno en una moral auténticamente humana. Pero este valor puede hacer conflicto con el respeto irrestricto a la vida. Es justo liberar a un pueblo de los tiranos que lo oprimen, pero, ¿habrá derecho de matar a los tiranos? ¿Y si hacerlo implicara matar a un inocente? La obra de teatro Los justos, basada en personajes y hechos reales, ilustra este grave conflicto. Un joven terrorista ruso no tira la bomba destinada amadaramadal Gran Duque, porque en el coche viajan con él dos niños. Y la mayoría de sus compañeros lo aprueba. Además, estos jóvenes consideran injustificable cualquier crimen —aunque se cometa en nombre de la mejor causa— y se disponen a pagarlo con su propia vida. Libertad. La conciliación de este valor con el de la justicia es considerado por Camus en sus escritos, Actuales, como la tarea principal de los hombres de la posguerra. En contra tanto del marxismo como del capitalismo, insta a sus contemporáneos a buscar un orden social justo que no sacrifique innecesariamente las libertades de los individuos. Esta valiente posición de Camus, en una época en que la intelectualidad europea estaba literalmente fascinada por la experiencia marxista en la Unión Soviética, al punto de permanecer ciega ante los monstruosos crímenes del régimen stalinista. le acarreó el rechazo de muchos de sus mejores amigos, entre ellos Sartre que lo atacó cruel y burlonamente a través de su editorialista de Los tiempos modernos. A los marxistas y pro-marxistas les caló muy hondo la severa crítica a ese sistema totalita-rista en El hombre rebelde, y le reprocharon no haber denunciado con igual rigor los errores del capitalismo. Lo que más les molestó fue que al sistema calificado de “científico” por Marx, lo acusara Camus precisamente de lo mismo que Marx acusaba a la religión: de profetismo mesiánico burgués y alienante[3]. Pero, sobre todo, Camus acusa a Marx de justificar en nombre de la revolución “la lucha sangrienta contra todas las formas de la rebelión”. La lucha implacable contra el mal que puede remediarse. La peste es la obra cumbre del ciclo humanista, y la que mejor resume la totalidad del pensamiento del autor. Camus escogió la figura de un médico para encamar la tarea propia del hombre: dedicarse a aliviar el sufrimiento y salvar vidas, aun a sabiendas de que nunca logrará la victoria definitiva porque “el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás”. El narrador dice al final de la novela: “Esta crónica no podía ser la de la victoria definitiva. No podía ser más que el testimonio de lo que se había tenido que cumplir y que sin duda, deberían cumplir todavía, contra el terror y su arma incansable, a pesar de sus desgarramientos personales, todos los hombres que, sin poder ser santos y rechazando admitir las plagas, se esfuerzan sin embargo por ser médicos. (Peste).” La felicidad. La frase subrayada nos introduce en otro tema importante del humanismo camusiano: la dificultad de conciliar el ansia legítima de felicidad, característica del ser humano, con el deber de solidaridad con los que sufren. En todas las obras literarias de Camus el deber triunfa sobre el derecho a la dicha a costa del sacrificio del amor de pareja, considerado siempre inferior —por egoísta— al amor a la humanidad. Casi siempre es una mujer la que siente más la necesidad y el derecho a la felicidad tranquila y sencilla. En El malentendido, María le reclama a su marido: ¿“Por qué no contentarse con la felicidad? Y Jan le responde: “La felicidad no es todo, y los hombres tienen su deber...” Y Dora, la terrorista de Los justos se lamenta: “Hay demasiada sangre, demasiada violencia inhumana. Los que aman verdaderamente la justicia no tienen derecho al amor”. (Justos). IV Etapa. Autocuestionamiento y recopilación. A raíz de la incomprensión y rechazo con que fue recibido su segundo ensayo filosófico, El hombre rebelde, cayó Camus en una etapa disfórica, cuyo malestar fue en aumento a causa de los serios conflictos surgidos entre Argelia y la madre patria de esa época. Sufre este conflicto en carne propia, imposibilitado, como colono francés nacido en Argelia, de tomar partido en contra de ninguno de los dos países que consideraba sus patrias. Todos los esfuerzos los encamina hacia la búsqueda de una solución no violenta y solamente logra quedar mal con los dos bandos. Las acusaciones de hipocresía y vanidad lo llevan a cuestionarse seriamente sobre su vida y su obra. Nace así otro período de angustia e inseguridad que dio origen a otra gran novela, La caída, y a un conjunto de cuentos reunidos bajo el revelador título de El exilio y el reino. En La caída, el mal metafísico toma otra vez relevancia, esta vez como presencia dentro del corazón del hombre. El antihéroe de la obra, Clamence, es un ex abogado famoso como defensor de causas justas perdidas, que convencido de su hipocresía y vanidad, abandona su profesión y se recluye en una cantinucha de Amsterdam, esperando poder pagar sus verdaderos crímenes con la condena por robo de un cuadro valioso que un día cayó en sus manos. Mientras tanto se dedica al oficio de “juez penitente”, confesando sus faltas a quien quiera oírlo, para obligar a sus interlocutores a reconocer las propias. Por su representación de la miseria de la condición humana, esta obra parece a primera vista un retomo a la filosofía del absurdo, pero hay diferencias esenciales. El mal ya no es de orden metafísico — la oposición inevitable de dos sustancias irreductibles— sino más bien de orden moral. No es imputable, por lo tanto, al creador, sino a la persona humana. No es irremisible, ya que el protagonista espera poder pagarlo con una pena. Es más, Camus se acerca en esta obra al cristianismo reconociendo que la solución que propone al problema del mal, el perdón gratuito —lo que San Pablo llama justificación por la gracia- seria la única verdadera solución a tan angustiante problema, con tal de que sea aplicado a todos. Clamence sueña con esta vuelta a la inocencia que traería la fraternidad universal, y la ve simbolizada en los copos de nieve que caen como palomas: ¡Qué invasión! Esperemos que traigan la buena nueva. Todo el mundo se salvará, (...) y no solamente los elegidos. Las penas y riquezas serán compartidas y usted, por ejemplo, a partir de hoy, se acostará todas las noches sobre el suelo, por mí”. (Caída). El ansia de retomo a la inocencia fue una constante en el pensamiento de Camus que se intensificó en sus últimos años, y dio lugar al título de la obra que dejó inconclusa, El primer hombre. Conclusión. La imagen de ser humano que nos deja la obra de Camus es la de un ser contradictorio por naturaleza: indigente, enamorado de lo absoluto pero condenado a lo relativo, que vive en confrontación permanente no solo con el mundo sino también consigo mismo. Ansia el reino del bien, pero no puede evitar hacer y sufrir el mal. Intuye la posibilidad de un acuerdo permanente entre los hombres entre sí y con la naturaleza, pero teme que la hostilidad sea invencible. Su deber es avanzar siempre, balanceándose “entre sí y no”, “entre el exilio y el reino”. NOTAS [1] En la Cuarta carta a un amigo alemán, (nazi), le dice así: Juntos creímos por mucho tiempo que este mundo no tenía una razón superior y que estábamos frustrados. Yo lo creo todavía en cierta manera. Pero he sacado otras conclusiones que aquellas de las que me hablabas entonces, y que, desde hace tantos años, vosotros tratáis de hacer entrar en la Historia. Nunca creísteis en el sentido de este mundo y de allí sacasteis la idea de que todo era equivalente y que el bien y el mal se definían según lo que uno quería. Supusisteis que en la ausencia de toda moral humana o divina los únicos valores eran los que reinaban en el reino animal, es decir, la violencia y la astucia. De allí concluiste que el hombre no era nada y que se podía matar su alma; que en la más insensata de las historias, la tarea de un individuo no podía ser más que la aventura del poder, y su moral, el realismo de las conquistas. (C.A.A.). [2] Porque habéis hecho de vuestra desesperación una embriaguez, porque os habéis librado de ella erigiéndola en principio, habéis aceptado destruir las obras del hombre y luchar contra él para completar su miseria esencial. (C.A.A.). [3] El mesianismo científico de Marx es de origen burgués. El progreso, el futuro de la ciencia, el culto de la técnica y de la producción son mitos burgueses que se constituyeron en dogma en el siglo XIX. (H.R.. |
UNED - Albert Camus. "El
Hombre rebelde" - 24 ene 2014 |
Conferencia: "Vigencia de Albert Camus en la literatura universal"
Publicado el 26 sept. 2013
|
Gracia Noriega, Qué significa Albert Camus hoy, 22 noviembre 2013Publicado el 28 nov. 2013 |
Estudio 1 - El
malentendido |
Estudio 1 - Calígula 29 may 2001 Representación de la obra de Albert Camus, basada en la vida del emperador romano Calígula. Dirigida por Eloy de la IGlesia, con Roger Pera, Assumpta Serna, Fernando Guillén Cuervo, Sancho Gracia, Tony Fuentes, Ángel Pardo, Juan Díaz, Valentín Paredes, José María Escuer, Luis Barbero, Alejo Loren, Rafael Mendizábal y Paco Sagarzazu en el reparto. Al enterarse de la súbita muerte de su muy amada hermana Drusilla, Calígula enloquece. Pretende cambiar toda la política económica del imperio: todas las personas con fortuna, grande o pequeña, deben desheredar a sus hijos y testar a favor del Estado; por si fuera poco, se hará morir a esas personas segun un orden de lista establecido arbitrariamente. Ante esta situación, los patricios urden un complot. |
por Dra. Anabelle Quesada Guardia
Escuela de Filosofía Universidad de Costa Rica Costa Rica
Publicado, originalmente, en Rev. Filosofía Universidad de Costa Rica, XXVIII (67/68), 129-133,1990
Link de Rev. Filosofía Universidad de Costa Rica https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/filosofia
El texto se tomó de https://studylib.es/doc/5160126/el-humanismo-de-albert-camus
Editado por el editor de Letras Uruguay
Email: echinope@gmail.com
Twitter: https://twitter.com/echinope
Facebook: https://www.facebook.com/letrasuruguay/ o https://www.facebook.com/carlos.echinopearce
Linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-echinope-arce-1a628a35/
Círculos Google: https://plus.google.com/u/0/+CarlosEchinopeLetrasUruguay
Métodos para apoyar la labor cultural de Letras-Uruguay
Ir a índice de ensayo |
Ir a índice de Anabelle Quesada Guardia |
Ir a página inicio |
Ir a índice de autores |