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El ideal unitario: Bondad, Verdad y Belleza

Por Rigoberto Pupo Pupo
Profesor Titular de Filosofía de la Universidad de La Habana

Sumario
1. Especificidad del ideal
2. La unidad: bondad, verdad y belleza
2.1 La belleza. Medida. Orden. Armonía. Cosmos
2.2 El concepto de orden cósmico
3. El desarrollo espiritual del hombre y el ideal unitario. Belleza, bondad, verdad.

Introducción

Este trabajo no intenta en modo alguno agotar un tema de tanta riqueza. Sólo se propone esbozar la historia panorámica de su formación y desarrollo, así como esclarecer algunos conceptos centrales y operativos en torno al ideal unitario: Bondad, verdad y belleza.

Tres objetivos fundamentales encauzan el desarrollo y discernimiento del tema objeto de estudio, a saber:

1.- Determinar la especificidad de la idea como ideal gnoseológico, práctico, axiológico y comunicativo.

2.- Valorar los fundamentos histórico-filosóficos en la determinación del ideal unitario: bondad, verdad y belleza.

3.- Relevar la vinculación estrecha que existe entre el desarrollo espiritual del hombre y el ideal unitario: bondad, verdad y belleza.

La idea como ideal gnoseológico, práctico, axiológico y comunicativo.

En el devenir histórico filosófico, el problema de la idea y su aprehensión como ideal ha estado presente de modo recurrente. Es parte constitutiva del hombre, su actividad y la cultura en que toma cuerpo su quehacer práctico- espiritual. Es que la idea, devenida o engendrada en la praxis histórico-social, alumbra y guía toda su proyección humana. Por eso no se cualifica sólo como conocimiento, sino como valor, praxis y comunicación. Se revela en los atributos cualificadores de la actividad del hombre, en tanto su modo de ser existencial primario. Sin embargo, bajo la influencia del paradigma racionalista de la modernidad se ha destacado con particular connotación la idea como ideal gnoseológico.

¿Qué es la idea?

En la historia de la filosofía ha tenido dos significados fundamentales:

Como unidad visible, observable, registrable en la multiplicidad de objetos y fenómenos y al mismo tiempo como su esencia, sustancia (de lo diverso) y a veces como su ideal, o específicamente como su modelo, su especie, arquetipo. Para Platón, la idea es la unidad visible de la multiplicidad, su especie .

Así en el Parménides, señala, refiriéndose a Sócrates: “Creo que tú creas ser una especie única cada vez que muchas cosas se te aparecen, grandes por ejemplo, y tu puedes abrazarlas con una mirada: una única y misma idea se le aparece entonces como estando en todas las cosas , y, por lo tanto, considero que lo grande es unidad” (Parm., 132 a)[1]. En el propio Parménides, Platón aborda la idea como el ejemplar de las cosas naturales: “Estas especies – escribe – se hallan como ejemplares en la naturaleza y las otras cosas se parecen a ellas y son imágenes de ellas; y la participación de estas otras cosas en la especie no consiste más que en ser imágenes de la especie”[2]

En el Parménides, ante la pregunta de Platón a Sócrates sobre la existencia de ideas, responde:

Objetos de los cuales se puede afirmar con seguridad que existen ideas, tales son: a los objetos matemáticos: igualdad, uno, muchos, etc; los valores: lo bello, lo justo, el bien, etc.

Objetos de los cuales es dudoso que existan ideas: tales son las cosas naturales como el fuego, el agua, el hombre.

Objetos de los cuales se tiene la seguridad de que no existen ideas y tales son las cosas viles o, en general, las que carecen de valor.[3]

Estas concepciones socrático-platónicas han tenido impugnadores y seguidores. Entre estos últimos: Aristóteles, los escolásticos, Kant, etc.

El segundo significado que ha tenido la idea en la historia de la filosofía: 2) como cualquier objeto del pensamiento humano, o sea, como representación en general. En esta dirección fue empleada por Descartes, los empiristas y gran parte de los filósofos modernos. Muy aceptada en las lenguas modernas.

Para Descartes, la idea es la forma de un pensamiento, por cuya inmediata percepción tengo conocimiento de este pensamiento. Nota dos realidades de la idea:

1) la puramente mental, subjetiva 2) la objetiva, en cuanto representa un objeto, como “cuadros o imágenes de las cosas”

En Hegel, la idea es lo verdadero en la unidad absoluta del concepto y de la objetividad.

Locke, al igual que Descartes, concibe la idea como objeto del acto de pensar.[4]

Existe además la concepción muy extendida que diferencia la idea de la representación y destaca el momento anticipatorio y proyectual. En Dewey, “una idea es, en primer lugar la anticipación de algo que puede ocurrir: señala una posibilidad.

Esta intelección posee gran fuerza en la contemporaneidad. Se enfatiza el valor de las ideas en la proyección utópica del hombre, en la conversión del ser actual en perenne búsqueda de futuro, en el tránsito del ser al deber ser. Martí es un paradigma alumbrador de sendas, cauces y caminos.” Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”.

No hay proa que taje una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados”.[5]

Y es que las ideas, fundadas en la praxis, anticipan y proyectan las necesidades y los intereses del hombre hacia el resultado deseado. Se convierten en ideales de sujetos actuantes que piensan, sienten, valoran y se comunican para realizar su ser esencial.

La idea como ideal gnoseológico, valorativo y comunicativo resume una totalidad unitaria. Su elan unitario, armónico y utópico, está presente, tanto en la dirección socrático-platónico como en la cartesiana, pasando por Kant, Hegel,[6] hasta en la concepción contemporánea como fuerza anticipatoria y proyectora.

La idea, devenida ideal, constituye un todo unitario, perfecto, inagotable e inaprensible de una vez. Es en sí mismo una meta que se participa de ella, en la medida que seguimos sus cauces de acceso.

Y el ideal unitario: Verdad, bondad y belleza, no es una excepción.

Analicemos, en su historia lo verdadero, lo bueno y lo bello: nacimiento y desarrollo de una trinidad, como certeramente lo denomina el filósofo italiano Remo Bodei.[7]

 La unidad: belleza, bondad y verdad.

 La belleza. Medida. Orden. Armonía. Cosmos.

 El concepto de orden cósmico y la trinidad: belleza, bondad y verdad.

Según Pitágoras (580-500 a.n.e), “Gracias a los números todo se vuelve bello”.

La escuela pitagórica siguiendo a su Maestro, elaboró las primeras reflexiones sobre lo bello. El ideal de medida orden, armonía propio del campo religioso se hace extensible al ámbito filosófico “(...), tomando como modelo la totalidad de la naturaleza, el universo considerando en sus fenómenos de carácter absolutamente cíclico y uniforme. De suerte, mostró a la cultura occidental los criterios más claros y persistentes de la belleza y su contrario,y ella los ha guardado y trasmitido durante miles de años”[8]

Se considera que fue Pitágoras quien asume la belleza en una dimensión global, en su expresión cósmica. De ahí el término Kosmos para designar el mundo. Concepto que significaba anteriormente ornamentación o maquillaje de las mujeres, la “cosmética”.[9]

Por su puesto, desde tiempos remotos la medida, el orden, la armonía, se deduce de la observación de los cuerpos celestes, pues del aparente caos podía notarse un eterno proceso repetido, cíclico e inmutable e idéntico. “Debía de transferirse la belleza y la precisión de esta disposición espontánea (cuya encantadora visión produce incesante maravilla) a la tierra, a la sociedad de los hombres, para enseñarles a separar en su mundo lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo y lo bello de lo feo. Se conseguiría así, al final del proceso, alcanzar la obra maestra suprema: la reproducción, mediante la ardua ciencia de la política, de un cosmos humano a imagen del celeste, o sea, de una ciudad regida por las mismas leyes rigurosas que mueven a los astros”.[10]

Así, la idea de la belleza, se deduce de la proporción de las partes (adecuada disposición), en la magnitud, la calidad y el número de las partes en su recíproca relación.

El número es esencial en la determinación de la medida, el orden, la armonía. Pero el número concebido cualitativamente, es decir, como relación. Para el pitagórico Filolao,sin el número nada puede ser pensado o conocido.

Según Aristóteles “se equivocan los que sostienen que las matemáticas no dicen nada a propósito de lo bello o del bien”[11] (Metafísica)

Fundamentos de la unidad: belleza, bien, verdad.

 El pensamiento de Pitágoras, constituye la cuna del racionalismo occidental. De aquí se deduce el ideal unitario: belleza, bondad, verdad ¿Por qué? Sencillamente, porque, “si el mundo está gobernado por leyes que la inteligencia y los sentidos son capaces de comprender y traducir recíprocamente, tales leyes son a un mismo tiempo bellas y verdaderas”, y también buenas ¿En qué se basan? En medidas calculables, armónicas y simétricas “Lo que es verdadero es, por ello, bello y, al mismo tiempo justo y bueno.[12]

Según Diógenes Laercio, lo bueno es bello en la medida en que está regido por la justa medida, por el equilibrio total, por el término medio establecido por las leyes exactas de la virtud, que es armonía.

¿Qué es la virtud? Sencillamente, adecuarse a la forma racional del mundo en que se vive” “En sentido lato – escribe Bodei, bello es, pues- y ello vale para toda la civilización clásica, que llega tal convicción a las épocas sucesivas, hasta casi la nuestra – cualquier actitud moral que se inspire en el criterio de la medida. Así, por ejemplo para Platón, en el Hipias Mayor, bello es el carácter o bellas son las leyes, porque, como se sigue también del Gorgias, la virtud misma procede del orden. Más clara es la cosa en Aristóteles, para quien cada una de las virtudes en particular depende de la equidistancia de los vicios opuestos, por exceso y por defecto, que ella, la virtud, desde su altura descalifica sin mediar (...)” [13]

En fin, hay un fundamento racional basado en el concepto de orden cósmico, que deviene modelo de la belleza, de la verdad y de la bondad, que asume la tradición occidental y la continúa; que cambia sin sustanciales alteraciones.

Para San Agustín el orden es omnipresente en el Universo y garantiza la conexión y unidad del todo, que se revela en el número para hacer accesible el mundo a la razón y orientar al hombre hacia Dios.

El mundo es poema del Universo (música)

El orden y la medida, devienen multiplicidad unificada y con ello la unidad: bondad, verdad y belleza, como ideal de perfección humana, regida por la virtud.

Esta concepción de orden, medida, armonía, se funda en paradigma cualificador de la unidad: bondad, verdad y belleza. Con especifidades propias se afianza en el Medioevo y en el Renacimiento. En el “Paraíso” de Dante es empíricamente registrable:

(...) Todas las cosas (...)/ tienen un orden entre sí: es la forma/ (...) A ese orden toda cosa se sujeta/ más próxima o lejana, en su concierto/ del principio que tal orden decreta;/ cada uno avanza hacia diverso puesto/ por el gran mar del ser, y a cada una/ ese instinto señala un cambio cierto”[14]

En la Italia del Humanismo y el Renacimiento la idea del orden pitagórico neoplatónico- de estrecho vínculo Cosmos-polis-, entre el mundo de los astros y el de la tierra se afianza. El hombre (microcosmo) como centro del cosmos, lo reproduce.

En la época del barroco se produce un rechazo relativo al concepto de orden, considerándose simplista y esquemático. Los descubrimientos de la Astronomía y de la física, traen consigo una nueva fusión, en el seno del modelo cósmico, entre Verdad, Bondad y Belleza. Se plantea que la existencia del mal y de lo feo en la naturaleza no contradice el orden divino y sistemático del Universo.

En la época moderna esta trinidad fundada en el orden cósmico, sufre cambios y se incrementa la autonomía de cada una, lo que no significa en modo alguno que se elimine del todo los fundamentos que unen la bondad, la verdad y la belleza.

En el arte se reconoce que su objeto no es reproducir miméticamente la naturaleza.

El papel del sujeto. La revolución copernicana en la gnoseología, etc. La nueva concepción del hombre, su actividad y la cultura operó cambios en el paradigma racionalista sobre un orden cósmico-natural inmutable.

3. El desarrollo espiritual del hombre y el ideal unitario: belleza, bondad, verdad.

No es posible olvidar que el ideal unitario: bondad, verdad y belleza, es un ideal y como tal no se logra de golpe, de una vez y para siempre. Se participa en él, y en esa medida, se realiza en nosotros. Todo ideal está permeado de numen utópico y la utopía es inagotable, en tanto suprema meta.

El desarrollo humano, junto a la riqueza espiritual del hombre, crea las condiciones necesarias para acceder al ideal unitario: bondad, verdad, belleza. “Sólo a través de la objetivamente no desarrollada riqueza del ser esencial del hombre, - dice Marx con razón suficiente – la riqueza de la sensibilidad subjetiva humana (el oído musical, el ojo que descubre la belleza de la forma- en resumen, los sentidos capaces de goces humanos, sentidos que se confirman como potencias esenciales del hombre) se cultiva o nace. Porque no solamente los cinco sentidos, sino también los llamados sentidos mentales – los sentidos prácticos (voluntad, amor, etc) – en una palabra, el sentido humano – la humanidad de los sentidos- se constituye en virtud de su objetivo, en virtud de la naturaleza humanizada”[15]  Al mismo tiempo, la realización cultural humana del hombre, Marx la ubica en cuanto a posibilidad se refiere – en el comunismo. “El comunismo (...) es la fase de hecho necesaria para la próxima etapa del desarrollo histórico en el proceso de emancipación y recuperación humanos”[16]

Una rica espiritualidad humana, plena de cauces culturales, fundada en condiciones sociales reales, realiza el ser esencial humano y con ello se superan y suprimen dialécticamente las antitesis de lo objetivo y lo subjetivo, de la teoría y la praxis. Los contrarios se convierten recíprocamente, devienen idénticos, en los marcos de la complejidad totalizadora del devenir del hombre y la sociedad en la naturaleza.

Esta concepción es congruente con el pensamiento de José Martí. “El objeto de la vida- escribe el Maestro- es la satisfacción del anhelo de perfecta hermosura; porque como la virtud hace hermosos los lugares en que obra, así los lugar hermosos obran sobre la virtud. Hay carácter moral en todos los elementos de la naturaleza: puesto que todos avivan este carácter en el hombre, puesto que todos lo producen, todos lo tienen. Así, son una la verdad, que es la hermosura en el juicio, la bondad, que es la hermosura en los efectos; y la mera belleza, que es la hermosura en el arte (...) Los astros son mensajeros de hermosura y lo sublime perpetuo. El bosque vuelve al hombre a la razón y a la fe, y es la juventud perpetua. El bosque alegra, como una buena acción. La naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece y prepara para la virtud al hombre. Y el hombre no se halla completo, ni se revela a sí mismo, ni ve lo invisible, sino en su íntima relación con la naturaleza”.[17]

Es que la cultura del hombre es una prolongación de la naturaleza, la naturaleza creada con su actividad, para realizar su ser esencial. La naturaleza humanizada y la humanidad de la naturaleza es el campus propio del hombre en su devenir teórico-práctico, en los marcos de la relación sociedad-naturaleza. Y el ideal unitario: bondad, verdad, belleza, se resuelve en estos contextos.

La bondad, la verdad y la belleza, constituyen tres valores esenciales del hombre. En su devenir histórico(el hombre) siempre ha ido tras ellos. Su búsqueda como ideal supremo ha constituido una meta perenne. Pero, en tanto valores, sólo se realizan en la cultura. Sólo en ella alcanzan vigencia social,[18]se convierten en valencias sociales.

De aquí se desprende la necesidad insoslayable de la riqueza espiritual del hombre, pues nadie puede encontrar y revelar lo que no lleva en sí. El desarrollo de una cultura del ser, resulta impostergable para garantizar la creación humana. Una cultura que permita el libre desenvolvimiento y revelación de la rica espiritualidad del hombre. Porque como bien señaló Martí, en su proyectado libro El concepto de la vida: “(...) La tierra es hoy una vasta morada de disfrazados. Se viene a la tierra como cera, - y al azar nos vacía en moldes prehechos, Las convenciones creadas deforman la existencia verdadera, - y la verdadera vida viene a ser como corriente silenciosa que corre dentro de la existencia aparente, como por debajo de ella, no sentida a las veces por el mismo en quien hace su obra sigilosa.- Garantizar la libertad humana, - dejar a los espíritus su frescura genuina, - no desfigurar con el resultado de ajenos prejuicios las naturalezas (puras y) vírgenes- ponerlas en aptitud de tomar por sí lo útil, sin ofuscarlas, ni impelerlas por una vía marcada – he ahí el único modo de poblar la tierra de una generación vigorosa y creadora que le falta. Las redenciones han venido siendo formales; - es necesario que sean esenciales (...), urge, libertar a los hombres de la tiranía, de la convención, que tuerce sus sentimientos, precipita sus sentidos y sobrecarga su inteligencia con un caudal pernicioso , ajeno, frío y falso.- Este es uno de esos problemas misteriosos que ha de resolver la ciencia humana (...) difícil y oculto a las miradas comunes, – mas no por eso menos graves – Bueno es dirigir; - pero no es bueno que llegue el dirigir a ahogar.”[19]

Un hombre culto, sensible, con riqueza espiritual es capaz de aprehender la verdad, la bondad y la belleza en su expresión unitaria. No importa la profesión que ejerza. Está preparado para mirar la realidad con ojos humanos, ya sea, ante un teorema matemático, una fórmula química, una bella flor, una pieza musical, la salida y puesta del Sol, contemplar la Luna y el cielo estrellado. En fin, puede crear con arreglo a la belleza, a la bondad y a la verdad. Es tolerante, comunicativo y sencillo. Puede revelar la realidad compleja en sus matices varios y dar” a mares”, como decía Martí, porque espiritualmente está lleno.

Bibliografía

Martí, J. Obras completas. T. 6,13 y 18. Edit. Nacional de Cuba, La Habana, 1964.

Abbagnano, N. Diccionario de Filosofía. Instituto cubano del libro, La Habana, 1963.

Pupo, R. Aprehensión Martiana en Juan Marinello. Edit. Academia, La Habana, 1995.

_______ La actividad como categoría filosófica. Edit. De Ciencias Sociales, La Habana, 1990.

--------Aprehensión martiana en Juan Marinello. Editorial Academia. La Habana, 1995.

Bodei, R. La forma de lo bello. Visor Dir. S.A. Madrid, España, 1998.

Zis, A. Fundamentos de la Estética marxista. Edit. Progreso, Moscú, 1976.

Arregui, J.V. El papel de la Estética en la Ética. Revista Pensamiento. No 176. Vol. 44. oct-dic, 1998, Madrid, España.

Marx, C. Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844. editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1975.

Citas y referencias

[1] Citado por Abbagnano, N. Diccionario de Filosofía. Edición Revolucionaria. Instituto Cubano del libro. La Habana, 1963, p. 633.

[2] Ibidem

[3] Ibidem

[4] Ibídem, p. 636

[5] Martí José. Nuestra América. Obras completas. Tomo 6. editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963, p.15.

[6] Ver de Lenin, V.I. Cuadernos filosóficos. Tomo 38. Edit Política, La Habana, 1963, pp.185-194.

[7] Bodei, R. La forma de lo bello. Visor. Dis, S.A. Madrid, España, 1998.

[8] Ibidem, p. 26

[9] Ibidem p. 28

[10] Ibídem p. 32

[11] Ibídem p. 34-35

[12] Ibídem pp. 35

[13] Ibídem

[14] Ibídem , p 38.

[15] Marx. C. Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844. edit. Pueblo y Educación, La Habana, 1975, p. 114.

[16] Ibídem, p,. 120.

[17] Martí, J. Emerson. Obras completas. Tomo 13. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1964, pp 25-26-.

[18] Ver Arreguí, J.V. El papel de la Estética en la Ética. Revista Pensamiento. No 176. Vol 44. Oct-Dic 1988, Madrid, pp,. 439-453.

[19] Martí, J. Notas. Obras completas. Tomo 18. editorial Nacional de Cuba, la Habana, 1964, p, 290. 

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Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo

Dr. en Filosofía. Profesor Titular, Investigador Titular de la Universidad de La Habana.

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