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La obesidad como  problema cultural y complejo

Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo[2].

Dr. Jorge Luis Pupo Morales[3]

 

La obesidad debe abordarse en los marcos de una visión compleja de la  salud, en general y de la calidad de vida, en particular. Hay que concebirla como un proceso biológico, físico y sociocultural al mismo tiempo, en tanto fenómeno humano, y  multifactorial en sus causas y efectos.

Por eso a la epistemología  de corte positivista u otra forma reduccionista, propias del paradigma de la modernidad, les resulta imposible una  aprehensión holística y compleja de la salud  y sus mediaciones, incluyendo entre otros, el tema de la obesidad[3]. En esta dirección, los tiempos actuales exigen una epistemología de segundo orden, fundada en un paradigma hermenéutico – comunicativo,[4] capaz de comprender que las “simplicidades epistemológicas” de la modernidad, en gran medida, “están embebidas en  la distinción radical entre “Sujeto/Objeto”. Es por ello que todo proyecto de construcción de abordajes que haga lugar a la complejidad debe incluir necesariamente el cuestionamiento a la epistemología de base sobre la cual se ha sustentado la simplicidad. Ya no se trata de indicar nuevos lugares en el viejo mapa de la modernidad, sino que los desarrollos contemporáneos exigen la construcción de un nuevo espacio de pensamiento en el que podamos tejer múltiples configuraciones que nos permitan crear nuevas formas de producir sentido y construir prácticas profesionales enriquecidas.
Las entidades puras, completamente determinadas y definidas en sí mismas del pensamiento dicotómico aparecen en las perspectivas de la complejidad interpenetrándose, fertilizándose, mixturándose y, por lo tanto, desplegando una multitud de configuraciones y posibilidades nuevas de pensar-vivir-sentir-actuar. Las concepciones clásicas son el fruto de una perspectiva reduccionista que ha restringido lo corporal a lo biológico, lo vivo a lo físico y esto a lo mecánico. Para salir de este atolladero reduccionista resulta imprescindible comprender que esta concepción lleva al absurdo de pretender “explicar completamente la vida sin la vida”[5].

Por eso al enfrentar el tema de la obesidad, como otro cualquiera de la salud humana,  hay que partir de nuevas premisas. Premisas sustentadas en una visión compleja, integral, transdisciplinaria y holística que no minusvalore las varias mediaciones inmanentes al ecosistema, incluyendo, por supuesto, los problemas genéticos, dietéticos nutricionales[6], y el lugar de   la familia, como célula principal de la sociedad.  La obesidad infantil, no es sólo un problema de origen hereditario, sino ante todo cultural, muy relacionado con el estilo de vida que han ido imponiendo los hábitos doméstico- familiares y  la contemporaneidad, en general.

Una norma social y cultural de salud, presupone una reforma en el pensamiento y las mentalidades, que encauce una nueva epistemología en la aprehensión de la obesidad como fenómeno multifactorial y complejo. Una nueva sensibilidad racional por parte del personal especializado en salud, y la comunidad en general. Una conciencia ecosófica que no separe al ser humano de su hábitat y lo piense como un sistema complejo que posee múltiples mediaciones, y condicionamientos. Sencillamente, algunos de los itinerarios posibles en la construcción de nuevas formas de vivir-pensar-cuidar la salud que están a la orden del día en la agenda contemporánea nos brindan un marco general de pensamiento que lejos de dar respuestas unívocas son herramientas poderosas para pensar y producir sentido en los contextos específicos. En particular resulta provocador pensar los problemas de la  salud como parte de la cuestión general de la “convivencialidad”, en la medida que concebimos al ser vivo como un nodo en la trama evolutiva de la vida. Desde esta mirada, la salud no puede ser nunca una cuestión meramente individual, sino que está siempre en la intersección entre el hombre/mujer, su sociedad y su medio ambiente. Por otra parte, el ser humano como “unidad heterogénea” no es meramente un mecanismo biológico, es un ser consciente e inconsciente, afectivo, emocional, socializado que vive en una cultura determinada con historias, producciones de sentido y expectativas específicas. Esto nos conduce a sostener que un enfoque complejo sólo será posible a partir de equipos interdisciplinarios en interacción permanente con las comunidades a las que "ayudaran" a darse y poner en marcha sus planes de salud. Desde esta perspectiva, que no monopoliza el saber sobre la salud en los profesionales médicos, sino que la entiende como un proyecto de vida de un grupo humano, la responsabilidad en la planificación,  puesta en práctica  y evaluación pertenece a la comunidad en su conjunto. Esta propuesta no diluye la exigencia de una ética médica sino que la contextualiza y la concibe en la interacción de todos los actores sociales; a la vez que exige del "enfermo" no una actitud "paciente" ni pasiva, sino una participación activa en el cuidado de su salud. De igual manera, ni los conocimientos técnicos, ni los diagnósticos o quirúrgicos, son infravalorados, sino que entran a formar parte de un espacio dinámico de intercambio y colaboración, en el cual la perspectiva se orienta en consonancia con las exigencias del entorno”[7].

Pertinencia de la existencia de una clínica para el tratamiento de la obesidad.

La existencia de una clínica para el tratamiento de la obesidad, y su prevención, resulta una obra de alta humanidad. Una institución, capaz de reformar el pensamiento y las mentalidades y echar mano a la obra, sin olvidar su verdadera misión: la existencia de una niñez libre de obesidad, y con ello, sentar las bases para una mejor calidad de vida de niños, jóvenes y ancianos. No se puede olvidar que los niños son la esperanza del mundo, como dijo el Apóstol  cubano José Martí, y si se garantiza su salud física y mental, se garantiza el futuro de toda la sociedad. Y la obesidad es  fuente de  enfermedades varias.

Una clínica para el tratamiento y prevención de la obesidad no puede estar al margen de los saberes emergentes de la contemporaneidad y del proceso de unificación de saberes, conducentes a la transdisciplinariedad. Por eso, “hay que construir herramientas metodológicas sin nihilismo y exclusivismo, sobre la base del legado cultural construido que nos antecedió y sigue viviendo de una forma u otra en la conciencia y en la praxis.

No es posible abjurar con negatividad absoluta de todos los conceptos, preconceptos y creencias que guiaron la teoría y la praxis del quehacer médico - científico. Hay que superarlos dialécticamente, es decir, en un proceso de negación y afirmación, de ruptura y continuidad, en un espacio de crítica y de sospecha, y de discursividad plural y dialógica como debe ser todo escenario científico.

Por eso, al asumir la transdisciplinariedad en la aprehensión del saber, no resulta posible obviar la formación disciplinaria que se posee, sino seguir una lógica gradual asuntiva que la incluya y la supere, que incorpore la inter[8] y la multidisciplinariedad[9], hasta arribar a una forma superior integradora de saberes con sentido cultural y complejo, es decir, a la transdisciplinariedad[10], que permita aprehender la totalidad y las partes en sus mediaciones varias, con razón holística, como realidad concreta, en sus vínculos, determinaciones y condicionamientos múltiples. Es que la transdisciplinariedad se funda en un aval cultural, que propicia encontrar las interconexiones sin apriorismos y supuestos preconcebidos. Se da  porque emerge del sentido cultural y complejo con que se asume la realidad estudiada.”[11]

Por eso, una concepción integradora de la relación  obesidad - salud, requiere de una asunción transdisciplinaria, capaz de unir los distintos hilos de esa madeja multicausal y multiefectual, para aprehenderla como sistema integral y así lograr la eficacia en su tratamiento medicamentoso y sociocultural, en general.

Por ello, el concepto cultura y el respectivo sentido cultural y complejo del discurso, resultan imprescindibles para asumir la obesidad en su complejidad real y su elan  transdisciplinario, pues no se trata de unir disciplinas ni enfoques, que en última instancia conduce a una visión ecléctica y estéril desde el punto de vista cosmovisivo y epistemológico. Hay que ir a las raíces del problema con razón holístico – compleja.

Urge partir de una visión amplia de la cultura como concreción de la actividad humana en sus atributos cualificadores esenciales: conocimiento, valor, praxis y comunicación, mediado por el sistema necesidad – interés – fin - medios y condiciones, hasta el resultado final que prefiguran los propósitos y objetivos humanos.

Una visión de esta naturaleza no separa dicotómicamente lo biológico de lo cultural, ni  abstrae al ser humano de su hábitat. Sencillamente lo aborda como un momento del Cosmos que lo refleja y se refleja en él.

Al mismo tiempo, posibilita un enfoque integrador y pluridimensional del ser humano, hasta comprender que en realidad no existen “enfermedades”, sino  hombres enfermos, pues cada persona es en sí misma un cosmos, que requiere de miradas particulares e individuales, en tanto su ser esencial está mediado por diversos vínculos e interacciones múltiples, donde el factor  cultural resulta de capital importancia.

Estas son premisas imprescindibles de orden cosmovisivo – epistemológico para asumir la obesidad desde un enfoque complejo, libre de reduccionismos y simplismo.

Una hermenéutica comprensiva de esta naturaleza debe asumirla no sólo los especialistas en medicina, sino todas las personas que de una forma u otra  poseen la misión de trabajar con el ser humano, particularmente la familia, la escuela y la sociedad en general.

El componente cultural incide desde el nacimiento de la persona, o incluso antes. De ahí que el hogar sea determinante ante el problema de la obesidad, pues tiene que ver con los hábitos nutricionales y con el equilibrio psíquico que requiere una buena educación para la vida sana y feliz. Igualmente el papel de la escuela, tanto a través de su sistema curricular (educación para la salud)  como en la divulgación de buenos hábitos alimentarios y educativos, en general.

Esto significa que la existencia de una clínica, con personal médico y paramédico, inserto en la comunidad, puede hacer mucho por la educación de la salud del pueblo, en la medida que  propicie el desarrollo de una cultura con fines y propósitos humanos que encaucen  la protección de la persona contra todas las enfermedades, incluyendo la obesidad. 

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Notas:

[1] Dr. en Filosofía. Dr. en Ciencias

[2] Dr. en Ciencias Médicas. Especialista en Medicina General Integral. Especialista en Anatomía Patológica.

[3] Es que “el pensamiento polarizado o dicotómico es un obstáculo fundamental para la construcción de nuevos abordajes de la salud y de las formas complejas de aproximación al ser humano que sufre. Luego avanzaremos en la propuesta de construir un abordaje que sea capaz de contener la dinámica de la vida y que permita religar aquello que la simplicidad escindió: el cuerpo y la mente, el individuo y la sociedad, lo público y lo privado, el hombre y la naturaleza. Consideramos que la salud debe pensarse en referencia al itinerario que la misma vida fija, a los valores que el hombre construye, a las prácticas culturales que le dan sentido. El desafío que enfrentamos es a la vez teórico y pragmático, social e individual, político y ético. Salir del universo de la simplicidad implica adentrarse en los territorios de la diversidad y nos lleva a considerar que el “arte dialógico” es fundamental para el desarrollo de nuevas perspectivas y prácticas de salud que van mucho más allá del saber-hacer médico. La salud pertenece al ámbito comunitario en su conjunto y desde la complejidad no debe admitirse su clausura en un  “coto privado” de expertos” (Dra. Denise Najmanovich. Dra. Vera Lennie Pasos hacia un pensamiento complejo en salud. http, p. 1).                                                                                

[4]Tradicionalmente, el problema de la salud ha merecido un tratamiento inmediatista, comúnmente de corte positivista y pragmático. De hecho, por mucho tiempo privó una visión reduccionista, en la cual la salud se asumía como la simple ausencia de enfermedad, de lesiones y de incapacidad, en un completo estado de bienestar[4]. Sin embargo, a la luz de los procesos de  transición epidemiológica y demográfica, presentes en todos los países del mundo, dicha visión ha transitado a una concepción más integral, en  cual según la Organización Mundial de la Salud (OMS), por salud se debe entender un estado integral de salud, tanto desde el punto de vista físico como social, psicológico y ambiental. Bajo esta concepción sociocultural, el abordaje tradicional, pragmático y positivista de la salud, debe ceder espacio a enfoques culturales integradores y holísticos. En síntesis, en pleno siglo XXI, por razón científica; humanista y económica, es necesario asumir nuevas alternativas cosmovisivas y metodológicas que aporten cauce cultural al objeto de estudio. La salud es un fenómeno complejo, y por lo tanto, si las políticas públicas en la materia no se fundamentan en una concepción sociocultural, resultarán estériles las estrategias encaminadas al bienestar social, el crecimiento económico y el desarrollo humano” (García, J. F. La salud pública como problema sociocultural complejo. Un abordaje ético y bioético para su comprensión. Inédito.

[5]Dra. Denise Najmanovich. Dra. Vera Lennie Pasos hacia un pensamiento complejo en salud. http, p. 3.                                                                                

[6] “La forma de criar a los hijos refleja el modo en que manejan su alimentación, lo que sugiere que las estrategias para controlar la obesidad infantil deberían tener en cuenta la dinámica familiar, indicó un estudio.
Una investigación que incluyó a 239 padres de niños de primer grado, demostró que los progenitores en general eran estrictos y tenían un estilo autoritario en la alimentación de sus hijos, al prohibirles el consumo de algunos alimentos o presionarlos para que comer frutas y verduras.
Los padres que tendían a ser permisivos en la alimentación poseían un estilo de crianza similar. Entre ambos grupos, se halló que la autoridad pone límites a la alimentación de los niños, pero lo hacían de modo más positivo, como dando el ejemplo con una dieta saludable. Los resultados demuestran que el estilo de crianza influye en la alimentación, precisó el equipo dirigido por la doctora Laura Hubbs-Tait, de la Universidad del Estado de Oklahoma (Estados Unidos)

Los autores sugieren que las estrategias para que los niños obesos adelgacen no dan resultado a menos que incluyan la dinámica familiar, según el artículo publicado en la Journal of the American Dietetic Association. Se recomienda que los padres usen enfoques positivos para que los menores coman bien, como dar el ejemplo con su propia alimentación. En este estudio tanto los padres estrictos como los permisivos no eran buenos ejemplos para sus hijos.
“Dado que los padres permisivos y autoritarios no suelen modelar un hábito alimentario saludable en sus hijos, los especialistas en nutrición deben alentarlos a comer más saludablemente por su bien y el de los niños". Esta falta de atención a la dinámica familiar explicaría por qué el tratamiento de la obesidad infantil no suele dar buenos resultados, indicaron.
Los especialistas en nutrición que ponen en práctica programas de cambios alimentarios o de tratamiento de la obesidad, deberían incluir enfoques más complejos de la modificación conductual, que tengan en cuenta los estilos de crianza y la dinámica familiar (Fuente: Nueva York, julio  10/2008 (Reuters)

[7] Ver Dra. Denise Najmanovich. Dra. Vera Lennie.  Pasos hacia un pensamiento complejo en salud. http.

[8] Este término corresponde a las relaciones más o menos integrativas que aparecen entre dos disciplinas. Tales conexiones son manifiestas en las denominaciones de las mismas, como por ejemplo: bio-química; astro-física; geo-física; etno-botánica; genética de las poblaciones;… y hasta la discutida socio-biología, a pesar de su gran interés. Paradójicamente, también las interdisciplinas suelen transformarse en nuevas disciplinas hiper-especializadas. (Charles François. Transdisciplinariedad, cibernética y sistémica para comprender la complejidad. Reunión Regional de ALAS (Buenos Aires, YMCA, Agosto 7-8-9). 

[9]El término refleja la siempre creciente necesidad de colaboración entre numerosos especialistas disciplinarios para el manejo de situaciones que ponen en juego tanto tecnologías como intereses diversos… y frecuentemente divergentes. En todos los casos se trata de compatibilizar y armonizar aspectos potencialmente conflictivos o poco compatibles entre sí. Un ejemplo característico es la construcción de una represa con una central hidroeléctrica apuntando a la industrialización de una zona pobre, pero de gran importancia ecológica. El problema típico que suele aparecer es la incomprensión (el “diálogo de sordos”) entre especialistas, cada cual usando su propia jerga profesional y al mismo tiempo convencidos de la decisiva y suprema importancia de su disciplina en el caso considerado. Las conclusiones suelen ser confusas y ambiguas y los decisores finales adoptan las que les parece convenir más en función de sus propios conocimientos, metas e intereses (no necesariamente bien entendidos)”
(Ibídem)

[10]“En la actualidad, algunas investigaciones didácticas universitarias han tratado de seleccionar aquellos conceptos transdisciplinares que son relevantes en cada una de las disciplinas que componen las ciencias sociales con el fin de poder integrarlos en el marco de una sola red conceptual. Espacio y tiempo, identidad y alteridad, racionalidad, cambio y continuidad, causalidad, diversidad e igualdad, paz y guerra, interrelación y organización social, son algunos conceptos que estructuran todas las disciplinas que conforman las ciencias sociales. Contemplarlos en la enseñanza de las ciencias sociales facilita al profesorado la selección de contenidos y ayuda a los adolescentes a comprender y valorar la realidad social que viven. Desde una perspectiva crítica, se posibilita el desarrollo de actitudes tolerantes y solidarias, aceptación de la pluralidad, defensa de los derechos humanos, capacidad de diálogo, valoración de la democracia, respeto por el patrimonio cultural y colaboración en la búsqueda de nuevas soluciones, entre otros valores”(Enseñanza de las Ciencias Sociales. Biblioteca Encarta, 2005)

[11] Pupo, R. La transdisciplinariedad y sus mediaciones. (Acercamientos puntuales) Ensayo inédito.

Dr. Jorge Luis Pupo Morales
Especialista de 1er. Grado en Medicina General Integral. 
Especialista de 1er. Grado en Anatomía Patológica. 

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