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Para leer a Walter Benjamin
Luís Pulido Ritter
luispulidoritter@gmx.net

 

Walter Benjamin

Algunas veces me preguntan qué libros podría recomendar para leer. En este sentido, solo puedo hablar por aquellos libros que a mí me gustan. Claro, si deseo regalar un libro a un amigo, familiar o a un conocido, trato de ponerme en su lugar, pero, sin embargo, no logro o no creo acertar. Cada persona tiene un gusto diferente y un libro no tiene el mismo significado en todos los momentos y en todas las edades. Yo mismo he recibido libros que nunca he leído, pero que están en mi estantería. Es más, he leído libros mucho tiempo después de haberlos comprado. Por otro lado, también hay autores que nos acompañan toda una vida, pero no leemos toda su obra de una vez. A este tipo de autores pertenece Walter Benjamin, crítico literario, traductor, ensayista y filósofo, a quien estoy leyendo nuevamente. Lo conocí en los ochenta a través de la editora venezolana Monte Ávila  con Sobre el programa de la filosofía futura y otros ensayos (1970) y allí aparece su importante estudio sobre Goethe, Las elecciones electivas, que es el título de una de las novelas más famosas de este alemán. En aquel ensayo de Benjamin subrayé la siguiente frase: “la crítica busca el contenido de verdad de una obra de arte, mientras que el comentario se limita a exponer su contenido”. Esta frase la he tratado de comprender y aplicar desde aquel entonces.

Él nació en Berlín en  1892 y se quitó la vida en 1940 en Portbou, un pueblo costero de Cataluña, ante la amenaza y el temor de ser entregado a los nazis.

El hecho de vivir en Berlín me produce una cercanía a este autor. A veces me lo imagino

caminando por las aceras y, en cierta manera, trato de representármelo en aquella ciudad de los años treinta, donde escribió Infancia en Berlín hacia 1900 (1950), que es un recorrido por las calles, plazas y personas de su infancia, puntos de una narrativa que es consciente que no todo se puede recordar, porque sería destructivo. Para él lo olvidado está olvidado, contrario al espíritu de nuestra época tumbada en la manía de grabar, registrar y memorizar todo. Benjamin era un espíritu de su tiempo, un intelectual que recorrió varios registros, desde el marxismo hasta el espiritualismo, y fue contemporáneo de otros intelectuales de origen judío-alemanes que le darían nombre a la famosa Escuela de Frankfurt, Horkheimer y Adorno. Seguramente, por este amplio registro y curiosidad, habría escrito un ensayo sobre nuestro mundo digital, como lo hizo con su famoso ensayo La Obra de Arte en la época de su reproducibilidad (1963) , donde estudia cómo la “copia”, la reproducibilidad, entra en relación con el “original” y transforma nuestra noción del arte primeramente en la fotografía. Aquí, como en muchos de sus escritos, nada le fue indiferente: el cine, el teatro, la pintura, etc.  No fue un autor de éxito (de ventas) en su momento, pero sí fue un incansable pensador y  escritor que dejó una obra monumental inacabada, una obra que sería la base de un estudio posterior,  Passagen Werk, Obra de los Pasajes (1982), poniendo en primer plano esos pasajes parisinos del siglo XIX, donde las mercancías de lujo se admiran y se compran:  la novedad, el fetichismo, el consumismo y la moda.

En efecto, Le  Passage des Princes, inaugurado en 1860, es el último pasaje parisino del siglo XIX, el único que sobrevivió a las transformaciones realizadas de París por el arquitecto Haussmann, porque, entre otras cosas, había que evitar el París de las barricadas. Leer esta obra de Benjamin es adentrarnos en el París del siglo XIX, en el París de Baudelaire, de Proust, del joven Marx y de Engels, de los primeros socialistas como Fourier, que, en su sueño utópico de un mejor mundo, ya se habían imaginado un Canal por Egipto, antecedente del de Panamá. Es una obra donde se sentencia a  Paris como <<capital del siglo XIX>>, por su literatura, por su ciencia, por sus pasajes, templos del capitalismo, y sus revoluciones. En efecto, esta es una posición que adquiere  New York en el siglo XX y todavía está por verse cuál podría ser la capital del siglo XXI en nuestro tiempo global. ¿Quizás alguna capital de Asia? Lo cierto es que la obra de Benjamin nos ofrece un

Le Passage des Princes

panorama completo de aquel siglo XIX, de su espíritu y de su filosofía, una mirada sobre esos dos proyectos de pensamiento, la idea del progreso y del eterno retorno, criaturas ideológicas y filosóficas de aquel siglo que no terminan de determinar nuestros debates de hoy día, aunque bajo otras condiciones y perspectivas.

Leer a Walter Benjamin es un placer intelectual. Pero, sobre todo, es la oportunidad de pensar nuestro mundo actual a través de los ojos de uno de los escritores y pensadores más lúcidos de nuestra llamada modernidad.

Luís Pulido Ritter
luispulidoritter@gmx.net

Publicado, originalmente, en La Estrella de Panamá http://www.laestrella.com.pa/

Link de el art: http://blogs.laestrella.com.pa/oneway/2013/12/20/para-leer-a-walter-benjamin/

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