César Vallejo

Historia del nombre “Trilce”
por Martín Prieto y D. G. Helder

¿Cuál hubiera sido el destino de los poemas de Trilce si el libro se hubiera llamado de otra manera? ¿Y por qué se llamó así? Tales los enigmas que Martín Prieto y D.G. Helder tratan de develar en este artículo, que integra un ensayo sobre Vallejo, ganador del primer premio del certamen internacional que lleva el nombre del escritor, discernido en Buenos Aires en la Feria del Libro de este año.

Ningún nombre del libro obtuvo mayor suceso que Trilce. Ni Prosas profanas, ni Misas herejes, ni Altazor, ni En la masmédula. Las coordenadas son la poesía y Latinoamérica, aunque bien podrían ser la literatura y el idioma español, sobre la base en todo caso, del lapso comprendido entre el modernismo y nuestros días. Ningún nombre, decimos, por raro, neológico, revulsivo, eufórico, obtuvo, a mediano y largo plazo, mayor suceso que Trilce. Desconocemos las singulares asociaciones que esas dos sílabas en principio insignificantes despertaron en el espíritu de los lectores, cautivándolo. Lo cierto es que dichas asociaciones terminaron saturándolas no sólo de significados, sino además de referentes; aludimos a las incontables librerías, editoriales y publicaciones que tanto en Latinoamérica como en España han adoptado Trilce como nombre propio. Y sin embargo...

Sin embargo, hasta último momento, entre los títulos que Vallejo había ideado para su segundo libro, no figuraba —ni era previsible—el título definitivo: Trilce. Algunas de las opciones que el peruano manejaba eran Sólo de acero, Féretros y Scherezando. Ya iniciada la impresión del libro, incluso, Vallejo había determinado llamarlo Cráneos de bronce, título, si se quiere, todavía acorde a Los heraldos negros. Las bromas de sus amigos al respecto, en las cuales se aludía al peso de semejantes calaveras, terminaron por disuadirlo de la inconveniencia de Cráneos de bronce, así como lo habían disuadido ya de la imprudencia de adoptar el seudónimo César Perú, homologando a Anatole Thibault, más conocido como Anatole France.

Estas eran las circunstancias cuando, ante la necesidad de reimprimir el primer pliego del libro, “cuyo costo ascendía a la suma de tres libras”, según refiere Xavier Abril [1], Vallejo, intempestivamente, conmuta Cráneos de bronce, por Trilce. Este cambio, de una vasta significación para la poesía hispanoamericana, es explicado por Abril de la siguiente manera: “¿Tres libras? Ya tenéis el título: ¡Trilce!". Posteriormente, André Coyné intenta reconstruir el proceso mental y fonológico por el cual las “tres libras” se hacen “trilce”. Dice Coyné que “el volumen iba a costar tres libras, luego tres, tres, tres... treses, trisss, tril, trilssso, entonces se llamaría Trilce” [2]. También Uruguay González Poggi estima que el significado del neologismo “debe buscarse, está claro, en torno al número tres, cifra que adelanta la primera sílaba para a su vez proponemos otra C (100), instantáneamente nombrando la tercera letra del abecedario” [3]. Siguiendo los razonamientos de González Poggi, nos animamos a suponer que el libro debió haberse llamado Trece y no Trilce (o bien Trescientos). Más abajo, el mismo autor declara algo relativamente cierto: “Trilce nos da la sensación de ser el nombre de un pájaro”.

Keith McDuffie —ya para apartarnos de las teorías que ven el origen del nombre en el precio del libro, y para adentrarnos de lleno en los peligros de la hermenéutica— ofrece la siguiente interpretación: “Líquido implica agua, símbolo bíblico y trílcico de la fuente de la vida. La poesía de Vallejo presenta la fundación del ser poético, o nueva visión de la realidad por medio del lenguaje. Nos atrevemos a decir que tal es el significado del neologismo Trilce”[4]. No menos simbólica, pero más trascendentalista, es la opinión de Juan Larrea, reductible a esta fórmula: “al pasar trinitariamente del cuerpo y alma a la esperanza, y así como de duple se pasa a triple, de dúo a trío, de duplicidad a triplicidad, Vallejo sintió oportuno pasar verbalmente de dulce a trilce”[5].

Pasamos, por último, a las respuestas nihilistas y/o esteticistas al enigma que abre este neologismo. Dice Larrea en una nota a pie de página del mismo artículo citado anterior -a Vallejo en 1926 —creo que delante de alguna otra persona que pudo cohibirlo— qué significaba la palabra Trilce y por qué había llamado así a su libro. Me contestó que teniendo que darle a este un nombre, le pareció mejor inventarle uno propio que denominarlo con una o más palabras conocidas.

Y añadió, pronunciando el vocablo con repetida delectación, que Trilce le gustaba. Lo que no me dijo ni yo le pregunté es por qué le gustaba”. Cansada, a su vez, de “las anécdotas más banales sobre el origen de Trilce”, Georgette Vallejo.[6] nos da la imagen de un Vallejo análogo al Dios del Génesis que pronunció el “Fiat Lux”. Dice Georgette: “Entonces (Vallejo) pronunció sencillamente: tttrrriiil... ce...”. Como si los testimonios de Larrea y la viuda fueran escasamente verosímiles, rescatemos la voz del propio Vallejo. En una entrevista que le realizara González Ruano en Madrid, 1930, Vallejo dice: “Ah, pues, Trilce no quiere decir nada. No encontraba, en mi afán, ninguna palabra con dignidad de título y entonces la inventé: Trilce. ¿No es una palabra hermosa? Pues ya no pensé más: Trilce’' [7]. Parece ser que no fue esa la primera vez que lo confesaba. Un amigo suyo, J. Espejo Asturrizaga [8], admite que “César ha contribuido en muchas ocasiones a sembrar confusión en relación a su origen.”

No sería intolerable —incluso sería lógico— que, a continuación de las diversas interpretaciones, aportáramos nosotros una nueva, o bien una síntesis. Demasiado tarde, estamos frente a una saturación. Únicamente nos está permitido derivar por el incierto terreno de las conjeturas, no menos lícito que el de las afirmaciones a secas. Ya Coyné se había preguntado[9] si con otro título el libro hubiese alcanzado la misma trascendencia. Coyné lo duda: nosotros no, pero creemos —no obstante— que el devenir de estos setenta y siete poemas en su relación con la crítica y los lectores hubiese sido otro de haberse publicado, por ejemplo, "bajo el título Féretros".

Si la razón de que el libro se llame Trilce no es casual ni trivial, menos lo son las razones por las cuales pudo haberse llamado Sólo de acero, Scherezando, Féretros, Cráneos de bronce y, acaso, de otras maneras de las que nadie se ha enterado. Incluso puede argumentarse que estos títulos, pensados por Vallejo durante la composición de los poemas, o finalizada la misma, están más determinados por el contenido del libro que la palabra nueva “trilce”, surgida a último momento y a consecuencia de elementos externos a Vallejo como son las bromas de sus amigos o la tal vez auténtica motivación de las tres libras. Podría darse, por lo tanto, que a un crítico exegético le interesara examinar los poemas a la luz de uno o varios de estos títulos fortuitamente descartados.

El hecho de que los poemas carezcan de nombre —apenas están designados por lacónicos números romanos que van del I al LXXVII—no es insignificante; tampoco, entendemos, que el libro tenga un título sin significado, aunque pueda llegar a tener sentido. La indeterminación de la palabra “trilce” se proyecta sobre el lector y le permite introducirse de lleno en la materia poética, cumpliendo, él solo, un ciclo únicamente orientado por su trabajo de lectura, sin indicaciones relativamente externas a los textos, como son los títulos. Cualquiera de los otros nombres hubiera impedido esta circunstancia tan propicia a la lectura que requieren estos poemas.

NOTAS

[1] Cfr. Abril, Xavier: Vallejo, ensayo de aproximación crítica, Editorial Front, Buenos Aíres, 1958.

[2] Cfr. Coyné, André: César Vallejo, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1968, p. 127.

[3] Cfr. González Poggi, Uruguay: “Significación de César Vallejo” en Aula Vallejo Nº 2-3-4, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 1962, p. 337.

[4] Cfr. Mc Duffie, Keith: '‘Trilce I y la función de la palabra en la poética de César Vallejo” en Revista Iberoamericana Nº 71, abril-junio 1970, p. 199.

[5] Cfr. Larrea, Juan: “Significado conjunto de la vida y de la obra de Vallejo" en Aula Vallejo N52-3-4, p. 242. En este mismo número del Aula se registra la posición del escritor J. Peroni en la Sesión de Clausura del Simposium celebrado por la Universidad Nacional de Córdoba sobre la vida, la obra y el significado de César Vallejo. Peroni, con estas palabras, refuta a Juan Larrea: “¿No podríamos decir que la palabra Trilce, como también toda la obra poética de Vallejo —y ésta es mi posición— proviene de la fantasía desnuda y directa del poeta que no se ha propuesto otra cosa que crear belleza?” p. 297.

[6] Cfr. Vallejo, Georgette: “Apuntes biográficos" en César Vallejo, Obra Completa, tomo 3, Editorial Laia, Barcelona, 1977, p. 106.

[7] Cfr. González Ruano, César: “Entrevista en Madrid”, en el diario La Razón, 27 de octubre de 1985, Buenos Aires, p. 5

[8] Espejo Azturrizaga, Juan: César Vallejo, itinerario del hombre, Editorial Mejía Baca, Lima, 1965.

[9] Cfr. Coyné, André: op. cit. pp. 127, 128.

 

por Martín Prieto y D. G. Helder

 

Originalmente en Diario de Poesía Año 3 Nº 11 Verano de 1988-1989

Link: https://ahira.com.ar/ejemplares/diario-de-poesia-n-11/

Gentileza de Archivo Histórico de Revistas Argentinas

Ahira. Archivo Histórico de Revistas Argentinas es un proyecto que agrupa a investigadores de letras, historia y ciencias de la comunicación,

que estudia la historia de las revistas argentinas en el siglo veinte

 

Ver, además:

 

                      César Vallejo en Letras Uruguay

 

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