Entrevista con Fernando Savater
"Morí con Sara"

por Elena Poniatowska

Para presentar su último libro, escrito en coautoría con su fallecida esposa, Sara Torres, estuvo en nuestro país Fernando Savater. En conversación con Elena Poniatowska, el prolífico y polémico filósofo español hace un recuento de su vínculo de amor de toda la vida, y del duelo que le ha significado la pérdida de su esposa, así como de su relación de amistad con Octavio Paz y México.

El 12 de mayo, el filósofo español Fernando Savater presentó, en un patio lleno a reventar en la Biblioteca de México, frente a La Ciudadela, su último libro, Aquí viven leones. Viaje a las guaridas de los grandes escritores, que escribió con Sara Torres, su mujer, y nos conduce a las guaridas de Shakespeare, Leopardi, Stefan Zweig, Gustave Flaubert, Agatha Christie, Edgar Allan Poe y Ramón del Valle-Inclán —quien vivió en México— y nuestro venerado Alfonso Reyes, cada vez más querido. El libro es una verdadera Guía Roji intelectual, disfrutable y hasta comestible porque nos enseña el camino para llegar al pueblo y a la casa de cada uno de los genios.

—Ya no voy a escribir.

—¡Ay, Fernando!

—Yo escribía para que mi mujer me leyera; lo hizo durante 40 años. Yo no puedo estar sin leer pero sin escribir puedo estar toda la vida; escribo cuando no hay más remedio. Ella me incitaba a que escribiera. Todo lo que escribía, Sara era la primera en leerlo y en decirme lo que estaba mal y había que cambiar. A ella le gustaba mucho intervenir en lo que yo escribía, me estimulaba. Sara era profesora de estética en la universidad y se especializó en cine; sabía mucho de cine. Lo veíamos en casa. Tenemos una instalación muy buena: “Tienes que ver esta película”. A mí que sólo me gustan las de vaqueros, Sara se empeñaba en hacerme ver películas serias. Cuando mis hijos y mis sobrinos eran pequeños, mis hermanos me mandaban con los niños al cine porque nos gustaban las mismas películas.

”Sara y yo hicimos programas de televisión, Lugares con genio, que gustaron pero decidimos hacer algo más preparado. Sara hizo dossiers de cada uno de los personajes y luego viajamos, que era lo que más nos gustaba. Fuimos a la Normandía de Flaubert, la Recanati de Leopardi, el sur de Inglaterra de Agatha Christie. Lo disfrutamos mucho. Era muy buena fotógrafa; muchas de las fotos del libro son de ella. Sara me señalaba los sitios; la verdad es que la pasamos muy bien y el libro se convirtió en un recreo hasta que pasó lo que pasó y tuve que terminarlo yo solo, y todo lo que había sido agradable se convirtió en una tortura.

—Ella siempre te acolchonó la vida...

—Bueno, a veces la acolchonaba y a veces la ponía difícil porque era una mujer muy enérgica, de mucho carácter. Lo asombroso es que Sara era incompatible con la enfermedad. Yo pensaba que a mí me pasarían mil cosas y a ella nunca ninguna porque era de lo más fuerte; no bebía, no fumaba, no tomaba más que fruta. Era todo lo contrario de una persona enfermiza; imposible pensar que precisamente ella iba a ser la persona que se enfermara durante nueve meses. El libro lo hicimos con mucho gusto hasta el final, y creo que algo del placer se ve muy bien en el comienzo del libro por su alegría, y después ya no...

”Los viajes que hicimos juntos eran sin fines de dar charlas ni de nada. Íbamos mucho a París —porque nos gustaba—, a Italia, y de vez en cuando a mis carreras de caballos en Inglaterra. Soy muy burrero, como dicen los argentinos. También a Sara le gustaba sacar fotos a las carreras de caballos. Mi padre, notario, era muy aficionado a las carreras de caballos. Tenía yo cuatro o cinco años y nos íbamos juntos a ver los caballos. Las cosas que me gustan en la vida son libros y caballos, y no necesito a un psicoanalista para saber de dónde me vienen.

”Este libro, Aquí viven leones, publicado por Debate en México, es el último, yo ya no voy a escribir más. Tengo la idea de tomar alguna vez apuntes de la relación que teníamos los dos y contar su historia, que es muy curiosa, muy novelesca. No sé si lo haré para mí, pero libros como los que he escrito ya no. Seguiré con mi columna de El País porque eso no me cuesta. Lo que ya no quiero es hacer libros que me obliguen a meterme en una biblioteca; eso ya no. La columna sí porque es como una broma y el hecho de andar enojado por el mundo ayuda mucho a escribir columnas [ríe]. Por el momento, no sé cuánto me durará. Ya no enseño, ya me jubilé hace diez años. Ya ejercí. He estado casi 40 años dando clases. Los que escribimos en el número cero de El País yo no creo que seamos más de media docena. Muchos han muerto, otros están en otros sitios. Ya no somos los mismos, los que llevemos en el periódico 40 años a pie de obra.

—Pero fíjate qué gran triunfo el de El País.

—Voy a cumplir este mes 69 años.

—Pero, Fernando, yo tengo 84...

—Porque tú eres estupenda, yo no tengo la misma fuerza que tú. Voy a cumplir 69 este mes.

—¡Imagínate, Fernando, sólo te llevo 15!

—Bueno, tú tienes la sangre de los antiguos polacos. Yo nunca he sido tan fuerte; siempre he tenido muchos puntos frágiles y ahora no tengo más que puntos frágiles. Me ha golpeado bárbaramente lo de Sara. Si alguien me hubiera preguntado qué sería lo peor que podía pasarme, es lo de Sara.

”El primer país de América que conocí fue México. Yo tenía 22 o 23 años cuando vine porque un amigo que trabajaba en Acatlán me invitó; yo no era nadie. En mi segundo libro hice referencias a El arco y la lira, entonces Octavio Paz me escribió; yo me quedé asombrado. Mantuve correspondencia con él y siempre que venía iba a verle, y a partir de eso he venido casi todos los años, un par de veces al año y ya conozco todo México, desde Mexicali hasta Yucatán. Yo creo que conozco mejor México que España, ha sido mi segundo país. Si pasan seis o siete meses sin venir me entra la nostalgia de México. Regresaré pero sin libros y sin obligaciones intelectuales, para ver a los amigos.

”Yo estoy triste, es inútil ocultarlo. Siempre he escrito y enseñado desde la alegría; mi divisa es la de Montesquieu. Ahora no tengo alegría por hacer las cosas. Lo hago todo por rutina, por un mecanismo, por oficio.

—Por salvarte también.

—No. Mala suerte tiene uno. Por algo decía Aristóteles que no se sabe que alguien es feliz hasta el último momento. Yo había vivido una vida muy feliz y se estropeó.

—Oye, Fernando, ¿Podemos, de Pablo Iglesias, te cae en el hígado o te cae bien?

—A mí Podemos me cae fatal porque los he conocido, desgraciadamente, cuando eran profesores en la universidad, en la de Políticas; entonces venían los alumnos de Políticas a pedirnos a nosotros aulas en Filosofía, porque ellos controlaban la universidad y lo que no les gustaba no lo dejaban hacer y era una dictadura permanente. Entre eso y las simpatías que tenían por los grupos políticos próximos a los etarras, que ahora tratan de disimular, y lo que hicieron en Venezuela, que a los pobres venezolanos no se les olvida. No, no soy muy simpatizante. Con ellos nada, no. Ahora me cuesta encontrar referentes políticos aceptables; no veo muchos. Llevamos bastante tiempo mal en el gobierno; hay elecciones a finales de junio pero las elecciones se hacen por los mismos candidatos, los mismos partidos, los mismos votantes; no sé por qué va a ocurrir otra cosa que lo que ha ocurrido hasta ahora.

”Sabes, Elena, la muerte de Sara me interrumpió la vida. Creo que soy yo el que ha quedado muerto”.

Elena Poniatowska

 
Publicado, originalmente, en: Revista de la Universidad de México  149 / artículos / Julio de 2016

Revista de la Universidad de México es una publicación editada por la Universidad Nacional Autónoma de México

Link del texto: https://www.revistadelauniversidad.mx/articles/182d7acc-215f-4a31-910a-b4427b1bf932/entrevista-con-fernando-savater-mori-con-sara

 

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