Noviembre de 1968 marcó la disolución del movimiento estudiantil.
Lecumberri se llenaba poco a poco de presos políticos. José
Revueltas, a sus cincuenta y tres años, tuvo gran actividad política
entonces. Participó con los estudiantes en las asambleas, las
brigadas, las discusiones, y en un intento de teorización del
movimiento. Él ya sospechaba que el gobierno tendría que moverse por
la ilegalidad para resolver el conflicto. Nunca hubo posibilidades
de diálogo auténtico. Revueltas se escondía en casa de algunos
camaradas, muchos de los cuales lo habían conocido en el baluarte en
que la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM se había
convertido. El 15 de noviembre Revueltas daría una plática en esta
facultad. Él sabía que ya lo andaban buscando, que no tardaría en
caer y ser arrastrado a una horrible pocilga. Para poder presentar
su ponencia durmió en CU el jueves 14. Una vez que despistó a sus
perseguidores dio su charla acerca de los presos políticos y la
autogestión universitaria. Pudo regresar a su casa pero no tardó en
pisar la cárcel. Una vez más era preso político.
Casi cuarenta y cuatro años después de que Revueltas llegara a
Lecumberri, del 15 al 18 de octubre de este año, se celebró un
coloquio en la misma facultad que lo despidiera: José Revueltas,
el escritor incomprendido. A 50 años de la publicación del Ensayo
sobre un proletariado sin cabeza. Lejos de despertar
ostentosos discursos y honrosos himnos, laureles, odas, placas y
toda clase de homenajes, el día de la inauguración la sede era un
desierto apenas unos minutos antes de la hora indicada. “¿Me habré
equivocado de día?”, pensaba el visitante despistado. No era
así. La fecha era la precisa y el lugar el acordado. La única
anomalía evidente era que no había nadie. Pasadas las cuatro de la
tarde comenzaron a llegar los primeros interesados. No había muchos
espectadores, la sala, pequeña para un coloquio, lucía espaciosa.
Eugenia Revueltas, hija de José Philippe Cheron, editor de la obra
completa del escritor mexicano y Enrique González Rojo, miembro
cofundador de la Liga Leninista Espartaco, fueron los encargados de
inaugurar la mesa. El coloquio continuó durante tres días más con la
participación de un total de catorce académicos. Las participaciones
versaron sobre el ensayo de Revueltas y en torno a la valoración
histórica del escritor comunista.
Después de cincuenta años, ¿qué tiene que decirnos el Ensayo,
que lectura podemos darle a la luz de medio siglo de devenir
histórico, y sobre todo, cómo comprender a Revueltas en sus
múltiples facetas? La cuestión no radica tanto en juzgar desde qué
puntos de vista ciertas personalidades o tradiciones de pensamiento
pueden o no calificar a Revueltas como un escritor incomprendido,
sino de cómo nosotros podemos volver a interpretar no sólo su obra,
sino su vida. Conviene a quien haga esta reflexión llegar a
comprender algo, siendo fiel a las necesidades de su propio tiempo.
Quedarse con la idea de la incomprensión en que vivió Revueltas no
es lo más pertinente, es en todo caso sólo el primer paso. Por
tanto, resulta más coherente a esta visión cambiar el título del
coloquio de “escritor incomprendido” a “Comprendiendo a José
Revueltas” o “Hacia una nueva comprensión sobre la vida y obra de
Revueltas”. Ténganse las próximas líneas como un bosquejo de esta
tarea. Bosquejo porque el cuerpo de un ensayo de tal naturaleza sólo
pueden sustentarlo las acciones de toda una vida.
Revueltas, como todo riguroso teórico marxista, no aspiraba a otra
cosa sino a la unión de teoría y praxis. Sirvan estas palabras con
las que Lukács describe a Lenin en la introducción de Historia y
conciencia de clase para describir un matiz revueltiano: “No es
Lenin, en el sentido estricto de la palabra, ni un teórico ni un
práctico, sino un profundo pensador de la práctica, un apasionado
traductor de la teoría a la práctica”. Para el Revueltas
previo al movimiento estudiantil del 68, el problema fundamental se
encuentra en la cuestión de la autoconciencia organizada del
proletariado; es decir, en el partido. Esta inclinación no es
exclusiva de Revueltas, sino que se enmarca en un contexto de
reflexión sobre el socialismo en el mundo, sus limitaciones y
tareas.
Después de la muerte de Stalin y su eventual desmitificación surgió
una reacción contra el estalinismo, contra el dogmatismo, la falta
de libertad y el excesivo protagonismo de los líderes de los
partidos. Revueltas fue capaz de apreciar la forma en que estos
problemas generales tenían su manifestación concreta en la realidad
mexicana. Él mismo había sido víctima de estos procedimientos
arbitrarios. En 1949 se vio obligado a retirar Los días
terrenales debido la crítica “marxista” de la que fue objeto. A
partir de entonces Revueltas se dedicó a combatir el dogmatismo, lo
cual lo llevó a apartarse definitivamente del Partido Comunista
Mexicano (PCM). En 1960 fue miembro cofundador de la Liga Leninista
Espartaco (LLE). De esta forma el Ensayo encuentra su
posición y su necesidad histórica en la etapa espartaquista de
Revueltas, según la división propuesta por Enrique R., como una
forma de crítica libre contra el sectarismo del PCM, “contra los
poltrones, contra los filisteos, contra los engañadores de
profesión, contra las avestruces que entierran la cabeza en la
arena”, tomando a título de oportuno préstamo estas palabras
dirigidas a su hermano Silvestre en una carta del 22 de abril 1938.
Dadas tales condiciones, ¿qué tenía que decirle José Revueltas a
todos los engañadores de profesión?
Ensayo sobre un proletariado sin cabeza es un texto, según
palabras de Philippe Cheron, al igual que la obra del escritor
mexicano, poco leído. Es una excepción histórica. Quizás se trate
del más importante intento de análisis dialéctico materialista de la
política mexicana de más de medio siglo y una interpretación de la
condición del proletariado mexicano. La obra ha permanecido en la
oscuridad más de medio siglo. La tesis de la obra es que en México
(hasta 1960) no ha existido un partido comunista que represente en
la realidad objetiva, con absoluta independencia, los intereses del
proletariado. El ensayo argumenta la “irrealidad histórica” del PCM.
El Partido Comunista Mexicano existía físicamente pero no era real
porque no representaba la conciencia organizada de la clase
proletaria, sino que estaba enajenado a la conciencia de la
burguesía. Por tanto, tenía una existencia irreal. Era un partido
sin cabeza, o mejor dicho “con una cabeza que no le pertenecía”. En
otras palabras: para despertar de un sueño no es suficiente darse
cuenta que se sueña, es necesario querer despertar y no sólo eso, es
indispensable encontrar los medios para hacerlo. El proletariado en
México no tenía los medios para despertar porque no sabía que quería
hacerlo porque no sabía que soñaba. Para determinar este hecho,
Revueltas elaboró una interpretación materialista de la historia
reciente de México, desde los albores de la revolución hasta la
conformación y años de acción del partido comunista. Revueltas
afirma que la conciencia proletaria se encontraba enajenada por tres
corrientes ideológicas:
-
Corriente democrático-burguesa. Representada por la
ideología de la revolución. Esta corriente estaba dividida en
“ala izquierda” nacional-revolucionaria, y “ala derecha”
nacional-reformista. Tenía sus posiciones en el gobierno y en el
partido oficial.
-
Corriente del “marxismo democrático-burgués”. Encabezada por
Lombardo Toledano.
-
Corriente sectario-oportunista. Representada por el PCM y el
Partido Obrero (PO).
Revueltas enfatiza el hecho de que lo que se juega en las tres
corrientes es el papel de la burguesía nacional. La burguesía
nacional logró constituirse como clase en el gobierno pero
disfrazada con los colores de la revolución, por tanto, no
reconocida como tal. De acuerdo con Revueltas, la clase burguesa “no
constituye una clase determinada, sino una revolución de todo el
pueblo, su programa no es el de una parcialidad social, sino el
programa del país entero que se expresa en la constitución”. La
clase burguesa no era la expresión abierta de sus intereses de
clase, era ella misma la encarnación de la revolución, incluso el
partido del gobierno llegó a constituirse como principio de
nacionalidad. Todas las acciones de la burguesía oculta en el
gobierno resultaban ambivalentes y convenientes al propio interés de
clase. El gobierno era revolucionario y progresista, movía a las
masas con la estructura del partido, el cual funcionaba como una
extensión social del Estado y hacía concesiones a los trabajadores.
La revolución burguesa absorbió a la clase proletaria y evitó que
surgiera su ideología y acción independiente. El desprestigio
histórico de Ricardo F. Magón responde al hecho de que fue el único
pensador político capaz de vislumbrar, aun antes de que ocurriera,
la enajenación histórica del proletariado frente a la ideología
burguesa, los ideólogos de la revolución suprimieron la importancia
histórica de Magón. La revolución mexicana fue una revolución
democrático-burguesa que se encargó, entre otras cosas, de derribar
las formas latifundistas de producción que aún persistían en México
durante el porfiriato y de combatir a la burguesía extranjera. Esta
situación histórica hacía pensar a las diversas facciones obreras
que el partido comunista tenía que unirse a la burguesía nacional
revolucionaria en su combate contra la burguesía extranjera
imperialista, reaccionaria y opresora. La contradicción de esta
praxis, que adolecía de reflexión teórica y de sus mediaciones, era
que no era una praxis legítima y real. El proletario en México, en
tanto que carecía de conciencia histórica de clase, se transformó
ideológicamente en un no-proletario que luchaba por un no-socialismo
a pesar de que objetivamente sufría las vejaciones de su condición
deshumanizada.
Esta característica de la burguesía nacional, aunada a una falta
histórica de teorización materialista, es decir, a la ignorancia del
marxismo en México, resultó en la confusión del proletariado en
México; esta condición dejaba el camino abierto al oportunismo y
sectarismo, a aquellos líderes a los que Revueltas llamaba
“ideólogos de la enajenación”. A esta situación histórica la
fracción espartaquista, que en palabras de Enrique Rojo “no es otra
cosa que el intento de aplicar en México la teoría leninista del
partido”, intentó brindar las pautas para la creación del partido
obrero. El ensayo de Revueltas brinda principios prácticos para la
acción de la clase obrera.
En este punto se alcanza a vislumbrar una de las limitaciones del
ensayo y de la LLE. No lograron constituir una crítica concreta para
la creación del partido. Revueltas fue expulsado de la liga en 1963.
De acuerdo con Jaime Ortega, maestro en estudios latinoamericanos
por la UNAM, quien participó la tercera jornada del coloquio, a
pesar de que el núcleo conceptual del ensayo de Revueltas es
poderoso, de que pone en cuestión el problema de la totalidad y de
que la historia de los últimos cincuenta años permite ampliar la
tesis revueltiana de la mediatización de la totalidad del cuerpo
político llevada a cabo por el Estado mexicano, el ensayo contiene
al menos dos debilidades o ingenuidades. A saber:
1. La esperanza de que el problema central se encuentra en la
teoría del partido. Tesis que perdió fuerza durante la etapa
pos-espartaquista, con el advenimiento del movimiento
estudiantil y cuyos cambios teóricos están expresados en su
texto Dialéctica de la conciencia.
2. La insuficiencia del material historiográfico del trabajo de
Revueltas. En su recapitulación histórica, el ensayo recurre
como fuente de evidencia de contenido ideológico a las obras de
políticos, tal es el caso de Ponciano Arriaga, Portes Gil y el
propio Magón. A juicio de Ortega, este material no es
suficiente.
No obstante, quizás no resulte del todo aventurado
agregar que incluso allí donde confluyen algunas limitaciones de
Revueltas, su aura no se extingue, sino que nos alecciona una vez más.
La realidad como construcción social es algo que no se logra
individualmente. Sólo en la medida en que se reflexiona conjuntamente el
trabajo teórico pueden suprimirse gran parte de las limitaciones, si
este pensamiento es válido para la teoría con cuanta más razón para la
praxis. Las limitaciones de Revueltas son quizás producto de su
excepcionalidad histórica. Sembrar en soledad siempre será más
extenuante que hacerlo en compañía. ¿Queremos seguir siendo hombres que
reflexionen en soledad? ¿Reflexionar en soledad no confiere cierta
oscura inclinación por reflexionar la soledad?
Cuando en un sueño lo único que debería ser real (mediación concreta que
aspira a unir teoría y praxis, el partido, confianza en el otro,
literatura, la expresión vívida y concreta de la totalidad que desea
vivir) aparece hipostasiado como parte de la totalidad un sueño, la
total irrealidad en que el sueño se transforma se revela como soledad
para quien es capaz de distinguirla en su existente irrealidad.
Despertar es romper esa soledad, pero la mayoría permanece dormida. La
vigilia es el estado de los que no olvidan su soledad, de los que evitan
que el sueño más terrible se suspenda triunfante. Para algunos este
principio se vuelve imperativo teórico, moral y estético. Tal es el caso
de José Revueltas. Su soledad se manifestó como necesidad de convertirse
en protector de la vigilia. Alguien tiene que permanecer despierto.
Sobrellevar una vida exaltando ese valor es sufrir la propia soledad y
vivir los sufrimientos que el prójimo sufre injustamente pero cuyas
penurias experimenta inconscientemente, como contradicción objetiva pero
no consciente, como un sujeto-objeto no idéntico. Despertar al otro es
un quehacer filosófico, político-moral y literario. Despertar al otro es
despertar al otro concreto, no a un sujeto abstracto o trascendental. En
otras palabras, despertar al otro es enfrentarse a la cruda realidad,
despertar al obrero, al compañero, a la madre. Hay que escribir con los
pies puestos en la tierra. A propósito de este proyecto general de vida
de Revueltas, permítaseme concluir con estas palabras tomadas de la
carta a Silvestre ya citada más arriba:
Decía Dostoievski, a quien cada día amo más, que para
él no hay nada más fantástico que la realidad. Pero para poder ver la
realidad en ese sentido vertiginoso y lleno de misterios [...],
necesitamos vivir en medio de la exaltación y el sufrimiento. Hay que
sufrir ahora por los demás. No excluyo la alegría del arte. Pero me
parece que el drama es lo que más acerca al hombre —mientras tengamos un
hombre tan dramático— y mientras más cerca del hombre esté el arte, es
más arte. [...] No precisamente decir la verdad o la mentira —eso
todavía es un prejuicio— sino decir la Vida, que no es falsa ni
verdadera, sino simplemente Vida, con sus contradicciones y su dolor. |