La nueva mujer en Argentina

Cristina Pizarro

Este artículo persigue como propósito delinear algunos rasgos peculiares sobre el perfil de la nueva mujer en la Argentina.

El eje principal gira alrededor de la conquista de la identidad femenina en su realización personal, abarcando su rol sexual en la pareja, su función social en la familia, en la esfera laboral, profesional, en la sociedad en general, a través de diversos campos: lo político, científico, económico, educativo, artístico, cultural, religioso.

Se ha focalizado la problemática en la generación nacida entre las décadas del 40 al 60 y perteneciente a una clase media según sus parámetros socioeconómicos y culturales, es decir que ha tenido posibilidades de cursar estudios, que se desempeña en alguna actividad laboral, ejerce su profesión y al mismo tiempo se ocupa de la organización familiar, la administración hogareña y atención de los demás miembros de su familia, a veces con la ayuda de una empleada doméstica para el cuidado de una vivienda propia, es decir adquirida como un bien inmueble.

La República Argentina cuenta con treinta y tres millones de habitantes, según el último censo realizado en 1991(hecho que ocurre cada diez años).

Nuestra historia comienza a partir del siglo XVI con la llegada de los primeros exploradores y descubridores, originarios en su mayoría de la península ibérica. Con la colonización española tuvieron lugar las fundaciones de las principales ciudades del país: Tucumán (1565), Córdoba (1573), Santa Fe (1573), Buenos Aires (1580). Después de un largo período de gobernadores del Río de la Plata, surge la gran fuerza del Virreinato del Río de la Plata (1776) hasta la proclamación de la Independencia (1816). A partir de entonces, se suceden las luchas y campañas militares y las asambleas y congresos hasta alcanzar la Carta Magna con la Constitución de 1852. A partir de ese momento se da comienzo al período con gobiernos presidenciales.

Es preciso destacar que en las últimas décadas del siglo XIX se promovió con impulso la inmigración, especialmente de países europeos. Entonces miles de españoles, italianos, franceses, y otras colectividades se asentaron en distintos territorios para labrar las tierras, instalar comercios e industrias relacionados con los frutos del país (cueros , lanas, carnes).

Nuestro país es un crisol de culturas, que puso su mirada exclusivamente en la Europa occidental, con mucha raigambre por lo mediterráneo y por otro con cierta admiración y respeto por la cultura anglosajona.

En los distintos ámbitos de las artes, lo europeo predominó hasta después de la Segunda Guerra Mundial, momento desde el cual el poder se va trasladando a los Estados Unidos de Norteamérica.

En ese contexto histórico, la mujer argentina ha ido imitando y adoptando modelos de identificación de los países extranjeros. Si bien prevaleció un tronco matriz dominante cuyo mandato fue dado por la matronas italianas y las damas españolas , quienes sólo podían hablar con otras damas y con el sacerdote , pues éste también vestía faldas como las mujeres.

Tenemos así una mujer que ha ido construyendo su identidad sobre la base de un proceso de identificación. Es oportuno señalar que la identificación es una operación activa que toma formas diferentes y a veces contradictorias del entorno y de nuestra historia personal, con la finalidad de establecer una ligazón con el otro, es decir, con un sujeto distinto de uno mismo.

En nuestra sociedad postmoderna, caracterizada por el individualismo y la lucha por el poder, las transformaciones sociales se van renovando a través de la reflexión y el disenso. Frente a la complejidad del entramado social cuya peculiar característica es la heterogeneidad, uno de los asuntos principales que requiere un abordaje, es la defensa de lo múltiple. Esto implica poner, en primer plano, algo primordial que consiste en no confundir igualdad e identidad. Distinguir igualdad de identidad, para no caer en la trampa de adoptar posiciones extremas , parciales, tendenciosas.

La idea de mujer no es nueva; pero sí es nueva su concepción como ser total, que manifiesta su verdadera esencia e identidad. Arriesgamos a expresar que el descubrimiento de la mujer está relacionado con el ingreso del "sexo" en la vida económica, o tal vez a un regreso al ciclo de la producción. Esta mutación tuvo lugar a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. La mujer se convierte en fuerza de trabajo y al quedar ligada al progreso del movimiento obrero, fue comenzando a cuestionar su condición de "proletaria del hombre".

Poco a poco logra obtener el derecho al voto, (en 1952, en Argentina) comienza a elegir y ser elegida. También empieza a ejercer en forma mancomunada con el hombre las funciones de jefes de familia (últimas décadas del siglo).

2. Imaginario social y ruptura de estereotipos.

Con respecto de la mujer, todavía en la actualidad conviven posturas paralelas de la sociedad en general, opiniones contradictorias desde los roles masculinos, aspectos conflictivos centrados en las actitudes de mujeres de distintas generaciones.

Por un lado, abunda una multiplicación de imágenes degradantes de la mujer.

Por otro, existe una sobreestimación de ciertas virtudes femeninas. El común denominador es que en ambos casos, se saca provecho y se los explota con fines puramente comerciales.

Dado que todos estamos inmersos en un ámbito que exige que los roles fijos estén en constante proceso de transformación, es evidente que las vías a la interacción sexual son diferentes. Asimismo, se abren nuevos caminos al derecho de la maternidad y a la paternidad. Se promueven otros modelos para la elección profesional y las relaciones laborales.

Para concebir una nueva imagen de la mujer, en la actualidad se hace imprescindible revisar la historia de las representaciones, desciframiento de las imágenes y descodificación del discurso, los cuales expresan la evolución del imaginario masculino y de la norma social. La especifidad femenina se fue modificando no sólo al servicio del hombre sino también de toda la familia.

El signo de nuestro tiempo relacionado con el incesante mutación social, la emancipación y la evolución histórica del imaginario social, acentúa como rasgo característico las posibilidades que obtiene la mujer de autorrepresentarse, de ir modificando la percepción que cada mujer tiene de sí misma; es decir, la mujer ya está en condiciones de asumir su propia voz y en sus actos y su discurso pone, en primer plano , esa única y auténtica expresión que incorporó, de modo tal que en su libre ejercicio, la mujer enuncia aquellos prejuicios y tabúes que, muchas veces, los estereotipos sociales intentar silenciar o reprimir.

En esa conquista, la mujer toma la palabra y el control de su identidad, subraya las implicancias políticas de la representación. Mediante la ruptura de eso estereotipos propone múltiples formas de realización personal. Ser mujer ya no significa esa conciencia de lo obvio en que se asentaba la existencia cotidiana de nuestras madres y abuelas, que relegaba a las mujeres a la iglesia, a la cocina y a los niños. Lo que se asumía como algo desde el nacimiento y que, en tanto tal, no parecía requerir explicación, tiende ahora a verse como un repertorio de comportamientos programados, como un "rol", un "libreto", o una "forma de actuación", con la que muchas mujeres ya no estaban conformes.

Sin embargo, la tensión entre los reclamos de autorrealización personal, profesional o artística y los mandatos sociales de autosacrificio y suma entrega a los deberes "sagrados" de la maternidad sigue irresuelta para la mayoría de las intelectuales argentinas.

Ante las nuevas técnicas de procreación debe verse la manifestación de esta asimilación mujer-cuerpo-objeto, o el advenimiento de un derecho a la maternidad, que reemplazaría al antiguo deber, o la posibilidad de una recomposición de la pareja alrededor del hijo.

Al disociar la sexualidad de la reproducción, l a concepción de filiación y la filiación biológica de los vínculos afectivos y educativos, estas técnicas remiten a una reflexión sobre la eugenesia y sobre los derechos fundamentales de la persona.

3. Identidad femenina y realidad social

Estamos en un momento histórico en el que coexiste un espacio común a hombres y mujeres, un espacio en el cual la igualdad de derechos y de oportunidades preservará las diferencias de las identidades.

Asimismo, en forma simultánea estamos ante la presencia de que no sólo hay una diferencia de sexos, sino también de registros sexuados heterogéneos, dos modos de relación con el mundo y con la sexuación, cuya armonización es por lo menos difícil, cuando no imposible, a menos que no se aliene al otro.

Hay dos sexos, sí, pero sólo hay una cultura. De modo que aún persiste, en algunos sectores, la idea de que el destino de la mujer es ser respecto del hombre. Dichas formas de exclusión dependerán del discurso dominante. Evidentemente, en toda sociedad, se vislumbra el poder. No hay sociedad sin poder: sólo podrá haber desplazamientos de poder.

En consecuencia lo fememino existe como descontrucción, como instancia de diseminación y de indecibilidad irreductible a la lógica dual. Lo femenino no implica la destrucción de un mundo falogocéntrico. Ser en el mundo femenino implica escapar al orden de la dominación.

Durante mucho tiempo, la celebración de la belleza femenina conservó una dimensión elitista. A lo largo del siglo XX, el culto del sexo femenino fue adquiriendo una dimensión social más democrática. Las revistas dirigidas a la mujer y la publicidad exaltan el uso de productos cosméticos para todas las mujeres. Al mismo tiempo, se desencadena una dinámica industrialización de los productos de belleza, es decir, que el desarrollo de la cultura industrial y mediática ha permitido el advenimiento de una nueva fase de la historia de la mujer, su fase comercial y democrática. Poco a poco, se fue dando una ruptura de los límites a la proyección social de la mujer.

Fueron desapareciendo los límites sociológicos a través de la difusión de las imágenes y los cánones de belleza a los diversos estamentos socioculturales. Desaparecieron los límites del imaginario, en tanto que la belleza se desprendió de sus lazos con la muerte y el vicio. También se consiguieron vencer los límites naturales a través de la cirugía estética y los cuidados intensivos para poder triunfar sobre los defectos físicos y los estragos del tiempo.

Las glorias y miserias del cuerpo, la belleza física y su deterioro, los fantasmas del envejecimiento, la afirmación del puro goce sexual, las conflictivas relaciones entre el placer corporal y la satisfacción afectiva, son algunas de las obsesiones más asiduas en el pensamiento y el diálogo femenino en nuestros días.

El debate cada vez más intrincado en torno de la pornografía, que es vista como denigración de la mujer o como ejercicio de la libertad sexual, saca a la superficie tensiones y contradicciones que las mujeres aún no han podido resolver.

La mayoría sigue oscilando entre la negativa a convertirse en objetos eróticos y el miedo de volverse "invisible" a los ojos masculinos; entre la vocación de censura y el deseo de romper los diques de la moral y las "buenas costumbres", entre el lamento de la víctima y la celebración triunfalista de una sexualidad femenina sin pudores ni límites.

4. La nueva mujer y la escritura

En la sociedad actual, la participación de las mujeres en la vida cultural ha experimentado un desarrollo extraordinario, como consecuencia de las luchas feministas, la evolución tecnológica, que prolonga el tiempo libre, la modificación en las estructuras de producción cultural. Evidentemente, las mujeres disponen de un espacio mayor para expresar su creatividad.

La creación literaria ha tenido una participación prominente en este proceso. En algunas circunstancias la escritura aparece como un ejercicio inseparable de las emociones y de la subjetividad individual; por lo tanto, ha dado y sigue dando respuestas heterogéneas , difíciles de integra en un sistema coherente, y, en algunos casos, incluso contradictorias.

Uno de los temas esenciales es el vínculo entre los sexos, y ese es un tema que interesa por igual a hombres y a mujeres. La cuestión es precisar ,en el acercamiento a una lectura crítica, desde qué punto de vista ha sido concebido el texto.

Esta literatura escrita por mujeres no sólo reacciona, en general, contra la mitificación de la mujer e intenta subversivamente desfondar, desgastar, despolarizar y revalorizar los arquetipos existentes hasta el momento, sino que también uno de sus principales "ejes de empuje" apunta a las instituciones del matrimonio, la familia y la maternidad, hasta ahora sacrosantas y relacionadas con el concepto de feminidad.

Los trabajos de nuestras escritoras para elaborar imágenes de sí mismas emanados de una consciencia de género cubren estrategias y entonaciones ideológicas muy varias: desde la articulación de un sentimiento de fealdad y minusvalía hasta la glorificación del cuerpo femenino; desde acentos patético-trágicos hasta una sutil ironía autodescriptiva; desde la mímesis ambivalente hasta la parodia bufonesca de los ideales de belleza y el retrato patriarcal de la mujer; desde la romantización del erotismo femenino hasta el exhibicionismo con alardes de conquista sexual; desde un estilo "sublime", barroco, arcaizante, hasta el más recio argot y la abierta obscenidad.

La satisfacción por el propio cuerpo, el reconocimiento de la desnudez, el atrevimiento a autocontemplarse representan el primer paso importante en el proceso de liberación de máscaras y tapujos.

La mujer reconoce en sí misma y en su propio lenguaje los códigos culturales que le han permitido construirse como "femenina", y encauza los grandes temas líricos: el amor, el paso del tiempo, el deterioro y la muerte con una identidad no sólo artística sino también con una identidad genérica en una sociedad que aún conserva un vestigio patriarcal.

Anexo

En Argentina, hay un gran auge de la novela histórica. Muchas escritoras se han detenido a realizar rigurosas investigaciones acerca de las biografías de mujeres que han pasado a lo largo del tiempo y han encontrado en sus profundas indagaciones, historias de grandeza en su existencias, fuerza vital para sobrellevar situaciones de guerras y revoluciones por la independencia.

Como testimonio de lo antedicho, se podría citar el texto Amantes, cautivas y guerreras, de la escritora argentina Marta de Paris, en el que se narran hechos protagonizados por grandes mujeres que tuvieron una aciva presencia en la luchas por la emancipación americana. Amantes como Manuela Sáenz, la querida de Simón Bolívar, están ligadas a amores imposibles en momentos decisivos de la gesta libertadora. Las "Cautivas del Paraguay", rehenes de la guerra de la Triple Alianza, defendieron a la patria, a la unidad familiar y al derecho a la vida. Guerreras como Juana Azurduy, la única mujer distinguida por el Ejército con el grado de Teniente Coronel.

María Rosa Lojo en Una mujer de fin de siglo, novela la vida de Eduarda Mansilla de García, sobrina de Rosas y hermana de LucioV.Mansilla. "La protagonista es alguien que lucha en un contexto cerrado por realizar una vocación.Y si bien las cosas han cambiado mucho desde su época (ella murió en 1892 a los 58 años), aún hay ámbitos que siguen siendo exclusivos del varón. En ese tiempo la inteligencia de la mujer era algo bastante incómodo, de mal gusto y, en el mejor de los casos, el convencional adorno de una dama. "Eduarda Mansilla que llevaba una vida holgada , buena posición social y económica y estaba casada con un diplomático, lucha por convertirse en una escritora." (palabras de la misma autora) .

Cristina Pizarro
6 - 08 - 2004

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