Contra las cuerdas - de Sebastián Jorgi - por Cristina Pizarro 

"Polifonía en el espacio y el tiempo".

Entre la selva y los bosques, según la cita de Hemann Hesse y como en la Divina Comedia de Dante Alighieri, se inicia este poemario de Sebastián Jorgi en donde convergen un juego de voces en el espacio y el tiempo

Contra las cuerdas nos remite a un lugar simbólico en donde el ser está atado y sostenido ante la temeridad del vivir, en los límites de la angustia existencial.

Es la mujer que se ama y que también aparece en El castillo como protección y refugio de la debilidad humana.

Un camino difícil de transitar, que se recorre contra viento y marea en el silencio. Por eso se entreabre la ficción en esta aventura del héroe que se refleja en la pantalla cinematográfica. El hombre que ama tambalea ante la belleza femenina.

Se percibe el cansancio y el sobrepeso de la indiferencia en una sociedad azarosa y hostil.

Son los rostros desvanecidos por el tiempo .En los ayeres resuena la música. Permanecen los "folletines inconclusos" como fiel testimonio del devenir.

Es el yo lírico atrapado en el ring que lee el Libro de la Vida.

El pasado empuja, se sumerge con prisa .Desesperanza ante la violencia que acontece alrededor.

Un tono de ruego en la oración divina se entremezcla en los recuerdos difusos tal como si persiguiera el humo. Es sangre y aire que se mecen en el espacio de la última pelea. Sin aliento. El deseo de una copa para mitigar el dolor.

La Mujer como bálsamo se erige como salvación ante el derrumbe social y la pobreza. La Virgen de Guadalupe y Santa Lucía y la propia madre están en el rezo cotidiano para atravesar el "bosque interminable".

Ponerse la máscara una y otra vez, armarse de coraje con casco y escudo de colores brillantes.

Tras el abandono, seguir batallando cono fuerza para no sucumbir.

El instante fatal frente al peligro. La derrota tan temida será vencida contra las cuerdas. Las ilusiones de la infancia siguen intactas en la calamidad. El deseo de la Vida. La tragedia en diagonal del hombre devorado (Homo homini lupus).

De pie, con firmeza, se acomete el duelo embebido en agua bendita. La caída de la sombra se juega en el ring persistiendo en la jugada en un espacio habitado por la nostalgia en penumbra. La victoria y la bendición.                                 

Cristina Pizarro
Buenos Aires, 14 de diciembre de 2006

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