Alberto Zum Felde[1] y la literatura uruguaya por Jorge Oscar Pickenhayn
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Hace ya cuatro años que falleció Alberto Zum Felde (1889-1976), uno de los historiadores y críticos literarios más renombrados que tuvo el Uruguay. Sus juicios, agudísimos, trascendieron primero en diarios y revistas, concentrándose luego en varios libros, entre los cuales Proceso histórico del Uruguay (1919), Crítica de la literatura uruguaya (1921), Estética del Novecientos (1929), Proceso intelectual del Uruguay y crítica de su literatura (1930), Indice de la poesía uruguaya contemporánea (1935), La literatura del Uruguay (1939), El problema de la cultura americana (1943) e Indice crítico de la literatura hispanoamericana: volumen 1, "El ensayo y la crítica" (1954); volumen II, "La narrativa" (1959). También publicó otros trabajos, como ser la colección de sonetos Domus aurea (1908), que firmó con el seudónimo de Aurelio del Hebrón; las piezas teatrales Lulú Margat y La hiperbórea (fechadas en 1908), además de La ciega escrita para la compañía de José Podestá, elenco que la estrenó al terminar la segunda década de este siglo; El Huanakaurl (1917), exhortación en pro de un "americanismo radical", es decir de una autonomía ideológica en nuestro continente; los misterios titulados Alción (1934) y Aula Magna (1937), que Sara Bollo analizó, extensamente, en su revisión de la "Literatura uruguaya"; las reflexiones sobre temas sociales, políticos y religiosos incluidas en El ocaso de la democracia (1939) y Cristo y nosotros: el problema religioso y la cultura contemporánea (1959). Esta última obra, escrita después de la conversión de su autor al Catolicismo, en 1956, expone los motivos que lo llevaron a elegir ese camino en un mundo que, fuera de tales límites, veía perturbado por la intolerancia y la violencia. Al comentar, en 1969, el contenido de uno de sus libros fundamentales -Proceso histórico del Uruguay (Montevideo, Maximino García, 1919; reimpreso en varias oportunidades)- admitió que tuvo en cuenta allí, entre las causas materiales y culturales propias de aquella evolución, el factor económico; pero sin atribuirle "ese carácter determinante, principal y casi exclusivo, que tiene para los marxistas". Y agregaba: "Actualmente se cultiva mucho una crítica histórica fundada en el marxismo, haciendo del materialismo histórico la causa determinante de todo el proceso político y cultural. No estoy de acuerdo con esa unilateralidad, pero admito y siempre admití que el factor material es de los importantes en la vida y evolución de una sociedad" (transcripción de las declaraciones grabadas en cinta magnetofónica para el Departamento de Investigaciones de la Biblioteca Nacional del Uruguay, citadas por Arturo Sergio Visca en Conversando con Zum Felde (Montevideo, Biblioteca Nacional, "Reportajes culturales", nº 1, 1969; p. 39). Para determinar mejor el contenido de este libro primigenio, conviene reproducir lo dicho al respecto por el propio Zum Felde, años después: "El Huanakauri postula el americanismo radical que yo profesaba en 1917 y que continuó posteriormente", aunque sin aquella primera "euforia del catecúmeno" (op. cit., p. 36). Quiso resumir el concepto básico de El Huanakauri en estos términos: "para un americano intelectual, la autenticidad ontológica de su cultura depende de que la encare desde el punto de vista de América, asimilando la cultura universal, pero viviéndola como americano; en caso contrario, sólo es exteriormente culto, postizamente culto" (ibid., p. 37). Al principio, se publicaban dos colaboraciones suyas por semana -sobre Rodó, Reyles, Herrera y Reissig y otros escritores de la generación del Novecientos-; después aparecieron, con mayor frecuencia, juicios sobre la literatura uruguaya desde sus comienzos, incluyendo artículos esclarecedores en favor o en contra de ciertas figuras tradicionales, como Alejandro Magariños Cervantes, Francisco Acuña de Figueroa, Carlos Roxlo y sobre algunas páginas de José Enrique Rodó y Juan Zorrilla de San Martín donde los indiscutibles méritos de estos autores, aparecían en cierto modo disminuidos. Tales censuras despertaron una violenta reacción entre quienes admiraban incondicionalmente a dichas glorias del patrimonio nacional. "Yo no los negué -aclararía Zum Feide-; esto hubiera sido falso, porque ambos tienen valores positivos". También hubo elogios y palabras favorables para ellos y para otros poetas y prosistas, no faltando, el espaldarazo para los más jóvenes, siempre y cuando dispusiesen de talento. Zum Felde fue, por otra parte, uno de los primeros en reconocer las virtudes literarias de Eduardo Acevedo Díaz y en analizar, esmeradamente, la obra de Julio Herrera y Reissig, Florencio Sánchez, Delmira Agustini, Juana de lbarbourou, Fernán Silva Valdés, Pedro Leandro Ipuche, Adolfo Montiel Ballesteros, Francisco Espínola, Alberto Lasplaces, Ildefonso Pereda Valdés, Emilio Frugoni, José Pedro Bellán, Justino Zavala Muníz, Emilio Oribe, Mario Ferreiro, Roberto lbañez y otros escritores, consagrados luego. También estimó, con acierto, la posición filosófica de Carlos Vaz Ferreira. Dijo que, por sus antecesores paternos, era de origen germánico y, por línea materna -Alberdi-, iberoamericano; también manifestó no haber realizado estudios universitarios, siendo su cultura la de un autodidacta. Para completar tales referencias conviene señalar que Zum Felde asistió, como alumno (sólo discreto) a la escuela que las hermanas Manrupe -María y Ofelia- tenían en la calle 18 de Julio, entre Vázquez y Médanos, iniciando después los cursos del bachillerato, que dejarla inconcluso. Completó su educación leyendo libros que eran propiedad de sus hermanos: Emilio, estudiaba Derecho (aunque después se dedicara al profesorado en Filosofía) y Carlos, Literatura. Con respecto a otras publicaciones suyas de esta época, Zum Felde declaró, en la citada noticia autobiográfica, que, alrededor de 1918, dio a conocer Esquema de una Sociología Nacional, levemente posterior a El Huarakaurl. En las noventa y cinco páginas de este ultimo libro trató de infundir al americanismo cultural un sentido trascendente: "hermético y permanente en su doctrina, adolece empero dicho poema (compuesto de 153 estancias) de un excesivo énfasis verbal, que lo hace en general difuso, debilitando su poder. Cabe su refundición en forma más certera" (op. cit., p. 321). Concretarla dicho propósito, años más tarde, en El problema de la cultura americana (Bs. As., Losada, 1943, 233 páginas). Después de El Huanakauri, publicó Proceso histórico del Uruguay, su obra más importante de aquel periodo, seguido por Crítica de la literatura uruguaya (Montevideo, Maximino García, 1921), donde concentró los artículos periodísticos publicados antes en "El Ideal" y en "El Día". Este fue el paso intermedio para llegara la versión depurada del mismo propósito en Proceso Intelectual del Uruguay y crítica de su literatura que editó, en 1930, la Comisión Nacional del Centenario. Comprende tres volúmenes -"Del Coloniaje al Romanticismo", "La generación del Novecientos" y "La promoción del Centenario"-, el segundo de los cuales resume las conferencias pronunciadas, en setiembre de 1927, a pedido de la Federación de Estudiantes de la Facultad de Humanidades de la ciudad argentina de La Plata y publicadas en Buenos Aires, bajo el título Estática del Novecientos, por la librería El Ateneo, en 1929. Su ejemplo sería emulado por otros eminentes críticos uruguayos, entre los cuales algunos nacidos, como él, a fines del siglo XIX. Ese fue el caso de Víctor Pérez Petit, José Enrique Rodó, Luisa Luisi, Montero Bustamante, Alberto Nin Frías, Eduardo Dieste, Osvaldo Crispo Acosta ("Lauxar") Alberto Lasplaces, Gustavo Gallinal -muy ponderado por Zum Felde, quien consideraba que sus trabajos, además de eruditos, tenían "un agudo sentido de los valores, que es lo importante en la materia"-, Mario Falcao Espalter, Emilio Oribe, José Pereira Rodríguez, Antonio M. Grompone y Gervasio Guíllot Muñoz. También por los que ya nacieron en el siglo XX: Santiago Dossetti, Gastón Figueira, Roberto Ibáñez, Washington Lockhart, Esther de Cáceres, Sarah Bollo, Carlos Real de Azúa, Arturo Sergio Visca, Carlos Martínez Moreno, Idea Vilariño, Marlo Benedetti, José Pedro Díaz, Angel Curotto, Emir Rodríguez Monegal, Walter Rela, Domingo Luis Bordoli, Julio O. da Rosa, Sarandy Cabrera, Dora Isella Russell, Jorge Medina Vidal, Angel Rama, Ida Vitale, Iván Kmaid, Nancy Baceló, Alberto Paganini, Rubén Cotelo, Tabaré Freire, Carlos Maggi, Heber Ravioio, Eneida Sansone, Fernando Aínsa, Enrique Elissalde, Daniel Vidart, Magda Oiivieri, Jorge Albistur, Washington Benavides, Alvaro Casal, Jorge Arbeleche, Alberto C. Bocage, Hugo Achúgar, Alejandro Paternain, Mercedes Ramírez de Rossiello, Enrlque Estrázulas, Ruben Loza Aguerrebere y otros. Algunos de ellos intervinieron en la redacción de La historia de la Literatura uruguaya en fascículos, publicada por el Centro Editor de América Latina (Montevideo, 1988), inspirada en trabajos anteriores de Carlos Roxlo (Historia crítica de la Literatura uruguaya, en siete tomos; (Montevideo 1912 a 1916) y de Carlos Reyles (Historia sintética de la literatura uruguaya) en tres tomos; Montevideo ed. de la Comisión del Centenario, 1930a 1931). En estos últimos años hubo algunos buenos ensayos crítico-literarios, especialmente las contribuciones de Arturo Sergio Visca, como Tres narradores uruguayos: Reyles, Viana, Morosoli (1962), Aspectos de la narrativa criollista (1972), Ensayos sobre literatura uruguaya (1975), etc. También los aportes de Walter Rela en Fuentes para el estudio de la literatura uruguaya (1968), Teatro uruguayo; 1807-1979 y en sus presentaciones de Eduardo Acevedo Díaz; Carlos Reyles, Florencio Sánchez, Felisberto Hernández, Ernesto Herrera, Bartolomé Hidalgo y múltiples cuentistas. Lo mismo los de Sarah Bollo sobre La poesía de Juana de Ibarbourou (1935), José Enrique Rodó (1951), El Modernismo en el Uruguay (1951 y 1978), Delmira Agustini (1962 y 1963) y Literatura uruguaya (impreso, primero, en dos volúmenes: Montevideo, Orfeo, 1905 y reeditado, en forma actualizada, por la Universidad de la República, en un solo tomo, en 1975). Serios y documentados los artículos sobre Horacio Quiroga, Juan Zorrilla de San Martín, Roberto de las Carreras, Juan Carlos Sabat Pebet y otros escritores, por igual que los comentarios bibliográficos que habitualmente se publican en este suplemento literario, de Dora Isella Russeil, autora también de la valiosa compilación y de las notas aclaratorias para la edición española de las Obras completas de Juana de Ibarbourou (Madrid, Aguilar, primera edición, 1953; segunda, 1960; tercera aumentada, 1968). Estos críticos y ensayistas continúan, entre otros -cada uno dentro de su particular modalidad- la obra iniciada, hace más de medio siglo, por el espíritu sagaz de Alberto Zum Felde, verdadero maestro en la difícil tarea de evaluar, con justicia, el talento ajeno. Ver, además: [1] Alberto Zum Felde en Letras Uruguay
Editado por el editor de Letras Uruguay Email: echinope@gmail.com Twitter: https://twitter.com/echinope facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce Linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-echinope-arce-1a628a35/
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