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Aquí estoy para vivir
Poema de Alfredo Pérez Alencart
alen@usal.es

 

Aquí estoy para vivir
mientras el alma me suene

MIGUEL HERNÁNDEZ

 
 

Porque sé que tu memoria quedó preñada de silencios
yo abro mi boca para no quedar pasmado
cuando otra vez los alacranes busquen nido en este suelo.

Y porque yo te tengo como el hermano que antes
dejó caer sus lágrimas por el infierno de los suyos,
en mi sangre acumulo tu propia sed
y abro en surcos mi corazón mientras pueda, mientras
el árbol de la vida no sea cortado con ráfagas de plomo
o se utilice para hacer crucifixiones en la calle,
o para envigarme los ojos con siglos zurcidos
utilizando el terrible hilo de la envidia.

Embadúrnome de esperanza, limpio manantial
donde deslavar el odio y aquellas heridas
que traspasan mi costado. Y despídome. Y levántome.
Y deténgome donde mi familia crece en una claridad
que no pisan las hienas; crece sobre un símbolo
más fuerte que el miedo o toda piel de cordero
erizada de revanchas.

Y aunque por tu cárcel voy a entristecerme
y aunque a tu sufrir yo vaya a consolar, debo seguir
cantando a la vida renegrida, hermosa a pesar de los tragos
amargos, de las estocadas o de las pústulas que manan
del hueso antiguo de Caín.

Ahora estás en mi corazón, vivo compañero antiguo,
hermano tan presente con tu puño
repleto de amor.

Repleto de amor quedo en tu pliego de testimonios
cuyos bordes rojos los repintó para siempre. Tampoco
hoy se perderá tu canción en los pedestales de mi tiempo,
en mis días desembarazados del luto inmenso,
de huérfanos y viudas junto a la cara destapada de los salvajes.

En mi tiempo no rompen las venas
pero debo estar con ojo de lince, atento al movimiento
de estatuas demacradas que cuestionan la equidad
en esta tierra. Y entre besos de descansada paz hay
que recordarle a la gente el bumerang de las adversidades,
la casa siete veces saqueada, el oxígeno insuficiente
y los cielos apagados donde sepultaron la memoria.
Despertándote lejos de los gusanos de la descomposición,
ahora estás en mi alma.

Ahora estás en mi alma y en la savia que baña la noche,
oh hermano caído en el sartén hirviente
de quienes buscaban derretir tus horizontes. ¡Deja
que también yo salude a Ramón y a Federico! ¡Deja
que sea yo quien pode tu llanto con nuevas leyes de amor!

De abrazar con ambas manos está hecha la amistad, de cavar
por las trincheras sin armisticio o cuando se abre el sepulcro
a la espera del prodigio. Tierra con tierra te acompaño
para heredar la semilla germinada, prolífica contraseña
dentro del cuerpo dulcemente mortal en tu plegaria
desnuda, tiritando hasta volverse infinita.
Menos lágrimas sobre la ardiente piedra tuya. Menos
lágrimas bajo el humus que abona nuevos sueños.
Entretanto, mis ojos ven cómo languidece este futuro
y cómo el hambre puede nuevamente aparecer.

El hambre puede nuevamente aparecer
si el odio es el pan que nos sostiene. En cualquier lugar
me estremece ver pobres niños con el cuerpo evaporado.
Si mi hijo no tuviera qué comer, yo cuestionaría
tal impiedad pidiendo exorcismo para todos. A veces
el hambre se adivina. No había nada para los tuyos, salvo
cebollas. Los dos parecían tristes.

Parecían tristes, pues triste es toda contienda voraceada
por dientes ojivales y bisturís que abren inocentes
carnalidades. Rebélate en el amor, rebélate en la palabra
hasta que se derrumbe la violencia y se pudran
los tambores de lata y los verdugos muertos ya estercolen
el chiquero de la bestia. Quien custodia la palabra
es porque ya caminó por su misterio. Quien vive
en amor es porque ya besó su fértil sementera.

Levemente viene el amor desde el más viejo de sus viajes
y nos arrastra sin moverse, y nos entra como agua
que bien humedece la tierra cuando llueve.
Sagrado es el amor a la palabra. Sagrada es la palabra
Amor si talla epitafios para todos los odios del mundo.

Talla epitafios para todos los odios del mundo con voz
de profeta de una tierra ardida y de un pueblo
que conoció sucias cuchilladas o copas rebalsadas de ceniza.
La sangre purificada tiene derecho a reinar
en el corazón de todos, sin blindajes que la embalsamen,
sin olvidar tus hechos de poeta mostrando
las horribles cicatrices.

Y vístete de pájaro, español de las Españas viejas y nuevas.
Así amansarás a los fantasmas rupestres cuyas iras
aún no ha pulverizado el tiempo.

Acelera el milagro,
porque
aquí, en mí, tú estás para vivir.

por Alfredo Pérez Alencart
alen@usal.es

 

Enviado por el autor e ingresado a Letras Uruguay el 21 de mayo de 2013.

 

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