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The Strange Country:  un texto que pudo estar y no está
por Carlos A. Peón Casas
pastoralc@arzcamaguey.co.cu

 
 

Reconozco que la proximidad a este texto desgajado de lo que debió ser la novela más autobiográfica y la más cubana de Ernest Hemingway: Islas en el Golfo nos acerca por coordenadas bien específicas al relato mayor que es la propia vida, oportunamente ficcionalizada, de ese invaluable narrador. A lo largo de este mega-relato, que comprende unos cuatro capítulos, somos testigos excepcionales del cómo y el porqué de la gestación de lo que fuera luego la novela de marras. Los críticos piensan que Hemingway  desechó el material, justo cuando su futura y póstuma novela, cambió por su mano de norte, mientras trabajaba en ella en dos intervalos distintos de tiempo: 1946-1947 y 1950-1951. Sin embargo, los nombres de los personajes de este relato, son re-usados  por el autor en lo que sería la versión definitiva de la novela que conocemos, lo que no es óbice para que este texto goce de una  “unidad e integridad”[1] que nos pone en relación con otra (¿o es la misma?) línea de desenvolvimiento creativo del emblemático narrador, peso pesado indiscutible en el género del short story, que siguió cultivando con soltura, y de lo que el  discurso remanente es serenísimo ejemplo.

 

Una mirada atenta al texto nos descubre de inmediato que la trama pudo perfectamente haber sido parte de Islas en el Golfo, de hecho lo fue en su dimensión iniciática, y sin dudarlo mucho estos cuatro capítulos desechados por Hemingway pudieran perfectamente encajar  en los finales de la primera parte de la novela ya citada, y para más detalles, ser la necesaria continuación del capítulo 13 de aquella Primera Parte que transcurre en Bimini, cuando los personajes de Roger y Audrey (léase Helena en The Strange Country) abandonan la isla con rumbo al continente, justo al día siguiente que lo hacen los hijos de Hudson.

 

The strange country es muy bien ese trozo narrativo desgajado de la historia mayor, en el que descubrimos igualmente las coordenadas del novelista enmarcadas en su alter ego Roger Davies[2] que con Thomas Hudson, metamorfosean y enmascaran en la ficción literaria, las realidades vitales del narrador.

 

El argumento de la historia es sencillo: Roger y Helena, principian un  romántico viaje  a lo largo de la costa oriental de la península de la Florida, que los llevará desde Miami, hasta New Orleans, y luego un poco más, hacia el oeste, atravesando en su recorrido el vasto humedal de los Everglades, en un Buick convertible con “sólo seis mil millas”[3] en su costillar. Hasta aquí, nada de particular, y ninguna posible alusión, a no ser que descubramos en el inmediato decursar narrativo, que la pareja en viaje de placer, guarda para sí, la verdad de un affaire  que los convierte a lo largo de la trama en Mr. y Mrs.  Brat-Gilch;  Mr. y Mrs.  Hutching; ó Mr. y Mrs. Hancock, sucedáneos tras lo cual ocultar la tempestuosa relación de un hombre maduro con una chica mucho menor,  a la que no ama, y ante la que luce como su padre y no como su amante.  El argumento que da muy bien para una road-movie con paisaje cinemascope y promociones turísticas incluidas, tiene la particular carga de profundidad  emotiva, con que Hemingway  dotaba a sus relatos, que lleva sin dudas a la previsible implosión en el desenlace del relato. El lector, sin dudas, lo puede prever, pero antes de que el hecho se consume, disfrutará mucho este relato singular, que en su versión original, y no traducida entre nosotros[4], tiene el mejor sabor de la prosa del Maestro.

 

El relato estilísticamente enfocado es una verdadera pieza maestra, donde  confluye una historia que se explicita con diálogos muy oportunos, enmarcados en un trasfondo descriptivo muy sui géneris, donde el paisaje que pasa al vuelo, es también un personaje válidamente centrado dentro de la historia. Otras veces, el manejo del monólogo interior, nos pone en sintonía con otra historia que subyace bajo la que se narra, y que refiere primordialmente al vital mundo de Roger,— ¿ ó es también  el de Hudson?—,   que emerge una y otra vez.. Por una de tales emergencias, no nos queda claro por qué el personaje alude a una experiencia similar y anterior  en el tiempo con la madre de David (uno de los hijos de Hudson en Islas en el Golfo),  y que para más claridad citamos del texto original:

 

“Looking ahead at the road he had driven so many times in his life, seeing it stretch ahead, knowing it was the same road with the ditches on either side and the forest and the swamps, knowing that only the car was different, that only who was with him was different (…) They had just passed the place where he had killed the rattlesnake that winter driving through here with David’s mother before Andrew was born (…)”[5]

 

Unas líneas más abajo, los personajes de Roger y Helena o Audrey, como se prefiera, aludirán entonces a Hudson, en línea narrativa con la historia que se cierra en la novela con su partida de Bimini, produciendo otra vez  en el lector una  confusión espacial en el tiempo narrativo, que en modo alguno asumimos podría tomarse por una pifia del narrador, sino que delata algo más arquetípico en cuanto al diseño de los personajes, y la posible superposición de los alter egos del narrador[6]:

           “I wonder how Tom is”

           “Lonely”. Roger said.

           “Isn’t he a wonderful guy?”

           “He is my best friend and my conscience and my father and my        

            brother and my banker. He’s like a saint. Only jolly”[7]

 

El detalle de tal superposición de los personajes de Thomas y Roger es notorio explícitamente  en otra parte de la historia, se trata de un soliloquio en  que el personaje de Roger  alude nuevamente a sus hijos, que en la realidad de la novela son los de Hudson, y a la obligación de mantenerlos; es el narrador omnisciente quien así nos lo presenta:

 

“(…) he would have to make some money to support his children and their mothers and he would have to do some decent writing to make that money or he would not be able to live with himself. I know six good stories, he thought, and I’m going to write them (…)”[8]

 

La alusión  principia y continúa con elementos  que refieren a la Guerra Civil Española, el personaje entronca entonces  con realidades vitales del narrador, y complica aún más la perspectiva del binomio Roger-Hudson, esta vez sumados a la vital experiencia de un Hemingway casi explícito:

 

“I wish I had not been with the kids, he thought. I wish the hell I was there. No you don’t wish you hadn’t been with the kids. You can’t go to everyone. Or you can’t be at them the minute they start. You’re not a firehorse and you have as much obligation to the kids as to anything in the world. Until the time comes when you have to fight to keep the world so it will be O.K. for them to live in, he corrected. But that sounded pompous so he corrected it to when it is more necessary to fight than to be with them. That was flat enough. That would come soon enough”[9]

 

La historia en su decursar nos seguirá reiterando elementos alusivos a los personajes del binomio  Roger-Hudson,  con el ya citado entrecruzamiento entre ambos personajes, otra vez el narrador aludirá  a Andy y David, los hijos de Hudson, como si fueran de aquel. La referencia  llega en el momento en que Roger pasa por New Orleans de camino al oeste, el último punto geográfico por el que discurre la narración:          

 

“The best time he had ever hit it was with Andy one time in the winter and another time driving through with David.(…)The time going north with Andy they had not come through New Orleans. They had bypassed it to the north to save time(….) When they had hit New Orleans was coming south again. But it was still cold and they had wonderful time eating and drinking(…) and Andy had roamed all the antique shops and bought a word with his Christmas money. He kept the sword in the luggage compartment behind the seat in the car and slept with it in his bed at night(…) When he and David had come through it had been in the winter and they had made their headquarters in that restaurant he would have to try to find, the non-tourist one(…)”[10]

 

De este punto y hasta el final la historia pasa por  derroteros muy interesantes, en los que emergen detalles singulares del narrador que se escuda tras el personaje de Roger, y que esta vez explicita en sí mismo al creador literario, al Hemingway escritor. La acción final discurre, en el bar del hotel donde Roger inicia a la también narradora Helena en el amargo y potente sabor del ajenjo, previamente mezclado con agua, y servido de contrabando en una botella ordinaria  de Pernod. El efecto de la bebida lleva a los personajes a un breve y sentimental desencuentro. Roger, el escritor, se niega a aceptar a Helena en una coordenada creativa de igual a igual, y puede ser rudo cuando aquella quiere saber más de su oficio. La confesión de índole literaria y creativa que sigue de parte del Roger narrador es muy indicadora  del autor que se metamorfosea tras el personaje: el diálogo siguiente así lo explicita:

 

What was that about writing?”  he said. “Besides how it seems it’s going to be wonderful and then it turns out dull”?

Wasn’t it that way with you   when you started?”

No.  When I started I’d feel as though I could do anything and while I was doing it I would feel like I was making the whole world and when I would read it I would think this is so good I couldn’t have written it. I must have read it somewhere. Probably in the Saturday Evening Post

“Weren’t you ever discouraged?”

“Not when I started. I thought I was writing the greatest stories ever written and that people jut didn’t have sense enough to know it”

“Where you really that conceited”?

“Worse probably. Only I didn`t think I was conceited. I was just confident”[11]

 

A renglón seguido vendrán alusiones que entroncan ineludiblemente con el Hemingway autor narrador, que pone en boca de Roger, convertido en esta parte en el claro alter ego  literario del autor de Paris era una Fiesta. Roger recuerda entonces la bien conocida anécdota de aquella maleta perdida con todos los originales y hasta las copias,  en aquel mítico tren expreso de Paris. Lausana- Milán.

 

Nuevamente Roger y Hudson se solapan, en lo que puede ser una última alusión a la primera esposa, responsable de la pérdida, en directa mención a Hadley, primer esposa de Hemingway. El hecho, no por conocido en otros textos de Papa, deja de ser igualmente esclarecedor, el diálogo entre los personajes vuelve a ser  explicativo:

 

“Well I was working at the Lausanne Conference and it was the holidays coming up and Andrew’s mother who was a lovely girl and very beautiful and kind—“

“I was never jealous of her” the girl said. “I was jealous of David’ and Tom’s mother”[12]

“You shouldn’t be jealous of either of them. They were both wonderful”[13]

 

Lo que sigue antes del cierre del relato  es la narración de aquel  percance de la pérdida de sus primeros originales: “once cuentos, una novela y poemas”[14], detalle coincidente con la biografía del Hemingway narrador: los detalles desde el diálogo son nuevamente de interés:

 

“(…)I was half glad the novel was gone because I could see already(…) that I could write a better novel. But  I missed the stories as though they were a combination of my house, and my job, my only gun, my small savings and my wife; also my poems. But the despair was going and there was only missing now after a great loss. Missing is very bad too”

“I know about missing”, the girl said.

“Poor daughter”, he said. “Missing is bad. But it doesn’t kill you. But despair would kill you in just a little time”[15]

 

El relato cierra  a la manera más heminguayana posible, la muchacha pide que Roger le prepare otro trago del amargo e intoxicante ajenjo, como condición para que le siguiera contando el resto. El lector se queda a la espera de otras revelaciones,  y Hemingway  resulta definitivamente vencedor, en un combate contra la literatura que gana, como siempre por contundente  knock out.

Notas:

[1] The Complete Short Stories of Ernest Hemingway. The Finca Vigía Edition. NY. 1987. P.605

[2] Coincidimos con la opinión de Felipe Cunill en su enjundioso prólogo a la edición cubana de la novela cuando asume sin dificultades las semejanzas de ambos personajes de la ficción con Hemingway el narrador.  En Islas en el Golfo. Con prólogo de Felipe Cunill. La Habana. Editorial Arte y Literatura. 1981. P.19.

[3] The Complete Short Stories of Ernest Hemingway. The Finca Vigía Edition. NY. 1987. P. 606

[4] Sucede con otras narraciones cortas de Hemingway, a saber: “Great News from the Mainland”, “I Guess Everything reminds you of something” y el presente  relato aparecidas a la luz pública en 1987 en The Complete Short Stories of Ernest Hemingway

[5] The Complete Short Stories of Ernest Hemingway, op cit, Pp.607-608. Mirando la carretera en lontananza,   tantas veces, recorrida, viéndola contraerse, sabiendo que era a misma carretera con las cunetas a ambos lados, y los bosques y pantanos, sabiendo que sólo el auto y quien le acompañaba eran distintos (…) Ya habían pasado el sitio donde había matado la serpiente de cascabel, viajando con la madre de David, por estos mismos parajes, justo antes de que Andrew naciera.

[6] El hecho se insinúa en  el texto de Islas en el Golfo cuando el barman Bobby refiere a  un parentesco entre los dos personajes, para aquel Roger y Hudson “no son tan diferentes”; para de inmediato acotar “parecen primos lejanos y los muchachos se parecen a los dos”. El detalle puede ser revelador a la hora de entender las superposiciones de uno y otro en  The Strange Country. Ver Islas en el Golfo. Tomo I.  Arte y Literatura. Ciudad de La Habana, 1980. pp.  204-205.

[7] The Complete Short Stories,op cit. p.608. —Me pregunto cómo estará Tom/—Solitario, dijo Roger/—¿No es verdad que es un tipo magnífico?/—Es mi mejor amigo y mi conciencia y mi padre y mi hermano y mi banquero. Es como un santo. Es encantador.

[8] The Complete Short Stories, op cit P.620. “(..) tendría que hacer algún dinero para mantener a sus hijos y a  sus madres, y tendría que producir alguna escritura decente para conseguirlo, o no podría vivir en paz consigo mismo. Conozco seis buenas historias, pensó, y voy a escribirlas (…)”

[9] Ibíd. P.622. “Ojalá no hubiera estado con los chicos, pensó. ¡Ojalá hubiera estado allá (España)  por los mil demonios! No, de ninguna manera hubieras deseado no estar con los niños. No puedes estar con todos al mismo tiempo. No podrías estar con ellos (los españoles) desde el principio. No eres un caballo de batalla, y tienes tantas obligaciones con los niños como con nadie en este mundo. Hasta que el tiempo llegue en que tengas que luchar por un mundo donde ellos puedan vivir en paz, se corrigió a sí  mismo. Pero lo dicho le sonó pomposo, así  que lo enmendó a: cuando sea más necesario luchar que estar con ellos. Eso sería  suficiente. Eso llegaría más pronto de lo esperado.

[10] Ibíd. .p 638. Las veces que mejor la pasó allí (en New Orleans) fue  una  ocasión con Andy,  en invierno, y la otra viniendo con David. La vez que iba al norte con Andy, no habían pasado por New Orleáns, más bien la habían circunvalado por el norte para ahorrar tiempo (…) Estuvieron por allí cuando volvían al sur. Todavía había frío y la habían pasado muy bien comiendo y bebiendo (…) y Andy había merodeado por todas las tiendas de antigüedades, y se había comprado una espada con el dinero de regalo por Navidad, y la había guardado en el maletero del auto, por detrás del asiento trasero, y por la noches dormía con ella.(…) Cuando él y David habían pasado juntos por allí era invierno, y habían hecho su campamento en aquel restaurante, que el se había empeñado en encontrar, el menos turístico de todos”

[11] Ibíd.. P.645. —¿Qué hubo con eso de escribir?, dijo Roger. Algo que además parece que va a ir maravillosamente  bien y luego se torna  monótono  /—¿Fue justamente así cuando empezaste a escribir?/—No, cuando empecé, pensaba que podría hacer lo que quisiera, y mientras escribía sentía como que estaba creando un mundo, y cuando leía lo escrito, podía penar que era tan bueno que eso no lo habría podido escribir yo mismo. Debía de haberlo leído en alguna otra parte. Con probabilidad en el Saturday Evening Post/— No te sentiste decepcionado?/—No cuando empecé. Yo pensaba que estaba escribiendo las mejores historias jamás escritas, y que la gente no estaba todavía preparada para entenderlas/—¿Estaba tan creído de eso?—Probablemente peor que eso, no sólo creído, sino también confiado.

[12] David y Tom resultan en esta narración los hijos menores, es decir los del segundo matrimonio. En Islas en el Golfo se produce un cambio: Tom es el mayor, y Andrew  y David los más pequeños. Sin dudas otro detalle sugeridor de las transformaciones al texto que Hemingway operó en la versión definitiva de la novela (Ver Islas en el Golfo. P. 85)

[13] Ibíd.. P.646 —Bueno, yo estaba cubriendo la Conferencia de Lausana y venían las vacaciones, y la madre de Andrew que era una chica adorable, bella y amable…/—Nunca estuve celoso de ella, dijo la muchacha, estaba celosa de la madre de David y Tom./—No debes estar celosa de ninguna de ellas. Las dos eran maravillosas.

[14] Ibíd.. P. 648

[15] Ibíd.. P 650. —De cierta manera me alegraba que la novela se hubiera perdido, porque ya me daba cuenta que podría escribirla mejor. Pero eché de menos a los cuentos porque eran una combinación de mi casa, mi trabajo, mi fusil, mis pequeños ahorros y mi esposa, también mis poemas. Pero la desesperación fue pasando y sólo quedó la añoranza, como después de una gran pérdida. La añoranza es muy  mala también./— Yo  igualmente la he experimentado, dijo la muchacha.—Pobre hija, dijo él. La añoranza es mala pero no te mata. Pero la desesperación te mataría en corto tiempo.

 

por Lic. Carlos A. Peón Casas
pastoralc@arzcamaguey.co.cu

 

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