Una enfermedad mortal - de Soledad Puértolas 
por: Osvaldo Paz y Miño J.

Del primero al último de los diez magníficos relatos que contiene el pequeño gran tomo que ha escrito Soledad Puértolas -desde los recovecos más íntimos de su aislamiento espiritual y de su estilo literario- el lector va a sentir que el corazón reduce su ritmo, que los espacios se le copan, que la angustia le invade, que lo que sostiene al libro entre sus manos es la portentosa literatura que la escritora ofrece en las 126 páginas que publica Anagrama en la colección ‘Narrativas hispánicas’.Desde la ‘retórica del silencio’ -ese guiño literario autobiográfico que imprimen escritores de la talla y sabiduría de Kafka, Thomas Bernhard, Enrique Vila Matas, Fernando Pessoa, Virgilio Ferreira, Robert Walser, Mario Bellatín, Alejandro Zambra y otros grandes de las letras de antes, de ahora y de siempre- Soledad Puértolas, con las palabras justas con las que se hacen joyas de las miniaturas literarias, se resbala, lenta pero profundamente en las sombras, en los síntomas y en los espejos de todos los seres humanos, que por ser tales y estar vivos, ocultan: melancolías brutales que son la antesala del suicidio, pasiones sórdidas, deseos travestidos, revanchas pendientes, retornos frustrados, amores secretos, culpas inconfesables, traiciones de libertad, males terminales, dolores de agonía, sumisiones y adicciones tenebrosas a placeres inconfundibles.

Historias humanas desde el lado menos brillante, desde la tristeza galopante. Un libro que no se puede cortar a la mitad y retomar, que no admite interrupciones, que se convierte en un acto de amor, que ha de concluir con el clímax o la renuncia. Las pausas sólo han de ser válidas para lograr oxígeno, para pasar del placer al dolor y del dolor al placer, en segundos, los que toma el quejido en escucharse, el pelo en sacudirse, la mente en cegarse, el corazón en partirse, la mano en ajustarse al cuerpo, a la piel, y la sangre en derramarse de la vida. Y la memoria, otro ingrediente. No ésa que se talla en las lápidas, para convenir con el que ha muerto que no se le visitará jamás. No. La memoria desde la vida, para sostenerla como escudo ante los embates del destino y ante el tesón de la Parca. Los narradores protagonistas de la obra de Soledad Puértolas viven el mundo de interiores, en el que la comunicación es escasa, lánguida. En él, los contados son los recuerdos, esos que están en la primera ventana, los que se atisban sin luz y con poco aire; esos que saben a dolor, espanto, a gritos, a ‘melancolías inaccesibles’, a incertidumbres y que sólo tienen vista al vacío, al túnel sin fin, al olvido, al hueco de los que ni eso pueden, olvidar.

“La vida de su amigo, aunque pareciera deslumbrante, estaba tan vacía como la suya. Era un consuelo mediocre y mezquino, pero le servía. Porque, aun cuando apenas pensaba en él, Valerio estaba detrás de su melancolía. Algunas veces había llegado a preguntar si no era la nostalgia de su llamada lo que repentinamente hacía palidecer sus investigaciones y su comodidad.” Pág. 64.

Si usted es de los seres que se bajan del camino de todos los días para salir de la rutina, escapar de lo ordinario y evitar la ramplonería; de los que se detienen frente a las expresiones del arte y de la inteligencia, entonces en ‘una enfermedad moral’ tiene motivos más que justificados para hacer buen uso del tiempo que no detiene su marcha.

BIOGRAFÍA

Soledad Puértolas (Zaragoza, España, 1947). Novelista y periodista, se caracteriza por la atención que presta a personajes ‘marcados por la melancolía de lo inaccesible’ y atrapados en una compleja trama de realidades fragmentarias. Estudió literatura y periodismo en Madrid y California (EEUU). Su primera novela, El bandido doblemente armado, obtuvo el Premio Sésamo de novela corta en 1979, anunciando la llegada de una nueva integrante de la joven narrativa. A esta obra le siguió una colección de relatos titulada Una enfermedad moral (1983). Burdeos (1986) confirmaba una escritura novedosa y atractiva, que abandona el objetivismo anterior para incursionar en cierto intimismo cargado de incertidumbres personales. Esa misma línea de intriga y trama misteriosa se mantuvo en ‘Todos mienten’ (1988), historia de una familia de la burguesía española y en ‘Queda la noche’ (Premio Planeta 1989), mezcla de realidad y fantasía en la que lo cotidiano se alterna con lo insólito.

 

Dr. Oswaldo Paz y Miño
Publicado en el diario La Hora, Quito, Ecuador

12 de octubre de 2008

Autorizado por el autor
La Hora

Gentileza de "Desde la Acacia: la vitrina de los libros y autores"
http://lavitrinadeloslibrosyautores.blogspot.com/

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