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El fanatismo, la intolerancia y la ambición, lo ha intentado, daño han hecho en el transcurso de los tiempos, pero no lo han logrado. Claro, pretendieron extinguir lo que no se ajustaba a sus dogmas, a su maligno vicio de poder, a sus mentiras. Dictadores, aprendices de estos, inquisidores, y bichos de estas layas, arremetieron contra bibliotecas maravillosas, prendieron fuego a los libros en su afán de matar las ideas divergentes de las suyas.
La bibliocastia (quema de libros), es perversión humana desde que se conocen formas de escritura. Los egipcios la practicaban para cambiar la historia, Akenatón habría sido víctima del pernicioso uso de cincel y el martillo.
Los libros guardianes de la memoria son y por ello material de los que quieren destruirla para no dejar huellas de sus vilezas.
La quema de libros escritos por judíos durante el III Reich alemán, fue copiada por el genocida chileno Pinochet, y en la Guerra de los Balcanes las soldadesca serbia acabó con la Biblioteca Nacional de Sarajevo, libros maravillosos para la humanidad por siglos se consumieron en las llamas del odio. A Pesar de todo esto, que es una ínfima muestra los libros siguen con nosotros. “Los libros son nuestro mejor patrimonio en la vida, son nuestra inmortalidad. Lamento profundamente no haber poseído nunca una biblioteca propia”. Arlam Chalamov.
Humberto Eco y Jean Claude Carrière, al alimón son los palabristas de la obra publicada por Lumen, que en 263 páginas nos llevan a los amantes de los libros por los entretelones del pasado, del presente, y del futuro de los libros. Dos pensadores de fuste, desnudando sus intimidades, sus pasiones, sus conocimientos, sus criterios, sobre la bibliófila, los clásicos libros, y los electrónicos.
Un tomo imprescindible, alentador, optimista, provocador, libertario, que todos los miembros de la comunidad de lectores habremos de tener en la cabecera. Un tomo que marca claramente los territorios, los valores fundamentales y los tiempos de los libros, de los que Antonio Gala se refiere así son “Un objeto cotidiano en cuyo regazo se apacienta aún toda la sabiduría, toda la inquietud, todo el desastre y el triunfo de los hombres. Son ellos, independientemente de su contenido, quienes retardan o apresuran el ritmo de la mañana y de la tarde.”
