Por la fiesta brava. Otro apunte de su vasta cultura

“Muerte en la Tarde” El libro de Toros de Hemingway .
Comentario: Oswaldo Paz y Miño J.

Esta página se escribe noche de por medio. En presencia de la Virgen de los Toreros, la Guapa, “Nuestra Señora de la Esperanza Macarena”, que nos concede tiempo y flamenco de fondo, caricias en la estancia, toques en la bella voz de José Mercé. Entre las manos, descolgado de su lugar en la estantería de “La Vitrina de los Libros”, tenemos, un tomo que recuperamos en Madrid, un clásico de la Literatura Taurina, un tratado de Tauromaquia, al que le habíamos perdido la pista por muchos años. 

Palabras menos, que hay que ahorrar, nos referimos a “Muerte en la Tarde”, hechura del Premio Nóbel Ernest Hemingway que fuera publicado por primera vez el 23 de Septiembre de 1932. La edición que aparece en portada es la Primera de la Colección de Bolsillo de Editorial Planeta de fecha de Marzo de 2005, acuerpada 321 páginas. 

“Muerte en la Tarde” es libro de toros de Hemingway. Es su capote de lujo más brillante. Constan en él su particulares bordes de tragedia, bohemia, valor y talentos excepcionales. Literatura de casta y trápio. El linaje y todos los contrastes y contenidos de un escritor grandioso, expuestos a flor de piel, cual la sangre que les corre a los toros luego de haber tomado las varas que han comprobado su bravura. La vida es una lucha de poder a poder, que se hace mejor desde el centro mismo de la plaza que nos toque. Donde pesan más los engaños y las verdades. Las transparencias y las virtudes. Los vicios y las oscuridades humanas, entre las que está, la intolerancia, esa que se deja ver de cuerpo y alma, que se asoma arremetedora, con ocasión de la Fiesta Brava. Hemigway era un enamorado de España.

“Muerte en la Tarde” y novelas tales como “Fiesta”, publicada en 1926 y comentada en está página el 29 de agosto de 2004 y “Por quien doblan las campanas", son una muestra de su gran pasión por la tierra madre del toro de lidia y del arte de torear eternizado por inmortales de la talla de: Goya, Picasso, Dalí, García Lorca, José María Cossío, Azorín, Valle Inclán, Ortega y Gasset, Papiní, Machado, Baroja, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Unamuno y Bizet. Manual taurino, de tan sabio Maestro, ha de ser leído por iniciados y profanos en el espectáculo que ha permitido la permanecía en la naturaleza de un bello y noble animal, el toro bravo de lidia, descendiente del primitivo Uros del neolítico.

La muerte se presenta en plan serio en las plazas de toros, por ello, bien cabe que así se lo tomen los que comentan de este arte y lo presentan en los medios de comunicación. La improvisación constituye un irrespeto, aunque los rostros de tales desatinos sean de guapas presentadoras.

“Para mi que no soy torero y los suicidas me interesan mucho, el problema era cómo describir lo sucedido, y, despertándome del sueño a medianoche, me esforcé recordando un detalle que mi memoria no conseguía atrapar y que, sin embargo, era lo que realmente me había llamado la atención de todo lo ocurrido, y a fuerza, de revivir la escena, acabé por encontrarlo. Cuando el torero se levantó de la arena, con el rostro pálido y sucio y la seda de sus pantalones abierta desde la cintura hasta la rodilla, lo que vi fue la suciedad de las calzas de alquiler, la suciedad de los calzoncillos rotos y la blancura, la intolerable blancura del fémur. Era eso lo que había visto más importante“Pág. 45.

“Muerte en la Tarde”, letras bellas, como los alamares de los trajes toreros, descriptivas, experiencias del autor de su paso por los ruedos más importantes del mundo, recuerdos en tintes de oro, sangre y sol. Páginas con olor a luto, talladas por la misma mano que auto disparó la escopeta con la que Hemingway se quito de la vida en 1961. Material evocador de tragedias como las de Manolete y Joselito. “Muerte en la Tarde” la del Maestro Francisco Rivera “Paquirri” en la Plaza de Pozoblanco el 26 de Septiembre de 1984, calado por el toro Avispado, a la altura del triangulo de Scarpa, cuando toreaba con el capote.

Se ha de leer “Muerte en la Tarde” para disfrutar a fondo cada pase, cada gesto, y todo el ritual taurino. Para aprender por cierto. Para no acometer a botellazos contra los toreros cuando a su saber y entender no se sintonizan con el toro. Que todos son humanos y que el arte no es rutina. Que la vida va de por medio y que sólo ellos están hechos de valentía tan admirable.

Dr. Oswaldo Paz y Miño
Texto publicado en Diario La Hora 

Autorizado por el autor
La Hora

Gentileza de "Desde la Acacia: la vitrina de los libros y autores"
http://lavitrinadeloslibrosyautores.blogspot.com/

Ir a índice de América

Ir a índice de Paz y Miño, Oswaldo

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio