El título es desafiante y poético. Intrigante. La reencarnación es un tema que se acopla bien con la literatura, con la novela, en particular, la metafísica, siempre conlleva conocimientos y misterios de asombro.
El Budismo se instaló la tierra, desde el siglo quinto antes de Cristo, es la religión más tolerante de todas y la que más fieles tiene en el planeta, y en el cosmos. No acepta la existencia del alma, y sí del karma, que según Borges, es “una suerte de organismo mental que transmigra infinitas veces.” Las que sean necesarias para despejar el camino que nos llevará al Nirvana, al estado más puro, a la luz eterna. Al espacio en el que no habrá nunca una sombra.
El karma es una ley universal. Nadie escapa de ella. La vida de todo ser esta tatuada por el destino que el karma ha dibujado. Lo que sucede en el presente, tiene relación directa con el pasado, con las vidas anteriores, con los pocos o los muchos esfuerzos que se hayan hecho para pulir las aristas que se dejan en cada reciclaje. Mientras más mundano el hombre, màs idas y vueltas ha de cumplir. Más lejos tendrá al Nirvana, El Kybalion entre sus siete principios herméticos, incluye el de causa y efecto que explica e inspira la fórmula Budista.
Maldito Karma. Una deliciosa novela, de buen ver y reír, de un escritor que quiere trascender al escribir, fácil y con hondura. Es decir, un tomo amigable, que propone líneas kafkianas auscultables en las metamorfosicas transmigraciones que soporta la protagonista, una presentadora de televisión, una famosilla de esas que, que despierta de la muerte humana, en un agujero, apropiado para ella, por su pasado, para iniciar su periplo karmatico, desde el cuerpo de una hormiga, con antenas y todo, bicho que tiene la desventaja, respecto de sus congéneres, de ser consciente de su origen y de destino. De saber ilustradamente de la vida que le espera y de la muerte, que también.
