La despedida, de
Marcelo Birmajer |
La amistad es una relación de dos vías. No puede ser unidireccional. Es un sentimiento par, reunido por el destino, en el que hay complementos y necesidades. Es un vínculo en el que caben todas las diferencias que envuelven a las personas que se buscan y que se aceptan con sus virtudes y defectos, que se quieren sin momentos eróticos, porque de haberlos, como dice Antonio Gala, ya no sería amistad. No hay en la amistad almas gemelas, sería aburrida. Es la amistad, solidaridad, complicidad, confidencialidad, respeto, lealtad. Es un cuaderno abierto y desnudo en el que los vinculados escriben todos los días páginas largas o cortas, hasta que un día, una foja queda incompleta, herida. Y el capítulo queda inconcluso, como la Sinfonía, faltándole movimientos. Uno de los amigos ha muerto. Y... “Algo se muere en el alma, cuando un amigo se va,/ Y va dejando una huella que no se puede borrar” /No te vayas todavía, no te vayas por favor /no te vayas todavía que hasta la guitarra mía llora cuando dice adiós./Un pañuelo de silencio a la hora de partir/ Porque hay palabras que hieren y no se deben decir/ El barco se hace pequeño cuando se aleja en el mar,/Y cuando se va perdiendo qué grande es la soledad/ Ese vacío que deja el amigo que se va/Es como un pozo sin fondo que no se vuelve a llenar.” |
La poesía y el ritmo sevillano que he citado, que tienen letra y música de Los del Río, me han revoloteado en la lectura de ‘La despedida’, estupenda novela del argentino Marcelo Birmajer, publicada por ‘Norma’ en su prestigiosa colección ‘La otra orilla’. La partida de un amigo -más cuando no ha sido posible ‘La despedida’- deja secuelas tremendas que pueden desestabilizar la vida del aliado superviviente. Y eso le sucede a Dreidel, quien será nuestro inseparable en la novela, al menos mientras hollemos sus trescientas cincuenta páginas. Al hombre le viene de todo: problemas de alimentación, de impotencia radical, de sociabilidad y angustias brutales en el intento de averiguar por qué el que era su compañero le dedicó un gesto cargado de desprecio ‘aquella noche’. “Dos cuadras después de escuchar que su amigo Kler había muerto, Dreidel hizo las cuentas: llevaban más de un año sin hablarse. Fue un muerte tan inesperada como el silencio que había comenzado a partir de su última cena.” Pág.11 Una amistad rota por la muerte crea silencios graves. La ausencia repentina del otro, depresiones y la soledad instalada a la fuerza, miedos. Las palabras ya no se escuchan a viva voz, sin embargo siguen latiendo. La muerte también provoca evaluaciones de conciencia. Los camaradas de antes pueden pasarse cuentas pendientes, descubiertas a tumba abierta. La amistad pudo haber vivido engañada, pero desde la muerte sí se puede descubrir la verdad. La amistad, cuando sufre, abre las ventanas del pasado, busca en la memoria, para enmendar o para vengar. La amistad es una forma de culto, al que hay que ponerle toda la fe para que se extienda más allá del fluir de la vida. La despedida envuelve tristeza siempre. Por ello es la mejor forma de irse sin regresar a ver qué se deja atrás y a quiénes. Llegado el momento, hay que tomar el carro que nos saque de la morada para siempre, sin tocar ninguna alarma. |
Biografía
Marcelo Birmajer |
Dr.
Oswaldo Paz y Miño
Texto publicado en Diario La Hora
Autorizado por el autor
19
de setiembre de 2010
La Hora
Gentileza
de "Desde la Acacia: la vitrina de los libros y autores"
http://lavitrinadeloslibrosyautores.blogspot.com/
Ir a índice de América |
Ir a índice de Paz y Miño, Oswaldo |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |