El paso de la oscuridad a la luz no es posible sin la palabra. Ningún
ritual libertario se consume sin ella. Hoy, domingo primero de enero
2017, inicia una nueva década para el país. Con el año nuevo que hace
horas empezó a ejercer presión en nuestras vidas las responsabilidades
adquieren dimensiones colosales que envuelven no solamente al presente,
sino, por sobre todo al futuro, que se verá marcado para bien o para mal
por la forma en que realicemos nuestros actos y ejerzamos nuestros
derechos.
De las acertadas decisiones que tomemos en el año que hoy inauguramos
depende el buen vivir o el mal vivir de las generaciones de relevo, las
de nuestros hijos y nietos; por ello, la lectura tiene que dedicarse a
la palabra sabia, al texto libre, a la comunicación sensata. La
conciencia que es nuestro mejor juez demanda análisis raudos del
presente, para la enmienda de errores pasados en la intención de un
mejor futuro.
Dicho lo dicho, ‘en el viñedo del texto’ presento el tomo ‘El don de la
palabra’ (Espasa), que resulta el diccionario personal del magnífico
escritor Antonio Gala, editado con sabiduría inmensa por Isabel Martínez
Moreno.
‘El don de la palabra’ no solo traduce el arte de hablar y de escribir
de Antonio Gala, sino, esencialmente, el arte de vivir. Su don no es
talento escondido: es dadiva que germina e ilumina desde lo alto del
candelero.
A continuación, una prueba en directo para las reflexiones urgentes que
habremos de hacer, citas imprescindibles:
“La corrupción de los gobernantes, en última instancia, es culpa de los gobernados. Primero, por no poder ejercer su vigilancia obligatoria. Segundo, por atribuirles poderes excesivos”. (Pág. 73)
“Nada más contagioso como el mal que desciende de lo alto, de quienes
debieran ser ejemplares, y son, además de corruptos, corruptores. Hasta
conseguir como vemos, que la sociedad, envidiosa desee ser corrompida y
admire a los ladrones”. (Pág. 73)
“Un gobierno asustado y una oposición asustadiza y parchosa matan a la
democracia”. (Pág. 91)
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