Andrés Caicedo un escritor colombiano 
que marco su vida y su muerte. Excepcional. 

Comentario: Oswaldo Paz y Miño J

Nos habían reunido los libros, a unos y a otros, dispersos, en distintas cuerdas, días y horas. El jueves 12 del corriente junio fue la batuta de Iván Egüez la que terminó por juntarnos a todos los que cito, integrantes del Comité Editorial de la ‘Campaña de Lectura Eugenio Espejo’: Diego Cornejo, Juana Neira, Carlos Arcos, Mónica Varea y Andrés Cadena, lectores impenitentes, bibliófilos convocados para hablar de proyectos y asuntos vinculados a difusiones de lecturas.

Compartimos mesa en la que se sirvieron caldos de colores tintos y blancos, especias y aromas de Cataluña, sellados con la buena y sensual sazón de la cocina del ‘Tibidabo’, algo de Mediterráneo, Gaudi, memorias, silencios, anécdotas y sobre todo títulos y autores.

Novelas. Muchas recomendaciones que se disparaban con pasión y a boca de jarro. Entre ésas hicimos una, la de que no se puede pasar la vida sin adentrarse horas de ella en ‘El libro negro’, de Andrés Caicedo, publicado por Editorial Norma en 165 páginas de postín. Lo que ha leído cada hombre es de cada cual y no se lo arrebata ni Dios. Tampoco la muerte, ésa que entre todo lo que roba, y es mucho, no sabe apoderarse de los libros. Estos la enfrentan en la ‘Biblioteca de Noche’, -mientras la Parca maldice - dando fe de cómo cada individuo se consumió leyendo. Andrés Caicedo, en los poquitos años que él se concedió de vida, leyó decenas de libros a los que impregnó inmortalidad. En los años setenta no perdió tiempo. Más aún que él se había previsto el ‘Fin’, como en las películas. Ni un minuto más, ni un minuto menos.

Penca lo dice: “Un libro es un bloque de eternidad”. 

El caleño entre los que escribió y leyó ha tendido una muralla. Librófagos que estábamos juntos, sin dejar de saborear, estirábamos, hasta la risa, el agridulce recuerdo de Iván Egüez y de la ‘Pájara Memoria’ de una computadora suya que se durmió para siempre, guardando en sus entrañas una novela que nunca vio la luz, pese a que ya estaban escritas sus 422 primeras páginas.

Y resurgió la ejemplar libertad del diario ‘El Día’ de Quito, que enfrentó valiente al intolerante autócrata que fue Velasco Ibarra, que lo cerró para siempre, aprovechando uno de sus pases por el poder. Sabía el déspota que ‘El Día’ no se vendía por propaganda oficial. Que moriría de pie, como murió. ’El libro negro’, de Andrés Caicedo confirma que nada se guardó en el trance de calificar, de escoger, de revelar. Fue rígido, certero y erudito lector. Por él pasaron control personajes tales como: Carlos Fuentes, Cortázar, Borges, Mario Vargas Llosa, Henry Miller, Ian Fleming, Agatha Cristie, Daniel Defoe, Juan Marsé, Luis Buñuel, Edgar Allan Poe, Gabriel García Márquez, Benedetti, Onetti, Carpentier y otros muchos que le dieron letras estupendas a la literatura, al teatro, al cine y a nadie.

Y llegó La Hora, habríamos de partir. De lectores y locos todos nos habíamos impregnado un poco, más, lo cabal, es que dejamos un compromiso suscrito: para la siguiente tenida, añadiríamos un libro, el ‘Negro’ de Andrés Caicedo o perderíamos derecho de palabra.

“Se puede decir que todo lo que Rulfo toque con su pluma, queda inmortalizado, Vemos en Pedro Páramo, a hombres y mujeres que en menos de una página ya quedaron trazados de importancia dentro de la historia. Esa trágica condición de terca resistencia a la falta de la vida, adquiere en los personajes de Rulfo verdaderas dimensiones poéticas”. Pág. 68

Biografía


Andrés Caicedo (1951-1977), nació y murió en Cali, ciudad colombiana que sería la protagonista de su gesta vital y literaria. Desde muy niño, como si tuviese un tácito pacto con la muerte, comenzó a escribir, a montar obras de teatro y a devorar películas.


A finales de los años setenta, dirigió sus propios textos teatrales (‘La piel de otro héroe’, ‘Recibiendo al nuevo alumno’, ‘El mar’). Luego publicaría y ganaría distintos premios nacionales e internacionales con sus cuentos. En el año 72, realizaría su única aventura cinematográfica: ‘Angelita y Miguel Ángel’, codirigida con Carlos Mayolo.

El 4 de marzo de 1977, Andrés Caicedo pondría fin a sus días por su propia decisión. Se han publicado sus libros: El Atravesado (1975; Norma 1997), ¡Qué viva la música! (1977), Angelitos empantanados o historias para jovencitos (1978; Norma 1996), Destinos fatales (1986), Recibiendo al nuevo alumno (1996), Teatro (1997) y Calicalibozo (Norma 1998). Hay traducciones publicadas de su obra en italiano, alemán y francés.


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Dr. Oswaldo Paz y Miño
Texto publicado en Diario La Hora

Autorizado por el autor
La Hora

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