José Revueltas y la literatura de protesta social

ensayo de Clara Passafari

Precursor de la literatura social en México con su novela “Los Muros de Agua”, publicada en 1941, cuando la prosa mexicana cultivaba todavía el costumbrismo y el pintoresquismo, José Revueltas debe ser considerado como uno de los escritores de auténtica relevancia continental.

Autor de “Los días terrenales” donde considera al hombre como un rer sin finalidad alguna en un mundo falso, abyecto y extravagante cuya única salida es el suicidio, de “Los errores”, pintura del partido comunista mexicano del 30 y trágico enfrentamiento de la intriga sombría y bastar, da con la angustia del militante de convicción sincera, su propio drama por otra parte; de “El luto humano”, basada en las luchas revolucionarias de la segunda década del siglo, y de muchas otras novelas y cuentos, presenta Revueltas una perspectiva oscurecida del mundo donde señorean la desesperación callada y oprimente.

Es quizás el único caso en el continente de un escritor que aúna el trabajo partidario permanente con una cuantiosa y perseverante obra de creación literaria. Revueltas abrazó desde muy joven la lucha política, como marxista-leninista; pero la concepción del mundo que expresa en su narrativa entronca, con el pesimismo y el existencialismo.

José Revueltas nació en Durango en 1914.

Comenzó desde temprano a trabajar como periodista y luego en la preparación de guiones cinematográficos.

La vocación por el arte nace en el seno de su propia familia integrada por un pintor, Fermín; por un músico, Silvestre; por una actriz, Rosana; todos hermanos del novelista.

La producción de Revueltas es la siguiente:

“El quebranto” (novela), en 1937.

“Los muros de agua” (novela), en 1941.

“El luto humano” (novela), en 1943, mereció el Premio Nacional de Literatura.

“Dios en la tierra” (cuento), en 1944.

“Los días terrenales” (novela), en 1950.

“En algún valle de lágrimas” (novela) en 1956.

“Los motivos de Caín” (novela), en 1957.

“Dormir en tierra” (cuentos), en 1960.

“Los errores” (novela), en 1964.

Revueltas concibe al escritor comprometido a fondo con su quehacer :

'para mí el escritor es ante todo un hecho moral, un problema de ética y no de estética donde su conciencia de ser humano, su responsabilidad de ser humano consciente, lo es todo. Y es más, muchísimo más que el simple hecho de escribir libros y publicarlos, pues un escritor que se crea únicamente ligado a los deberes del oficio —como hay tantos que no ven más allá de su máquina de escribir— y no considere como fundamenta -'es los deberes más altos que le plantea su condición humana, terminará por el filisteo literario, el hombre de letras que escribe temas neutrales y no hace otra cosa que literatura”.

El mismo título de sus novelas y cuentos evidencia una versión pesimista de la condición humana y la firme actitud de testimonio y denuncia del escritor, similar a la que José Clemente Orozco expresa en sus cuadros, y que encuentra certera objetivación en las palabras de uno de sus cuentos: “Dios se había acumulado en las entrañas de los hombres como sólo se puede acumular la sangre, y salía a gritos”.

Iniciador del neorrealismo en la literatura mexicana, su influencia se ha dejado sentir entre los jóvenes cuentistas.

Luis Leal en su “Historia del cuento hispanoamericano” dice al respecto :

“Revueltas capta a un hombre angustiado que lucha contra un mundo que siempre lo conquista. Los temas que predominan son a veces rurales, a veces urbanos. No es Revueltas un cuentista fácil de ser clasificado, ya que no se especializa en un tipo de cuento; le interesa solamente crear un mundo dentro del cual se muevan sus seres adoloridos, predestinados a sufrir y a morir, pero que llevan una vida profunda, apasionada, amando, odiando, luchando sin esperanza alguna de salvación, y no hace otra cosa que literatura''.

Me interesó dialogar con Revueltas y en abril de 1965 grabé el siguiente diálogo, en el cual me contestó con esa cordialidad afectuosa y cálida que lo caracteriza.

¿Para qué escribe?

—Escribo para comunicarme, para suscitar en los demás las mismas preocupaciones mías, las mismas angustias, Mi propósito es inquietar los espíritus, si esto es posible; hacer que todos salgamos a la calle del mundo y miremos con sangre, nos envolvamos en las cosas, les pertenezcamos como ser colectivo y pactemos ese compromiso del hombre que es el hombre mismo y su reapropiación, su desenajenación de la inhumanidad a que ahora pertenece”.

—¿Cuándo va a escribir una novela se traza desde el principio el plan de trabajo?

—Invariablemente me someto a un esquema de la novela, del cuento o del ensayo que voy a escribir. No se puede creer en las musas, ni en las inspiraciones, ni obrar con una estructura desordenada. Este es otro problema. Después vendrán las asociaciones, las evocaciones, las derivaciones inesperadas que los párrafos suscitan por sí mismos, por su propia inercia: entonces hay que saber asumirlos con la mayor lucidez y sin permitir que artificialmente, o por autoengaño nuestro, debilidad o complacencia ante los bellos detalles, vaya a derrumbársenos una estructura largamente meditada y técnicamente funcional.

—¿Qué relación establece entre Vd. y sus personajes?

—Se puede responder con una contrapropuesta: ¿Qué relación establece Ud. entre los personajes de sus sueños y Ud. misma? Los personajes son nosotros mismos, en este sentido; pero dejan de pertenecemos en tanto se manejan o están obligados a manejarse conforme a las leyes autónomas que lo rigen: del mismo modo que el sueño tiene sus leyes; pero estas leyes son objetivas, independientes de nuestra voluntad. Nuestros sueños se vuelven objetivos (al margen de nosotros) por cuanto obedecen a las leyes de la subconciencia; los personajes son también independientes en tanto están sometidos a las leyes del desarrollo dramático, de la novela o a las mismas y misteriosas leyes de la intuición y la adivinación, aún no exploradas suficientemente.

—¿Opina que el novelista debe comprometerse con el quehacer político?

—¿Por qué el novelista iba a ser una excepción entre los demás? Se trata de un deber. Existe, por otra parte, la novela política, que es tan buena, tan legítima y tan apasionante como la novela apolítica. Me parece que éste es un problema tau absolutamente superado como el de la legitimidad y derecho al divorcio (que en el siglo XIX era considerado como el hundimiento de la sociedad) o como el de la separación entre la Iglesia y el Estado”.

Como Dostoiewski, Revueltas procede como si viniera del fondo de los siglos, del tormento de las noches sin fin, del dolor, la angustia y el amargo placer del eterno sufrimiento.

Libido y anhelo de muerte rigen su mundo narrativo.

Al igual que en Faulkner su personajes viven en el caos cósmico y aparecen insertos dentro de la miseria y la degradación física y moral.

Revueltas cree que los personajes se expresan al máximo en una situación sexual extrema. Por esta razón abundan en sus textos las ninfómanas, las lesbianas, las prostitutas y los degenerados.

El sexo aproxima a sus criaturas y les confiere la dimensión fundamental de seres ávidos de catástrofe.

La libido trae implícito el anhelo de la muerte: los personajes de Revueltas tienen vocación de suicidas. Lejos de ser abstracciones, impresionan por la cualidad de alucinante dinamismo que los anima y su impreciso divagar interior no obstaculiza la actividad que los entrega a un trágico desenlace.

La literatura de Revueltas es dolorosamente terrenal, materialista pero al mismo tiempo gozosa en su carnalidad.

Las criaturas que viven en ella temen quemarse, pero encienden el fuego; los preside una fascinante fatalidad: si alcalizan la felicidad se sienten fuertes, si fracasan se resignan a la muerte. No tienen posibilidades intermedias.

Las obras de José Revueltas son de atmósfera más que de anécdotas: de introspección más que de acción.

Sus historias se pueden resumir en pocas palabras. A él le interesa profundizar en la mente de sus personajes. Y para conseguir este propósito emplea el punto de vista omnisciente, los bruscos cambios en el espacio y en el tiempo, el profundo simbolismo que grava los actos e imágenes, el misterio con que diluye la realidad cercana y el implícito en la realidad última.

El manejo de los recursos psicológicos le permite sacar a flote las tonas más profundas y las complejidades de la mente donde se entrelazan lo normal y lo patológico. Y el resultado de esta indagación es una literatura acida, construida con los materiales más sórdidos de la vida cotidiana pero de sólido contenido social y valor estético.

Hondamente mexicano, su mundo oscila entre realidades brutales y bellas esencias estéticas y concluye identificando a verdugos, víctimas, camaradas y desconocidos en un solo rostro milenario: el del hombre sacrificado por el bien y el mal de todos los hombres.

Trasciende la realidad próxima, la vida común y corriente y se remonta a la realidad última hasta alcanzar el secreto sentido del drama humano contemporáneo[1].

“Los muros del Agua”, publicada en 1941, tiene como punto de partida sus dos prisiones políticas en las Islas Marías, en 1932 y en 1934, debidos a la clandestinidad del partido comunista.

Revueltas la considera la primera tentativa del realismo materialista y dialéctico en México.

“Creo por otra parte, que sólo sobre la línea de este realismo dialéctico-materialista se podrá llegar a escribir en nuestro país la gran novela mexicana. No hay otro camino y esta posición mía no es dogmática. Basta examinar el panorama de nuestra literatura. Por un lado, las producciones más “avanzadas” no logran salir de los marcos del revolucionarismo democrático-burgués, y las que intentan penetrar más hondo en la realidad del hombre, todavía no pasan del psicoanálisis”[2].

Esta novela tiende, pues, a romper las limitaciones literarias y los moldes sociales que traban el desenvolvimiento del hombre.

“Los muros de agua” fue concluida la noche en que moría un hermano muy querido de Revueltas, Silvestre, a quien pensaba leérsela. Así lo puntualiza el autor en un prólogo, publicado en la nueva edición de 1961, donde además aclara su actitud estética fundamental.

La desesperación se adueña de los “políticos” condenados a la prisión y el diálogo sin respuesta de las mujeres que intentan despedirlos puede dar la medida de este dolor.

“Las mujeres que interpelaban así, como si preguntaran al destino, así, como si estuvieran frente a un dios monstruoso de mil cabezas, reco-iríon todos los lugares atravesadas por una locura racional, repitiendo con insistencia de campanas:

¿Estás ahí? ¿Estás ahí?...

Cuando sobrevenía el encuentro; cuando por fin, el hombre “estaba ahí" era como una súbita, hiriente claridad eléctrica; como una puñalada de metales agrios; como si parieran otra vez, pero sin fruto y sólo el vientre, de ser par en par, quedara con un lamento.

Después dialogaban a gritos:

—Escríbeme llegando...!

Luego:

—Ahí te va esta cobija...!

Y también:

—Mañana meto el amparo. Veré al “licenciado...!”[3].

Cada uno de los líderes: Ernesto, Marcos, Prudencio, Santos y Rosario, recuerda su propia vida mientras padece en el presidio, y durante el viaje dantesco en el barco que los conduce a él.

“El ejemplo de los mariguanos cundía; los demás presos se apresuraban a extraer de sus ropas toda la marihuana que les restaba y comenzaban a fumar con fruición, como si el mundo se fuera a acabar. Había allí, realmente, un espíritu de fin del mundo”[4].

Todos ellos viven dolorosas historias individuales; Rosario, por ejemplo la de un amor condenado a un sino trágico; Ramón, la de un crimen para vengar su honor mancillado y así muchas más.

El paludismo, el escorbuto, las drogas y los padecimientos aniquilan a los prisioneros y los conducen por sendas de corrupción a algunos, por camino de absurdos heroísmos a otros.

Soledad, aterrorizada por la suerte de Rosario acosada por Maciel, se acuesta con “el Temblorino” que padece lepra, a fin de contagiar luego a Maciel y vengar a la joven. Pero su sacrificio resulta finalmente estéril. El Chato hace azotar a “los remontados”, dos homosexuales que escapan, como una declaración de amor hacia Rosario, y Marcos y Ernesto, que presencian la escena, se enardecen porque también la aman.

Maciel se deleita con la muerte de Miles, devorado por los tiburones, porque así las mujeres no admirarán más su cuerpo vigoroso y bello de joven semidiós y se entregarán a sus apetencias.

El presidio se convierte en una antesala del Infierno y Ernesto puede pensar:

“Sentía entonces que el mundo estaba rodeado de impiedad, que era. un mundo sin abrigo, frío, donde los hombres caminaban ciegos y brutales, furiosos en la lucha por sí mismos, sin volver la vista atrás ni a los lados, apretando los dientes’'[5].

Pero en el momento mismo en que Rosario, vencida por el cansancio y el oprobio, decide entregarse al Chato como acto de anulación máxima, reacciona y comprende que si algo puede salvarlo es precisamente la aceptación del común destino de dolor y sufrimiento.

Y la novela finaliza con estos párrafos:

“Se miraron a los ojos como para desvanecer las barreras que los separaban. Silenciosamente, lealmente, se tendieron las manos estrechando en ellas toda una fe y una doctrina”[6].

En “El luto humano” (1943), novela basada en las luchas revolucionarias de la segunda década del siglo, el gran tema es el de la muerte y lodos caminan inexorablemente hacia ella en un mundo dramático, atormentado y caótico donde la fe revolucionaria y la disciplina política no consiguen rescatar a sus personajes de la angustia metafísica y de la congoja de una concepción existencialista de la vida.

“Dios en la tierra”, cuentos publicados en 1944, señalan una vuelta a la tierra mexicana y a un mundo rural donde pesa una fatalidad inaudita.

Con prosa sombría, densa, admonitoria, sugiere un camino que posteriormente y con maestría sorprendente va a desbrozar Rulfo.

Los personajes caen aplastados por potencias maléficas, divinas y humanas y su destino es la proscripción, el luto y la muerte, es decir, lo peor.

De “Los días terrenales” (1949) donde considera al hombre como un ser sin finalidad en un mundo falso, abyecto y extravagante cuya única salida es el suicidio dice:

“Los días terrenales” están influidos por una situación del mundo en que la perspectiva se había oscurecido de un modo especialmente trágico.

Se preguntaba uno cual iba a ser el destino del hombre y si éste podía salir del caos y salvarse. Con los nazis, había vuelto a resurgir el nombre zoológico en todas sus proporciones. Pero nos angustiaba en particular, al mismo tiempo, lo que sucedía en la Unión Soviética y sobre lo cual no se nos daban las explicaciones que hubieran podido satisfacernos y calmarnos.

...En “Los días terrenales” se filtra el estado de ánimo que en mí, como escritor comunista, habría creado esta situación. Algunos de mis personajes son justamente aquéllos sobre los que ha llovido la crítica del XX Congreso del PCUS y más aun, aquéllos sobre los que Shadanov, en el XVIII Congreso descargó una de las más violentas críticas. No se entienda que quiero hacer con esto una defensa de “Los días terrenales”. Pero lo que se condenó en “Los días terrenales” no es justamente lo que debe aprobarse sino aquellos conceptos filosóficos que se apartan del materialismo dialéctico y que hacen de la novela una obra confusa, nihilista y sin ningún asidero”[7].

Por curiosa paradoja, dada la posición ideológica de Revueltas, “Los días terrenales” exponen una visión negativa, antidialéctica y antimarxista del hombre.

Lo juzga valiéndose de la misma medida con que se juzga a los demás fenómenos de la naturaleza, es decir como si el hombre fuera una entidad inconsciente.

El mismo autor indica que éste fue el error que le hizo pintar un mundo de seres abyectos, deshumanizados, extravagantes, enfermos morales y psíquicos para quienes no hay ninguna salida.

Novela desmoralizadora, tiende a predicar la quiebra de todos los valores al modo existencialista.

En algunas ocasiones se le ha preguntado a Revueltas si es existencialista y lo ha negado con firmeza.

“Aún ahora no conozco mucho del existencialismo, en forma que pudiera considerarse como seria lo cual no me parece mérito sino todo lo contrario. Apenas si puede decirse que conozco dicha doctrina a través de expositores de segunda mano o de los críticos adversos como Bobbio o Lukacs. Por los años de 1940 y 1943, en que fueron publicados “Los muros de agua” y “Dios en la tierra” el existencialismo en general (Kier-kegaard, Heiddeger, Jaspers, Marcel) incluyendo deístas y ateos, era conocido a lo sumo únicamente en los medios especializados, y casi desconocido en los círculos literarios.

En cuanto al existencialismo sartreano, aún no aparecía siquiera en la propia Francia, pues tengo entendido que Sartre no había publicado para entonces “El ser y la nada”, donde por primera vez expuso su doctrina”[8].

La respuesta de José Revueltas anula la posibilidad de las influencias directas del existencialismo pero deja vigente la actitud netamente existencial de José Revueltas que se coloca en la vanguardia de un modo atormentado de ver el mundo.

“Dormir en tierra” (1960) es una colección de cuentos con aciertos excepcionales. La maestría del autor ha sabido encontrar una estructura diversa, un lenguaje adecuado para cada tema y el modo más eficaz de ahondar en cada anécdota y revestirla de significado trascendente.

Dedicado a su hermano Silvestre, aborda una temática donde lo raigal es la muerte, las diversas formas que asume la muerte y su tremenda fuerza en la decisión del destino humano.

Uno de los cuentos, “La frontera increíble”, lleva el siguiente epígrafe de Paul Valery en “Eupalino o el Arquitecto”:

FEDRO:

No oigo nada. Veo bien poca cosa.

—SOCRATES:

Quizá no estás suficientemente muerto”.

La anécdota transcurre al lado del lecho de un moribundo que contempla a su familia dolida con ojos diferentes, con ojos de la muerte y se da cuenta que va penetrando en una conquista y en una verdad abrumadora y desconocidas. En un mundo en el que ya no pueden llegarle los lamentos, el dolor y la angustia y donde su lenguaje terreno debe ceder al paso a otras formas de comunicación.

“Nadie oía lo que estaba pasando en el templo secreto del moribundo. Adelante! Soy una antorcha! Un planeta de fuego, dios furioso sin límites. Ya el cuerpo no podrá amarme con su amor desesperado y enemigo”.

“La frontera increíble” es la transición reveladora y demoníaca entre la vida y la muerte.

“Noche de Epifanía” es el tema de la muerte absurda y de la negación de Dios.

“Fue desagradable valerse tan sólo del tacto, Aquí la capa torácica, Aquí el esternón. Aquí la pelvis. Como buscar desesperadamente, en mitad del infinito, la existencia, la presencia consoladora de un ser humano y, al tropezar con ella, encontrarlo muerto. Aquí la fosa ilíaca. Aquí la arteria femoral: “Por qué no? Desde luego. Iremos juntas, se lo agradezco de veras”[9].

La posición de rechazo de la existencia de Dios es brutalmente blasfema pero angustiosamente trágica.

Dios no existe pero será necesario que existiera, parece decirnos el autor.

“Pronto sería la madrugada, Dentro de unas cuantas horas, el cuerpo do Rebeca saldría con destino al crematorio. “Te juro que para mí aún es un caso increíble. Quiere decir que se puede amar, matar, sufrir por rosas que no sean la guerra? Quiere decir que no somos del todo unas bestias y que aún podemos conmovernos con la muerte? O quiere decir todo lo contrario? Que quiere decir? En la azotea el viento golpeaba con furia, helado y cruel, amenazando tempestad, “Mira las malditas nubes, Ya han cubierto todo el cielo”, dijo el otro hombre como única respuesta”[10].

El músico de “Lo que sólo uno escucha”, también está anclado en ia frontera increíble y en ese momento su ejecución adquiere un patetismo y una perfección desgarradora; como si un fantástico dios naciera en lo más hondo de su ser.

“No puedo creerlo, se dijo mirándose las manos como si no le perte necieran. Se sentía a cada instante más menudo, más humillado, más infinitamente menor dentro de la grandeza sin par de la vida, Quiso tranquilizar a su mujer al mirarla aprensiva e inquieta:

—Todo será nuevo —exclamó—, hermoso y nuevo para siempre”[11].

La lujuria y la muerte están unidas es “La palabra sagrada” y en “La hermana enemiga”.

En el primero, una adolescente que ha perdido lúcidamente su inocencia y persiste en su relación es protegida por la farsa social y contempla lúbrica y plácida los esfuerzos de la familia por ocultar los hechos. La historia entrelazada de la amante de su tío, que se suicida al morir éste, señala el camino de la autenticidad en el dolor.

En “La hermana enemiga”, una muchachita pura es arrojada al suicidio por la perversidad de su hermanastra que la envuelve en un clima obsesivo de impureza.

“La mujer hizo un movimiento inexpresivo, casi nada más animal. En el cuarto de junto de los pies de la niña colgaban a medio metro del nielo, pendiente su frágil cuerpo del negro lazo, del cuerpo buitre.

Como un ciego que no alcanzara a orientarse, la madre pasó la mano por encima de los cabellos de su hija, Intentó luego decir algunas palabras de cariño, pero un sollozo la entorpeció.

—Ruégale a Dios —pudo apenas balbucir— que te conserve inocente y pura como hasta ahora lo has sido, hija mía”[12],

El cuento que da el título al libro “Dormir en tierra” une la poética y escalofriante historia de amor del contramaestre del balandro con la presentación del bajo fondo de hampones y prostitutas del puerto.

La Chunca, prostituta infame, borracha perdida y desamparada, deambula con su hijo de la mano y quiere alejarlo de ella para que encuentre mejor destino.

Cuando el tifón hunde el balandro, el contramaestre descubre el muchacho, que se ha refugiado en el barco y despojándose de su chaleco le salva la vida a costa de la suya.

El contramaestre, la Chunca y la prostituta que enfrenta a los hombres que la atacan soezmente tiene una insólita dignidad, en el seno mismo de la miseria, y se magnifica ante el lector, Sobre todo, el hombre que reniega a vivir para asegurar la probable salvación de una criatura.

Hasta la mujer amada por el contramaestre, ese bello y temerario fantasma que le incita por una única vez a “dormir en tierra”, y luego lo abandona es una lumbre sin límites, una tempestad voraz que lo destruye espiritualmente.

“Era hermosa como un relámpago y amaba como si matara, como una criminal que ya no tiene nada en el mundo, sino ese amor, suyo hasta el exterminio y la ceniza’’[13].

“Los Errores”.

Vigorosa, tremenda, preñada de sentido esclarecedor, fallida en muchos aspectos, pero de una sinceridad abrumadora, “Jms errores” es una valiente requisitoria que Revueltas lanza contra el partido comunista mexicano del 30.

Con esta historia donde la intriga sombría y los intereses bastardos se enfrentan a la angustia del militante de convicción sincera, responde a su propia expulsión del partido comunista y a la repercusión del stalinis-ino en la conducción política.

“Enseguida un miedo; no, más bien algo que sólo podría describirse con la más extraña y hasta hoy desconocida de las imágenes, como una enfermedad de la historia; angustia de partido, la indefinida sensación de culpa, de incertidumbre — y horrorosamente, la de ya no ser una persona humana, sino un espíritu vacío, sin nadie”.

Más que anticomunista, la novela es “anticonformista” y está escrita con el propósito de irritar al común de los lectores pues entiende que los desposeídos provienen de una actitud despreocupada de la mayoría.

Revueltas, expulsado del partido comunista mexicano, considera que no tiene una obligación disciplinaria sino desde el punto de vista racional y verdaderamente leninista. Y piensa que la repercusión de “Los Errores” es un despertar de la conciencia marxista-leninista y del pensamiento dialéctico y una lucha contra el dogmatismo y por la libertad de expresión y de investigación que se hacía necesaria en el movimiento comunista mundial.

Con temeraria voluntad de verdad, José Revuelta asume una posición desde dentro mismo del partido y son los personajes de “Los errores” los depositarios de su indagación crítica.

Jacobo, Olegario, Eladio intentan comprender y justificar los extravíos que se cometen en nombre de una ideología que pretende redimir a los hombres y utilizar medios de traición y de ignominia.

‘“Un fantasma recorría el mundo: el fantasma de la matanza de los inocentes. Pero... Si ese fantasma tenía la razón y la verdad? Allí estaban Eladio, Pintos y el Linotipista, la víctima y el victimario, pero esto no era suficiente a esclarecer la razón última: Pintos no aceptaba su muerte, se disponía a luchar en contra de ella, rechazaba la cicuta que le ofrecía el Partido, Pero...? Si la hubiera aceptado? Olegario se estremeció. Se aproximaba, seducido por un abismo de lucidez, al punto donde residía la clave de lo que sí era la extravagancia real de nuestro tiempo, la clave de la locura, de la más extraordinaria locura que se pudiera haber intentado en ningún momento de la historia. La subversión de la muerte de Sócrates. Si Eladio Pintos hubiera aceptado morir voluntariamente y sin resistencia, a manos del Partido, a título de hacerlo en virtud del más alto interés político y la más elevada e inobjetable jerarquía moral, aunque no se ofreciera a los ojos de todo el mundo otra explicación de su sacrificio que no fuese la de cubrir su muerte de infamia, ignominia, y traición y vergüenza eternas. Qué significado habría tenido esto? Qué nuevo sistema universal, aplastante y sobrecogedor, habría introducido este acto en las relaciones humanas?”[14].

Revueltas presenta una dirección del Partido, ducha en el asesinato de los militantes inconformes y muy similar al mundo del hampa y la prostitución más abyecta.

“Crímenes —cuando es necesario— éticos, si así puede decirse que no nos pertenecen, supresiones, liquidaciones abstractas. Aquí, como en un violento aleteo de sentimientos casi no asimilables por su rapidez, Olegario sintió horror por las palabras, por ese pudoroso argot de partido, por esa curiosa variedad de circunloquios morales: liquidación física, muer, te prematura y otras expresiones parecidas... Cuestiones de semánticas, se dijo como si sonriera por dentro” [15].

La novela se estructura sobre dos temáticas en contrapunto: la primera convertida en una historia del bajo fondo mexicano; la segunda presenta a los comunistas en un momento de huelga y rebelión.

Jacobo Ponce, el intelectual expulsado finalmente del Partido porque en sus clases enseñaba “deformaciones revisionistas” de la teoría, necesita imperiosamente saber la verdad sobre Emilio Padilla, camarada desaparecido en forma misteriosa.

Y aunque se acerca a la claridad de este hecho con un temor casi animal, sigue hasta la lucidez total.

Emilio Padilla es en la realidad Evelio Padilla, estudiante de Derecho en México que fue becado a la Unión Soviética y al volver encontró una muerte misteriosa.

José Revueltas manifiesta el conocimiento que tenía de Padilla cuando en un capítulo de la novela (p. 271) se aclara que estuvieron juntos en la prisión de las Islas Marías.

Uno de los momentos más patéticos que vive Jacobo Ponce al ser arrojado del Partido es su encuentro con un viejo camarada, obrero tranviario, que se retrae y lo increpa tratándolo de enemigo de la causa y traidor.

“Se dijo Jacobo que en adelante ya no iba a encontrar, en nadie más de sus camaradas, ningún otro rostro que tuviese una expresión distinta a la del rostro de Eusebio Cano, santificado, deshumanizado por el espíritu dogmático del partido[16].

Las dos historias paralelas se encuentran en un lugar determinado; prostitutas y comunistas se hermanan en el final: la Luque percibe con claridad la fatalidad de su destino y Eladio Pintos parece someterse a las leyes “morales” del Partido.

“Puedes hacer de mí lo que quieras, (le dice la Luque al Muñeco) legarme, maltratarme, humillarme. Sé que no puedo escapar de ti —Lucrecia hablaba ya casi en sollozos—. Viviré a tu lado para sufrir todo eso hasta que llegue el momento en que me mates, porque eso es lo que me va a suceder. Entonces será el momento en que salga de mis penas. Es mi destino de pinche puta desdichada”[17].

Las dos ramas de la acción se unen en el macizo tronco del pesimismo más desconsolador.

El capítulo titulado “Magdalena” encierra quizás la clave de inter-pretación de “Los errores”. En él, Revueltas une hasta producir el dolor más lacerante la peripecia partidaria con la situación del amor entre Jacobo y Magdalena, Jacobo y el recuerdo de Olenka, sacrificada también por la causa.

Jacobo, obseso por dilucidar el destino de Padilla y de Olenka, alcanza la verdad sobre los dos al mismo tiempo que asume, en su fascinante poder aniquilador, el amor que experimenta por una mujer.

“Lo sabía con esa presciencia aniquiladora y mágica que sólo pueden disponer dos seres unidos, destrozados, por un amor o por una muerte más allá de lo sensible, más allá de los cuerpos, más allá del conocimiento”[18].

Revueltas explora con valentía los motivos, los lazos, las contradicciones morales de los personajes a quienes pudo conocer en la actividad ideológica, desnuda sus razones y las muestra descarnadas, como visiones de José Clemente Orozco, dolorosas y desgarrantes.

Algunos personajes de “Los errores”, como también en otras obras, están transidos por una solidaridad tan profunda que penetran intensamente en el lector.

Por ejemplo Olegario que le habla al prestamista asesinado y le dice:

“Créemelo, mi viejo! —exclamó con voz queda y ardiente. Con toda mi alma querría hacer algo por ti. Aun traerte el sacerdote, que sin duda es lo que tú me pides y anhelas en estos momentos. Fíjate, traértelo, yo que no creo en esas cosas, De veras, mi viejo, lo único que pueuo hacer es verte morir y que tú me veas aquí a tu lado y de cualquier manera no mueras solo como viviste. De veras, viejo Victorino, perdóname”[19].

O los amantes que salen como teas de la casa encendida por el fuego y se deslizan uno hacia otro para fundirse en un abrazo definitivo que adquiere dimensiones simbólicas increíbles.

“Son un hombre y una mujer enlazados, fundidos uno con el otro en ese encuentro en que ahora se ciñen con los brazos y los cuerpos en llamas, sin quererse separar y donde el único lenguaje que les queda es este grito que anula todas las palabras y expresiones para quedar en puro amor y terror”[20].

Un aire de perversión homosexual preside la historia del hampa, donde Mario Cobián “El Muñeco” planea el robo del prestamista, con la ayuda del enano Elena, para independizar a Lucrecia de su oficio de prostituta, y termina traicionado por la Jaiba y La Magnífica que se disputan su posesión.

Los personajes de una y otra historia están atrapados y se mueven dentro de una vasta confabulación que los enajena sin permitirles otra opción.

“El Muñeco” lo comprende cuando se da cuenta de que sus planes van siendo gradualmente modificados por el azar.

“Mario no podía hacerse estas consideraciones ni razonamientos, pero adivinaba en todo el asunto la existencia de una jugada tramposa y socarrona, no urdida por nadie en particular, pero de la cual el mismo se hacía propia víctima, quien sabe por qué, ni movido por quién[21].

En este caótico mundo de Revueltas, tan cercano al de Dostoiewski, los crímenes y las escenas de terror vital y de monstruosa belleza expresan una fuerza de realización magistral.

La fuga de Olegario, a través de las alcantarillas, acosado por las ratas y por los sedimentos infectos y malolientes, y la experiencia del prestamista durante los horrores de la Revolución son dignas de las mejores páginas del novelista ruso.

Libro amargo porque la realidad es amarga, dice el autor.

Sus personajes oscuros intercomunicados, reales caen en el vértice de la angustia metafísica y llegan a experimentar físicamente el asco de las situaciones que viven.

Jacobo sufre una náusea singular, un modo translucido y doloroso de certidumbre, una alucinante certeza.

“Era como sentir, como adivinar con la mitad de las facultades perceptivas, y al no poderse expresar por si misma tal percepción, a causa de la clarividencia, ese marco interno de la lucidez, con que pugnaba por adquirir límites y formas definidas un agudo e hiriente saber abismal”[22]

Novela de técnica faulkneriana, caótica y desproporcionada, no da reposo al lector por la sobresaturación de las situaciones tensas y apasionadas.

Demetrio Aguilera Malta ha dicho de “Los errores”:

“En todo el libro campean las excelentes condiciones del narrador de Revueltas. El buen idioma, el análisis hasta la catarsis, el zig-zag argumenta! dentro del movimiento general, el humor de trasfondo mezclado con la realidad amarga, el ritmo acezante a pesar de la sencillez de la historia. Todo ello, además con un afán de clarificar los problemas, de dilucidar las controversias con ese desbordado apetito para encontrar la verdad que se encuentra en gran parte de la obra de Revueltas. Y, de tarde en tarde, el anatema expresado o implícito ante una sociedad qu? quisiera ver mejor”[23] .

El mundo de Revueltas está presidido por el absurdo, por la pesadilla, por el azar y la fatalidad y el mismo caos interno de la construcción acentúa estas connotaciones.

Estupendo narrador, tan honesto en sus planteos que conmueve al lector, adquiere dimensiones de profeta bíblico en cuyo grito se mezclan la crueldad y la desesperada solidaridad aplastada por potencias maléficas.

Paradojalmente la blasfemia en labios de algunos de sus personajes se convierte en la prueba más dramática de la necesidad de Dios en el mundo.

“Modigliani! Me dije al mirarla, desnuda y lineal, sobre la cama, Exactamente un cuerpo a lo Modigliani. Aquellos senos de mandarina, la caja pélvica angulosa, casi doliente, los delgados muslos y luego la crucifixión de los brazos sobre la sábana blanca.

Mientras hacíamos el amor, me dije que consumaba un perverso y nunca visto sacrilegio, como si me hubiese vuelto un espantoso y satánico -losé de Arimatea. Hacía yo el amor con Cristo en el descendimiento mismo de la cruz”[24].

Notas:

[1] Mauricio de la Selva: “Diálogos con América”. México, editorial Cuadernos Americanos, 1964, p. 114-115. El subrayado es nuestro.

 

[2] Luis Leal: “Historia del cuento hispanoamericano”. México, Frank De Andrea,. 1966, p. 141.

 

[3] José Revueltas: “Los muros de agua". México, editorial Los Insurgentes. 1961 (La cita pertenece al prólogo del autor).

 

[4] José Revueltas: opus. cit. pág. 5-6.

 

[5] José Revueltas: opus. cit. pág. 31.

 

[6] José Revueltas: opus. cit. pág. 77.

 

[7] José Revueltas: opus. cit. pág. 160

 

[8] Mauricio de la Selva: “Diálogos con América”. México, editorial Cuadernos Americanos, 1964, p. 114. El subrayado es nuestro.

 

[9] Mauricio de la Selva: opus. cit. pág. 116

 

[10] José Revueltas: “Dormir en Tierra”. Veracruz, Universidad Veracruzana 1960r p. 44.

 

[11] Mauricio de la Selva: opus. cit. pág. 116

 

[12]  José Revueltas: “Dormir en Tierra”. Veracruz, Universidad Veracruzana 1960r p. 44.

 

[13]  José Revueltas: opus. cit. pág. 62. El subrayado es nuestro.

 

[14]  José Revueltas: Opus. cit., p. 69. El subrayado es nuestro.

 

[15]  José Revueltas: Opus. cit., p. 107

 

[16] José Revueltas: Opus. cit., p.85

 

[17]  José Revueltas: Opus. cit., p.129

 

[18]  José Revueltas: Opus. cit., p. 279. El subrayado es nuestro.

 

[19] José Revueltas: Opus. cit., p. 69. El subrayado es nuestro.

 

[20]  José Revueltas: Opus. cit., p. 69. El subrayado es nuestro.

 

[21]  José Revueltas: Opus. cit., p. 352.

 

[22] José Revueltas: Opus. cit., p. 264.

 

[23] José Revueltas: Opus. cit., p. 228. El subrayado es nuestro.

 

[24] José Revueltas: Opus. cit., p. 208.

 

ensayo de Clara Passafari

 

Publicado, originalmente, en: Boletín de Literaturas Hispánicas, Número 7 (año 1967)

Instituto de Letras de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional del Litoral,  Santa Fe (Argentina)

Link del texto: https://www.ahira.com.ar/ejemplares/boletin-de-literaturas-hispanicas-no-7/

Gentileza de Ahira. Archivo Histórico de Revistas Argentinas

 

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