Visita con sabor a nostalgia

Tania Pagés Palma

Noruega no es precisamente un país que llene las vidrieras de una agencia de turismo. Pero, en contra de las playas y el sol, siempre me he sentido atraída por los países escandinavos, aquellas historias de guerreros y marinos con los cascos que resultaron no tener cuernos. Primero fue lo imprevisto del viaje, conseguí el billete y el alojamiento un día antes de la salida y aunque parezca increíble, a un precio razonable gracias a la santa red. Y me fui, era verano. Las temperaturas son agradables y había un concierto de uno de mis grupos favoritos de mi época de adolescente inquieta: A-ha. No tuve que pensarlo mucho. Si alguien ha podido visitar Oslo me dará la razón cuando digo que los cielos son mágicos, las nubes parecen hechas de una manera distinta como cuando entras en un cuento de hadas que lo cubre el halo de la curiosidad. La tierra se te acerca decorada con los fiordos y casi parece que vas a escuchar aquella música de antaño. Había llovido y todo tenía un olor especial, luego el sol apareció radiante y no dejó de brillar durante toda mi visita. La mejor opción era hacer todo en un tour de varias horas donde además de los fiordos me encontré con museos como el de la Kon-Tiki regocijo para todos los amantes de Thor Heyederdal, el de los vikingos, el del folklore, el del esquí. Especialmente impactante la visita al Frognerparken con todas sus esculturas representando diferentes momentos de la humanidad. ¿El concierto? Fue en ese mismo parque, unas 50000 personas aplaudimos y cantamos sin parar. Vi todas las fotos del grupo en los periódicos, lástima que de ninguna de ellas saliera la mano del solista invitándome a conocer más de su reino como en aquel mítico video clip.

Tania Pagés Palma

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