Sabat Ercasty, el profeta con corazón de niño

por Lucio Pabón Núñez

Un intenso ambiente cultural

¡Qué hermosa es Montevideo! Es europea por su estilo arquitectónico; europea, por sus avenidas; y del mismo cuño, su hervir intelectual. Intensa vida periodística, teatral, libreril, de conferencias, universitaria, científica ... La raza, de limpio tipo blanco; el ambiente, de plena libertad. Por algo los uruguayos se envanecen de ser los suizos de América. El comunismo se mueve con desenvoltura en todos los campos, especialmente en el de la difusión doctrinaría; cuenta con un equipo de intelectuales que, alrededor de la gaceta Marcha, tratan de influir en los medios cultos no solo del país, sino de la Argentina y demás vecinos. Llego a Montevideo cuando se está desarrollando un homenaje a Shakespeare, con ocasión del cuarto centenario de su nacimiento. En el teatro Solís se representa Noche de reyes, por la compañía Comedia nacional, con buenas interpretaciones de Estela Medina, Wagner Mautone y casi todos los demás actores; en el Cine Club (así llamado, con este feo anglicismo) se exhiben películas chespirianas con artistas como Laurence Olivier, Serguei Bondarchuk y John Gielgud. En ambos sitios el lleno es completo. Para poder ver la representación del Solís tengo que someterme a asistir al incómodo sitio que allá llaman “tertulia alta”, y de pie, para completar. En esos mismos días la Academia Nacional de Letras, correspondiente de la española, se ocupa en el proyecto de una editorial del Estado para publicar obras de uruguayos. Además de política y economía, se discute con calor la significación de la última cinta de Bergman: El silencio.

Entre los escritores que conocí, debo nombrar ahora a Ariosto González, presidente de la Academia, a Juana de Ibarbourou y a Carlos Sabat Ercasty. Habrá oportunidad, Dios mediante, para tratar de otros; hoy quiero detenerme en el último nombrado.

Cuando salí de Bogotá en rumbo a varios países suramericanos, Rafael Maya, al despedirme, me dio el encargo muy especial de saludar a Sabat Ercasty; esta misión me movió fuertemente para realizar la visita.

Un Walt Whitman uruguayo

Partiendo de la Plaza de ia Constitución, sobre la que se levanta la catedral, va uno fácilmente a la de la Independencia, donde se yergue una soberbia estatua del libertador Artigas; y aquí empieza la espléndida Avenida del 18 de Julio, en la que hay otras plazas como la de la Libertad y la de la Casa Municipal; en esta ultima, entre olios, está el monumento al Caucho, bajo cuya recia efigie ecuestre se lee: “La patria agradecida". De este lugar arranco para ia Calle de Colonia, en -cuyo número 1.774 vive Sabat Ercasty.

En el primer piso, en un modesto y decoroso apartamento, me recibe este hombre con aspecto de profeta: alto, fornido, de bella faz bondadosa, de ojos profundos y llameantes, blanco, con una luciente y sedeña cabellera encanecida, de voz poderosa, de ademanes a lo hidalgo dentro de una sencillez cautivadora. Lo primero que pienso frente a él es en Whitman. Unos días después, en Buenos Aires, Berta Singerman, cuando nombro al poeta, inmediatamente me dice: “¡Cómo se parece a Walt Whitman!”. También puede compararse a uno de esos gigantes que se encuentran con frecuencia en Vasconia. Un poco después, cuando le pregunto por la pronunciación de su primer apellido, y me explica que es de origen catalán y debe pronunciarse agudamente, pero que todo el mundo le dice “Sábat" termina anotándome que por la madre es vasco. Agrega la apostilla de que su genitor fue maestro de armas en Valencia y mereció ser inscrito en la orden de San Hermenegildo, y de que sus antepasados maternos fueron “leñadores y pastores"»

Tiene 76 años y anda erguido como un roble.

En el curso de nuestra conversación voy descubriendo, bajo todas estas manifestaciones titánicas, un dulce y candido corazón de niño. Sin solapas, sin maldad, con primaveral inocencia, con ilusiones primitivas, ingenuo como un cuento de hadas, dulce como una melodía pastoral.

Su afabilidad es la de un gran señor y un gran cristiano.

Tras presentarme a su segunda esposa, la juvenil, suave y bella dama doña Violeta, me invita a pasar a su cuarto de estudio: es el de un escolar; sencillísimo, lleno de libros y papeles, sobre todo de manuscritos, y ornado con varios cuadros, algunos dibujados por el propio poeta: Dante Alighieri, Jesucristo, Miguel Angel. Me pasa un chasco: cuando me muestra una de sus obras y me pregunta: "¿Quién es?", le respondo: “¡Don Quijote!”; y él replica: “¡Jesús!". Los perfiles son quijotescos; y salgo del atolladero, citando a Bolívar en aquella anécdota en que lo pintan diciendo que los tres más grandes “majaderos” del mundo habían sido Cristo, don Quijote y él (el Libertador). A propósito de Miguel Angel, me cuenta que está preparando un estudio sobre la poesía de este otro titán de la belleza,

Y como abrumadora coronación del episodio, determina regalarme con gentil dedicatoria su retrato de Nuestro Señor. ¡Gracias, rendidas gracias con todo el corazón, mi admirado, mi colosal, mi llameante, mi infantil Sabat Ercasty! Esta tu obra vale como arte, claro está; pero para mí vale sobre todo como manifestación de hispanidad y cristianismo.

Al darle el saludo de Rafael Maya, irte hace un merecido y encumbrado elogio de mi insigne compatriota; luego se refiere en iguales términos laudatorios a Félix Restrepo, S. J., a José Manuel Rivas Sacconi y al Instituto Caro y Cuervo. Me agrega que conoció, cuando este nos representaba en México, a Luís Eduardo Nieto Caballero, para quien tiene frases de fervoroso reconocimiento.

El diálogo se interrumpe cuando pongo los ojos en unas boleadoras que adornan el cuarto; me las alcanza y me explica cómo los campesinos con ellas cazaban el ñandú.

Berta Singerman, sacerdotisa

Hablo de que mi primer contacto con la poesía suya fue a través de Berta Singerman, a quien los colombianos hemos oído tantas veces recitar o re-crear la Alegría del mar:

¡Los vientos resalados danzan, corren, asaltan! ...

¡Mis ojos van a estallar de júbilo., .

¡Mi corazón mira!

Yo aguardo el instante de! prodigioso escollo

donde se estrellarán las viejas tablas...

¡Alegría del mar! ¡Alegría del mar! ¡Alegría del mar!

Me dice que Berta es una verdadera artista del verbo, que es una auténtica poetisa, una sacerdotisa del arte, que no dice sino que vive el milagro de la poesía. Con un natural orgullo, me cuenta que este poema domó a la recitadora, quien tuvo que consagrarse por entero a estudiar la manera cabal de comunicar a los oyentes la plenitud del sentimiento creador. En seguida evocamos el sortilegio de la voz de ía Singerman, con todas las tonalidades; el enhechizamiento de aquellas sus manos, quo son aves y son estrellas, de las que emanan la luz y la miel del canto, las que a veces tienen mayor poder de recreación que la modulación misma. Y recordamos los vestidos, tan apropiados para efectos muy cuidadosamente perseguidos. Los tíos resultamos unos encendidos bertistas integrales.

El recuerdo de Colombia

Y de nuevo, Colombia. Sabat Ercasty desde hace días anhela venir a estas tierra?; varias veces lo han invitado; cree que dentro de poco podrá llegar. Me pregunta qué sería mejor: ¿Unas conferencias sobre el modernismo cristalizado en Darlo, en Silva, en Valencia, en Herrera y Reissig; o unas disertaciones sobre el proceso de la cultura en el Uruguay? “Las dos cosas”, le respondo. En Colombia nos interesan estos dos temas igualmente, sobre todo desarrollados por hombres de excepcional calidad. Lo que más nos importa es comenzar”... Quedamos en que me comunicará el día en que esté listo. ¡Dios quiera que sea mañana!

Viajes y filosofía

Dos escollos nuevos: me informa que su primer libro de versos fue modernista, bajo la inspiración de cantores franceses y de Rubén, y que se esmeró en copiar las exquisiteces formales de los parnasianos; pero que un día, hacia 1914, descubrió que eso no era poesía, o al menos no era todo poesía, pues el artificio iba en contra del numen; y resolvió quemar sus poemas, y darse un castigo: no volver a trovar mientras no se purificara de esos vicios formalistas. En 1917 publica su volumen Pantheos y en 1921 el primero de sus Poemas del hambre: Libro de la voluntad. Se echa por los campos del verso suelto, a lo bíblico, a lo Whitman, a lo Claudel. La otra anotación: ha viajado poco al exterior. Fue a Cuba cuando el primer centenario del nacimiento de Martí, héroe a quien dedicó (1953) uno de sus Poemas del hombre; y estuvo en Santiago de Chile dictando un cursillo sobre literatura y filosofía. En esta nación publicó Prometeo (1952), que para mi gusto es una de sus obras de mayor aliento.

Ignoraba yo que Sabat Ercasty era, o fue (acaba de jubilarse) profesor de filosofía. Figura con Carlos Vaz Ferreira —el primer decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad del Uruguay— como uno de los fundadores de este centro; después de Vaz, seguía en el orden cronológico Sabat. La profesión suya ha sido la de catedrático. En su calidad de filósofo tiene publicaciones como el ensayo sobre su amigo entrañable y notabilísimo pensador Vaz Ferreira y la Dramática de la introspección. Su filosofía, como toda su vida y toda su obra, es primordialmente poética. Su lumbre guiadora ha sido una especie de panteísmo, del que ha venido liberándose hasta llegar a una concepción casi de estirpe mística a lo hispánico. Su Dramática termina así: "No divorciemos lo intelectivo de lo estético y de lo ético. Ser un hombre, es ser una totalidad que adquiere permanentemente conciencia de sí misma!\ No está de más recordar aquel soneto (Los adió8es) de su Pantheos que termina así:

Toco en Dios. Muero en Dios, Nazco en Dios. Grito

en Dios. Ardo en Dios. Soy Dios. Y mis pasiones

divinas, lo traspasan con un goce infinito,

Vienen luego concepciones como “Mi tacto roza el fluir de la sangre, y desde ella me diluyo en la sangre de las estrellas”; “Veo con los ojos del mar. Escucho con los oídos de la montaña. Pienso con la frente de la tierra madre..De aquí a la Dramática hay solo gradas para una escala de Jacob.

El mito de Prometeo (1960) es el último libro de Sabat Ercasty, Puede decirse que se trata de un intento no tanto de explicación del drama esquiliano, cuanto de adaptación filosófica de ese drama a la realidad política del mundo contemporáneo. La tesis final es esta: “Hagamos el escudo de América: ¡Un disco de luz, y un hombre libre abriendo el futuro con la llama de Prometeo entre sus puños!”.

El poeta primordial

Carlos Sabat Ercasty es filosofo, pedagogo, crítico, y muchas otras cosas importantes; y antes que nada, poeta. La poesía le fluye por doquiera. Igual que la flor, el perfume y el ave melodías, él, como fenómeno simplemente natural, transpira poesía. Me cuenta, a estos respectos, que cuando le celebraban las bodas de oro, de pronto se metió en su escritorio, y de un tirón compuso un poema en 50 sonetos. A medida que habla, va uno cazando ritmos, metáforas, sentires de la más pura poesía. Por esto su inspiración corre como los potros en la pampa o como el torrente en la montaña, o como los delfines en el mar: sin respetar vallas, sin sujeción a preceptivas, incluso rompiendo diques de gramática y de ideología. Cuando necesita un vocablo para su expresión, lo inventa: “espirituado”, “febriciente”, "alaje”, “manantializarse”, “conflictual”, “ideosensible”, “biopsicología”, “desfluir”, "infralúcido”, etc. Nada de extrañar que un académico como él, incurra en galicismos y solecismos, muy propios —por otra parte— del medio ambiente, como estos: “fue entonces que”, “no es así que”, "recién llegas”, “recién comenzamos”, etc.

Bien dijo cuando cantó: "Bebe los ritmos, pliégate a las alas del idioma oculto”. Es su demonio familiar, su numen, lo que lo conduce en la vía de la creación artística. Todo su ser, toda su circunstancia, para seguir a Ortega y Gasset, es inspiración: "¡No hay poetas, porque todo es a la vez poesía!”, dice en el Libro de los mensajes.

Estas potencias arrolladoras, este alzarle con ímpetu destructor y de dominio, es lo que lo convierte casi en un adorador del fuego. Oigámoslo: "Ser dios, es ser fuego y ser luz” (Prometeo); "¿No hay águilas de fuego en los latidos de mi corazón?” (Prometeo); “Mas todo el cielo es guerra, si soñamos verlo desde la pupila de Dios. Cada estrella es una tempestad de fuego" (Dramática de la introspección).

Lo curioso es que dentro de esta casi salvaje orquestación, propicia para la caída, los prosaísmos son escasos. La inspiración va fijando formas adecuadas, va conquistando música y vestimenta arrebatantes.

El prosista

En cierto momento le trato al maestro de su prosa, de la que conozco hasta ese día las avasallantes muestras del Prometeo y de tos Retratos del fuego. Con emoción de quien está en trance, busca un ejemplar de El charrúa Veinte Toros, y de pie, me lee con entonación de auténtico creador, relamiéndose, agigantándose, llenándose de lumbre; “¡Veinte Toros!, el charrúa de la época colonial. Voy a evocarlo* Era un indio de la vieja raza. Su cuerpo era el bronce más ardiente del fuego vita!. Talla titánica* pecho fraguado en metales flexibles y elásticos, cuello de maderas recias, puños y pies de piedra, cintura de ramas cimbreantes, ojos de halcón, dientes y molares de puma, nunca de toro, voz de jaguar, voluntad de águila. Todos los vientos de la tempestad en sus impulsos. Cuando el deseo crispaba el rugido de su instinto, el pavor arrodillaba a los toros, y los nervios del puma se apretaban a la piel. Ningún potro escapó a su lazo, y ningún ñandú burló sus boleadoras. El chasquido de su arco electrizaba al huracán, y su flecha de fuego rompió el vuelo de todas las aves. Nunca un quebracho más recio que su brazo o su muslo. El cuarzo se rompía entre sus dedos, y el golpe de su pie dolía en la tierra”...

Creo que fue Darío quien dijo que todo poeta es esencialmente un buen prosador. En Sabat Ercasty la prueba no puede ser más convincente.

El más cultivado campo suyo de prosista excelso es el de la crítica: son impresiones, mas, ¡qué lúcidas y qué destellantes!,. las destinadas a darnos la visión de Basso Maglio, Julio Herrera y Reissig, Gorki y Antonio Castro Alves, y la de Cervantes en la unidad y dualidad del sueño y de la vida, las de María Eugenia y Carlos Vaz Ferreira.,.

La trilogía del Prometeo

Otro dominio: el del dramaturgo, muy poco conocido en Sabat Ercasty. No pudimos dar con un ejemplar de El demonio de don Juan; pero hablamos sobre Prometeo, otro “poema dramático1', libro que desde 1953 conocía, gracias a la amistad del diligente y penetrante critico Agustín Rodríguez Garavito, quien me lo envió entonces desde Montevideo.

En nuestra charla, recordé mis experiencias cuando en Madrid me dio por estudiar griego, experiencias tan difícilmente mantenidas en esta agonía que es el diario discurrir. Así que lo indagué con alguna amplitud acerca de la fábula esquiliana. Arduo es reproducir lo que me expresó. Dios permita que no sea muy infiel en esta reproducción.

Me afirma que siempre ha andado preocupado con el mito prometeano. Lo entiende ante todo como una campaña contra la tiranía: “lucha de un espíritu libre y rebelde contra un despotismo totalitario, orgulloso y cruel'’; “toda tiranía es tragada por su propia violencia”. Desde luego esta fe se fundamenta en el mismo Esquilo: el heleno presenta a Zeus como un déspota, “de entrañas de hierro y de roca”, y al titán como un altivo y glorioso rompiente de esta tremenda realidad.

Luego cree en Prometeo como profeta, también de acuerdo con la presentación esquiliana, en la que el gigante domina su propio porvenir y el mismo de Zeus, así como el de lo. Esta entonación de vaticinio, don del auténtico poeta, que primordialmente es vate, es la de Sabat Ercasty, el anunciador de los sucesos futuros, el intérprete de misterios maravillantes en los Poemas del hombre.

Y finalmente Sabat es fiel a Esquilo cuando cree en Prometeo como salvador de los hombres, como su máximo maestro en la ciencia y en la vida, como quien sabe liberarlos de la horrenda tiranía de! temor.

A cierta altura del diálogo, me permito evocar la mansa imagen del Crucificado. Sabat Ercasty me acepta que hay semejanzas impresionantes entre el hijo de María y el de Temis: el amor a los humanos y el sacrificio de su propio ser para redimir a esas criaturas. Pero qué diferencias —remato yo—: Prometeo es arrogante, pertinaz, soberbio, procaz, sarcástico, vengativo; y Jesús, es la mansedumbre, la humildad y el amor hechos carne y espíritu.

Sabat Ercasty hizo con su Prometeo una de las mejores obras de nuestra época. Es bien sabido que la trilogía (algunos investigadores hablan de tetralogía) primitiva constaba del Prometeo usurpador del fuego, Prometeo encadenado y Prometeo libertado. De este último drama quedan unos versos, rescatados por Cicerón. Del primero, apenas unas suposiciones. Solo el segundo, y eso algo incompleto sin duda, es el que nos ha llegado. Pues bien, el profeta uruguayo, que, como el titán del fuego, posee el secreto del universo, sabe qué se conserva y qué se perdió de la obra prístina de Esquilo; y en este “poema dramático" nos entrega completas las tres etapas aludidas, con una reciedumbre, con una iluminación, con una pureza de símbolo y de idioma, comparables a las del trágico múltiplemente triunfador. Sinceramente, después de tratar de ahondar un poco en la materia, creo que el Prometeo de Sabat Ercasty es, término de más o menos» el mismísimo de Esquilo.

La epopeya del espíritu

Le pregunto sobre sus Poemas del hombre y me responde en términos parecidos a estos: “Con ellos he querido escribir una epopeya del hombre de nuestro ciclo, la del espíritu. Si usted examina, encontrará que en los varios Libros (publicados apenas diez, de los cuales el último es el de Los mensajes: “a los poetas de América”), he escrito más de 70.000 versos, número más grande que el de la Divina comedia o cualquiera otra epopeya conocida. Mi fin es traducir en signos sensibles mi mundo interior, pues yo apenas soy una especie de radar, un radiorreceptor de emociones. Por eso cuando desciende sobre mí el numen, escribo hasta agotarme, sin pensar en formas, en vocablos o en imágenes, sino soltando riendas “largamente" —como diría fray Luis de León— al ímpetu creador, Mi objetivo es cantar las caídas y elevaciones del hombre en este mundo nuestro, lleno de lágrimas y de esperanzas, como la caja de Pandora...".

Y desata todo un torrente de ideas y de figuras, que me es aun físicamente imposible transcribir ahora.

Carlos Sabat Ercasty es as; el poeta puro, el poeta elemental. Su vasta cultura queda por debajo de su inspiración.

Sus imágenes son impresionantemente nuevas, como si fuera Homero quien anduviera contemplando nuestro universo: liEl agua es el flúido de mi conciencia de astro. La he lavado en las nubes; la he cernido en las lluvias; la he quemado en el rayo y el relámpago../'; “A la media noche había hundido mi cabeza en la esfinge del sueño* Yacía el alma en la cal del hueso y en el carbón de la sangre”; “Pasa un águila. Es semejante a un pensamiento vivo”. ..

Sus ideas son fundamentalmente grandiosas: "Aprieta tu música salvaje contra mi pecho y mis hombros. Todas las grandes edades nacieron de la virginidad"; “Toda esperanza exige la desnudez. Todo entero destino es un comienzo"; “¿Qué cobra la luz, del sol, por ser la luz? ¿\ con qué oro se podría pagar el oro de sus himnos?”.

Un gran escritor sin editores

En este variado e intenso dialogar recibo la mayor lección cuando de pronto lo interrogo sobre la cuantía de su obra. Me contesta: “Vea lo que tengo aquí”; y cierra una puerta* detrás de la cual aparece una inmensa runfla de manuscritos. “Mire —continúa— todo esto está sin publicar". Le expreso mi extrañeza ante el fenómeno. “No me preocupa permanecer inédito. Para mí lo importante, dice, es crear, cumplir con mi deber universal, como prescribía Tolstoi. Aquí tiene más de 50 obras sin editar; tengo también un número no despreciable de traducciones. Y cuente los volúmenes ya publicados: algo así como 50 también. En este país un escritor pobre e independiente no siempre consigue editor”.

En estas divagaciones andábamos, cuando reaparece la esbelta dama doña Violeta y me pregunta qué deseo beber. Le digo que me gustaría tomar un “mate", bebida que por ciertos escrúpulos no me he atrevido a saborear hasta ahora. Carlos ordena que con agua caliente laven la bombilla o caña de plata que sirve para absorber la milagrosa yerba, y me pasa los instrumentos de la lidia, Bebo, mejor: chupo; y cebo y vuelvo a beber con delicia, como sumiéndome en un ensueño de adorable poesía, del que me devuelve a la realidad una pregunta de Sabat:

—“Oiga, noble amigo: Y tanto preguntar, ¿no será para un reportaje?”—. “No, no: no soy propiamente un reportero; sí voy tomando notas para publicaciones futuras, y de estas escenas tendré que hablar; pero no con ánimo de dar la última y más extravagante noticia, sino con el de informar, el de discutir ampliamente, el de tomar determinaciones según los preceptos del Señor".

Me confiesa que bebe mucho mate, porque es un poderoso estimulante.

Y proseguimos dentro de una cálida atmósfera de fraternal confianza. Me reafirma su fe en el brillante porvenir del mundo: “Joven es la tierra, y más joven aún su hijo supremo: el Hombre

Las ideas y las estrellas

Hablamos a continuación de los celestes dones de la amistad y de las seducciones de las torres de marfil. Un poquitín adelante me obsequia, abrumadoramente dedicadas, con la casi totalidad de sus obras. Y sin saber cómo nos enfrascamos en una disquisición sobre las generaciones literarias del Uruguay.

Convenimos en que siendo pequeño físicamente, atenido casi por entero a la exportación de carne, lo que salva y engrandece al país es el poderío espiritual de su recia estirpe hispánica. Sabat Ercasty me recalca cómo su pueblo es un Gulliver de la inteligencia. Comentamos vivamente algunas obras de Laforgue (1860), Reyles (1868) —de quien Sabat Ercasty admira más la producción gaucha que el conocido Embrujo de Sevilla— Rodó (1871), Vaz Ferreira (1873), Herrera y Reissig (1875), Florencio Sánchez (1875), Quiroga (1879), Acevedo Díaz (1882), Silva Valdés (1887), Delmira Agustini (1890), Juana de Ibarbourou (1895)... Se enorgullece, y con toda razón, de sobresalir todavía, con sus queridísimos amigos Fernán y Juana, por encima de los ruidosos iconoclastas de “vanguardia”.

Avanza la noche. ¡Tantos temas, y casi todos quedan apenas esbozados! Otro día habrá que tornar a estos ámbitos de tranquilidad, de intensidad, de amor y de esperanza. ¡Bendiga Dios al Verbo, que estos deleites nos ofrenda! O mejor aún, digamos con San Juan y en la lengua de Esquilo: En arje en ho Logos (Al principio era la palabra).

Cuando —ya despidiéndome— Sabat Ercasty me habla de sus primaverales intentos desviacionistas (abandonar el arte por la política), pienso en Prometeo. Algo político hay sin duda en Esquilo; pero lo que lo hizo inmortal es el Verbo. La poesía es eternidad. Y es redención. Lo mismo que el hijo de Temis y de Urano. ¿Qué podría yo decir ahora al despedirme de este nuevo titán del ritmo y al mirar al cielo, sino esta imagen de El mito de Prometeo?:

... arden las estrellas como ideas inmortales.

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

 

por Lucio Pabón Núñez


Publicado, originalmente, en: Boletín Cultural y Bibliográfico, ISSN 0006-6184, Vol. 8, Nº. 4, 1965, págs. 505-513

Boletín Cultural y Bibliográfico es la publicación oficial de la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República de Colombia

Link del texto: https://publicaciones.banrepcultural.org/index.php/boletin_cultural/article/view/5113/5360

 

Ver, además:

 

           Carlos Sabat Ercasty en Letras Uruguay

 

Editado por el editor de Letras Uruguay

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