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Esquivar bloqueos
por Diego Enrique Osorno

El lugar donde nací, de lejos parece una cárcel para el alma. Monterrey es hoy capital de vientos tempestuosos que recorren al país. Los diez más ricos, los de la leyenda, han fracasado como padres de Nuevo León.Este gobernador ni se diga. Lleva poco tiempo pero ya sabemos que su gestión será olvidable como un mal spot de televisión. Y los diputados son tan baladíes que siguen sentados en sus curules como si no pasara nada.

El Grupo Monterrey, idea mítica del esfuerzo empresarial local, ha muerto. Hay en su lugar especuladores que salvo los apellidos, tienen escaso parecido con los industriales comprometidos de antes, quienes, bueno o malo, tuvieron y defendieron un proyecto de vida para la ciudad.

Quizá hace falta ser regiomontano para entender ese raro orgullo empresarial que tenemos hasta los plebeyos locales y que fue cultivado desde una clase alta a la que le importaba, a su modo, la ciudadanía. Lo que ahora queda del Grupo Monterrey quizá ha ganado al mundo pero ha perdido el alma. Hoy hay orgullo regio de aparador. Y es tan falso que hasta los políticos lo hacen su lema en campañas absurdas, y es tan tierno a la vez, que se asume a nivel popular con llevar puesta la camiseta de los Rayados o de los Tigres tres días a la semana.

Ganarle a quienes hacen bloqueos y sitian la ciudad no resolverá la gran pregunta de fondo: ¿Seguimos dejando que el dinero sea quien mande?, ¿las decisiones sobre los más importantes temas sociales, ecológicos, culturales y políticos van a seguir siendo tomadas en base a criterios mercantiles, en lugar de democráticos? Nuestra ciudad estaba bloqueada hace tiempo pero no nos dábamos cuenta. Pensábamos que una ideología empresarial era suficiente para sostener el edificio social, sin recordar que todas las ideologías descansan sobre cimientos constituidos por una estructura socioeconómica. Y esa estructura estaba colapsada por el crecimiento brutal de la pobreza, la corrupción como forma de hacer política y la destrucción ambiental de la ciudad. Lo estamos viendo.

Los padres de la ciudad han muerto y ante la orfandad que existe hay sectores de esta generación que irrumpirán frente a lo que sucede. Para las nuevas generaciones no todo será desamparo: esta realidad deforme también es mármol aguardando escultores. Viendo de cerca de Monterrey uno sabe que hay esperanza, que se pueden esquivar los bloqueos.

El jueves 28 de enero de 2010, en una noche sin luna, entré al segundo piso del Art, un antro del Barrio Antiguo, en el que cuatro jóvenes creadores iban a platicar sobre lo que significa vivir del free lance en una ciudad como la nuestra. Su público eran otros artistas menores de 30 años interesados en hacer contactos para promover su obra y conocer la forma en la que los conferenciantes se abrían paso sin depender solamente de una institución oficial o comercial. La invitación vía electrónica al evento, llamado Noches del Toctoc, me convenció por lo sencilla que era: "Ven a pasar un buen rato, hagamos comunidad juntos".

El mejor presente de Monterrey está en ellos: en los que estaban destinados a encargarse de su futuro y trabajan desde ya calladamente en él. Esa noche supe que frente a la imaginación estrecha de los que tienen el monopolio de las decisiones sobre el presente, hay algo moviéndose. El arte siempre nos salva de nuestros horrores. Reiteré también lo que siempre he defendido fuera de Monterrey: que no somos unos bárbaros.
Prueba de ellos son jóvenes como Renato Guerra, que hace ilustraciones para Marvel Comics; la artista visual Brenda Jazz López; la fotógrafa Aleida Samara; Anny González, repostera, que creó Bizcotela. Arte dulce; Miguel Ángel Melgarejo, quien diseñó separadores que este año estarán a la venta en el London Design Festival; Alejandra Trejo, veinteañera que trabaja con imágenes lomográficas; Esmeralda García, creadora de joyería y accesorios de comida a escala, inspirados en la cultura japonesa; Adriana Dávila, del proyecto Milka Manifi esto, que acababa de volver de un largo viaje por China y que había preparado una colección experimental; Eliud Nava y su proyecto No Automático; Diego Bolson, diseñador de cajas de cartón y hasta juguetes sexuales, aunque hoy trabaja para grupo Pepsico. Y muchísimos más que por desgracia no caben ahora en este rinconcito del periódico.

Pude ver en ese montón de veinteañeros reunidos casi en secreto (ante la falta de interés en ellos de las grandes instituciones), la descarga de sus ojos raros, ese anhelo por vencer la claustrofobia que padece la ciudad.

En la película El tercer hombre, de Carol Reed, hay una escena en la que un narrador dice: "En Italia, en tiempos de los Borgia, durante treinta años hubo guerra, terror, asesinato, derramamiento de sangre... pero allí surgieron Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. Mientras, en Suiza, tenían amor fraternal -quinientos años de paz y democracia-; y ¿qué ha aportado eso?... El reloj cucú".

En Monterrey, más allá de lo primaveral que pueda ser o no el movimiento artístico en marcha, vamos a esquivar los bloqueos que vivimos y las cosas van a cambiar profundamente, para bien. Y se hará sin esperar a que los viejos padres resuciten.

A huevo.

www.twitter.com/diegoeosorno

Columna Historias de Nadie publicada en Milenio Diario de Monterrey el miécoles 18 de agosto de 2010.

Diego Enrique Osorno - Historias de Nadie
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18 de agosto de 2010
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