Una mirada a La Maga de Julio Cortázar |
Cuando
decidí escribir mi novela La
historia desconocida de La Maga -de inminente aparición- lo hice con
la convicción de que este personaje ha adquirido el carácter de
universal. Cortázar nos brinda en Rayuela
datos mínimos de su apariencia física, lo que nos permite imaginarla de
distintas maneras. Pero Lucía, La Maga, trasciende la apariencia física,
es emblemática. Es la imagen del París de los
’50, el mismo autor nos ubica, dice el narrador: “En esos días
de los años cincuenta y tantos…” (C. 2) Es la época del auge de la
filosofía existencialista sartreana y del Quartier
latin, de las canciones de Juliette Gréco, de los textos de Boris
Vian y de las caves. Lucía es
la muchacha sudamericana con poca cultura, que ha sufrido humillaciones y
fue violada y, sin embargo, es alegre y romántica. Es la lectora de Pérez
Galdós (C. 34), que gusta de las flores amarillas y ama
incondicionalmente a Horacio, quien la idealiza y, a veces, la
menosprecia. Es la que nos conmueve por el amor a su hijo muerto. Esta es La Maga de todos los lectores pero, ¿qué significa La Maga en la estética cortazariana de búsqueda de una gnoseología metafísica? En este sentido la narrativa de Cortázar esta plagada de “perseguidores”, el más complejo de ellos es, sin duda, Horacio Oliveira, quien nunca llegará al conocimiento porque es un intelectual, y sólo los intuitivos, como La Maga o Johnny Carter (“El Perseguidor”), pueden llegar. Oliveira nos dice refiriéndose a ella, en el C. 21: “Yo describo y deseo esos ríos, ella los nada”. |
Carmen Ortiz
Diario "LA RAZÓN" de la Feria Internacional del Libro 2006
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